Con el impulso chino y brasileño, se revitalizan los BRICS
La ampliación de los BRICS presenta un escenario tan interesante como complejo para los nuevos países que integrarán el bloque a partir del 1 de enero de 2024 y habla a las claras de la reconfiguración de un orden global multipolar.
La importancia de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) es fundamental tanto en la economía como en la política internacional actual. Los países que integran el BRICS concentran el 40% de la población global, el 20% del Producto Interior Bruto (PIB) y producen más de un tercio de la producción mundial de cereales. Podría decirse que ser parte de este bloque implica, de alguna manera, integrar la mesa de discusión del mundo multipolar emergente.
El 30% de las exportaciones argentinas se dirigen hacia países del BRICS. Brasil y China son nuestros dos socios principales, e India es el quinto. El gran problema de la política comercial argentina es la balanza deficitaria, pero por estructura productiva, los vínculos argentinos con los países del BRICS son naturales, no ideológicos. Por ejemplo, Brasil, China e India combinados representan el 36% del intercambio comercial argentino, mientras que Estados Unidos y la Unión Europea, el 23%.
En un contexto marcadamente multipolar, con el regreso de Lula da Silva al Planalto, Brasil retoma a los BRICS como un organismo importante a nivel internacional, que ahora será ampliado con países como Argentina y otros países emergentes como Egipto, Etiopía, Arabia Saudita e Irán. El impulso de Lula fue fundamental para que Argentina sea invitado a participar del bloque, por supuesto, con los apoyos chinos y de la India como parte importante.
Es importante aclarar que ingresar a los BRICS no implica, necesariamente, financiamiento ni que tampoco se trata de una adhesión automática, sino que el próximo gobierno argentino deberá ratificarla o rechazarla, ya que, recién a partir del 1 de enero de 2024, se hará efectiva la invitación. Por lo que, por ahora, todo es un gran interrogante donde hay más preguntas e incertidumbres que certezas, debido, particularmente, a la peculiar situación interna que atraviesa la Argentina de cara a las elecciones.
Tampoco es para nada menor que, entre los países que ingresarán a los BRICS, se encuentran Arabia Saudita e Irán, enemigos históricos hasta no hace mucho tiempo. La participación de China en el restablecimiento de relaciones entre Irán y Arabia Saudí, hace apenas algunos meses, es un caso relevante que merece una atención detallada. China ha emergido como un actor importante en la mediación de conflictos, pero también es necesario evaluar las implicancias y consecuencias de este fenómeno en el contexto geopolítico actual.
En 2016, los lazos diplomáticos fueron cortados luego de que la embajada saudí en Teherán fuera atacada como respuesta a la ejecución de un clérigo chiíta, ordenada por la monarquía saudí. El enfrentamiento entre ambos países se remonta, por lo menos, a la década de 1980 y llegó a ser calificado por algunos analistas como «la nueva Guerra Fría de Medio Oriente». Sin embargo, para mayo pasado, habían reactivado sus lazos diplomáticos, a la vez que reabrieron sus respectivas embajadas y establecimientos consulares. En esa línea, retomaron acuerdos de cooperación en materia de seguridad, comercio, economía e inversión que habían sido firmados a comienzos de la década de 2000 y a finales de 1990.
En marzo pasado, el jefe del Consejo Supremo de Seguridad Nacional de la República Islámica de Irán, Ali Shamkhani, se reunió con su homólogo saudí, Mosaed Bin Mohammad al Alban, justamente en Beijing, ciudad donde se firmó el acuerdo. Arabia Saudí siempre se mostró mucho más cerca de Estados Unidos, no obstante, la monarquía ve en China a un actor de peso que merece ser escuchado, además de tener cada vez más profundos lazos comerciales con Beijing. Esto, por supuesto, fue lo que allanó el camino para que tanto Irán como Arabia Saudita se unan al revitalizado bloque.
En sus más recientes movimientos internacionales, Xi Jinping, el presidente y jefe del Partido Comunista de China, ha demostrado que su país se encuentra decidido a tener un rol internacional. En los últimos años, Beijing ha buscado aumentar su influencia y presencia en el mundo a través de iniciativas como la Nueva Ruta de la Seda, que busca establecer vínculos comerciales y de infraestructura con países de Asia, Europa y África. Además, el gigante asiático continúa expandiendo su presencia militar en el mar del sur de China, al mismo tiempo que se involucró activamente en conflictos como la guerra civil en Siria.
Una consolidación del mundo multipolar tiene como objetivos principales fomentar la cooperación, la diversidad, el equilibrio y la descentralización del poder, lo que podría conducir a un sistema internacional más justo y estable. Por supuesto, no hay que pecar de exceso de ingenuidad y creer que todo esto sucederá de un día para el otro si es que, efectivamente, en algún momento, sucede. Sin embargo, está claro que los países emergentes se encuentran decididos a tener un nuevo rol en el escenario global y ya marcadamente multipolar. La ampliación del BRICS de cara a enero próximo es apenas una muestra de esto, pero probablemente una de las más importantes.
El camino hacia un mundo multipolar presenta una serie de desafíos significativos que requieren una cuidadosa consideración. La competencia por influencia y recursos entre las potencias emergentes y establecidas puede generar tensiones geopolíticas, poniendo a prueba la diplomacia y la cooperación internacional. Además, la transición hacia un sistema multipolar podría resultar en una mayor complejidad en la toma de decisiones, lo que, a su vez, podría dificultar la implementación de soluciones globales efectivas para desafíos como el cambio climático y la seguridad cibernética. En este contexto, América Latina se encuentra en una encrucijada interesante. Si bien la participación de la región en bloques como los BRICS puede ofrecer nuevas oportunidades de desarrollo y cooperación, también debe encontrar el equilibrio adecuado entre sus relaciones con múltiples actores globales. Las perspectivas futuras para América Latina en un mundo multipolar dependen en gran medida de su capacidad para navegar con astucia entre estas diferentes esferas de influencia, promover sus propios intereses y contribuir constructivamente a la configuración de un sistema internacional más equitativo y estable.
*Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta / Imagen de portada: AFP.