Había una vez un país (II)

Había una vez un país (II)
16 mayo, 2017 por Redacción La tinta

Como consecuencia de la crisis de Yugoslavia durante los años ’80 y su desintegración a partir de 1991, la república de Bosnia y Herzegovina comenzó el año 1992 en una situación alarmante. Luego de una convivencia mayormente pacífica durante el período comunista, caracterizado por la cooperación interétnica, el florecimiento del diálogo interreligioso y un lento pero firme desarrollo social y económico, Bosnia ingresaría (luego de las elecciones de 1990) en una era de horror que dejaría profundas marcas hasta nuestros días.

Por Agustín Cosovschi y Matías Figal para Panamá Revista

En el marco de una región convulsionada por la guerra en Croacia y por el ascenso de líderes nacionalistas y autoritarios en las repúblicas vecinas, las diferencias entre las agrupaciones nacionalistas que llegaron al poder con las elecciones de 1990 llevarían al desencadenamiento de una cruenta guerra civil entre las tres grandes comunidades étnicas del país: serbios, croatas y musulmanes.

La independencia de Bosnia

Tras las primeras elecciones abiertas en Bosnia luego de la caída del régimen comunista, el Partido de Acción Democrática (SDA), de orientación bosnio-musulmana y la croato-bosnia Unión Democrática Croata (HDZ), vinculada con el gobierno nacionalista de Franjo Tuđman en Croacia, comenzaron a cuestionar la permanencia de Bosnia en una Yugoslavia recientemente amputada por la secesión de Eslovenia y Croacia y bajo el riesgo de ser hegemonizada por el liderazgo de Slobodan Milosević. Pero para el serbobosnio Partido Democrático Serbio (SDS), tercera fuerza en disputa, cualquier arreglo futuro debía contemplar una vinculación con Belgrado.

En este marco, los representantes de la Comunidad Europea, participantes en las negociaciones entre los líderes políticos de la federación yugoslava en plena desintegración, concluyeron que la aprobación de la independencia de Bosnia y Herzegovina sólo podía venir tras un referéndum, sugerencia que fue aceptada por los Estados Unidos. En enero de 1992, las sesiones en la Asamblea Nacional de Bosnia pusieron de manifiesto las dificultades para llegar a un acuerdo en lo que concernía al futuro de Bosnia, y la celebración de un referéndum fue aprobada sólo cuando la delegación del SDS se retiró del recinto.

Ese mismo mes, Radovan Karadžić, líder de la agrupación serbo-bosnia, había proclamado la creación de una Republika Srpska (República Serbia) en las áreas de Bosnia donde su partido ejercía un mayor dominio. A la vez, ya se estaba gestando la organización de la Comunidad Croata de Herceg-Bosna como entidad de los croatas de Bosnia. En este contexto, aislado de ambas comunidades, el gobierno formal en Sarajevo comenzaría a identificarse progresivamente con el SDA y con su líder y presidente del país, Alija Izetbegović.


El 29 de febrero y el 1 de marzo casi la totalidad de los habitantes de Bosnia que fueron a votar, respondieron afirmativamente a la pregunta de si estaban “a favor de una Bosnia-Herzegovina soberana e independiente, un Estado de ciudadanos iguales en derechos”. La participación del 62,68% del padrón electoral sugería que la población serbobosnia había optado, o había sido forzada a optar, por el abstencionismo. El 3 de marzo de 1992, la república de Bosnia-Herzegovina declaró su independencia, lo que desató inmediatamente enfrentamientos fatales en algunas regiones del país.


En su rol de mediador, la Comisión Europea intentó articular un acercamiento final entre las partes proponiendo una división territorial del país según líneas étnicas, pero el acuerdo fue imposible. Entre el 6 y el 7 de abril Bosnia fue reconocida como país de pleno derecho por la comunidad internacional, y pese a las grandes manifestaciones realizadas contra cualquier conflicto bélico, la guerra comenzó de modo implacable.

En algunas ciudades la resistencia se prolongó, uniéndose los habitantes más allá de su identificación nacional. Sin embargo, la dinámica de los acontecimientos, así como la llegada de combatientes de otras regiones y sin apego a las comunidades en cuestión, desbarató rápidamente estos intentos de cooperación ciudadana.  La guerra duraría tres años, desatando una violencia que el continente europeo no había visto desde la Segunda Guerra Mundial y ocasionando graves daños sobre el tejido interétnico del país. 

Tres bandos, una guerra

El campo de batalla en Bosnia estaría marcado principalmente por la acción de tres fuerzas.El Ejército Nacional Yugoslavo, aliado a la Serbia de Milosević, pasaría rápidamente de participar directamente en el terreno a engendrar el nuevo Ejército de la República Srpska (VRS), comandado por el general Ratko Mladić. Una de las bases territoriales de defensa de la república se desarrolló hasta convertirse en el Ejército de la República de Bosnia-Herzegovina (ARBiH), una fuerza que en un principio comportaba una composición étnica y política plural pero que, asociada con el gobierno en Sarajevo, terminaría por ligarse mayormente a la comunidad musulmana. Los nacionalistas croato-bosnios de la región de Herceg-Bosna, por su parte, organizarían el Consejo de Defensa Croata (HVO).

Pero el conflicto estaría atravesado además por la participación de un abanico de fuerzas complementarias. A partir de 1992, el territorio de Bosnia sería testigo de la acción de formaciones paramilitares croatas, del propio ejército de Croacia y de grupos paramilitares serbios, así como la intervención de la comunidad internacional representada por la Fuerza de Protección de las Naciones Unidas y la OTAN.

Si  el horror que se desató entre estas fuerzas debe interpretarse en el marco de la crisis de la Yugoslavia socialista a fines de los años ‘80, es preciso entenderlo también como el resultado de intereses políticos articulados por los nuevos líderes nacionalistas que dominaron la escena durante los años ’90.  Sólo de ese modo cobra sentido la decisión de los gobiernos de Croacia y Serbia de intervenir en el conflicto para apoyar a sus respectivas comunidades étnicas en territorio bosnio. En el marco de una Yugoslavia en disolución, líderes serbios y croatas aspiraban a crear unidades independientes y extender su territorio, idealmente alcanzando un control político sobre poblaciones homogéneas. Pero los habitantes de Bosnia se distribuían de modo particularmente irregular sobre el territorio de la república, circunstancia que alentó el desarrollo de una tecnología que se volvería casi un sinónimo de las guerras yugoslavas: la limpieza étnica. Como resultado, la guerra en Bosnia no sólo ocasionaría decenas de miles de muertes, sino que dejaría un saldo de millones de refugiados.


«En el marco de una Yugoslavia en disolución, líderes serbios y croatas aspiraban a crear unidades independientes y extender su territorio«


Tres años, una guerra

Hoy en día, varias agencias de turismo realizan en Sarajevo el “Tour de la guerra”. Uno de los puntos a visitar es el monte Trebević, donde están los restos de la pista de bobsleigh, deporte característico de los Juegos Olímpicos de Invierno. En 1984 Sarajevo fue la sede de ese evento, en lo que fue un momento emblemático de la tolerancia multicultural tantas veces asociada con la ciudad. Algunos años más tarde, en ese mismo monte se emplazarían piezas de artillería y francotiradores. Desde las varias colinas que rodean la ciudad, el ejército serbobosnio realizaría durante años un bombardeo cotidiano e indiscriminado.

Durante 1992, las fuerzas de Mladić llegaron a dominar un 70% del territorio del país. Su superioridad militar se complementaba con la existencia de un embargo de armas que la ONU había impuesto sobre la ex Yugoslavia, lo que dificultaba la operatividad del ARBiH. En ciudades como Bijeljina, Zvornik, Banja Luka y Prijedor, la población no serbia se vio forzada a abandonar sus hogares.

Si al principio el liderazgo bosnio musulmán y el croato-bosnio se defendían ante el avance serbobosnio, en 1993 comenzarían los conflictos entre estos dos bandos ante la intención del ala más radicalizada del nacionalismo croata de hacerse con el control de ciertas zonas del país. Las situaciones más cruentas tendrían lugar en Bosnia central, y algunos de los mayores combates ocurrieron en la ciudad de Mostar. Dividida entre la población musulmana y croata, las fuerzas croatas sitiaron su sector oriental (donde residían mayormente los musulmanes) durante nueve meses. En ese lapso, en el episodio más significativo a nivel simbólico, el bello y famoso puente sobre el río Neretva fue destruido.

La comunidad internacional intentó elaborar diferentes estrategias de intervención frente al conflicto. En 1993, Cyrus Vance, representante de la ONU, y David Owen, de la Comisión Europea, presentaron el primer plan de paz, que fue largamente debatido sin éxito. El siguiente intento provino de Owen y del sucesor de Vance, Thorvald Stoltenberg. Si el primero ya presentaba divisiones del territorio en base a líneas étnicas, este último era aún más agresivo en este sentido, lo que no impidió que tampoco contentara a las partes enfrentadas.

En 1994 un gobierno norteamericano más involucrado con la situación en Bosnia lograría poner fin a los enfrentamientos entre bosnios musulmanes y croato-bosnios. En Washington DC se firmaría la conformación así de una nueva entidad política constituida por ambos sectores bajo la denominación de “Federación de Bosnia-Herzegovina”, unificación que les permitiría a partir de entonces ganar terreno ante las fuerzas serbobosnias. Otras propuestas de paz fracasarían mientras tanto, pese a la presión ejercida por el “Grupo de Contacto” (Estados Unidos, Rusia, Francia, Gran Bretaña y Alemania). La OTAN también comenzaría a jugar un rol mas comprometido, aunque con bombardeos de dudosa efectividad.

Un giro determinante ocurrirá sin embargo a partir de julio de 1995. La localidad de Srebrenica, una ciudad de Bosnia oriental, había sido declarada por la ONU como “zona segura”, siendo protegida por un contingente de tropas holandesas. Situada en un área estratégica para las aspiraciones serbobosnias, el ejército de Mladić había comenzado a cercarla y terminaría por ocuparla, sin un atisbo de resistencia por parte de las fuerzas de paz holandesas. El propio Mladić encabezaría la entrada a la ciudad, declarando en televisión la recuperación de la misma como un regalo para el “pueblo serbio”. Durante los días siguientes, más de ocho mil varones bosnios musulmanes serían asesinados en Srebrenica en lo que constituyó una masacre sin parangón en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. El episodio sería juzgado años más tarde por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia y por la Corte Internacional de Justicia, así como por la Corte de Bosnia-Herzegovina, bajo la figura de genocidio.


«Mas de ocho mil varones bosnios musulmanes serían asesinados en  Srebrenica en los que constituyó  una masacre sin parangón en Europa desde la Segunda Guerra Mundial».


La toma de conocimiento de lo sucedido en Srebrenica acrecentó los tiempos de la errática comunidad internacional. Finalmente, se logró convenir a Alija Izetbegović, y a los presidentes de Croacia, Franjo Tuđman, y de Serbia, Slobodan Milosević, a reunirse en una base área de Dayton, Ohio, en noviembre de 1995. Los acuerdos suscriptos en esa ciudad consagraron la existencia de Bosnia-Herzegovina como un Estado dividido en dos entidades: la Federación de Bosnia-Herzegovina y la República Srpska, con un alto grado de descentralización.

La Constitución del nuevo Estado bosnio se redactó en inglés. Hasta el día de hoy, el texto constitucional no tiene traducción al bosnio, al serbio o al croata, las lenguas oficiales del país, consideradas como idiomas distintos a pesar de la completa inteligibilidad mutua que existe entre sus hablantes.  Quizás uno de los síntomas más claros de un país que sólo pudo alcanzar la paz dándole la razón a quienes decidieron hacer la guerra. 

Sarajevo y todos lados

Hoy Bosnia es un país divido en tres, con tres lenguas, tres comunidades y tres mundos que a veces se cruzan y a veces no. Como consecuencia de la guerra y de los acuerdos de paz en Dayton, está conformada por dos grandes unidades administrativas, una de mayoría croata y musulmana y otra de mayoría serbia. Ambas entidades conforman un sólo país, aportando a una presidencia rotativa altamente disfuncional, sostenida por la comunidad internacional casi como un protectorado y con permanentes amenazas de secesionismo por parte de los líderes de la comunidad serbia.

El sitio de Sarajevo, el más largo de la historia militar moderna, duró oficialmente hasta febrero de 1996, cuando cayó un último mortero sobre la ciudad. Algunas de las marcas que dejaron las bombas sobre las veredas fueron coloreadas de rojo, dando lugar a las Rosas de Sarajevo como recuerdo de los 1425 días del sitio para quien ose prestar atención. Durante años, las condiciones de vida habían sido dramáticas: la falta de luz y de agua potable, la imprevisibilidad de los morteros y los disparos, así como los carteles que afloraban con la leyenda Atención, francotiradores, dejaron una marca indeleble en la ciudad.

Aún así, la capital de Bosnia sigue siendo una de las pocas ciudades del mundo donde en un radio de 500 metros puede encontrarse una mezquita, una sinagoga, una iglesia católica y una ortodoxa. Ver Sarajevo es un ejercicio agotador y estimulante, porque la historia no da descanso; una historia enredada y contradictoria, con períodos de convivencia y períodos de violencia, años de construcción y años de destrucción. Como si los distintos pasados de la ciudad compitieran por la reapropiación del presente. Un poco como en toda la ex Yugoslavia. Y un poco como en todos lados.

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*Por Agustín Cosovschi y Matías Figal para Panamá Revista

Palabras claves: Bosnia, Sarajevo, Yugoslavia

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