¿Con Putin o con Zelenski? No se puede con los dos
La asunción de Javier Milei como líder del país congregó una relativa presencia internacional en Argentina este domingo. Entre los asistentes, se encuentran Felipe VI, el rey de España; Jair Bolsonaro, expresidente de Brasil; Viktor Orbán, primer ministro de Hungría; Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania; Gabriel Boric, presidente de Chile; Luis Lacalle Pou, presidente de Uruguay; Daniel Noboa, presidente de Ecuador; Santiago Peña, presidente de Paraguay; Luis Arce Catacora, presidente de Bolivia; Vahagn Kachaturyan, presidente de Armenia; Santiago Abascal, líder de VOX, partido político ultraderechista español; Jennifer M. Granholm, secretaria del Departamento de Energía de los Estados Unidos, y Weihua Wu, vicepresidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional de China, así como David Rutley, ministro británico a cargo de las Américas.
Sin embargo, lo que más ruido hace son las ausencias: ni el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ni el de Brasil, Lula da Silva, las dos principales economías latinoamericanas y el principal socio comercial de Argentina, arribaron a Buenos Aires. Beijing, el segundo socio comercial argentino, tampoco mandó a un funcionario de primer orden, al igual que los Estados Unidos.
No deja de ser curiosa la visión internacional del presidente argentino, quien, cada vez que puede, hace hincapié en el parteaguas para la historia moderna que fue la caída del Muro de Berlín. Es innegable que dicho evento fue importante, sin embargo, el mundo cambió numerosas veces luego de 1989 y de la consecuente disolución de la Unión Soviética en 1991. Es más, ideológicamente, el actual presidente de Rusia, Vladímir Putin, tiene más puntos en común con Javier Milei que los que al libertario le gustaría admitir. Prueba de ello es la presencia en su asunción del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, quien ha sido caracterizado como un político que mantiene relaciones amistosas con el presidente ruso. Orbán ha adoptado una posición bastante amistosa -especialmente en comparación con el resto de los países de la Unión Europea- al establecer vínculos cercanos con Rusia en cuestiones políticas y económicas. Ha expresado admiración por el liderazgo de Putin y ha abogado por la cooperación entre Hungría y Rusia en diversas áreas, incluyendo la energía.
En la asunción, uno de los invitados estelares también fue el presidente ucraniano Volodímir Zelenski. A nivel internacional, Orbán ha sido a veces crítico de sanciones impuestas por la Unión Europea contra Rusia, particularmente en relación con la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014. Esta posición ha generado cierta controversia dentro de la Unión, donde hay una diversidad de opiniones sobre la relación con Rusia. Orbán, de hecho, una semana antes de arribar a la Argentina, en una entrevista en París, declaró que Ucrania no está lista para ingresar a la Unión, ya que se trata de “uno de los países más corruptos del mundo” y dejó en claro su postura respecto de Zelenski, a pesar de “respaldar” las ayudas europeas al país tras la invasión rusa. En la previa a la reunión del Consejo Europeo que se llevará adelante los próximos 14 y 15 de diciembre, donde esa cuestión estará en el centro de las discusiones, el húngaro dejó bien en claro que su posición desde el punto de vista legal “no es exactamente un veto”, pero que “digamos que no contribuyo a tomar lo que me parece que es una mala decisión”.
La imagen de Orbán y Zelenski sentados en el mismo lugar llamó la atención de todo el mundo, especialmente de Europa, que no entiende muy bien aún a qué responde esta situación. Ambos se cruzaron y entablaron un breve diálogo, aunque no se sabe muy bien qué se dijeron. En octubre pasado, Viktor Orbán se reunió con Vladímir Putin, marcando un hito al convertirse en el primer líder de un país miembro de la Unión Europea en sostener un encuentro cara a cara con el presidente ruso desde el inicio de la invasión a Ucrania en febrero de 2022. Este encuentro tuvo lugar en Beijing, en el contexto de un foro internacional centrado en la Franja y la Ruta, una de las iniciativas destacadas del presidente chino, Xi Jinping, lo que también habla a las claras de cuáles son los intereses geopolíticos del húngaro. “Hungría nunca quiso confrontar a Rusia, Hungría siempre ha estado ansiosa por ampliar los contactos”, dijo Orbán a Putin allí, frente a las cámaras.
Orbán es uno más de una larga lista de autócratas que actualmente gobiernan amparados dentro de lo que se considera el “ultranacionalismo” o el “populismo de ultraderecha” que tienen en Putin a su principal figura. Será difícil, entonces, lograr un “alineamiento total” con los intereses de la Casa Blanca, que hace hoy de la lucha contra el cambio climático el impulso de la Agenda 2030 y de la defensa de los derechos de las comunidades LGBITQ+ una de sus principales banderas. Hoy, Estados Unidos no se encuentra enfrascado en ninguna lucha contra un comunismo inexistente, sino que es el principal abanderado de las causas progresistas liberales, en contraposición a las democracias iliberales o regímenes autocráticos que representan la Rusia de Putin y la Hungría de Orbán.
En la misma línea antiliberal, el enfrentamiento entre el primer ministro húngaro Viktor Orbán y el magnate y filántropo George Soros ha sido un tema central en la política europea. Orbán, en el poder desde 2010, ha protagonizado un conflicto con Soros sobre cuestiones clave como la inmigración y la democracia. En 2017, el gobierno de Orbán aprobó una ley que afectaba directamente a la Universidad Centroeuropea (CEU), fundada por Soros, imponiendo restricciones a las instituciones educativas extranjeras en Hungría. Este acto se interpretó como un intento de limitar la influencia de Soros. Además, Orbán ha utilizado retórica anti-Soros en sus campañas políticas, retratándolo como un antagonista que socava la soberanía húngara al promover políticas más liberales y proinmigración. La postura de Orbán contra la inmigración ha sido una parte fundamental de su agenda, mientras que críticos argumentan que sus políticas, incluido el enfrentamiento con Soros, han debilitado las instituciones democráticas y erosionado los principios de la Unión Europea. La relación compleja entre Orbán y Soros refleja diferencias fundamentales en sus visiones sobre el futuro de Hungría y la Unión Europea, generando opiniones diversas entre la población y actores políticos.
En el complejo mundo de hoy, no hay obligación de elegir entre ninguno de los principales polos de poder, es decir, nadie exige que se opte por Estados Unidos o por la República Popular China, esa no es la discusión ni el punto central de la discusión actual. Orbán, con su postura pragmática hacia Rusia, se erige como un representante de una corriente que desafía las políticas tradicionales de la Unión Europea. Este choque de perspectivas, ilustrado también en el enfrentamiento con Soros, destaca las divergencias fundamentales sobre la dirección política y social de Europa.
En un mundo donde las democracias liberales confrontan frente a la emergencia cada vez mayor de regímenes autocráticos, antiliberales y populistas, optar entre Orbán y Zelenski, o lo que es lo mismo, entre Putin y el Occidente liberal, se convierte en un reflejo de una dicotomía mucho mayor que define la dimensión real del pulso geopolítico actual: ¿respaldar visiones autocráticas o defender los principios democráticos y los derechos humanos? No se puede con los dos y esa elección definirá en gran medida el futuro de la política internacional.
*Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta / Imagen de portada: REUTERS.
