Lula versus Bolsonaro: un balotaje con sabor a guerra
La primera vuelta de la elección presidencial en Brasil dejó a Lula y a Bolsonaro cara a cara, disputando dos proyectos antagónicos de país, ambos con un fuerte respaldo entre la población y una definida oposición de cara a 2023.
Por Ana Dagorret, desde Brasil, para La tinta
Pasó la primera vuelta de las elecciones en Brasil y el sabor que dejó fue un tanto amargo. La previsión de las encuestas, acerca de una posibilidad de victoria con más del 50 por ciento de los votos de Luiz Inácio Lula da Silva, pronto quedó opacada por el resultado obtenido por el actual mandatario, Jair Bolsonaro. Más de 50 millones de electores y electoras (dos millones más que en 2018) apoyaron al presidente en su proyecto de reelección. Si bien Bolsonaro corre en desventaja para obtener la victoria en segunda vuelta, con seis millones de votos menos que Lula -que consiguió un apoyo histórico-, no debe descartarse una disputa cabeza a cabeza en el balotaje del próximo 30 de octubre.
La sorpresa acerca de la expresiva votación de Bolsonaro, poco a poco, va encontrando respuestas. El rechazo aún latente en la sociedad a la corrupción durante los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), alimentado por años de informes periodísticos en la hora pico y utilizado en sinfín de campañas políticas por parte de sus adversarios, como en esta oportunidad, fue un factor determinante para que una gran parte del electorado opte por Bolsonaro.
A su vez, la defensa de los valores como “Dios, patria y familia”, defendidos por el presidente, también atrajeron los votos de los más conservadores. Asustados por noticias circulantes en redes sociales, como el cierre de las iglesias o la implementación de baños unisex en las escuelas en caso de que Lula vuelva a ser electo Jefe de Estado, movilizó el voto antipetista. A pesar de los esfuerzos para desmentir tales acusaciones, muchas de esas mentiras lograron tocar la fibra de una sociedad profundamente conservadora e impulsar un voto silencioso que, hacia el final del conteo de los comicios, quedó claro que acompañó al actual mandatario.
Con la segunda vuelta confirmada y cuatro semanas de campaña por delante, la ofensiva para conquistar los seis millones de votos que separan a Bolsonaro de su proyecto de reelección parece apuntar a alimentar ese fantasma. La maquinaria de fake news ya comenzó a operar en WhatsApp y Telegram, y promete recrudecer la ofensiva con la proximidad del balotaje. A su vez, la decisión del presidente de adelantar el pago de beneficios sociales -como el Auxilio Brasil con un aumento o el Auxilio Gas- busca convencer a los y las electoras más pobres, principalmente en los estados donde Lula fue la primera opción.
Mientras se va diseñando la campaña de los candidatos a presidente, el panorama legislativo y los ejecutivos estaduales muestran un panorama complicado para 2023. Varios candidatos del bolsonarismo al Congreso y el Senado fueron electos con votos masivos. Es el caso de Carla Zambelli y Eduardo Bolsonaro, ambos por San Pablo, entre los más votados del estado. También del general Eduardo Pazuello, exministro de Salud del gobierno durante la pandemia, que fue el diputado más votado del estado de Río de Janeiro.
En el Senado, el actual partido de Bolsonaro amplió sus bancas y logró elegir al actual vicepresidente, general Hamilton Mourão, por Río Grande do Sul, al pastor Magno Malta por Espíritu Santo y a la ministra de la Mujer, Familia y Derechos Humanos, Damares Alves, por Brasilia. En otro partido, pero igualmente alineado, también obtuvo un lugar en el senado el exjuez y exministro de Justicia, Sergio Moro, quien recientemente declaró su apoyo al presidente para la segunda vuelta. Tras alejarse del gobierno luego de denunciar la interferencia del presidente en la Policía Federal para proteger a su familia de posibles investigaciones, Moro vuelve a alinearse al bolsonarismo para intentar derrotar al PT en la carrera por la presidencia.
En los gobiernos estaduales, dos de tres elecciones elevaron las preocupaciones sobre lo que se puede esperar de la segunda vuelta. Contra todos los pronósticos de las encuestas, en San Pablo, el candidato del bolsonarismo, Tarciso de Freitas, terminó en primer lugar y disputará el balotaje contra el excandidato a presidente del PT y exalcalde de San Pablo, Fernando Haddad. En Río de Janeiro, lo que prometía ser una segunda vuelta entre Claudio Castro y Marcelo Freixo terminó siendo un triunfo aplastante del primero, claramente bolsonarista, con el 59 por ciento de los votos, también contrariando lo que anticipaban los sondeos. Por tratarse de los colegios electorales más grandes del país, dichas elecciones marcan una tendencia y refuerzan la idea de que la disputa que se avecina puede ser más apretada de lo que indican las actuales encuestas.
Pero más allá de la conformación del Congreso y de los comicios para gobernadores, la gran conclusión del domingo pasado fue la certeza de que existe un país dividido. Lo que, por momentos, se vivió en varios puntos del país como un partido de fútbol entre archirrivales -donde la virada de Lula se gritó como el gol del empate, que ya se cantaba como victoria-, con el detalle de cómo votó cada región, se volvió una ofensiva de injurias raciales y ataques contra el pueblo nordestino, donde Lula llegó a sacar más del 60 por ciento de los votos, inclinando la elección a su favor. El propio Bolsonaro llegó a calificar a los nordestinos de analfabetos en una transmisión por redes sociales, tras ser derrotado en esa región.
Con el proceso electoral en pleno desarrollo y la apuesta de Bolsonaro a todo o nada para preservar su cargo, el panorama expresado en la primera vuelta habla de un fenómeno mucho más complejo de lo que se preveía. Dicha complejidad -reducida por muchos y muchas en prejuicios contra los pobres, homoodio, discurso de odio y rechazo a la corrupción- empieza a tener un mayor protagonismo en otros espacios y a ganar independencia del líder que busca la reelección, en la medida en que esa chance va quedando más alejada. Con menos de cuatro semanas para que vuelvan a medirse los candidatos, la certeza de que hay una sociedad dividida promete ser un escollo para quien gobierne a partir de 2023.
*Por Ana Dagorret para La tinta / Foto de portada: Carlo de Souza – AFP.