Andrés Accorsi, un periodista de cómic
En el marco del segundo festival Docta Comics conversamos con Andrés Accorsi, uno de los moderadores del evento y el periodista de historietas más reconocido de Argentina. Figura del panorama comiquero argentino desde hace más de veinte años, entrevistó a leyendas de la profesión como Hugo Pratt, Stan Lee, Jack Kirby y Alberto Breccia.
Andrés Accorsi es el periodista de historietas más reconocido de la Argentina. A sus tempranos 19 años comenzó a trabajar en la legendaria revista Skorpio y en 1994 fundó la revista especializada en historieta más importante del país: Comiqueando, que hoy vive en su versión web. Licenciado en Ciencias Políticas, distribuidor de historietas, hincha de Racing de Avellaneda, traductor y organizador de algunos de los eventos de cómic más importantes de las últimas décadas, Accorsi pudo entrevistar y conocer a figuras del cómic mundial como Jack Kirby, Stan Lee, Neil Gaiman, Frank Miller, Walt Simonson, Alberto Breccia y Hugo Pratt, entre otros.
Desde 2010 asumió una tarea titánica: reseñar 365 comics por año en su blog que, a la fecha, se ha convertido en un acervo de conocimiento y guía para los fans de la historieta en toda Argentina. Admite que no le gusta demasiado el cine, que si no escribiese sobre cómic lo haría sobre rock y pop nacional e internacional de los 70s y 80s o sobre fútbol y se declara fanático de otro grosso de la historieta argentina, Juan Sasturain: “Lo adoro. Del mismo modo que a mi sobrino le compran los libros de Harry Potter el día que salen, yo me compro los libros de Sasturain el día que llegan a las librerías”.
Los días siete, ocho y nueve de octubre de este mes se organizó en el Centro Cultural España Córdoba la segunda edición del festival de comic más importe del corazón del país: el Docta Comics. Así como el año pasado el invitado estrella fue Eduardo Risso, el dibujante rosarino de la legendaria serie 100 balas, este año la estrella fue el español David Rubín, autor completo y creador de cómics como La tetería del oso malayo, El Héroe y Beowulf.
Reproducimos parte del extenso diálogo que tuvimos con Andrés Accorsi, quien actuó durante todo el festival como coordinador de las charlas con los autores invitados.
Andrés, primero lo primero. ¿Qué significa para vos estar en este evento y poder charlar con David Rubín?
Me encanta. El año pasado Nico (Nicolás Brondo) me invitó y no pude venir porque me coincidió con un viaje a Estados Unidos y ya era obvio que este año tenía que venir sí o sí. Lo conozco a David justo hace diez años. Ya me parecía un genio entonces, así que imaginate ahora. Además, vienen un montón de autores amigos y seguro que va estar muy bueno.
Vamos para atrás. ¿Cómo empezó tu amor por los cómics? ¿Cómo lo rastreás si es que se puede hacerlo?
Sí, sí se puede rastrear. Yo soy de una generación que tenía un problema y una ventaja. El problema era que los dibujos animados estaban en la tele en blanco y negro, en muy pocos canales y durante muy pocas horas por día. Entonces, era sagrado el horario del dibujo animado para verlo en casa en blanco y negro. ¿Qué pasaba con esto? Muchos de los dibujos animados que nos gustaban duraban ocho minutos nada más, eran esos cortos animados de Tom y Jerry, de Bugs Bunny, de Popeye, que duraban poco y se terminaban rápido. Allí entra la ventaja: en cualquier quiosco de revistas había historietas de esos mismos personajes, a color y creo que baratas, porque mis abuelos que eran jubilados me compraban muchas. Entonces, cuando se terminaban los dibujos animados tenías la opción de ir al kiosco y comprar historietas que duraban más de ocho minutos. Así, rápidamente se creaba un circuito entre la tele y el kiosco, donde vos veías los personajes en la primera y te los comprabas en el segundo. Desde muy chico hinché para que me enseñaran a leer y por suerte mi mamá y mis tías, que eran maestras, me enseñaron a leer a los tres años. Entonces, a esa edad comencé a leer yo solo historietas.
¿Cuáles dirías que son los autores que te han dejado huella, que no te pueden faltar en tu estantería?
Son muchísimos, la verdad es que todos los días sumo nuevos. De los clásicos híper clásicos, te puedo nombrar a Alberto Breccia, Moebius, Hugo Pratt, Will Eisner, Alan Moore, Carlos Trillo, Oesterheld, Quino, Osamu Tezuka, Robert Crumb… tipos que inventaron tanto… los creadores de Asterix, René Goscinny y Albert Uderzo; Rob-Vel, el creador de Spirou…Cosas que son…
El canon.
No, son más que el canon. Son la base sobre la cual se asienta todo lo demás. Sin ellos, todo lo demás es imposible. Para nombrarte algunos más: Fontanarrosa, los clásicos de Stan Lee y Jack Kirby en la Marvel de los 60s, el Spider-Man y el Doctor Strange de Lee/Steve Ditko. Todos ellos son fundamentales. No te quiero decir que es lo que más vas a disfrutar a la hora de la lectura, pero es lo que no podés no haber leído. Es como decir que querés ser cura pero que buscas saltearte toda la parte del Génesis porque te aburre. No, es horrible la parte del Génesis, ardua de leer, pero tenés que empezar por la base sobre la cual se asienta todo lo demás.
¿Y de los autores nuevos? ¿Quién te atrae?
Definamos qué es nuevo.
Jonathan Hickman, por ejemplo, Scott Snyder, Jason Aaron.
Claro, a Hickman antes del 2009 no lo conocía nadie. A Aaron tampoco. Me gustan, los amo a ambos. A Ed Brubaker también lo amo y tal vez sea el más grosso de los que trabaja actualmente. Brubaker me parece más directo que Hickman, da menos vueltas para dónde quiere llegar y por allí es más versátil que Aaron, que a veces ha tenido esos traspiés cuando se trató de meter en esos géneros o personajes en los que no se vio muy cómodo. Recuerdo a Aaron en Hulk y querer pegarme un tiro y preguntarme por qué le dieron esa serie a este tipo. Pero ahora en Thor está muy bien.
Volviste a leer Thor después de Dan Jurgens.
Sí, pero online. Lo leí para discutir con amigos porque me decían que su etapa en la serie era genial, que era la gloria, brillante, que era lo mejor que se hizo con Thor. Bueno, lo leí.
¿Y te pareció lo mejor?
Nah, me sigue gustando más Walt Simonson y Jurgens. Pero el Thor de Aaron la verdad que es bueno, muy, muy bueno.
En una reseña reciente del Injection de Warren Ellis y Declan Shalvey definiste a ésta, la edad actual del cómic, como la verdadera Golden Age del género. ¿Por qué?
Sin ninguna duda es la verdadera Golden Age de los cómics. Es la época de mayor calidad, de mayor diversidad, de mayor globalización, de mejor y más rápido acceso a lo que se produce ; es la época en que los autores trabajan más de cara al público gracias a todo este fenómeno de los festivales, las convenciones, los eventos. Es la época en la que se produce mejor material y de manera más horizontal que nunca antes porque hoy, por allí, un pibe que vive en Catamarca, por ejemplo, te puede producir un webcómic que leen dos millones de personas, más allá que después salga un libro impreso o no.
Las épocas anteriores, de oro o más o menos de oro, estaban muy concentradas en unas pocas editoriales o syndicates y en unos pocos países: todo pasaba por Estados Unidos, Japón, Francia, Argentina, Italia, España y capaz había algún loco suelto en Gran Bretaña. Hoy no sabes de donde va a salir el próximo monstruo ¿entendés? Te puede salir de Malasia, Portugal, Uruguay, Perú, Australia, Polonia, Croacia, República Checa, Islandia, de cualquier lado. Si a vos hace veinte años te decían que uno de los autores del mundo más bestia, más zarpado, más genio iba a ser un chabón de Noruega te cagabas de risa, si los noruegos no habían hecho nada en comic nunca, y, sin embargo, hoy tenés a Jason que vende fortunas en todo el mundo. Noruega no figuraba de ninguna manera en el mapa del cómic y mira a quien sacó al final. Lo que pasa ahora con Rodolfo Santullo y Matías Bergara, pibes humildes y que salieron de Uruguay donde nunca hubo un mercado, donde nunca hubo un choto y sin embargo tienen una proyección internacional enorme. Tarde o temprano eso va a empezar a pasar en Chile, en Perú; un poco más tarde en Bolivia y en Ecuador. Pero va a pasar en todo el mundo. Todos van a tener su Quino, su Hugo Pratt, su Rene Goscinny.
¿Lees literatura?
Sí, bastante.
¿Qué lees?
Leo solo literatura de autores que escriben en castellano y están vivos. Muy rara vez leo literatura de escritores que no entran en esa categoría. De esa “bola” es un 75% de Argentina y un 25% de España y otros países de habla hispana. Lo que más leo es literatura argentina de autores que están vivos.
En tu blog mencionas a Rodrigo Fresán.
Fresán me encanta.
Jardines de Kesington.
Jardines de Kesington me parece una de las mejores novelas que leí en mi vida. Es igual a The Unwritten de Mike Carey. Es una novela que te cambia la manera, la forma en la que lees otras novelas. Te cambia la expectativa de lo que le vas a pedir a una novela una vez que te sentás a leer. Es una novela fundacional.
¿Otro autor argentino que te atraiga?
Adoro a Juan Sasturain. Del mismo modo que a mi sobrino le compran los libros de Harry Potter el día que salen, yo me compro los libros de Sasturain el día que salen.
¿Martín Caparrós te gusta?
Para nada. Me aburre.
¿Algún autor internacional?
Me gusta Orhan Pamuk. Creo que Me llamo Rojo es un libro ideal para las personas que, como nosotros, gustan del cómic.
¿Es verdad que entrevistarte a Stan Lee?
Sí, claro.
¿Cómo fue esa experiencia?
Fuimos a la convención de San Diego con Rafael de la Iglesia y nos acercamos al viejito. En esa época Stan no era tan viejito y no estaba tan requerido por la gente. Era 1993 y no tenía noventa y pico de años; vos pensabas que al año siguiente ibas a la Comic Con y te lo ibas a encontrar. Hoy pensas que si no vas un año, el próximo el viejito estará bajo tierra. Nos acercamos a Stan y le pedidos una entrevista y él nos dijo que prefería dárnosla en Los Ángeles, porque en San Diego se le complicaba mucho. Nos dio el teléfono de su secretaria y nos dijo que la llámesenos para ir a Los Ángeles. Cuando llegamos a la ciudad, la llamamos: “Hola, Pamela. ¿Cómo andas? Sí, somos periodistas de Buenos Aires y hablamos con Stan Lee para hacerle una entrevista”. Pamela nos dio la entrevista para el miércoles y ese día fuimos al edificio de Marvel Productions. Nos atendió Pamela, nos hizo pasar a la oficina de Stan y charlamos como una hora y media con el viejito. Genio absoluto.
Tenía un pinball de Spider-Man y nos pusimos a jugar cada uno una bolita con Stan. Tenía parvas de comics y más comics: “Me mandan todo lo que sale, todo lo que editan cada mes Marvel, DC, Image, Dark Horse y obviamente no leo una mierda, muy de vez en cuando leo algo”, nos dijo. En su oficina tenía enmarcados los posters que hizo Moebius con los personajes de Marvel a fines de los 80s. Obviamente, la mitad de las cosas que nos contestó no me las acuerdo al día de hoy porque Stan ya estaba un poco viejito y además era la estrategia de él la de responder no me acuerdo para evitar las polémicas.
Es un poco Dios y Diablo Stan Lee.
Claro. En ese entonces todavía estaba vivo Jack Kirby y Stan quería evitar las polémicas sobre quién inventó cada cosa y cuestiones así, sobre las cuales tratamos de preguntarle.
Polemizaron con él, entonces.
Sí, lo corrimos con la vaina. De hecho, el tipo tuvo que reconocer que no le gustaba la tendencia de los 90s de hacer malos a los héroes, que los héroes fueran violentos, tuvieran garras y los dientes apretados y que la gente se cebara con Venom y Ghost Rider y que hicieran que el Silver Surfer matara gente: para él todo eso era una abominación y nos lo dijo. Nos explicó que era algo que las editoriales hacían porque era lo que la gente quería comprar, pero a él no le gustaba para nada, así como también le parecía un disparate que un personaje apareciese en ocho títulos porque estaba de moda. Pero el viejito nos decía que todo iba a ser regulado por el propio mercado: cuando la gente se cansase que título por medio estén Cable y Ghost Rider o cualquiera de los superhéroes violentos, no iban a salir más en ningún título. Y efectivamente se cumplió lo que decía el viejito: a los seis años o siete ya no estaban más en ningún lado ni Cable ni Ghost Rider ni ninguno de esos.
Llegaron Marvels y Kingdom Come.
Claro, se depuró un poco el mercado. Acordate lo que era el 93, había ciento cincuenta mil títulos de superhéroes todos muy parecidos entre sí compitiendo por un mercado que se inundó de comics, a tal punto que se fundieron miles de editoriales. La misma Marvel se fundió por el 94, 95. O sea, fue un disparate lo que pasó en ese momento: era tratar de vender más de lo que se podía vender, jugando con la especulación y la compra de varios ejemplares de un mismo número. Y Stan Lee se daba cuenta de eso.
También conociste a Neil Gaiman…
Sí, también. Conocí a Neil en el 91, en San Diego, y pegamos muy buena onda. En el 98 lo trajimos a Buenos Aires por el Fantabaires y allí la rompió. Después de terminado el evento, nos fuimos de vacaciones a la Patagonia los dos juntos. Fuimos a un pueblo que se llama Gaiman que él quería conocer, fuimos a Trelew, a Península de Valdés, a Puerto Madryn… él cumplió años durante ese viaje. Estuve cuatro días con él solo: te puedo decir de qué color son los calzoncillos y si ronca cuando duerme; fue vivir juntos cuatro días.
Después en el 2001, él venía a una firma de libros en San Pablo y me preguntó si quería que viniese también a Buenos Aires. Yo justo en ese momento estaba organizando la fiesta de los siete años de Comiqueando y movimos la fecha para que llegara también Gaiman. Y vino al final, junto con Robin Wood, que era el otro invitado grosso de la fiesta y, bueno, esa fue la última vez que estuvo en Buenos Aires. Después yo estuve bastante tiempo sin organizar eventos y, cuando volví a hacerlo, Gaiman ya no estaba tanto en el palo de la historieta; se había volcado más a la literatura y entonces decidí que si venía, tenía que invitarlo la Feria del Libro: me parecía más razonable ya que no íbamos a invitar a un evento de comic a un chabón que no hace cómic sino literatura. Hoy Gaiman no es un autor de cómic, es un escritor que ocasionalmente hace cómic. En el 98 y en el 2001 todavía era un tipo que escribía cómic mucho más que cualquier otra cosa. Igual te digo que entrevisté a muchísimos grandes autores cómic: a Jack Kirby, a Rumiko Takahashi…
¡¿Lo entrevistaste a Jack Kirby?!
Sí, fue en el San Diego del año 91. Un tipo humilde, tranquilo, normal. Después en el 92 me colé en el cumpleaños 75 de Kirby. Se festejaba adentro de la convención de San Diego y no era abierto al público. Pero yo estaba charlando con un autor, no me acuerdo si era Walt Simonson o Sergio Aragonés, y me dice que me tenía que dejar porque se iba a la fiesta de cumpleaños de Kirby. Le pregunte donde era y me dijo que podía pasar con mi credencial de periodista. Así que fui sin preguntármelo siquiera. Claro, me quede en un rincón, pero vi el cumpleaños de Kirby y lo vi a él. Frank Miller le trajo la torta de cumpleaños con las 75 velitas, Kirby las apagó, abrazó a su esposa, se puso a llorar (ya estaba enfermo por aquel entonces). Vi llorar a Frank Miller, un tipo duro, malo, jodido, grim and gritty, cuando Kirby se abrazó a su esposa. Vi todo eso allí, no te digo en primera fila, pero sí en segunda o tercera. Además, pude entrevistar al viejo Breccia; a Hugo Pratt en el año 86, cuando yo apenas tenía 18 años; a Rumiko Takahashi; a Naoko Takeuchi, la creadora de Sailor Moon (ellas tuvieron con nosotros las únicas entrevistas que le concedieron a un medio de habla hispana en su historia). Entreviste a muchísimos autores grosisimos de verdad…
¿Te gustaría entrevistar a Moore?
Sí, pero no es algo que me quite el sueño. Hoy yo estoy como medio peleado con Moore a medida que él mismo se pelea con el universo. Tengo el teléfono de Moore por si alguna vez voy a Northampton para poder llamarlo. Pero no sé, un tipo que es tan cerrado a todo no me convence; se hace el raro, no quiere viajar a ningún lado. Obviamente, en un montón de cosas tiene razón, pero en otras exagera groseramente. Hoy no leo ninguno de los cómics que escribe actualmente; no me interesó para nada su experimento lovecraftniano en Providence.
¿A quién te gustaría entrevistar de los autores que te faltan?
A Albert Uderzo, el dibujante de Asterix, que es uno de los tipos que marcó mi infancia y la de millones de chicos a lo largo del mundo. Sería un sueño.
Por Mirco Sartore para El Milenio