O caricia do Brasil
El viernes Caetano Veloso volvió a emocionarnos con sus canciones, esta vez junto a la cantante Teresa Cristina. Crónica de un concierto inolvidable que el músico bahiano desenvolvió con la calma de quien sabe estirar los instantes para configurar una noche eterna.
Caetano Veloso presentó a su compañera de gira, Teresa Cristina, ante un Orfeo expectante y desapareció tras el escenario. Con un tímido “buenas noches” ella dio comienzo a un show que duraría casi dos horas. Junto a su compañero Carlinhos Sete Cordas, la intérprete hasta entonces desconocida por la mayoría de los presentes, recorrió la obra del compositor carioca Cartola y dejó claro por qué se habla de ella como la nueva voz de la samba.
Teresa Cristina asegura que su vida puede dividirse en Antes de Candeia y después de Candeia: a los veintitantos, redescubrió la obra de este compositor y así viró del rock ‘n roll y el heavy metal a la samba tradicional. Junto al Grupo Semente, se presentó durante años en los bares del suburbano barrio de Lapa hasta que, cansada de ser encasillada en el estereotipo de cantante tradicionalista, decidió explorar nuevos caminos musicales y revitalizar la samba joven.
La cantante abrió su set con E mundo e un mohino, al que le siguieron Corre y olhe o céu, Alvorada y Cordas de aço. Cabe mencionar especialmente la exquisita versión de Preciso me encontrar en la cual Carlinhos estremeció a más de uno desde las cuerdas; así como la bella interpretación vocal de Tive Sim de Zeca Pagodinho. En medio de esta canción Teresa se tomó unos minutos para reflexionar -como suele hacer en entrevistas y espectáculos- acerca de la desigualdad de género imbuida en ciertas sambas tradicionales -como sucede más al sur, por ejemplo, con el tango-.
“¿Ustedes se dan cuenta de que esta canción es muy cruel con nosotras, mujeres? Un hombre llega a su esposa y le dice que ha encontrado otra mujer mejor que ella. Es una canción de los años 70 y sabemos que en Sudamérica esa fue una época muy intranquila. Ahora, ¿podemos imaginar esta misma mujer, en los mismos años 70, llegando a este tipo y diciéndole yo he encontrado a otro mejor que tú?”
Luego de Acontece y As rosas não falam concluyó la primer parte del show. “Los dos estamos muy contentos de estar aquí cantando en Córdoba y tenemos la alegría y el orgullo de anunciar en este escenario a un hombre que nosotros amamos mucho, espectacular: Caetano Veloso”, presentó Cristina.
El bahiano de 74 años comenzó su segmento musical con Luz do sol y fue desgranando una tras otra sus canciones mientras el público intercalaba generosos aplausos. Os Passistas, Esse cara, Menino do rio y la famosa Leonzinho fueron algunas de las elegidas en un repertorio poco usual que recorrió varias décadas hasta llegar al presente con Abraçaço, corte de su último cd.
Con Enquanto Seu Lobo Não Vem y A voz do morto Caetano recordó los oscuros años de dictadura militar en Brasil y la resistencia del movimiento artístico Tropicalismo. Este segmento y su versión en español de Cucurrucucú Paloma, como un lamento agridulce susurrado en el oído, estuvieron entre los momentos más emocionantes del concierto. El público escuchó en silencio, con los sentidos erizados y la mirada vuelta hacia otros años.
Caetano canta como si hablase, resbalando en las palabras y desdoblando cada una de ellas en pura emoción. Así no comprendas del todo de qué va la letra, su voz y su gestualidad trasmiten ingenuidad, alegría, abnegación, saudade y demás emociones que él sabe como pocos fundir en sonido. Ejemplos de ello fueron Um indio, Meu bem meu mal y la descarnada Minha voz, minha vida («Pra ser feliz, pra sofrer / Para esperar eu canto»).
Hacia el final, los tres músicos se reunieron en el escenario y ofrendaron las últimas canciones de una noche inolvidable. Contrario a lo que podría pensarse, la ausencia de percusión –protagonista en el género- no se hizo notar. La ejecución instrumental fue impecable y se movió con comodidad entre suaves baladas, ciertos derrumbes flamencos, y cuerdas veloces y breves que invitan a sambar.
Intercambiando miradas cómplices, Carlinhos y Veloso compusieron a dúo una trama musical de infinitos detalles sobre la cual Teresa desplegó su canto. Con suavidad, ella apenas movía sus manos en el aire en contraste con una voz que no pierde dulzura en la potencia. Adivinando el final, los presentes abandonaron sus butacas y se acercaron al escenario mientras sonaban Tigresa, Miragem de Carnaval, Desde que o samba é samba y Qualquer coisa, que se desparramaron entre el público como una lengua dulce.
Después de un abrazo, una leve reverencia y una sonrisa amplia el trío abandonó el escenario. Como todos los presentes, caminé hacia la salida con una sonrisa que tardaría en desvanecerse. Cantando eu mando a tristeza embora.
*Por Julieta Pollo para La Tinta. Fotos: Colectivo Manifiesto.