Mario Benedetti: «Por respeto a los obreros, no pongo obreros en mis obras»
Mario Benedetti ha escrito más de setenta libros que se han traducido a veintitrés idiomas. Su libro La Tregua tiene ciento treinta ediciones, mientras la tirada total de sus textos alcanza más de dos millones de ejemplares. A semanas de haberse cumplido el octavo aniversario de su muerte, compartimos una entrevista realizada al escritor en el año 2000.
Por Sanjuana Martínez para Babab
A sus ochenta años, Mario Benedetti no se acostumbra a la celebridad. Está cansado de tantas entrevistas. Desde hace cuatro años intenta tomarse un año sabático pero no le dejan sus compromisos y asegura que a medida que pasa el tiempo piensa más en la muerte, aunque no la teme. Es sencillo, riguroso en sus opiniones, y nunca ha cambiado sus convicciones ideológicas: «los intelectuales de izquierda, seguimos siendo de izquierda». El autor de Inventario y Poemas de la oficina, comentó en la entrevista que todo lo que sea una aportación para el amor es maravilloso. Andamios (Alfaguara) se ha reeditado ya trece veces. Se trata de una historia sobre los encuentros y desencuentros del «desexilio», una palabra conocida a través de Mario Benedetti.
«Es una novela de setenta y cinco capítulos, setenta y cinco andamios que son estructuras adicionales que se hacen cuando se está construyendo una casa. Después de doce años de dictadura, Uruguay ha entrado en la etapa de reconstrucción democrática, pero sin terminar, por lo tanto precisa andamios. Esta es la metáfora del título. Son los encuentros y desencuentros de un exiliado que vuelve a su país, un desexiliado, una palabra que yo inventé. Como pasa con cualquier exiliado, tiene encuentros felices, otros más desgraciados y desengaños. La vuelta al país siempre es un cocktail de sensaciones.»
—¿Usted regresó a Uruguay después de doce años, tiene algo que ver Javier Montes, el protagonista de su novela, con usted?
—Los dos somos desexiliados. La ficha biográfica de Javier no tiene mucho que ver conmigo. No es una novela autobiográfica, sino con gajos comunes que no son sólo de Javier y míos sino de casi todos los que volvieron al país. Las sorpresas, los cambios del estilo de la gente, las huellas que dejó la dictadura. Es un poco lo que hemos visto todos, no todos reaccionamos igual.
—¿Cómo vivió usted el desexilio?
— Uruguay no es el mismo que yo dejé, tampoco es el país que yo imaginé que iba a encontrar. Yo estaba muy bien informado de todo lo que pasaba en el país, pero no era el mismo que yo imaginé. Yo viví mi exilio en cuatro países de habla hispana, me adapté bastante bien. Uno aprende, pero de los gobiernos no se aprende, pero sí de la gente. En el exilio se da un fenómeno de ósmosis, uno da todo lo que puede para agradecer al país que lo acoge, pero también ese país le da a uno cosas.
—¿Cómo ve ahora a Uruguay?
—Los militares están allí, están muy atentos y vigilantes. No es una situación comparable a la de Chile, donde Pinochet, que es dictador, sigue comandando las fuerzas armadas. Ahora que volvió a salir el tema de los desaparecidos, salió una ley que se llamó «Ley de caducidad de la retención punitiva del Estado», una larga metáfora para decir: Ley de amnistía a los torturadores. Había un artículo cuarto donde se decía que se investigara a fondo el problema de los desaparecidos para que sus familiares supieran dónde estaban y dónde los habían enterrado, pero fue el único artículo que no se ha cumplido. En Uruguay hay una democracia vigilada, por la aprobación de esto. Han enterrado gente y luego les han puesto arboles encima, pero casi todos los desaparecidos están enterrados en los cuarteles. En definitiva, Uruguay es un país con muchas heridas no cicatrizadas. La impunidad permanece.
—¿Qué pasa con los intelectuales de izquierda después de los cambios del siglo XX?
—Los intelectuales de izquierda siguen siendo de izquierda. El Partido Comunista de Uruguay se escindió en tres partidos después de la crisis de la Unión Soviética, pero los tres están integrados en el Frente Amplio. Uruguay nunca fue un país con intelectuales de derecha, ni Argentina. Es muy importante la independencia de los intelectuales y en Uruguay fueron contados con la mano los que colaboraron con la dictadura.
—Comentó que desde el estallido de la guerra en Chiapas no ha vuelto a México…
—Pero he firmado cosas a favor del Subcomandante Marcos. La historia de México se dividirá en antes de Chiapas y después de Chiapas. La guerrilla de Chiapas es una guerrilla extraordinaria. Es la única guerrilla que tiene posibilidades reales de provocar cambios.
—¿Sin armas?
—Efectivamente, esa es la solución. Se ha demostrado que con la lucha armada no se pueden arrancar cambios… el último caso es el de Tupac Amaru de Perú. En cambio, la guerrilla de Chiapas tiene la inteligencia de hacer un reclamo dentro de la ley, que es que se le aplique la Constitución a todos los mexicanos. El PRI no es indestructible, puede ser derribado, corre peligro su permanencia en el poder.
Poesía y amor
—Desde La borra del café (1992) no escribía usted otra novela. ¿En qué género se siente más seguro?
—Poesía y además hace años que no escribo cuentos. Para escribir una novela, se necesita un espacio libre. Un poema lo puedo escribir en un avión, o esperando al destino. Claro que a veces se hacen apuntes de un poema, es muy difícil que escribas la versión definitiva esperando al dentista. La novela es un mundo que uno inventa y tiene que meterse en ese mundo, porque no se pueden escribir diez páginas hoy y las próximas diez páginas en unos años. Por eso yo demoré tanto en escribir Andamios. Si a mí me dejaran tranquilo podría escribir más novelas, pero no me dejan, tengo muchos viajes, entrevistas y muchos compromisos. Hace como cuatro años que pretendo tomarme un año sabático y no puedo.
—¿Es verdad que cada vez se lee menos poesía?
—No creo, en mi caso, no. Cada vez vendo más libros de poesía. Tanto, que tengo setenta libros publicados y después de La tregua que tiene ciento treinta ediciones, el segundo libro mío con más ediciones es Inventario con cincuenta y ocho ediciones.
—¿Es consciente de que muchos de sus poemas han sido el inicio de un romance?
—Todo lo que se haga a favor del amor, me parece fantástico. Me han pasado cosas curiosas. Por ejemplo, en Guadalajara donde estuve con Viglietti, el primer día del evento, se acercó una pareja joven, como de veinticinco años y venían con un tomo de Inventario y me dijeron que querían contarme que se conocieron y se casaron por ese libro, pero que ahora estaban divorciados y que sólo eran amigos y se habían reunido especialmente para irme a ver. El tercer día, en otro evento, aparecen de nuevo los dos con una edición más nueva de Inventario y para ponerme al corriente de la relación: «Mire, como el otro día estuvimos contándole que nos conocimos por Inventario queríamos decirle que por Inventarios hemos decidido volvernos a casar. Eso me parece muy lindo.
También en Guadalajara me sucedió otra cosa, que no tiene que ver con cosas de amor, pero sí de amor a la vida. Después de un recital estábamos firmando autógrafos y libros y se acercó un muchacho joven y pensé que era para firmar pero no, me dijo: «yo no quiero que me firme el libro, yo le quiero contar una historia. Hace unos meses, estaba muy mal, me iba todo mal en lo económico y sentimental y decidí suicidarme y puse incluso la fecha: un martes. Pero el viernes, andaba por la calle y me encontré con un amigo que me dijo que por qué tenía esa cara, yo no le dije que me iba a suicidar, pero él me regaló Inventario y pensé qué iba hacer yo con esas poesías. Finalmente me puse a leer el libro y como resultado no me suicidé». Esas son las dos cosas más lindas que me ha pasado en mi vida con relación a mi obra, las dos en Guadalajara, Jalisco.
Después de un silencio, añade:
—También me han pasado cosas muy tristes, por ejemplo, en Buenos Aires. Después de regresar, me fui a firmar libros y llegó un matrimonio veterano con cinco o seis libros míos muy maltratados y yo les dije: ¡Cómo están estos libros…! Ellos me contestaron: «Sí señor, es que estuvieron ocho años enterrados en el jardín de casa». Mis libros estuvieron prohibidos durante las dictaduras. Otra señora llegó con un libro lleno de anotaciones en los márgenes y le dije: Parece que este libro ha sido leído y ella me contestó: sí, es de mi hija, que está desaparecida . En Argentina hubo treinta mil desaparecidos. En Uruguay murieron muchos en la tortura, pero casi todos desaparecieron en Argentina y forman parte de esa cifra, deben ser unos doscientos o más.
La clase media
—Usted es uno de los escritores más cantados. Son muchos los intérpretes que le han puesto música a sus poemas…
—Son cuarenta. Me gusta trabajar mucho con los cantantes y los músicos, me gusta más cuando trabajamos juntos. Hay dos casos especiales: Alberto Favero, cuando estaba con Nacha Guevara y el otro Joan Manuel Serrat. Cuando somos amigos, las cosas salen mejor. Hay mucha gente que se acercó a mi poesía a través de la canción. Llegaron por la puerta de servicio, entraron a la obra literaria por la canción. En Guadalajara fue donde estrenamos por primera vez un recital a dos voces con Viglietti, fue allí donde hablando con él nos dimos cuenta que cada uno había escrito doce trabajos, él doce temas y yo doce poemas, sin ninguna premeditación. Y nos dijimos: hay que hacer algo. Así, por primera vez, mezclamos canciones con poemas.
—Empezó a escribir desde su infancia en alemán y a los once años hizo su primera novela El trono y la vida, de capa y espada, tratando de imitar a Alejandro Dumas… ¿parece que siempre tuvo su vocación bien clara?
—Siempre supe que quería ser escritor. Lo único que me hubiera gustado ser es campeón de ping-pong, pero la literatura me arrastró por otro lado. Forma parte del carácter, la vocación, en mi familia no hay ningún escritor, yo abro la dinastía literaria.
—¿Por qué siempre sus personajes son montevideanos de clase media?
«Es la clase que yo conozco. Muchas veces, los escritores de izquierda me han reprochado que nunca hay obreros en mis obras. Cuando he intentado poner un obrero, el obrero no habla como los obreros, me sale una cosa artificial. No he hecho una misión complaciente, la clase media es a la que yo pertenezco y conozco bien sus entretelones, sus virtudes y sus defectos, entonces me muevo con mucha más propiedad. Por respeto a los obreros, no pongo obreros en mis obras. Me es más fácil poner oligarcas, yo tengo una visión más crítica y más contacto, he trabajado en muchos diarios y he tenido contacto con los propietarios. A los cuatro años me fui a vivir a Montevideo y soy montevideano y cuando me fui al exilio seguí escribiendo sobre los montevideanos de clase media.»
—¿A qué atribuye el éxito de su literatura, que es muy localista, pero que se ha traducido a veintitrés idiomas?
—Para reflejar el mundo hay que empezar por la comarca, los grandes escritores siempre han sido locales: Dostoievski, Joyce, Proust, Dante… han escrito sobre su mundo y su contorno.
—¿Cuál es su diagnóstico de la actual literatura latinoamericana?
—Es muy distinta de acuerdo a cada país. En algunos han surgido movimientos importantes. En Chile hay narradores jóvenes de muy buen nivel. No conozco la literatura joven de México, conozco los escritores anteriores: José Emilio Pacheco, Sabines… los lectores mexicanos siempre me han apoyado mucho. En Uruguay y Argentina han aparecido nombres buenos importantes. En el cono Sur no entró el realismo mágico, cuando se publicó alguna cosa influenciada por García Márquez, eran malas copias. Incluso a la chilena Isabel Allende se le acusó mucho de eso con su primera novela, La Casa de los Espíritus, yo creo que no es tanto, ella es más original de lo que dicen. Todos los escritores jóvenes tienen influencias, el que dice que no, descaradamente miente.
—En varios de sus poemas está de forma recurrente el tema de la muerte como en «Dónde estás muerte, mujercita»… ¿le preocupa esto?
—A medida que uno avanza en edad, lógicamente se va acercando a la muerte, hay que irse acostumbrando a la idea de la muerte para que no te tome de sorpresa. Yo no le tengo miedo a la muerte, no creo en castigos ni infiernos ni en la recompensa del paraíso porque soy ateo.
Por Sanjuana Martínez para Babab. Publicada en el año 2000.