La fantasía al poder

La fantasía al poder
30 septiembre, 2022 por Vir del Mar

Nuestras generaciones han crecido con la gran decepción que dejaron los noventa y el neoliberalismo salvaje. Hoy, pensar en un futuro posible está difícil: el humo inunda una vez más todos los frentes, la salud mental individual y colectiva colapsa en cuadros ansiosos generalizados, y los alquileres nos aplastan los hombros. Ante tanta desazón, quizás podamos aprender algo de la gran sabiduría travesti: la potencia de la fantasía. 

Por Vir del Mar para La tinta

La resaca depresiva que dejaron los noventa, al menos en nuestro país, nos volvió unos seres desconfiados de todo. La felicidad prefabricada a la que quizás accedieron nuestrxs xadres se cayó a pique, el sueño americano se devaluó y nos quedamos perdidxs: la pareja monogámica está en cuestionamiento, la idea de familia se vuelve cada vez más disfuncional, la educación universitaria no garantiza que trabajes de lo que te gusta, lo que te gusta puede que no te dé dinero y, sin dinero -ya sabemos-, en este mundo, no se puede.

La idea de “futuro” existe porque entendemos que el tiempo es una línea progresiva. Hacia atrás está el pasado, en este preciso momento en el que leés esta columna está el presente y hacia adelante está el futuro. Se suponía que con esta regla general consensuada del entendimiento del espacio y el tiempo nuestras sociedades iban a organizar su porvenir. Jeje, acá estamos.

La sensación de ahogo ante la frustración del no futuro es inevitable. La ciencia ficción hizo uso de la distopía para expresar esa misma desazón, o sea, la imaginación de que la sociedad en la que vivimos se aliena cada vez más y termina por romperse todo. La pandemia reciente y los incendios que nos rodean como una nueva efeméride climática parecieran confirmar esas catástrofes destructivas. Como mucho, la luminosidad que se configura en estas historias son pequeñas resistencias que surgen de las cenizas como un fénix glorioso y luego se sostienen con más o menos éxito, un nuevo comienzo.

Eso da paso a su antítesis, la utopía, esa idealización del porvenir donde todo es armonioso. La imagen gráfica es ese dibujo noventoso con personas de distintas poblaciones tomadas de las manos alrededor del mundo, una sociedad en la que los conflictos se solucionan sin violencia, no existe la pobreza y todxs somos felices, apolíticxs y con una moneda devaluada, pero viajando a Miami. Hermoso, ¿no? Pero hoy nos cuesta generar esas imágenes sin juzgar la inocencia detrás del pensamiento. Imagine, We are the world, que canten los niños, que alcen la voz. Bueno, a menos que seas unx chetx cantando Supón, está difícil… ¿Es posible un mundo mejor?

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Futuros en fuga

¡Qué desazón, Vir del Mar! ¡Qué desazón! Si son como yo, a esta altura de la nota, tienen un nudo en el estómago, los ojos llenos de lágrimas y se están rapando la cabeza a lo Britney. Soy dramática, me dice unx amigx, y tiene razón. Pero también soy una esperanzadita que ha aprendido a buscar en el túnel la luz. Y no hablo del mismo túnel que Michetti, este es otro más lindo. En una encuesta muy seria que hice avalada por la Universidad de Instagramchussets, pregunté qué se les venía a la mente con la palabra fantasía. En general, las referencias tienen que ver con el mundo de la animación, es decir, se apegan al género literario o cinematográfico en el que la narrativa cotidiana se ve interrumpida y modificada por la magia y lo extraordinario. Excelente. ¡Vamos por ahí!

La fantasía es esa acción aliada al momento de tener que sobrevivir y surfear la ola. La famosa fuga que nos propone la teoría cuir: salirse de las normas, de las reglas, abrir otros huecos en los que la pluralidad de las existencias tenga una posibilidad. Sobre esto, Vir Cano nos dice que fantasear es “una potencia del pensamiento, un rincón del deseo, con suerte, un desacato de la imaginación e, incluso, una disposición para la acción; en cualquier caso, la esquirla intrépida de otro-mundo”. Si este mundo no nos gusta, ¿por qué no acudir a la fantasía? Así podemos abrir espacios donde haya otros futuribles y futurables, futuros posibles y deseables.

No quiere decir esto que nuestros problemas se van a solucionar ni mucho menos. Pero sí, quizás, nuestras acciones se ordenen de una manera en la que sea posible seguir con el problema, como nos dice la Haraway. Estamos acá, lo que se ve en el horizonte no es muy esperanzador, entonces cómo podemos hacer para que la vivencia del presente no se vuelva una tortura en manos del cóctel ansiedad-depresión. El mientras tanto es material moldeable y de ensueño. Fantasear puede ser peligroso, sí. Pero también un bálsamo. Si no podemos ejercer nuestro derecho a imaginar otras posibilidades, terminamos como nos quieren: adormecidxs, con el pensamiento caduco de que la imaginación está solo al servicio de eso que quiero comprar y no tengo un peso.

Una fantasía debajo del brazo

La sabiduría travesti viene al rescate y no hablo de mí, que estoy bastante pichona, sino de la Berkins. Como siempre digo, si no saben quién es Lohana Berkins, hagan la tarea y vayan a googlear. Si no, ¡miren qué amable que soy!, les dejo esta nota para que se deleiten con su saber.

Hay una biografía que escribe Josefina Fernández, amiga de Lohana, que tiene la maravilla de transcribir algunas entrevistas que recopila de nuestra combatiente de fronteras. Un libro que leí entre lágrimas cuando empecé a transicionar y me dio los futuribles que necesitaba para atravesar el momento de pánico que era asumir esa decisión: se podía ser travesti y vivir, para eso hacía falta tener una fantasía.

Para hablar de la fantasía, Lohana pone de ejemplo la situación extrema de los treinta y tres mineros que quedaron atrapados hace doce años en Chile. Lo hace para pensar cómo, en ese aislamiento accidental y terriblemente hostil, tener una esperanza parecería un delirio, una tontería. Sin embargo, nos dice la Berkins, esa es la forma de sostener la realidad: “La fantasía termina siendo las vértebras que te mantienen, te constituyen como sujeta”. Y aquí retoma lo trava, animarse a correrse del molde en este mundo tiene un costo muy alto para nuestros cuerpos. Ante la agresividad concreta y sistemática que vivimos, transformarse en la propia fantasía es una vía de escape para poder ir más allá del peligro y la fealdad de lo real. Lohana nos susurra que la fantasía es el modo de celebrarnos, es la forma de darle entidad a quienes somos a través de la potencia insumisa de la imaginación y el juego.

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Esto es algo que podemos dejar rebalsar de la copa de lo travesti para que nos chorree en toda la existencia. No como un boludeo, ¿eh? Estamos hablando de cosas serias, de un compromiso con la fantasía, casi un acto de fe al que no estamos habituadxs. Así como lo hicieron las travestis en los carnavales durante tantos años, el único lugar y momento en el que se les permitía ser estos cuerpos amazónicos sobre tacos, brillos y carrozas. Fantasear como un acto de resistencia, una forma de renovar la imaginación política que se nos agota a cada desaliento. Fantasear con nosotrxs mismxs y con lxs otrxs, a ver si, de ese modo, podemos darnos un respiro, ese aire que necesitamos para que el mientras tanto esté un poco más piola. ¿Jugamos?

*Por Vir del Mar para La tinta / Imagen de portada: A/D.

Palabras claves: Columna Trava, Vir del Mar

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