Raúl Carnota, a dos años de su partida

Raúl Carnota, a dos años de su partida
11 octubre, 2016 por Gilda

Siempre anduve entre la gente
y nunca me he creído más,
prefiero quedarme acá
que hacerme el inteligente.
No presumo de prudente
pero sí de precavido,
por fuerza es más alvertido
quien sabe callar la boca,
hablando cuando le toca
uno escucha y es oído.

Sin dudas fue de lo mejor que le pasó a nuestra música popular en las últimas 4 décadas. Quizá lo fundamental de su obra haya sido modular en su punto justo la tradición con la experimentación, algo que, sin dudas, es lo más difícil en la música. Aquellos que desconozcan a fondo los cimientos de una construcción musical, muy probablemente incorporarán reformas que terminen por tirar al piso todo. Raúl, al igual que el Chango Farías Gómez, tensó la cuerda pero siembre sabiendo hasta qué punto.

Era un tipo con una información musical absolutamente amplia: amaba a Frank Zappa, sin ir más lejos y escuchaba de todo. Aún recuerdo las tardes donde lo visitaba con discos del Poncho Sánchez, un conguero chicano de Los Angeles que es de lo mejor en la escena californiana del latin jazz.

Era un gran burlón. Sin ir más lejos, en su famosa chacarera salamanqueando pa’ mí se mofa de todo el aura de solemnidad mística con que el folkore aborda este lugar sagrado de las tradiciones paganas de nuestras poblaciones de Santiago de Estero. Una de sus últimas composiciones fue la Chacarera del pensador, donde se ríe de cierta tendencia de sectores progresistas a detenerse más de la cuenta en ciertos debates. Como buen peronista, llegaba un punto en que quería más acción y menos cháchara.

Junto a Eduardo Spinassi y Rodolfo Sánchez armó un trío que, como siempre decía Norberto Minichilo, le competía a cualquiera del mundo. Y no se equivocaba Norberto: el nivel de sincronización que tenían asombraba. Tocaban de taquito con una premisa: divertirse e innovar. Así es que en el CD Sólo los martes, la versión en vivo de la chacarera La casi trunca arranca con una base funky increíble y de a poco se le va filtrando la chacarera. Cosas de tres tipos comprometidos sólo con la creación.

Desde el primer álbum que grabó con el trío en 1983, compartiendo cartel con Suna Rocha, por una imposición del sello discográfico (como que no tenían suficientes méritos para editar cada uno por separado ¿vio?) hasta su CD final, si algo lo caracterizó fue una línea pareja de calidad. En lo personal, me parece que uno de sus discos más logrados fue “Entre la ciudad y el campo”, de 1987. Contiene muchas obras propias que lo transformaron en uno de lo músicos más interpretados. Se destacan Coplas del rencoroso, con letra del poeta Jorge Calvetti; Ña polí o la pureza de la gente como usted, compuesto con Teresa Parodi; Pecado de juventud, El salar, la murguita Hasta el otro carnaval, La casi trunca, en un trabajo parejo de comienzo a final.

Un disco que injustamente pasó muy desapercibido es Contrafuego, grabado en 1992/93 y editado por Melopea en 1994. Si una marca registrada de Carnota fue juntarse siempre con quienes tocaban “fenómeno”, adjetivo que usaba con devoción, en este disco la sumatoria es alucinante. La base está en Rodolfo Sánchez, a cargo de la percusión, Lilián Saba en piano y Marcelo Chiodi en flautas y saxo. Pero los invitados van desde Oscar Giunta a Beto Satragni. En este álbum hay obras maravillosas, comenzando por la que le da título, compuesta nada menos que junto a Jorge Cumbo.

Hay una vidala estremecedora, El salitral, de Carlos Marrodán y una zamba tremenda como Camino hacia Quimili, una chacarera de clima tenebroso como La aclaradora, una gran versión del Gatito de Tchaikovsky, de Adolfo Abalos,  y Pa’l amigo, otro gatito divino. Fui testigo de cómo se fue cocinando este disco pues en esa época Raúl vivía en Saavedra, a una cuadra del Parque y fueron los días en que más trato tuve con él y su compañera de entonces, Alejandra. Recuerdo una mañana dominical con el sol a pleno, que fue a verme a la radio para contarme, feliz como un pibe, que había conseguido un cuarteto de cuerdas para el tema El otro camino y a Oscar Giunta para que metiera en contrabajo en La barranca.

El primer tema del álbum Contrafuego es Mano única, que Raúl me autorizó a a utilizar como nombre y música de un programa que hice en la FM Bahía, de Villa Ortuzar. Corría 1994 y el menemismo arrasaba en el sentido común de una porción enorme de argentinos. En ese contexto, Carnota arranca su disco diciendo:

gerardo-carnota
La foto medio hecha percha que sigue es de cuando actuó en el cumpleaños del programa “En Tierra Firme”, que yo conducía en FM Latinoamericana.

Al sur de la vergüenza
no hay camino posible
ni amor que no se estrelle
contra un tiempo infeliz.
Se gastaron los dogmas
como torpes fusibles
y la vida transcurre
de desliz en desliz.
Ya no existen derechos
donde hay necesidades,
se acabó la justicia
de espalda a la razón.
Y esos privilegiados
que crecimos a golpes
hoy somos los fantasmas
de un tiempo que pasó.

 

Raúl no se entregaba, y si en 1987 había cantado Con la ilusión como fusil entra el chango a la vida, evocando la JP, ahora, en plena derrota, en el punto más bajo y cruel de la desmovilización popular, se lamía las heridas como parte de una generación maldita. “Ya no existen derechos donde hay necesidades” cantaba, mientras la Convertibilidad se llevaba todo puesto y “los mercados” se hacían un festival como nunca en la historia nacional. Por eso en 1995 se fue a Los Angeles, a explorar nuevos caminos ya que prácticamente se había quedado sin trabajo acá. Fui testigo de actuaciones suyas con menos de 20 personas en la sala, un verdadero maltrato. Desde la FM Latinoamericana le organizamos una despedida para aportarle unos pesos y esa noche aparecieron Luis Salinas, Roberto Calvo, Laura Albarracín, Jorge Marziali, Miguel De Caro y hasta el Chango Farías Gómez. Por esos complots que a veces la tecnología pergeña en contra de la memoria, la cassettera se palmó y nos impidió tener un registro de aquella noche inolvidable.

Al año y medio regresó. No había pasado nada. Al poco tiempo hizo una serie de presentaciones los martes en Oliverio junto a sus grandes compinches, Rodolfo Sánchez y Eduardo Spinassi. Acqua Records editó más tarde un CD que recoge una muy buena selección de esas tocadas, cuyo título es Solo los martes, ahí retomaron viejos arreglos y probaron nuevos caminos, como siempre lo habían hecho.

Soportó estoicamente el boom del denominado “folklore joven” y siguió siempre en la misma. Así, como al pasar, digamos que fue el productor musical del primer disco de una cantante desconocida como Luna Monti, y quien le hizo escuchar y conocer a Juan Quintero. En el verano de 1995 fui a tomar unos mates a su casa y me dice “Escuchá cómo frasea este loco”. Era “Caracol”, que se nos fue hace poquito. “Lo estamos produciendo con el Tato Finocchi”… Un año antes me había prestado un CD de dos correntinos, pero editado por Radio Francia: eran Rudy y Nini Flores. Acá no los conocía nadie, al menos en la ciudad de Buenos Aires. Bancó siempre a los que venían de abajo, como Lilián Saba, Laura Albarracín, Roberto Calvo y tantos más.

Era un convencido de que lo suyo no era masivo y lo trasuntaba en las entrevistas, con una muy alta dosis de displicencia, que quienes lo conocimos bien sabíamos que era la armadura con que disimilaba la profundidad de su penar. Es que sin duda fue el autor más cantado por las nuevas generaciones de músicos que se arriman al folklore no comercial y, con justicia, sabía que se merecía mucho más.

Dejó temas que se cuelan entre lo mejor de nuestro cancionero como la zamba “Grito santiagueño”, el Huayno Solo luz, el Gatito e’ las penas, la chacarera Salamanqueando pa mí, Coplas sin luna y Pecado de juventud, por nombrar sólo una pocas.

Como intérprete dejó versiones memorables de clásicos como Cuando muere el angelito, el Gatito de Tachaikovsky o Debajo de la morera, donde respeta fielmente a Carmona y canta “pasaría la vida entera”, en lugar del brutal “pasária” de tantas versiones olvidables.

Protagonizó incontables juntadas de días de semana siempre con grandes músicos. Se me viene a la memoria Daniel Maza, ese inmenso bajista uruguayo que, entre otras cosas, nos sigue debiendo un disco con boleros solamente. De esas últimas juntadas nos quedó, por suerte, el CD del Proyecto SANLUCA, junto a Rodolfo Sánchez, otro que se nos fue y del que hay que escribir mucho, y el imprescindible Franco Luciani.

Hace dos años partió para sumarse a esa zapada que seguro debe haber en algún lugar y el mejor homenaje a su memoria es recopilar su obra discográfica: ahí está explicada nuestra música popular del último medio siglo. Fue el que corrió los límites lo justo y necesario, porque al igual que los grandes vanguardistas, siempre supo que todo lo que está por hacerse se lo encuentra en las raíces.

Y ya me largo a la huella
mi amigo disculpemé,
en décimas hilvané pensamientos
como estrellas.
Si mi  filo no se mella
pelearé con la esperanza,
y si la vida me alcanza
sé que he de ver algún día
alegre y en armonía
a éste, mi pueblo que avanza.

Por Gerardo Fernández

Palabras claves: Raúl Carnota

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