Las calles de María Aparicio
La película de María Aparicio recrea y ficcionaliza el proyecto llevado a cabo por una docente de Puerto Pirámides y sus alumnos, en el que a partir de un trabajo de entrevistas a los pobladores organizaron una votación para ponerle nombre a las calles del pueblo hasta ese momento innominadas. Los actores del film son los mismos alumnos y lugareños entrevistados en la realización del proyecto, con excepción de las docentes interpretadas por las actrices cordobesas Eva Bianco y Mara Santucho.
El acto de nombrar las calles se constituye en un ejercicio de democracia directa en el que el mismo pueblo decide sin ningún tipo de intermediación el nombre que llevarán sus calles y es a la vez una práctica de memoria colectiva en la que se refleja el protagonismo de los ciudadanos en mantener y honrar esa memoria. Lo que vemos en el film es una experiencia en la que pensar en las calles de un pueblo impulsa una práctica de encuentro, de diálogo entre generaciones atravesadas por la historia del país y una acción que permite a los pobladores transportarse al pasado y mirarse desde allí, desde un lugar que parece lejano pero que irrumpe con su presencia en lo actual a través de los nombres de pobladores originarios -como Sayhueque o Yanquetruz– y de los primeros colonos que se asentaron en el lugar.
Esa sustancia democrática del film también encuentra su correlato en la puesta en escena, dado que el rol principal no se le otorga a un personaje en particular si no a la comunidad toda -ni siquiera a la eminente figura de Osvaldo Bayer que aparece como un parroquiano de un bar contando una anécdota-.
La forma de ver también se convierte en un acto político. En la puesta en escena de estos diálogos se advierte una marcada importancia otorgada a la palabra de esos pobladores y la forma en la que se representan sus modos de narrar desde la oralidad y lo gestual. Esto es cuidadosamente captado gracias a una escucha sensible y al ojo atento de la cámara capaz de visitar y convivir con los personajes sin por eso tener que ocultarse, pues en esos encuentros los leves movimientos de la cámara denotan la presencia de una mirada inquieta, atenta y curiosa.
Las Calles permite al espectador embarcarse en un viaje que no es un superficial recorrido turístico, si no más bien una excursión en el sentido lúdico y pedagógico del término. En las conversaciones que los alumnos mantienen con los lugareños nos asomamos a historias, modos de vida, maneras de decir y también a la forma en la que la memoria articulada en la palabra constituye a los sujetos en habitantes del lugar.
Por Sebastián Oscar Gonzalez