Maite presente, ahora y siempre
Ayer se fue Maite; una gran compañera del campo popular de Córdoba. Un ícono de la lucha piquetera. Una bruja, trava, feminista y libertaria. Militante de la Federación de Organización de Bases (FOB). Una gran compañera. La despedimos con el puño en alto.
Redacción La tinta
Sus inicios
Maite Amaya nació en una familia humilde de la zona de Argüello, en las afueras de la ciudad de Córdoba. Desde los nueve años, trabajó como monaguilla en un colegio de curas. A los 13, alguien le dijo que había paro docente, eso despertó curiosidad en ella y sus compañeras de colegio, hasta que se animó y arengó a los estudiantes a participar de la marcha junto a las docentes. “No queremos más shoping, queremos educación”, recuerda que cantaban en esa movilización. Esa curiosidad la llevó a interesarse en la Noche de los Lápices y la historia de la dictadura. Se encontró con la Venceremos, corriente estudiantil de la organización Patria Libre y allí comenzó a militar. En esos años, ya se hacían piquetes en los supermercados, en las rutas, en todos lados: era necesario hacer justicia y frenar el hambre.
En el año 2007, el Encuentro Nacional de Mujeres se hizo en Córdoba y vinieron muchas compañeras en tren de la FOB desde Buenos Aires, con hijas, mochilas y ollas. Por esas casualidades, se quedaron varadas en la ciudad y la comisión organizadora se comunicó con Maite para que se puedan alojar en Casa Caracol, centro cultural y social donde ella vivía. Ese encuentro le permitió conocer el fuerte movimiento piquetero desde adentro, una experiencia que en ese momento en Córdoba aún no se daba.
Libertaria
Dios significa el padre, la jerarquía, la violencia, el que nos controla. Con el Estado, en otro plano, pasa lo mismo. Como si eternamente tuviéramos que ser hijas de alguien. Cuando empezó a hablar con otras anarquistas, interpretó que no es necesaria la transición: no hace falta ocupar al Estado para la liberación. ¿Cómo humanizar algo que nos hace mierda? ¿Cómo hacer un Estado o el capitalismo más humano? Hay que romper con todo eso, pero no solas, sino en colectivo. Maite indagó, estudió y se solidarizó con esas experiencias políticas y organizativas que nos mostraron y muestran que hay otras formas de sostener convivencias sociales anticapitalistas y feministas como las kurdas o el zapatismo.
Feminista
En su juventud, fue militante gay. Formó parte de la Asociación contra la discriminación Homosexual. Como “putito”, se empezó a transgenerizar. La sexualidad obligatoria, la heteronorma está interiorizada y, en la izquierda, era difícil romper con eso. Pasado el 2001, se encuentra con muchas compañeras feministas. Primero, formó partes de las Histéricas, las Mufas y las Otras, sobre todo, se identificaba con las “otras”. Pero el quiebre más fuerte fue salir de la masculinidad, haber sido reconocido en la izquierda como puto y decir “me voy”. Salir de ese puerto para ser trans.
Le costó mucho poder formar parte de este feminismo, ser parte del movimiento sin ser mujer. Parece que la diferencia radicaba en portar un pene, por estar “disfrazada”, como le decían. Reconocía que esas dificultades de construir el feminismo es lo que la hizo más fuerte y, por eso, se reivindicaba feminista. Pero, además, para aportar a la construcción de un feminismo en el que no tengamos que estar encerradas ni estar en el claustro doméstico, a desnaturalizar las vaginas dentro del feminismo. Sugería hablar de feminismos, en plural, por la diversidad que hay de miradas, de reivindicaciones. La capacidad de acción, convertirnos en sujetas políticas y transformadoras, que dejemos de ser víctimas para pasar a ser sujetas.
Muere una de nosotras y duele, como siempre. Pero un poquito más. Recordamos esos momentos que quedarán en nuestra memoria y nuestra lucha. Claridad en su discurso. Agitadora en cada marcha. Fortaleza en la calle.
Maite presente, ahora y siempre.
*Por Redacción La tinta. Foto: Colectivo Manifiesto.