Misterio y música para volar

Misterio y música para volar
26 octubre, 2016 por Gilda

Sergio CH editó Aurora, su segundo disco solista. Un viaje mágico y tormentoso por los confines del minimalismo y el stoner rock.

Sergio Chotsourian, rebautizado desde hace unos años Sergio CH a fines prácticos, es algo así como el padre de la patria stoner. Allá lejos y hace tiempo –mediados de los 90, para ser más precisos– comandó desde Los Natas una aventura sónica que encontró su desierto de California en el áspero cemento de Buenos Aires. Aquel fue sólo el punto de partida. Con el paso del tiempo Los Natas construyeron una personalidad distintiva, engrosaron una discografía que supera los diez LP y se lanzaron a giras locales e internacionales. La implosión de la banda en el 2012 supuso una frustración para los fans, pero sobre todo para sus participes necesarios.

“El final de Los Natas fue como una patada en la cabeza. Me obligó a acomodar jugadores adentro y afuera de la cancha. Pero la mejor forma de salir fue escuchar a mi espíritu y a mi corazón. Y desde ahí lanzarme a hacer más música. Con Ararat grabamos tres discos que considero muy hermosos, con mi hermano hicimos Los Salvajes y hace muy poco edité 1974, mi primer trabajo solista. Todos esos caminos tienen puntos en común y diferencias. Porque, en definitiva, lo más importante es seguir buscando y aprender. Ahora llegó el tiempo de Aurora”, explica el guitarrista, compositor, cantante, bajista y productor.

En Aurora no hay batería ni bajos. Es Sergio CH con su voz, guitarras eléctricas o acústicas –pero siempre fantasmales– y muy ocasionales y casi elípticos arreglos de guitarra, alguna armónica o theremín –cortesía de Milagros Arrow–. En ese marco, Sergio CH se puede despachar con Aurora, una sábana sónica que envuelve y repite en forma obsesiva un riff adictivo durante casi 19 minutos; El Herrero, una suerte de folk-metal destartalado; o El llano, una pintura abstracta que se encuadra en los terrenos del drone –música minimalista y atmosférica–. Pero estas son apenas tres referencias de un viaje con un norte y diversos matices.

Ararat. Foto Agustín Dusserre

¿Cuál es la historia detrás de Aurora?

Hace como tres años me sentía extraviado y la madre de mis hijos me propuso un rescate. Me invitó para que fuéramos con nuestros hijos a un pueblito de Uruguay que se llama Aurora. Los lugareños dicen que desde los 40 en esa zona suceden cosas extrañas y misteriosas. Hablan de marcas muy raras en pastizales, mutilaciones de animales con cortes demasiado precisos… Todo eso generó mucha curiosidad en la gente del pueblo y un movimiento espiritual. Mi idea más que ir a desenchufarme fue enchufarme en lo que me pasaba en ese momento. La pasamos muy bien y volví recuperado. Tanto que mientras regresábamos en el auto y se me ocurrió el riff de Aurora. Al otro día en casa saqué la guitarra SG del estuche después de casi un año y medio sin tocarla. Me salieron de una los 19’ del tema. El resto de las canciones también vinieron solitas. Tanto las letras como la música. Milagros (Arrom) sumó guitarras y alguna otra cosita y el disco se cerró rapidísimo.

¿Desde el primer momento sabías que iba a ser un disco de guitarra y voz?

Sí. Por suerte se me ocurren muchas ideas para canciones. Y ni bien se me cruzan por la cabeza me doy cuenta si son para Ararat, para una película, para alguna colaboración o para un disco mío. Mis grabaciones solistas me piden algo mínimo, no requieren el sonido de una banda. En 1974 usé una criolla, algún piano y un sonido muy muy crudo. Esta vez necesité una eléctrica, una criolla y un sonido un poco más preciso.

El disco tiene una estética clara, pero también matices.

Sí. Aurora es casi una declaración de principios. 19’ y de primer tema. El espanto de las emisoras de radio (risas). Pero hay otras cosas. Canciones más acotadas, otro tipo de vuelos y ese espíritu que hoy llaman drone. Pensé el disco como un viaje con subidas y bajadas.

Estás preparando un disco con Gabo Ferro. ¿Cómo nació el proyecto?

Es una de las cosas muy lindas que me pasaron este año. En su momento me llamó y no me encontró. Le devolví el llamado y ahí charlamos bien. Tenemos varios amigos en común, pero antes casi no nos habíamos cruzado. Me comentó que le gustó mucho el sonido crudo y radical de 1974. Le agradecí y le propuse que hiciéramos algo juntos. Concretamos ocho encuentros en mi estudio y ya tenemos 16 temas. Falta terminar el disco, pero no tenemos apuro. Los dos tocamos guitarra criolla y cantamos, y los dos aportamos músicas y letras. Considero este encuentro una oportunidad maravillosa para aprender. Sobre todos en las letras tenemos estilos muy diferentes. Él es muy barroco y yo muy llano. Es muy divertido como debatimos para ver lo que finalmente queda.

También tenés tu propio sello.

Sí, South American Sludge Records. Empezamos lanzando Rutation (2011) de Los Natas y no paramos. Después vinieron los discos de Ararat, bandas que yo produzco, grupos del interior y de Chile, Brasil y México. Algunas producciones salen en CD, otras en vinilo, cassette o digital. Nuestro catálogo ya tiene 66 lanzamientos. El dogma es que el material sea en castellano, de Latinoamérica y para el mundo. A fin de año vamos a editar un disco de inéditos de Los Natas que se llamará Death Sessions. Revisamos con Walter (Broide, baterista de Los Natas) masters viejos y encontramos estos registros de unas sesiones de 2010. En su momento las dejamos guardadas. Ahora nos da ganas de compartirlo.

¿La separación de Los Natas es definitiva o hay esperanzas de algún reencuentro?

Yo aprendí a decir “sólo por hoy”. Nunca dejé de trabajar para Los Natas. Con reediciones, videos, etcétera. Es una parte muy importante de mi vida. El tiempo dirá si hay margen para algún tipo de reencuentro.

*Por Sebastián Feijoo para Tiempo Argentino

Palabras claves: Los natas, Sergio CH

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