¿Comienza el macrismo cultural?

¿Comienza el macrismo cultural?
11 octubre, 2016 por Redacción La tinta

El film El ciudadano ilustre tiene dos materias difíciles ante sí, el retrato de un escritor sin dogmas y una vida pueblerina vulgar, violenta y sin esperanzas. Decir que fracasa en ambos aspectos, parece una desdeñosa simplificación para un proyecto ambicioso, que literariamente podría tener antecedentes en el condado de Yoknapatawka de Faulkner y cinematográficamente en las muy recordables condenas éticas a una vida popular,clausurada por el reinado del mal–como por ejemplo, La Jauría humana, de Arthur Penn-, donde la estulticia de la comunidad es de naturaleza trágica.

Desde luego, El ciudadano ilustre no intenta iniciarse en el género trágico, y reitera las conocidas insistencias de su director en recorrer la incierta frontera en la que ficción y realidad se roban mutuamente sus significados. El género ante el cual estamos es el de la sátira ingeniosa, la farsa pontificadora. Pero el verdadero tema es el de la “realidad literaria” contra el “kitsch social”, ideología última del film, que al fin exige que un elemento de la ficción (el libro del escritor premiado) se edite luego por una editorial que es precisamente uno de los auspiciantes financieros de la película.

La presencia de estereotipos que se ofrecen como graníticos (el propio escritor, el intendente, los patoteros del pueblo, el organizador de cacerías de chanchos, la chica que quiere escapar de la caldera del diablo, etc.), parecería la exigencia superior de un género que quiere describir el kitsch popular, sin confundirse con él.

Pero los incesantes muñequitos inflables, la pacata vida comercial donde es posible imaginar la desazón infinita de los habitantes, la regorducha reina de belleza, el carro de bomberos, no nos declaran por lo menos de una forma artísticamente aceptable, si sonretratos que examinan una espesura ambigua de lo popular (entre lo tierno y lo violento, lo lírico y lo caricaturesco) o la maniobra especulativa de los directores del film, coincidente con los tramos más obtusos del discurso del escritor. Lo popular, materia que exige siempre consideraciones irónicas o burlescas, no puede ser sólo encerrada en ellas, que resultarían dilapidadoras de su fuerza si no estuvieran acompañadas de la conmiseración festiva y de la ironía gozosa.

Estos últimos resortes se ausentan tanto del film de Duprat/Cohn –al que no se le pide rabelesianismo ni apologías de la picaresca-, que todo parece destinado a originar una fácil empatía del espectador con el escritor que “desafía a los reyes” y a los “ministerios “(¡vaya!), con la consiguiente condena al poder telúrico, obcecado y rabioso, encarnado en la película por el presidente de la sociedad de “artistas plásticos” del poblado. Escenas de gran fuerza, como la de Dady Brieva, que sale de cacería cubierto su rostro por una máscara médica (fue herido en un momento anterior), destilan una violencia sórdida, a lo Tarantino, que se desvanece cuando el espectador descubre que están al servicio del tono general de hipérbole canchera que tiene el film.

ciudadano-ilustre-2El drama del escritor está apenas desarrollado, su vuelta a casa no lo hace un Ulises en una Ítaca de la periferia del mundo, sino un personaje que en el mejor de los casos, despunta una leve ambigüedad apenas bocetada. No es un Wilcock ni un Bianciotti, que no ganaron el Nobel pero se fueron de su idioma castellano para tener más repercusión en italiano o en francés.

Esa indeterminación se revela en la curiosidad por volver a su lugar natal, en un descenso brusco al llano, el intento por reconocer la casa de su padre, un principismo escéptico que lo lleva a una cuasi-relación incestuosa, luego a un gesto de generosidad escondida, después a una lección sobre la ficción repleta de pobres didactismos a un vecino que cree que su padre es uno de los personajes de la novela premiada con el Nobel. Pero la ambigüedad que hubiera permitido desplegar la tensión de una conciencia verdaderamente literaria entre la nostalgia y la convicción de que algo se ha roto definitivamente, es arruinada por la vocación esencial del film, que es la de gobernar y ser gobernado por estereotipos en crudo y por formas de relato basadas en la intervención de planos calculados y guardados en la caja de sorpresas, para atrapar al espectador con una “ficción dentro de la ficción”. Así concluye el film: luego de que el escritor fuera objeto de una cacería donde presuntamente lo matan (“capítulo V”), se muestra otra escena con personajes que son típicos de los empleados de las casas de pompas fúnebres.

Pero no es el velatorio del escritor, sino la presentación del libro donde se cuentan las acciones que se han visto en el film. ¿La literatura por encima del relato fílmico? Este juego ya lo conocemos, y ahora es aprovechado incluso para vender un libro –el libro de la película- en librerías “reales” de la ciudad. De tal modo, la tentación de entrar en este juego, devora los pocos intentos en que se pudo mostrar la materia argumental con mayor consideración hacia los personajes, rescatándolos de un sarcasmo virulento que suena como el atildamiento real de los autores del film. De nada vale que el escritor realice algunos escasos intentos por trazar su canon estético (“la ficción no tiene porqué inspirarse en el peso de lo real”), pues su conato educativo ante las masas ramplonas que viven su vida zángana con sus delicias de ignota crueldad, traduce bastante fielmente un pensamiento cultural que tiene del elitismo sólo su tonta displicencia y ninguna de sus ocultas delicias.

Ciertamente, es un film de escenas muy pensadas, así como de realización sumaria. Mientras el kitsch es un lejano heredero de lo barroco, el film que critica el barroquismo es de una sorprendente linealidad, sólo interesante en los pocos momentos de “retroceso de la conciencia”, como el referido episodio de la compra de la silla de ruedas para el niño down, que también es un ocurrencia que como muchas otras, bordea el “mal gusto”, presuntamente atribuido a los habitantes de “Salas”, y que no atinan a reconocer en sí mismos los autores del film.

ciudadano-ilustre-1El triste villorio de “Salas” es la “Colonia Vela” de Soriano. Todo eso ya lo vimos, y han pasado casi treinta años. Lo que se puede agregar también lo suple “Relatos salvajes”. Pero nadie pide que un condado “cercano a la ciudad de Santa Rosa” –informa el film- sea la Santa María de Onetti, o Macondo, o una ciudad italiana sometida al “amarcord” de algún gran director. Pero el factor que el escritor premiado por el Nobel tanto desdeña (su intento auto-confesional es derrotado por su figura desatenta y soberbia), es decir, el factor de la realidad (para abordar el cual hay que escribir con la simpleza compleja de Kafka, también nos informan) se filtra constantemente, a través de las risitas cómplices del público, que sale del cine satisfecho de haberse derrotado una vez más a la chanflonería que impera por doquier. Por lo menos, si uno va a ver la película en un cine de Caballito, comuna respetable, donde luego, en los pasillos del Village, apenas quedan algunos rastros de pochoclo.

*Por Horacio González, para La Tecla Eñe

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El «milagro» de Davos: zarandeos, glitter y cruces

El «milagro» de Davos: zarandeos, glitter y cruces
7 febrero, 2025 por Redacción La tinta

¿Pueden la fe y el folclore transformarse en espacios de resistencia, visibilización y lucha para las diversidades y disidencias sexuales frente a los discursos de odio que circulan y son legitimados por el presidente y sus políticas de Estado?

Por Lucas Leal para La tinta

A Lucía Riba, la primera teóloga feminista que conocí y que, sin saberlo, me hizo pensarme como creyente desde mi propia sexualidad. (2008)

A Susy Shock, la primera trava que conocí cantando zambas y coplas, y a la que escuché decir, por primera vez, que debíamos reapropiarnos de nuestro folclore y resignificarlo. (2010)

Para quienes crecimos en el interior, guitarra y rosario en mano desde pequeños, el folclore y la religión, con sus respectivos guiones, configuraron nuestras subjetividades, cuerpos y deseos, puesto que ―a diferencia de las grandes ciudades― la parroquia o el taller de folclore son los “únicos” espacios de socialización. Nací en un barrio de San Miguel de Tucumán, en una cultura en la que la religiosidad popular con sus misas, procesiones y devociones lo impregnaban todo. Durante toda mi adolescencia, participé activamente de un grupo juvenil en la capilla del barrio. Lo mismo podría decir del folclore, dado que, a los 8 años, aprendí a tocar la guitarra y, tiempo después, a bailar zambas y chacareras. Tardé mucho tiempo en comprender que estas dimensiones no se oponían a mi sexualidad porque ambas sostienen el binarismo y la heterosexualidad obligatoria como única forma válida y legítima de existencia. La Iglesia, por un lado, con sus discursos, doctrinas, rituales, y el folclore, por otro, con sus letras y figuras para la danza, actúan de modo performativo en una repetición que nos hizo/hace creer y pensar que nuestras vidas no valen por no “ajustarse” a esa “norma”. Mensajes tales como que la seducción y el deseo sólo son legítimos entre el varón y la mujer; que el único modelo de familia es heterosexual; que hay roles y modos de comportarse socialmente, y debemos cumplir con ellos por ser varones o mujeres se instalan en nuestras subjetividades desde estos dos dispositivos.

Para sorpresa de muches, sin embargo, algo “milagroso” suscitó el discurso en contra del colectivo LGBTIQ+, los feminismos y la perspectiva de género, entre otras cosas, que Javier Milei pronunció en Davos. ¿Pueden la fe y el folclore transformarse en espacios de resistencia, visibilización y lucha para las diversidades y disidencias sexuales frente a los discursos de odio que circulan y son legitimados por el presidente y sus políticas de Estado? ¿Es posible que estos dispositivos “tradicionales”, que en algún momento invisibilizan nuestras identidades, ahora, resignificados, acompañen la defensa de los derechos que hemos conseguido y que hoy pretenden quitarnos en esta llamada “batalla cultural”?

¡Y se va la primera!

El tradicional Festival de Cosquín 2025, que consuma el ideal del imaginario del folclore consagrando cantores y cantoras, se transformó, en su edición número 65, en un espacio de resistencia, lucha y visibilización de las diversidades y disidencias sexogenéricas.

Cabe mencionar, en primer lugar, la Luna disidente que, por tercer año consecutivo, se llevó a cabo en el conocido “Patio de la Pirincha”. Este espacio autogestivo y colectivo es el patio de una casa (¡el patio de quien conocemos como la Piri!) que fue transformándose, desde el año 2001 a esta parte, en un espacio de referencia para artistes y promotores de la cultura en el que se impulsan proyectos, talleres y espectáculos varios durante todo el año. La Luna disidente nace en 2023 por iniciativa de la Piri, Maxi Ibañez, escritor y poeta, y La Ferni, cantora trans no binaria. Esta noche arcoíris convoca artistes locales y de distintos puntos del país donde, desde el folclore, se celebra y se resiste. 

Algo totalmente “disruptivo” fue lo que aconteció, en esta edición, en el escenario mayor Atahualpa Yupanqui en la plaza Próspero Molina. En la segunda noche, la cantora cordobesa, Paola Bernal, abrió su presentación con una emotiva interpretación de la Canción de cuna para niñxs diversxs, de la artista travesti, Susy Shock. Esta canción aparece en una de sus frases, una plegaria por un mundo más digno y más justo para las infancias.

Días después, en la cuarta luna, la quenista iruyense, Micaela Chauque, dedicó una chacarera a las mujeres y las diversidades. En el escenario, irrumpió el conocido gauche disidente, Legon Queen, quien, junto a la bailarina trans, Valeria Ortega, entre redondas, zapateos y zarandeos, dieron un claro mensaje de resistencia con su mera presencia. El cierre de Micaela fue una verdadera fiesta multicolor con un enganchado de carnavalitos y las banderas del colectivo LGBTIQ+ flameando como signo de reconocimiento y visibilidad frente al odio y la invisibilización. 

La sexta luna contó con dos momentos significativos. Por un lado, la cantante Luciana Jury cerró su presentación con la canción “Las ramas”, de su propia autoría, mientras bailaba una pareja de mujeres y citó a Susy Shock al concluir la misma, con la conocida frase: “Buena vida y poca vergüenza”.  Minutos después, Micaela Vita, cantante del grupo Duratierra, hizo un llamado a reivindicar la memoria en nuestra patria y, entre los nombres de artistes y personas significativas, ante la ovación del público, dijo: “Esta es la patria de Diana Sacayán… de Susy Shock”. Acto seguido, junto al músico trans, Valen Bonetto, interpretaron la chacarera “La del Pueblo” que, entre otras cosas, dice: “Marica, ¿qué hay de la espina que te han clavao en el pecho? Tus alas de mariposa surcando un mundo deshecho; Marica, para cantar, que no se te olvide amar».

Sin lugar a dudas, uno de los momentos más relevantes del festival llegó en la séptima luna, cuando la reconocida cantora, Yamila Cafrune, invitó a compartir el escenario a La Ferni, quien, recordemos, en el año 2021, logró que el festival cambiara su estatuto que reconocía las categorías “voz masculina” y “voz femenina” por una categoría sin distinción de género, denominada “voz solista”. La canción elegida por La Ferni fue “Cantor(a) de oficio”, una bella poesía de Miguel Ángel Morelli que vio la luz en 1976, un contexto complejo y oscuro de nuestra historia si los hubo, en la voz de Mercedes Sosa. La letra pone de relieve la responsabilidad de les artistes en la construcción de un mundo más bello, con la música y la voz como herramientas. El momento culmen de la canción fue cuando La Ferni, con voz vibrante y emocionada, declaró: 

“Nadie debe creer que los, las y les artistas pertenecemos a un mundo extraño donde todo es escenario y fantasía. Les artistas somos hombres y mujeres, y también somos travestis, trans, no binaries, maricas, tortas, bisexuales, identidades sexogenéricas disidentes, legítimas, empoderadas, orgullosas y visibles que, ya sin ocultarnos nunca más, transitamos las calles y los días, sufrimos el sufrimiento de nuestro pueblo y latimos también con su alegría”.

Miro el video y se me pone la piel de gallina. ¿Quién diría que, en pleno 2025, en contexto de fascismos y en tierras cordobesas donde sabemos que existe una clara adhesión a las ideas de La Libertad Avanza, ella, en nombre de todes, nos hizo visibles? ¿Podemos imaginar la potencia que tiene decir y sostener en ese escenario, en el que aparentemente sólo tienen lugar el binarismo, el amor romántico con sus mitos y las performances normativas del género, que las identidades disidentes somos legítimas, empoderadas, orgullosas y visibles?

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Imagen: La Voz.

¡Y se va la segunda!

La jerarquía de la Iglesia, cuyos discursos y prácticas habitualmente se vinculan como contrarias a las diversidades y disidencias sexuales, tomó por sorpresa a la sociedad toda cuando, el 30 de enero, pudo leerse en redes sociales el comunicado de la Arquidiócesis de Mendoza por medio de la Pastoral de la Diversidad Sexual, que expresa su profunda preocupación “ante discursos que consideran al antirracismo, al feminismo y a la lucha por los derechos de la comunidad LGBTIQ+ como un cáncer que hay que extirpar«, señalando que dichas expresiones «promueven la discriminación y la violencia contra minorías» y resultan “alarmantes y contrarias a los valores evangélicos”. El comunicado expresa, sin titubeos: “No podemos ni debemos permanecer indiferentes ante estas manifestaciones de odio. Podemos tener diferencias de opinión o posicionamientos, pero nunca debemos dejar de abrazar y acompañar, desde los principios evangélicos, a las personas que integran estos colectivos, especialmente, a quienes son más vulnerables y marginados. Con estas palabras, la Arquidiócesis de Mendoza manifiesta su adhesión a la marcha antifascista y antirracista del 1° de febrero, e invita a la comunidad a sumarse al esfuerzo de construir “una sociedad donde nadie sea excluido y donde prevalezcan el amor, el respeto y la solidaridad”. Cabe mencionar que Marcelo Colombo, arzobispo de Mendoza y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, permite la posibilidad de cambio con el nombre autopercibido para personas trans en las actas de bautismo oficiales y afirmó, recientemente, su preocupación ante «la desmesura de algunas afirmaciones que están apareciendo en discursos locales», alertando sobre el riesgo de retrocesos en derechos conquistados por consenso social.

A la contundencia de este comunicado, se sumó la Pastoral Social de la diócesis de Merlo-Moreno, afirmando que “rechaza enfáticamente las declaraciones discriminatorias y violentas del presidente Javier Milei en Davos”, dado que “estas expresiones que legitiman el odio, la persecución y estigmatización hacia las mujeres y personas del colectivo LGBTIQ+ vulneran los derechos humanos elementales y desconocen los marcos legales internacionales con rango constitucional en Argentina”. Continúa el comunicado: «En repudio a sus dichos; adherimos, convocamos y acompañamos la marcha que se realizará el día 1° de febrero de 2025». La libertad, se afirma, es con dignidad y justicia social, con y para todos. 

Otro gesto institucional provino del arzobispado de Buenos Aires, liderado por el arzobispo Jorge García Cuerva, quien expresó su malestar por la colocación de vallas en torno a la Catedral Metropolitana en la jornada de la movilización, ya que, desde agosto de 2023, se había decidido quitar las mismas sin que se hayan recibido ataques o agresiones por parte de manifestantes de ese tiempo a esta parte. Sin embargo, y tal como lo expresa el comunicado, el 1° de febrero, la catedral apareció vallada aún cuando, la tarde anterior, se expresó la negativa ante la consulta. El comunicado sostiene: “El Arzobispado de Buenos Aires quiere expresar que la imagen que hoy brinda la iglesia mayor no fue por decisión eclesiástica y a todos vuelve a reiterar su convicción de que nada se construye con el odio y la división ni dando expresiones subrepticias de ello por medio de signos externos (…) reiteramos el compromiso de la Iglesia católica en esta Ciudad de Buenos Aires de acompañar a todos sin hacer distinción alguna y de abrir siempre sus puertas para los que quieran seguir a Jesús”.  

¿Podría considerarse hoy a la Iglesia católica y el papa Francisco como nuestras alianzas en este momento? Le pregunté a Eduardo Mattio, docente universitario, con el que compartimos sorprendidos estas noticias. “Así parece”, me respondió. Ciertamente, desde hace un tiempo, el papa Francisco se ha pronunciado como líder de Estado, por ejemplo, en contra de la criminalización de la homosexualidad y ha promovido, en el seno de la Iglesia, la presencia de comunidades creyentes LGBTIQ+. Si bien no podemos negar la historia de oposición y los discursos eclesiásticos que durante siglos nos invisibilizaron, violentaron y marginaron. Pero, en este contexto, ¿no es acaso un bálsamo que, en medio de tanto discurso de odio, una institución como la Iglesia valide y legitime nuestras identidades con estos pronunciamientos? En medio de la violencia estatal, ¿no resulta relevante que Francisco y parte de la Iglesia apoyen, desde su lugar, nuestras luchas y derechos conseguidos? ¿No radica aquí el sentido profundo de la fe y de la práctica de Jesús en la que el amor al prójimo se expresa en gestos concretos de respeto, reconocimiento y valoración de la dignidad de toda persona? Al menos, esta es la Iglesia a la que adhiero y la que deseo. Y, sin lugar a dudas, esta perspectiva tiene que ver con la presencia y la militancia de muchas personas creyentes LGBTIQ+ que, desde dentro de las comunidades cristianas, resignifican las prácticas, los rituales y la doctrina.

 ¡Se acaba!  

Es 1° de febrero. Son las 18 horas. Y en la plaza Próspero Molina se inicia la marcha antifascista y antirracista convocada por el colectivo LGBTIQ+ que se unió, en esta localidad, a la marcha por el agua. Allí, están presentes locales, turistas y muches de les artistas nombrades a lo largo de este artículo. Cuando arrancó la movilización, sonaron las campanas de la parroquia en un claro gesto y señal de apoyo y acompañamiento a lo que estaba por acontecer.

Parece que esta “batalla” recién comienza, porque “resucitaron” en redes sociales y otros espacios esos discursos que vuelven a estigmatizar, patologizar y marginar nuestras identidades, pero, esta vez, legitimados por las palabras y las políticas de quienes nos gobiernan. Lo que nos queda es hacer lo que bien sabemos hacer como colectivo: organizarnos, visibilizarnos, resistir, luchar y crear belleza. Hacer memoria de quienes nos precedieron, hicieron historia y pusieron el cuerpo; habitar todos los espacios (sobre todo, ¡los que creímos que no eran para nosotres, como el folclore y la religión!) y resignificarlos para construir otras narrativas acerca de nosotres. Subamos a los escenarios y altares para contar lo hermoso que es ser quienes somos porque lo que está en juego es la comprensión de eso que llamamos “lo humano” y el reconocimiento, por parte de todas/es/os, de que nuestras vidas son deseables, son vivibles, ¡VALEN! Quizá, hasta que algunes entiendan esta cuestión tan simple, pero, a la vez, profunda, debamos seguir lo que decía la querida Lohana Berkins: «Que digan y piensen lo que quieran de nosotras… pero que no nos nieguen (ni nos quiten, agrego) los derechos que nos corresponden». 

*Por Lucas Leal para La tinta / Imagen de portada: La Voz.

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Palabras claves: Cosquín, Disidencias, Folklore, LGBTTIQ+

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