El orden vital
«Cuando le preguntaron a Jean Piaget sobre el supuesto desorden de su estudio, respondió: ‘¡Como sabe, Bergson demostró que el desorden no existe! Hay dos tipos de orden, el orden geométrico y el orden vital. ¡El mío es netamente vital! Las carpetas que utilizo están al alcance de la mano, por el orden que indica la necesidad. Lo mismo para encontrar ahí abajo una referencia de hace diez o quince años. Las carpetas que se hallan más abajo se convierten en algo delicado, pero, cuando hay que buscar, se busca. Lleva menos tiempo que ordenar todos los días’.
El concepto de ‘orden vital’ es poderoso; no solo implica organizar las cosas en función de una necesidad, sino, y antes que nada, la capacidad de participar en la manera en que las cosas se disponen. Así, solo cuando se tiene voz, voto y margen de acción en la distribución de los elementos, podemos hablar de un verdadero orden vital”.
Quizás, en el orden social, la dinámica funcione de manera similar. Cuando somos ajenos a la forma en que las cosas se disponen, cuando no existe posibilidad de transformar ese orden, cuando este nos es completamente impuesto, entonces, se convierte en un orden opresivo, en el que vivimos sin la posibilidad de transformarlo y organizarlo según nuestras necesidades. Lo contrario al orden vital no es desorden, sino, más bien, opresión.
Existe una esperanza: el día en que comprendamos, como dice Sartre, que somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros. Claro, la tentación en este contexto es creer que se trata de una acción meramente individual. Hace más de ciento cincuenta años, Tolstoi afirmaba que no es el poder ni la actividad lo que produce el movimiento de los pueblos, sino la actividad de todas las personas que participan en el acontecimiento y se unen. Por eso, es la acción colectiva la que puede llevarnos a transformar este mundo de orden geométrico en un mundo con un orden vital.
*Por Lucas Crisafulli para La tinta / Imagen de portada: A/D.