Un golazo en Argüello, fulbito y arte
El domingo pasado, en el predio “Aldeas Infantiles” de barrio Argüello Lourdes, se desarrolló una jornada de fútbol y pintura que congregó a infancias y adolescencias futboleras, profesionales de la salud y artistas. Esta iniciativa fue organizada por Roma -muralista y psicóloga- y el colectivo Hacé Pintar. En esta nota, reflexionamos sobre el fútbol como un lugar para resguardarse, compartir y, sobre todo, disfrutar.
Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta
Estuvo lloviendo un poco y, en las canchitas de Aldeas Infantiles (organización dedicada a brindar cuidado y un contexto seguro, afectivo y protector a niñxs y adolescentes que han perdido el cuidado de la familia de origen), aún perduran algunos charcos de barro. La pelota está desinflada, nos dice uno de los chicos, pero nada impide que comience el picadito. Se escucha Rodrigo, suena “La mano de Dios” y a más de unx el cuerpo se le mueve solo. Sobre el fondo, un muro grande ya tiene colores y algunas palabras. Personas grandes y chiquitas ponen más colores y toda la intención que encierra la alegría de hacer con otrxs.
“El fútbol sanó algo que no rompió”, se alcanza a leer con el reconocible estilo de Hacé Pintar, el colectivo que integra Roma.
Con Roma, nos conocemos hace un tiempo, por sus pinturas y el trabajo comunitario que viene realizando en Argüello, desde y con el arte. Roma es pintora de grandes obras y de papeles chiquitos. Roma también es psicóloga. “Vengo de una familia muy futbolera. Creo que el arte se trata de ir navegando por las preguntas que a una la recorren. Una de mis preguntas sobre mi infancia es por qué yo no jugué al fútbol viniendo de una familia tan futbolera. Entonces, hay una revancha en pintar en una cancha y también algo del orden de lo subjetivo y lo reparador”, nos explica la artista que co-creó hace unos cuantos años el colectivo Hacé Pintar.
Hacé Pintar es un colectivo interdisciplinario, artístico y feminista de muralismo comunitario. Desarrollan proyectos socioculturales, intervenciones y murales en territorio, con la intención de democratizar el acceso a las prácticas culturales, trabajando desde una perspectiva de derechos. “En Hacé Pintar, nos interesa el arte como fenómeno social. La relación entre el ambiente donde convive el mural, el contexto y su gente. Nos proponemos, por eso, conocer distintas comunidades, abriendo espacios de arte con técnicas lúdicas tomadas del arte urbano y la educación popular para dialogar sobre lo que deseen pintar. Nos implicamos en esta búsqueda como una forma de transformar la realidad, respetando la diversidad de subjetividades”, nos comparten.
Los murales realizados en colectivo son expresiones culturales participativas y construidas por los miembros de cada comunidad. Narran deseos, necesidades. Reflejan sus procesos reflexivos, cómo se piensan, cómo se construyen desde el hacer compartido. Facilitan la apropiación del espacio público que se transita en el cotidiano.
Un golazo en Argüello se llama este proyecto que llegó a su etapa final el domingo, pero que comenzó hace unas cuantas semanas. Dirigido por Roma y Hacé Pintar, el mural de más de 100 metros fue fruto del trabajo en equipo de niñxs y adolescentes que juegan al fútbol en la Escuela Unión Autódromo y el Club América Unida. Todo sucedió en las canchitas de Aldeas Infantiles, donde desarrollan los entrenamientos durante todo el año.
Tuvieron tres encuentros previos con las infancias en los que, a través del juego y la palabra, fueron tramando el mural y el sentido colectivo impreso en el mismo. En estos talleres de reflexión, sensibilización y pensamiento creativo, aparecieron las imágenes y las frases presentes en el muro con la idea de homenajear a lxs ídolxs de nuestro fútbol. También contaron con la participación de las pibas de Abriendo la Cancha, que aportaron una mirada sobre este deporte y su historia con perspectiva de género.
Durante todos los encuentros, la palabra tuvo un lugar muy importante. La palabra que narra, que relata historias, deseos, valores compartidos. La palabra como bálsamo o refugio ante la vulnerabilidad.
“La construcción de relatos es una de las herencias simbólicas y culturales más importantes del fútbol: el partido debe ser relatado y acompañado con una voz que nos transmite el sentimiento de lo que está sucediendo en la cancha. A través de esas voces apasionadas, conectamos con el juego, con la potencia y el valor de lo que ocurre en el deporte. Nos proponemos utilizar esta potencia para reflexionar y crear nuestros propios relatos. Las personas construimos historias desde siempre, narrarnos es apropiarnos de nuestra palabra y nuestro destino”, afirma Roma.
El fútbol es refugio, es hogar, familia. A través del arte, pudieron simbolizar esos valores, sus historias y compartir cómo, en muchos casos, el fútbol sanó dolores profundos.
Nati lleva una remera que dice “Abuela Futbolera” y, mientras conversamos, me cuenta que ella coordina la Escuelita Unión Autódromo, que congrega a más de 120 pibes desde los 4 años, todos los martes y jueves. Los sábados son los partidos, “un clásico”, dicen algunas de las madres que acompañan. Esta abuela futbolera afirma que empezaron con la escuela con la idea de proponer una alternativa ante el consumo problemático de sustancias, entre otras de las preocupaciones que les atraviesan en el barrio.
“Cada vez nos invade más el tema droga y el alcohol, por eso empezamos con la escuela. Acá es zona roja y, con el fútbol, los contenés, los contenés mucho”, cuenta Nati. “Esto los resguarda mucho. Cuando vienen, pasan esas dos horas pendientes del fútbol y no están perdiendo el tiempo en otra cosa. Se les inculca que la porquería que estamos viviendo no es para ellos y que el fútbol es una buena salida, que pueden ser mejores. Esto es algo importante para ellos y se lo toman muy en serio”, agrega Ale, que acompaña a Nati en la organización de la escuelita.
Lía es una de las jugadoras federadas en la Liga Cordobesa, del Club América Unida. No duda en decir que el fútbol es su día a día, es parte de su cotidianidad, a pesar de que por mucho tiempo lo miró de afuera de la cancha. “Siempre tuve la pica de jugar, siempre quise. De chica, jugué con mis hermanos, pero nunca me animé a jugar en un equipo. Desde que arrancó el club, fui de las primeras que fue a los entrenamientos”, recuerda y agrega que una de sus referentas en el deporte es La Pepa Romina Gómez, que juega en River en la actualidad.
“Me gusta que, poco a poco, se están rompiendo las barreras, que las mujeres estemos resaltando. Hace falta más mujeres en la cancha, siempre, siempre son bienvenidas. Hay muchas chicas a las que les gustaría y no se animan por el ‘qué dirán’. Yo les digo que se animen, que prueben. Que el día que vengan y pisen la cancha van a ver que valió la pena. No importa lo de afuera”, dice con contundencia Lía.
El mural fue excusa para compartir experiencias, narrar subjetividades, problematizar realidades. “El fútbol es la vida, el motor de mi corazón”, expresa Nico, uno de los pintores futboleros más pequeños, y no importa el barro ni la pelota un poco desinflada que me mostraron al llegar. Ya comenzó el picadito en la canchita de las Aldeas.
*Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta / Imagen de portada: Ana Medero para La tinta.