Cho Bracamonte, mirarlo todo con los lentes del dibujo
Una mirada sensible transita en otro ritmo, se posa en lo inesperado y lo retrata. Cho Bracamonte crea postales dibujadas de espacios urbanos, cotidianos, que quizás atravesamos sin mirar, sin percatarnos de una belleza otra, una belleza singular. ¿Cómo es mirarlo todo con los lentes del dibujo?
Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta
“La Mano dice verdades y alegrías
que el lenguaje es incapaz de articular”.
George Steiner, 1998
“Compre, señora, compre, tres por cien, cinco por doscientos, compre, compre”
Una esquina cualquiera del centro, la puerta del Genaro Pérez, el área peatonal con sus canteros redondos. Un puesto de flores, otro donde hay de todo. De todo es: medias, cargadores de celulares, linternas, bufandas y mil artículos más que se posan sobre una manta sobre algún sector de “lasanmartín”. Carritos con juguetes, muchas “peppa pig” reversionadas, unos patitos a cuerda que bailan en ronda, los ositos tocando sus tambores, muchos peluches colgando. La tonada que une y nuestro humor característico son el sonido ambiente. La zona del mercado, sus bazares, los aromas, el ruido de los bondis que pasan, los barbijos mal puestos, la velocidad con la que transitamos. La verdad más verdadera es que la vida en esta ciudad sin mar transcurre deprisa, casi gris. ¿Alguien se detiene a mirar con otros ojos? ¿Quién camina con detenimiento en el detalle? ¿Cómo se mira cuando se mira todo con los ojos del dibujo?
Cho Bracamonte transita como paseando, como quien pisa una ciudad por primera vez, con un par de ojos que saben sorprenderse. Mira con detenimiento, con todos los sentidos. Busca los detalles, mira con el corazón y con todas las subjetividades, desde un gusto propio. Es que, al final y al principio, el gusto siempre es propio y singular.
El dibujo, una búsqueda del tesoro
La obra de Cho es como una búsqueda del tesoro permanente. Un juego. Y toda la liviandad de las sorpresas. “Dibujo cosas que veo en la calle y me gustan. Cosas que me llaman la atención. Lo veo, le saco fotos. Tengo más de 300 fotos. Y después dibujo”, me cuenta en nuestra cita que -dicho sea de paso- transcurre en uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad de Córdoba, la zona del Mercado Norte.
Justo cuando la tarde comienza a caer, el bullicio urbano cede y una inminente nueva cuarentena nos acecha. La casa taller de Cho Bracamonte me regala todos los indicios de una vida que sabe disfrutar desde la frescura y el hacer continuo. Miles de detalles con forma de juguetes acompañan nuestra charla: muñecos a pila, a cuerda, de madera, de plástico. En su mayoría, muy pequeños. “Es que amo coleccionar juguetes, veo algo que me gusta y lo compro”. También aparecen los dibujos, los fanzines y los recuerdos.
Esta artista dibuja desde siempre. Dice que cuando iba a la escuela, lo único que le interesaba era dibujar, dibujar y dibujar. “Yo quería hacer todo lo que tenga que ver con dibujar. Cuando iba al secundario, me dieron una pared para que pinte y ahí me empezó a interesar el muralismo, pero con la mente puesta en dibujar, lo único que quería hacer era dibujar”. Me cuenta entre anécdotas de su paso por la escuela secundaria y de una docente que supo habilitarle un espacio y varios referentes. También me habla de una mamá que siempre, desde su propio hacer, incentivó el de ella.
“La gente no ve porque va en una”, dice la artista. “Estuve mucho tiempo de mi vida esperando que me pasen cosas y el año pasado dije: ¡No! Tengo que aprender a transitar lo cotidiano, dejar de esperar y transitar el día a día, encontrar tesoros ahí. Cuando solté eso de esperar que pase algo maravilloso con mi vida, me di cuenta de que todos los días pasan cosas maravillosas”. Y me confiesa seguido: “Pero no estamos en terapia, ¿no?”. Las risas suceden a la par del café.
Es que, desde hace un tiempo, esta artista registra en postales, dibujadas y con mucho color, lugarcitos especiales, llamativos, diferentes, de nuestra ciudad. No se puso a dibujar la Catedral ni La Cañada. Sus imágenes son el resultado de pequeños escapes de lo cotidiano. Son hallazgos. “Yo me crucé este camión de un señor que le quiso poner peluches, ¿entendés?”, me dice maravillada mostrándome una de sus postales.
Puedo leer en su mirada la misma frescura de sus ilustraciones y casi los mismos ojos de mi hija ante cada descubrimiento cotidiano. Transformamos el mundo cuando lo miramos con ojos de niñes que aún pueden asombrarse. ¿Ahí está la riqueza de esta ciudad mediterránea? Casi segura de que sí. La riqueza puede estar en nuestros ojos y su forma amorosa de mirar. «Nos hacemos más lindes cuando nos miramos con amor», escribí hace poco en mi block de notas.
Ilustrar la complejidad
Ya lo dijo Juan Martínez Moro, artista y ensayista de arte, uno de los desafíos del arte y les artistas es ilustrar lo complejo. En este sentido, la representación visual de las ciudades, de sus recovecos, es un verdadero reto. Cho Bracamonte hace un juego continuo, un ida y vuelta permanente de la imagen a la imagen, de la foto a la ilustración, del caos y el ruido a la postal dibujada.
“Me gusta mucho la estética de los puestos callejeros, vendedores ambulantes, la estética de las vidrieras de los bazares o casas chinas… ¡De verdad, me gusta! Me parece interesante la postura, la elección del que hizo la vidriera, todo el sentido que tiene para esa persona, el criterio para acomodar que tuvo, ya sea desde lo funcional, desde la venta, las categorías de objetos o la mezcla misma”. Me explica e insiste en la característica que comparten sus imágenes, una cosa sobre otra, la mezcla y el orden singular.
Dibujar como militancia
La charla transcurre como si ya nos conociéramos, Cho no sabe de mi gusto por las miniaturas ni de la tradición compartida con mi abuela Elenita… Me voy recordando en su mundo. “Mirá, pasá a la cocina”. Me muestra lucecitas y más objetos pequeños y hermosos. Pero volvemos al dibujo, vamos y venimos… me acerca una bitácora. “La empecé en cualquier hoja”, dice, invitándome a que la mire, pero no desde el principio. Conversamos un rato largo sobre dibujar y sus significados. Compartimos de alguna manera la docencia; Cho Bracamonte facilita, desde hace unos años, espacios para dibujar, da talleres de dibujo desde lo valioso del encuentro en sí mismo y lo lúdico.
“Hay que dibujar sin importar si sale bien o sale mal. Ya nos exigen un montón de cosas como para que le pasemos esas exigencias al dibujo, como para cargarlo de esa responsabilidad de perfección. Todes dibujamos bien. Un buen dibujo es algo subjetivo. ¡Romper con eso es lo que hay que hacer! Que todo el mundo pueda dibujar es mi militancia. Yo estoy acá gracias a dibujar”, dice Bracamonte.
La artista da talleres, hace murales, pinta, dibuja, juega, corta y pega papeles, construye algunas cosas y rompe otras. Hace un tiempo, piensa, materializa y autopublica fanzines con los que participa en diferentes ferias y eventos. Ha participado en diversas muestras individuales y colectivas en torno al dibujo contemporáneo.
Bracamonte reflexiona permanentemente en torno al dibujo y desde el dibujo. “El mundo es un lugar horrible como para no mirarlo todo con los lentes del dibujo. Hagamos cosas lindas por más que a los ojos de otros sean inútiles. Yo pienso la vida a través del dibujo”. Afirma y no podría haber dicho algo mejor para dejarme días y días pensando.
Pensar y vivir desde el dibujo es, sin dudas, la mejor alternativa posible para estas épocas, en esta ciudad a veces hostil. Si miramos como Cho Bracamonte, seguramente, la transformamos y nos transformamos un poco.
*Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta.