Otro mártir de la clase obrera
El 20 de octubre de 2010 el joven militante del Partido Obrero fue asesinado por una patota de la Unión Ferroviaria que quiso impedir el ingreso a planta permanente de ferroviarios tercerizados.
Las imágenes de los noticieros de ese mediodía conmovían al país: una patota desaforada de barrabravas y de ferroviarios reclutados por la oficialista Lista Verde de la Unión Ferroviaria -tras correr a trabajadores tercerizados y manifestantes solidarios- había herido de muerte a un joven que ingresaba a una ambulancia ante los gritos desesperados de un amigo que lo asistía.
Ese joven era Mariano Ferreyra, estudiante y militante de izquierda (del Partido Obrero) que rápidamente se transformó en emblema y su nombre se agregó al panteón de mártires de la clase obrera a los que nunca se debe dejar de rendir homenaje.
La conmoción fue tal que influyó en la situación política del país. Una marcha multitudinaria expresó el repudio social al asesinato. Otros trabajadores, como en la planta de Kraft-Terrabusi en la zona Norte del Gran Buenos Aires, paraban y se movilizaban a la Panamericana para expresar su bronca. Se impuso en la agenda la problemática de los trabajadores tercerizados, que en el ferrocarril venían protagonizando una dura lucha por ser reconocidos como efectivos y que enfrentaban a enemigos muy poderosos.
Empresas que, además de la concesión de las líneas ferroviarias, contrataban a sus propias empresas tercerizadas (Grupo Roggio-Metrovías, Cirigliano-TBA luego responsables de la masacre social de Once, el Grupo Emepa-Romero), la burocracia sindical que armaba sus contratistas bajo el disfraz de “cooperativas” (como la Cooperativa Unión del Mercosur, propiedad de familiares de José Pedraza), el Gobierno Nacional de Cristina Fernández (y antes de Néstor Kirchner) que tenía como aliados a los popes de la Unión Ferroviaria y como empresarios mimados a los grupos que tenían la concesión del ferrocarril.
La lucha por el pase a planta permanente
Ya desde principios de 2010 el malestar entre los tercerizados iba creciendo. Trabajadores de limpieza quisieron elegir a un representante que los defendiera y planteara su derecho a pasar a planta permanente. Eligieron a Andrés Padellaro, en aquel entonces miembro de la Agrupación Bordó del Roca (actualmente Naranja).
La empresa tercerizada Ecocred trasladó a Padellaro para ayudar al sindicato de Maestranza a voltearlo como candidato. Los tercerizados de limpieza organizaron una marcha al sindicato de Maestranza para que no trasladaran a su candidato y comenzaron las persecuciones, con despidos y cambios de puesto.
Pero ya no había miedo y comenzaron a organizarse actos y bloqueos de boleterías para denunciar ante el público usuario lo que pasaba en el Roca. Alrededor de 1.600 trabajadores estaban tercerizados en 24 empresas distintas para realizar (por la mitad del salario) el mismo trabajo que hacían ferroviarios efectivos.
Se sumaron despedidos y tercerizados de otras empresas (de mantenimiento de vías, seguridad, desmalezado) y las reuniones se transformaron en asambleas cada vez más numerosas para preparar la lucha, que incluyó grandes cortes de vía que fueron noticia a nivel nacional.
Pero ni la empresa (Ugofe en aquel momento), ni ninguno de los gremios ferroviarios, ni el Gobierno y su Ministerio de Trabajo (cartera que manejaba Carlos Tomada, exabogado de la Unión Ferroviaria de Pedraza) querían a los tercerizados en planta. Para desviar el reclamo entregaron a modo de concesión un aumento salarial para los tercerizados que se acercaba a lo que ganaba un efectivo.
Una burocracia sindical asesina
Pero la lucha siguió y era tan importante impedirla para todos estos actores que se fueron confabulando. Los que iban al frente eran los propios delegados de la Unión Ferroviaria (Lista Verde) que patoteaban e impedían actos en el hall de Constitución y declaraban ante los medios. “Lo que no hagan ni la policía ni los jueces, lo vamos a garantizar nosotros”, decía Pablo Díaz, en ese entonces principal burócrata de la Línea Roca.
Aquel 20 de octubre de 2010 quisieron propinar una derrota ejemplar a los tercerizados que se mantenían luchando (en una situación de debilidad, porque volvía a expresarse temor entre los trabajadores y el movimiento había retrocedido). La empresa liberó de tareas a un centenar de empleados (reclutados mayormente en los talleres de Remedios de Escalada) que junto a barrabravas de Defensa y Justicia, Banfield y otros clubes conformaron una patota asesina dispuesta a todo.
«Aquel 20 de octubre quisieron propinar una derrota ejemplar a los tercerizados que se mantenían luchando. La empresa liberó de tareas a un centenar de empleados que, junto a barrabravas de Defensa y Justicia, Banfield y otros clubes, conformaron una patota asesina dispuesta a todo»
Ningún responsable de Recursos Humanos de la empresa Ugofe fue procesado, ni siquiera el gerente Héctor Messineo, que quedó impune.
No conformes con correr de las vías de la estación Avellaneda a los tercerizados presentes aquella mañana, continuaron su raid asesino por las calles de Barracas.
Cuando se toparon con un grupo de manifestantes solidarios con la lucha dispararon a mansalva. Mariano estaba en la primera línea y cayó herido de muerte. También Elsa Rodríguez, militante del Polo Obrero en Berazategui, fue gravemente herida.
Cárcel a los asesinos
Las primeras reacciones del Gobierno kirchnerista y los medios intentaron justificar lo inexplicable: que era “una interna gremial”, que fue un mero “choque entre sindicalistas”.
La propia Cristina Fernández declaró: “hace mucho tiempo que algunos buscan un muerto y ahora ya lo tienen”.
En el programa 678 Hugo Moyano (que todavía era aliado fiel del kirchnerismo) decía que era un complot de Duhalde al que se prestó Pedraza. Mentiras: la Unión Ferroviaria había estado apenas cinco días antes en la cancha de River en un acto organizado por Moyano para escuchar un discurso de Cristina.
Pero las imágenes eran contundentes. La patota agredió a sangre fría, amenazando incluso a periodistas que registraban los hechos. El repudio social era incontenible y ayudó a que la lucha por el pase a planta permanente triunfara. Más de dos mil tercerizados ingresaron como efectivos en las distintas líneas ferroviarias.
Buscaron todas las maneras posibles para hacer zafar a los aliados político-sindicales. El mismísimo ministro de Trabajo Tomada consolaba a su amigo Pedraza: “No son todos del PTS o del PO” y le recomendaba “lavarles la cabeza a los tercerizados que ingresan”.
Intentaron influir con sobornos sobre el juzgado en el que cayera la causa. No entendieron que la lucha por impedir que quedara impune el crimen de Mariano fue lo que verdaderamente los condenó.
Pedraza, su lugarteniente el Gallego Fernández, Harry Favale (barrabrava de Defensa y Justicia), el Payaso Sánchez y otros miembros y organizadores de la patota asesina fueron condenados a la cárcel.
Una lucha que sigue vigente
Pasados seis años, de la mano de los ministros de Transporte Florencio Randazzo y Guillermo Dietrich, regresó a tercerización al ferrocarril. Pedraza goza del beneficio de la prisión domiciliaria. Fueron liberados por “buena conducta” los condenados Pipitó y Alcorcel. Y los dirigentes de la Unión Ferroviaria quieren ocultar aquellos hechos como si nunca hubieran existido.
Pero la lucha contra la tercerización, que vuelve a estar planteada en el ferrocarril, cuenta con experiencias pasadas y con la memoria colectiva, que nunca olvidará el nombre de Mariano Ferreyra, otro mártir de la clase obrera.
*Por Augusto Dorado para La Izquierda Diario.