Volvieron los Gloriosos carnavales de Alta Córdoba
Luego de siete años sin salir a las calles, la murga Los Gloriosos de Alta Córdoba celebró el Carnaval en su plaza Rivadavia, junto a los vecinos de Alta Córdoba, agrupaciones murgueras y mucha gente que se acercó desde otros barrios a disfrutar del corso.
Por Julieta Pollo para La Tinta
Con una convocatoria que la organización no esperaba, la plaza hervía de gente de todas las edades pero sobre todo de niños y niñas que corrían y jugaban: la espuma loca estuvo a la orden del día y nadie quedó excento de recibir una ráfaga inesperada que, además de aplacar el calor de febrero, decoró los cuerpos a tono con el carnaval. En la vereda se iban formando las rondas de murgueros que se pintaban las caras y calzaban su alegre vestuario: pantalones con flecos, sombreros de copa y levitas brillantes.
Además de quienes rodeaban el tablado de la calle Sarachaga, la plaza estaba repleta de gente que conversaba sentada en los bancos de la plaza y en los bordes de su enorme fuente. Mate en mano y reposera, algunas mujeres disfrutaban del carnaval mientras miran a los niños jugar con la espuma loca. Una de ellas, Jesi, me contó que lo que más le gusta del carnaval es que “resurja lo popular y que se pueda festejar dentro del barrio, que se llene de color y que la misma gente colabore para que vuelvan a resurgir de a poco aquellos corsos de antes”.
La murga de Los Gloriosos de Alta Córdoba nació bajo la bandera del Club Instituto, del cual aún conserva los colores, y después del corso de 2010, fue disgregándose poco a poco. Siete años más tarde un grupo de vecinos decidió volver a conformar un grupo y revivir sus corsos Gloriosos. “Juntarse de nuevo es gratificante porque la verdad es un laburo muy grande. Ayer leí una nota en MundoD donde decía ‘La AFA en época de carnaval parece una murga’ y yo pensaba para mí: no tienen idea lo que es una murga, la organización que lleva, el trabajo que tenemos, la buena fe de la gente. Queremos que se vea eso en el barrio, que nos reconozcan como quienes organizamos esto y como quienes cuidamos la cultura de nuestro barrio ”, cuenta Diego Gutiérrez, quien participa de la murga.
“Como todas las cuestiones grupales donde uno se junta con un objetivo común y legítimo, la murga le genera buena vibra al barrio. Hay gente que puede no compartirlo pero creo que deberían juntarse y buscar un objetivo en común de lo que a ellos les parezca que al barrio le puede hacer mejor y estoy seguro de que si todos hiciéramos eso, este sería un barrio que tiene vida. Hace muchos años que no tiene la vida que tenía antes, mucho edificio y mucha gente importada que no siente el barrio como propio y esperamos que con estas actividades podamos recuperar eso”, sostiene Diego.
Después de la presentación de los Corsos 2017, la murga De Tal Palo de Ciudad Universitaria tomó la calle: entre banderas violetas, amarillas y verdes sonaron las trompetas y los poderosos bombos con su tum-tum que rebota en los estómagos y sale expulsado en forma de baile. Danza popular espontánea que acapara el cuerpo entero y en la que nunca faltan las palmas ni las risas. La fiesta siguió con Saltó la Patada, una murga de Mendoza que viajó a compartir el carnaval con las murgas cordobesas.
Al caer la noche, tomó el escenario la Murga en Construcción que, fiel su estilo uruguayo, impactó con su puesta en escena y sus cuplés irónicos. El público estalló en risas con su versión la autóctona canción de Rodrigo, en la que en vez de proclamarse cordobeses, cantaban: “Soy naranjita, dicen que con mi presencia les doy inseguridad… más inseguro es buscar laburo”.
Luego fue el turno de Los Chicatos de San Martín, que desde su nombre y su estandarte homenajea al Chicato Mozé, referente cordobés de la Juventud Peronista asesinado en el 76 por el terrorismo de Estado, justo después dar media vuelta, enfentar a su verdugo y gritarle “disparame en la cara, cagón”.
La murga del barrio vecino, que será anfitriona en los corsos del 18 y 19 de marzo en la Plaza de los Burros, inundó la calle de rojo, negro y blanco. Los Chicatos tienen un estilo uruguayo pero con una fuerte presencia en la calle desde donde danza, vientos y bombos acompañan a quienes cantan desde el escenario. “En el marco de nuestro barrio la murga lleva adelante la disputa cultural, sacar pibes de la calle y a remontar banderas en cuanto a lo que es la murga como expresión popular”, me había dicho antes Maxi, que ahora cantaba desde el escenario con frac y guantes brillantes.
“El sentir murguero es un tanto inexplicable porque es muy personal, el cuerpo lleva el ritmo que se contagia con el bombo, los vientos, las canciones y las letras también. La cultura murguera es movilizar cuestiones que van muy por adentro y además es compartir el arte, la música y esta expresión popular con los compañeros”, explicó.
Pisando las once de la noche, quebró el cielo una voz imponente, de esas que silencian un estadio y que son capaces de emocionar a cualquiera: “Acá me tienen apasionado, real y callejero. Por eso una vez más imploramos que sea lo que Dios quiera, y Dios quiera que sea el Carnaval de los Gloriosos” dio Matías Barzola y entre fuegos artificiales salieron a la calle, después de siete años, los Gloriosos de Alta Córdoba. Bajo el mar de banderines rojos y blancos que decoraban la calle desfilaron estandartes, banderas, músicos y bailarines acompañados por muchos que se sumaban a bailar con sus vecinos.
Mientras la murga partía el cemento rodeada por su propio barrio me acordé de lo que me dijo Diego al inicio del corso: “ Para mí el carnaval es la liberación de los cuerpos, es el pueblo tomando la calle. Y me identifico mucho con los compañeros del carnaval, pero a mí me lo define esa gente que se pone en la vereda de enfrente al carnaval: a mí no me gusta la gente que pide menos Derechos para los otros, que le molesta la cuestión popular y que le asusta la gente en la calle. Nosotros queremos cada vez más gente en la calle”.
¡Las calles son nuestras, larga vida al carnaval!
Por Julieta Pollo para La Tinta/ Fotos: Ragnar Producciones Independientes