Ocaso Iorio
Tras la controversia desatada por la elección del músico como encargado de cantar el himno nacional en la previa del partido entre Argentina y Bolivia, la Asociación del Fútbol Argentino decidió que Iorio no participara del evento. El caso nos expone a una inquietud que crece en parte de la opinión pública: ¿cómo confrontar los discursos dogmáticos en un momento histórico en el que cuesta encontrar un afuera del dogmatismo?
Por Gabriel Montali para La tinta
Todo el mundo sabe que Ricardo Iorio pasó de cantar con Rubén Patagonia a deplorar todo lo que en estos días se presenta como disruptivo frente a cierto orden que, en otro tiempo, le molestaba tanto.
Todo el mundo sabe que es un personaje complejo.
Un personaje que ya en V8 se animaba a cantar, sin ruborizarse, cosas como: “El presente te es infeliz / hoy tu mente hippie ha de morir”, mientras se desarmaba en gracias totales a los favores que le hacían Skay, el Indio y la Negra Poli, tres tremendos hippies por aquella época.
Un personaje que, en sus últimos discos, se anima a dar continuidad a ese fervor macho patriotero y berreta que supone que existe una única y legítima forma de marginalidad, frente a otras que son pura farsa y a las que ha dedicado versos como: “Se expande el bicho de la desviación”, donde la ambigüedad del sustantivo bicho puede referirse al sida o a la homosexualidad, pero lo que queda muy, muy claro es que una y otra cosa son la consecuencia de una supuesta normalidad perdida.
Y sin embargo… “Por eso te vi escapando / en las horas sin sol, / de las miradas oscuras que aprobaron las torturas del fugado represor” o también: “Uno más entre tantos soy / que olvidar no quiere / los delirios del defacto. / Me ha dictado la razón / cantar en repudio / al genocidio ejecutado”, que luego dice “Latina nación. / Uno más, entre tantos soy / que ha desviado el rumbo / de mártires y de santos. / Encontrando por cuestión / cantar en repudio / al genocidio ejecutado”, ¿culpa por preferir la poesía en vez de alzarse en armas contra la prolongación de la dictadura en la democracia menemista?
Y podríamos seguir con la más interesante de sus denuncias a la explotación y la criminalización de la pobreza: “Mañana es ya. / Despierta el pibe, / esperanzado nuevamente va otra vez. / Duro al pedal, pitando un firme. / De obra social sus sueños son, hasta que ve: / acreeditadores, agitándose. / El galpón vacío; la yuta y el juez. / Y a quienes dicen que él, / cargó el derrite ayer”.
Una canción enorme “El pibe tigre”, aunque escrita desde el reduccionismo de los gustos culturales tan común en la poética de Iorio, que divide a los pibes del conurbano ente los supuestos “tigres” que escuchan rock y los supuestos “blanditos” que escuchan cumbia.
Y no, Ricardo; vos y tu máquina de repartir idealizaciones o estigmas. ¿En qué hipotético mundo tuyo imaginaste que esos ritmos no dialogan, al menos en el día a día o en el de vez en cuando del hipotético público al que le cantás? O peor: ¿cuándo se te ocurrió que las experiencias mágicas del reconocimiento, el goce estético y la poesía son patrimonios del rock, el tango y el folclore, pero no de la cumbia? O para más desgracia: ¿en serio vas a insistir con ese simplismo de que “el mercado” es un demonio que toca ciertas puertas, pero esquiva a los músicos que “cantan cosas con fundamento”, como en teoría lo hacés vos, aunque no por ello dejás de publicar discos, de dar entrevistas, de construir un personaje público para la tele y de tocar en festivales como el de José Palazzo?
En ese oficio de andar repudiando lo superfluo, cuánto cuesta ver la viga en el ojo propio.
Por esos claroscuros, ya sin claridad, de su trayectoria, nadie podía ignorar que la decisión de elegir a Iorio para cantar el himno, en la previa al partido entre Argentina y Bolivia, iba a despertar rechazos.
Habría que empezar a preguntarse si esos rechazos, en sus reacciones más extremas, no funcionan como un delivery de argumentos que favorecen las falacias de tipos como Iorio o Milei.
Habría que preguntarse si, ya elegido Iorio, no existía una solución más decorosa: por ejemplo, poner a cantar a un una une artista que represente completamente lo contrario de esta versión de Iorio que, pese a las evidencias científicas, muchos seguimos intentando atribuir a una abducción del Comando Intergaláctico Mercuriano.
Pero no.
Nadie ignoraba lo que iba a pasar, salvo los visionarios de la AFA; siempre tan lerdos para llegar a tiempo o tan presurosos para pisar el palito.
*Por Gabriel Montali para La tinta / Imagen de portada: Titulares.ar