«Nuestro sueño es una vida digna en el Rif»
La psicóloga y activista de derechos humanos, Salua El Omari, habla sobre el movimiento social conocido como Hirak que, en 2016, hizo temblar las estructuras del poder represivo de la monarquía marroquí.
Por Leandro Albani para La tinta
Los últimos minutos de vida de Mohsen Fikri podrían haber sido los párrafos finales de un relato de horror salido de la pluma de Stephen King. Fikri, de 31 años, fue triturado dentro de un camión de basura en la ciudad de Alhucemas. Aunque ese final puede remitir a una ficción del espeluznante escritor estadounidense, fue una realidad que desató una de las protestas más fuertes que se vivieron en los últimos años en ese territorio controlado por Marruecos. La muerte de Fikri, un vendedor de pescado al que la policía le confiscó la mercadería que ofrecía y la arrojó al camión que le robó su vida, desató el gran movimiento social conocido como Hirak. Era octubre de 2016 y la larga historia del pueblo rifeño volvió a ser noticia después de mucho tiempo.
Por esos días (que se transformaron en meses), la colorida bandera amazigh se alcanzaba a ver por las cadenas de noticias internacionales. También se distinguía el estandarte rojo y blanco de la República del Rif, prohibido por el Estado marroquí. La muchedumbre que hacía flamear esas banderas estaba compuesta principalmente por jóvenes. Estaban cansados de la represión de la monarquía de Marruecos, de la falta de oportunidades para sus vidas y no querían seguir el camino de sus padres, madres, abuelos y abuelas: cruzar, de cualquier forma, hacia una Europa que siempre les recibió con desconfianza.
Desde España, Salua El Omari se sumó a las actividades para respaldar el movimiento de protesta que se conoció como Hirak. La joven rifeña denunció desde las tribunas que se abrían la represión desatada por Mohamed VI. Por eso, decidió fundar la asociación sociocultural rifeña-andaluza Rala Buya. Cuando llegó a España a los 14 años, la vida de Salua se acopló a los nuevos ritmos a los que sus padres arribaron en busca de trabajo y un futuro mejor. Recibida de la carrera de Psicología en la Universidad de Almería, desde que conoció el Hirak, El Omari se considera una activista en defensa de los derechos de su pueblo.
La historia y las reflexiones de Salua, que comparte con La tinta, permiten rearmar los días de furia de un movimiento social espontáneo que agrietó el férreo sistema marroquí de opresión y explotación. Sus palabras ahora también flamean como las banderas amazigh que hicieron temblar al Majzén durante varios meses.
De las tribus al colonialismo
El Rif es una región montañosa del noreste de África, con lengua –el tarifit, el rifeño-, historia y cultura propias. Antes del colonialismo árabe y español, dominaba un sistema con democracia tribal, un sistema político anárquico, con espacios de poder colectivo, donde los problemas se resolvían en una asamblea sin una estructura estatal, sin cárceles ni verdugos. Es una región donde se practicaba una economía de supervivencia y de autogestión basada en la agricultura, la ganadería, la artesanía, el comercio y la pesca.
El pueblo rifeño, siempre de carácter libre, luchó y sigue luchando desde el colonialismo español hasta el colonialismo actual árabe. En el Rif, siempre hubo grandes movilizaciones: desde las revueltas de 1958 y 1959, 1984 y 1987, y 2011, hasta las revueltas del Hirak, finalmente, en 2016.
El Hirak es un movimiento social que surgió de forma espontánea a finales de 2016, después del asesinato de Mohsen Fikri, vendedor de pescado de 31 años, en la ciudad de Alhucemas, en el Rif. La policía le había confiscado su mercancía y, al intentar recuperarla, fue triturado dentro de un camión de basura. Esto movilizó a la juventud de una región con una larga historia de conflictos con el régimen marroquí.
La impotencia, la ira, la rabia y el sentimiento de injusticia hizo al pueblo perder el miedo y reclamar la justicia tomando las calles casi a diario. Surgieron así, de forma espontánea, manifestaciones multitudinarias y simultáneas en varias regiones del Rif. Así fue cómo nació el Hirak, un movimiento auto-organizado.
La voz del pueblo
Viví en el Rif durante 14 años. Mi infancia y adolescencia fueron en el Rif, y siempre fui consciente de mi identidad como amazigh y como rifeña. Crecí con unos padres revolucionarios, que me inculcaron el sentido de la lucha por los derechos y por la libertad. Mis padres, como muchos otros rifeños, se vieron obligados a emigrar a Europa después de muchos intentos frustrados de una vida digna en el Rif.
Cuando empezó el Hirak, como rifeña en España, comencé siendo una simple simpatizante y seguidora en redes sociales de las manifestaciones y de las demandas de los y las activistas. Pero todo cambió en 2017, con la fuerte represión de la policía política a todos los rifeños y rifeñas. Desde la impotencia, empecé a organizar charlas, jornadas y conferencias en toda España para visualizar la situación tan inhumana e injusta que vivía el Rif. Teniendo en cuenta el silencio de los medios de comunicación en Europa, nos vimos obligados como activistas en el extranjero a dar voz a nuestro pueblo y mostrar la verdadera cara del Estado marroquí. Hoy en día, nuestra voz llegó hasta el Parlamento Europeo, consiguiendo, por fin, con el voto de la mayoría de los eurodiputados, considerar a Marruecos como país no seguro.
La juventud rifeña fue el motor del movimiento y sigue siendo el motor de la mayoría de las revueltas en el Rif. Aparte de ser la categoría más afectada a nivel social, político y económico, es también el grupo que cuenta con más fuerza y ambición para la lucha. La juventud rifeña tenía grandes esperanzas en un cambio. Un cambio que haga real el sueño de una vida digna en el Rif.
El Majzén reprime
La respuesta por parte del Majzén marroquí ante las protestas populares en el Rif siempre es la represión. A eso, hay que sumar la brutalidad policial y la irracionalidad. Menores y personas de avanzada edad son también objeto de detención.
Según la AMDH (Asociación Marroquí de Derechos Humanos), el número de personas detenidas y perseguidas por su participación en el Hirak, sólo en 2017, fue superior a 1.020 y decenas de ellas fueron condenadas, entre ellos, 158 menores de edad. El proceso llevado a cabo contra el movimiento del pueblo del Rif refleja claramente la realidad autoritaria del régimen marroquí y la violación continuada de los derechos humanos.
Los presos políticos rifeños que siguen en las prisiones del régimen marroquí, desde 2017, son: Nasser Zefzafi, Mouhamed Ahamjiq y Samir Ighid, con condenas de 20 años. Además, están Mouhamed Jaloul y Zakaria Adahchor, con condena de 15 años respectivamente. Y Mouhamed Jaloul, condenado a 10 años de cárcel. Todos están en la prisión de Tánger 2.
Además de que el régimen sigue “secuestrando” y encarcelando a los activistas que viven y residen en el Rif, ahora encarcela a los activistas rifeños que residen en Europa una vez que llegan a los aeropuertos del Rif. En julio pasado, fue arrestado Zouhir Inaissa, activista rifeño residente en España, cuando estaba en el aeropuerto. Después, lo condenaron a dos años de prisión firme. En septiembre pasado, también detuvieron al activista rifeño Izddine Aoulad Khali Ali en el aeropuerto de Alhucemas. Él sigue a la espera de su juicio hasta el momento. En febrero de este año, el activista rifeño Ahmed Elbortkiz, residente en Holanda, fue retenido y ahora se encuentra a la espera de juicio.
La realidad rifeña
El contexto socioeconómico en el Rif era, y es, de una precariedad importante. La liquidación de la actividad de la pesca, la ausencia total del sector industrial y la nula inversión en las infraestructuras con impacto en el turismo no dejan otra opción a la población que depender de las divisas de sus familiares en la diáspora migratoria y del contrabando tolerado con las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla.
El pueblo rifeño está invadido por un gran sentimiento de desconfianza hacia todas las organizaciones políticas y sindicales, ya que nunca fueron capaces de hacer de intermediarios para encauzar su malestar.
En la actualidad, la situación del Rif se resume en una palabra: “militarización” total de la zona. Con la militarización, nos referimos a varios hechos nuevos. Por ejemplo, el verano pasado, el régimen marroquí construyó dos nuevas zonas militares en el Rif, una en el oriente, en la zona de Guersif, y otra en el Rif central, en Alhucemas. La primera es para el control terrestre y la segunda para el control marítimo. Son nuevas bases militares que se añaden a las ya existentes en la región.
Por otra parte, desde mayo de 2017, en las zonas rifeñas de Nador, Driouach y Alhucemas, que forman el Rif central, está prohibida la organización de manifestaciones. A esto, se añade la gran represión y control de los y las rifeñas en las redes sociales. De esta manera, se silencia y amenaza a cualquier persona rifeña que publique en su perfil de redes sociales. El ex preso, rifeño y activista, Rabie Ablaq, tras salir de la cárcel al cumplir su condena, fue sentenciado de nuevo a cuatro años de prisión firme por una publicación en Facebook.
En resumen, los rifeños y las rifeñas, al día de hoy, no tienen ninguna válvula de escape. Debido a la política de desplazamiento aplicada por el régimen marroquí, se encuentran con una única salida y es la de jugarse sus vidas en el Alborán, con la esperanza de llegar en las pateras a Europa para alcanzar un refugio seguro. Sólo desde 2017 hasta la actualidad, han llegado más de 22.630 rifeños y rifeñas, incluidas unidades familiares con menores a cargo.
*Por Leandro Albani para La tinta / Foto de portada: A/D.