China: la única ganadora en este lío
En “esa estrella era mi lujo” de la mítica banda argentina “Patricio Rey y los redonditos de ricota” discurre la famosa frase: fue mi único héroe en este lío. Si trasladamos dicha metáfora a la geoeconomía mundial podemos afirmar que la República Popular de China (RPC) es el único ganador en todo este lío. Está de más decir que al “lío” que nos estamos refiriendo se vincula con el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de los EEUU.
La llegada a la Casa Blanca del magnate ¿Republicano? ha generado conmoción y estupor a nivel mundial dada las posibles alteraciones política tanto en la agenda doméstica como internacional. Por su parte, en la política internacional el clivaje no pasa por identificar los héroes o villanos (aunque muchos ya han identificado a Trump en esta última categoría junto a Vladimir Putin) sino por puntualizar ganadores y perdedores ante los posibles cambios.
En relación a esto último, por primera vez desde la segunda posguerra un líder que se va a sentar en el Salón Oval se ha mostrado abiertamente en contra del libre comercio. La crítica no es instrumental sino ideológica. Trump le ha dicho a sus conciudadanos que la política de promocionar el libre comercio a nivel mundial a traído como resultados más perjuicios que ganancias. El modelo del outsourcing (eje del nuevo paradigma productivo desde los años ochenta) ha consolidado el desempleo entre los americanos. Es hora de traer esos empleos a casa, dice Trump, si se pretende llevar acabo el lema de la campaña make america great again.
Ahora bien, como bien nos enseñó Nicolás Maquiavelo, la retórica y acción política no van de la mano. Es dable suponer que Trump no revea toda la política comercial norteamericana ni los compromisos asumidos a nivel bilateral y multilateral (como por ejemplo abandonar el NAFTA). No obstante, el resultado electoral parece torcer el debate que vive los EEUU en torno a los nuevos compromisos comerciales y económicos que EEUU ha firmado (el Acuerdo Transpacífico -TPP- que debe ser ratificado) y negociado (Acuerdo Transoceánico -TTIP-) la administración Obama. Si bien Hilary Clinton había esbozado ciertas críticas sobre estos acuerdos, el establishment esperaba un triunfo de la ex primera dama para, con mayoría Demócrata en el Congreso, poder avanzar en esa materia. La nueva realidad hace pensar que el debate y la introspección en Washington sobre la necesidad de avanzar hacia mega acuerdos regionales seguirán por un tiempo prolongado.
Dichos mega acuerdos impulsados por el presidente saliente deben leerse en clave geoeconómica. El ascenso de China (y de sus empresas) obligaron a los EEUU (y a sus empresas) a pensar en una nueva ingeniería de compromisos comerciales para competir con el gigante asiático en el marco de la parálisis a nivel multilateral (OMC). De concretarse el TPP y el TTIP el capital americano tendría mayores facilidades y preferencias para concretar negocios en países del pacífico y con Europa pensando en el nexo comercio-inversiones-servicios corazón de las cadenas globales de valor. Si las nuevas armas de EEUU son el TPP y el TTIP, desde Beijín la respuesta ha sido la negociación de la Ruta de la Seda (proyecto de integración física y energética con Asia, Medio Oriente y parte de Europa) y la firme decisión de jugar su rol de gran acreedor mundial (U$S 3 trillones de reservas internacionales) a través de dos instituciones multilaterales como son el Nuevo Banco de Desarrollo (Banco de los BRICS) y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB), como también así la creación de fondos soberanos y privados para canalizar el ahorro para proyectos en todo el mundo. La RPC experimenta en la segunda década del siglo XXI un fenómeno parecido al que vivió los EEUU después del 45’, lo que Fareed Zakaria describió como el proceso de la riqueza al poder. Beijín no solamente profundiza sus relaciones comerciales con todo el globo, sino que además ha comenzado a invertir y financiar a gran escala. La ingeniería china se completa con su reclamo de que se la reconozca como “economía plena de mercado” en la OMC. Si su condición de “economía en transición” le permite a sus contrapartes comerciales aplicar fácilmente políticas defensivas, su nuevo status estipulado para 15 años posteriores a su ingreso a la institución (2001) limitará a los países importadores la aplicación de salvaguardias y medidas antidumping. Hoy más que nunca occidente se opone a validarla como tal.
Es en este contexto donde debe ubicarse a la RPC como ganador en el tablero internacional. Ganadores y perdedores en una lógica de suma 0, donde retrocede uno avanza el otro. A diferencia de la introspección que experimenta EEUU, en Beijín existe un consenso en la elite del Partido ¿Comunista? de que la única manera de ganar influencia a nivel internacional y reconvertir la estrategia económica (pasar del crecimiento al desarrollo) es a partir de una economía mundial de libre mercado. Pequeña digresión: exigir libre mercado a las contrapartes pero aplicando distinto tipo de distorsiones y trabas a nivel doméstico en sectores claves para la competencia externa. El poderío alcanzado por EEUU y Europa nunca ha sido a aplicando un laissez faire pleno. Retomando, en la actualidad y paradójicamente, el principal líder mundial defensor del status quo liberal es el presidente de la RPC, Xi Jinping. El temor chino frente al posible proteccionismo de Trump se vincula con los posibles impactos en el sistema financiero internacional en el marco de la internacionalización del renminbi.
De concretarse este nuevo escenario, las implicancias para América Latina son grandes dado que la disputa por el poder entre el Águila y el Dragón tiene un capítulo especial para la región. De acuerdo a un reciente trabajo publicado por académicos de la Universidad de San Pablo el dragón ha desarrollando vínculos económicos con los países en donde el águila ha estado menos presente, demostrando la existencia de consideraciones políticas más allá de las meramente económicas. En otras palabras, la RPC aprovechó la autonomía relativa que lograron países como Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia, Uruguay y Venezuela con respecto a los EEUU en el siglo XXI para incrementar una mayor interdependencia política y económica. Todos estos países en menor o mayor medida utilizaron el vínculo con la RPC para balancear el poder norteamericano.
Sin embargo, los cambios políticos que experimentó América del Sur en 2016 trajeron como resultados que en países como Argentina y Brasil la política de autonomía hacia los EEUU sea revisada. Tanto Mauricio Macri como Michel Temer han sido receptivos con la agenda que la administración Obama tuvo para la región, incluido el capítulo comercial. La visión compartida de “flexibilizar” el Mercosur obedece a dejar allanado el camino para avanzar, con distintos instrumentos, en una agenda que países como Chile, Perú y Colombia tienen consolidada. La victoria de Trump parece poner por lo pronto un freno a los deseos de la alianza Cambiemos en Argentina y de la alianza PMDB-PSDB en Brasil de regresar a la esfera de influencia estadounidense. De acuerdo a lo expuesto hasta aquí, la posible retracción de los EEUU ahuyenta un peligro pero incrementa el otro: la dependencia con el gigante asiático. Tanto Argentina como Brasil ya evidencian signos alarmantes (reprimarización, mayor extranjerización de sectores estratégicos, impactos ambientales) de una década intensa en cuanto a la interacción con la RPC.
En definitiva, todo parece indicar que resultado electoral del pasado 8 de noviembre coloca a la RPC como el único ganador en este lio en el tablero internacional. La magnitud del lio es imposible de predecir. En estos meses de transición la incertidumbre será la norma y habrá que esperar que Trump tome las riendas de la Casa Blanca para conocer sus acciones de política exterior. Eso sí, el máximo beneficiario de un nuevo enfoque desde Washington con respecto a su vinculación económica global es Beijín y su estrategia de transformarse de potencia emergente a jugador global.
*Por Esteban Actis para Revista Panamá
*Dr en Relaciones Internacionales UNR/CONICET