Doulas, guardianas de los nacimientos
El rol de las doulas es fundamental en el acompañamiento a embarazos, partos, puerperios y lactancias. En la Semana del Parto Respetado y tras 18 años de promulgación de una Ley escasamente garantizada, hacemos foco en esa invisible y esencial red de mujeres que acuerpan a otres en sus procesos de gestar, parir y criar.
Por Nadya Scherbovsky y Anabella Antonelli para La tinta
“Parir es la culminación de un proceso fisiológico que se da de manera espontánea, natural y saludablemente en la gran mayoría de casos -explica a La tinta Josefina Agüero, doula y acompañante emocional de las familias en sus procesos de gestar, parir y criar-. El acto de parir se ha ido transformando a través de los años. De ser un proceso natural, familiar, fisiológico, femenino, mamífero, ancestral, íntimo, ha pasado a ser un acto médico, intervenido, medicalizado, asistido, frío, roto, solitario dentro de una multitud de ojos que observan, hacen y tocan. Parir ha pasado a ser también político”.
En el año 2004, se sancionó en Argentina la Ley 25.929 de Parto Humanizado. Reglamentada en 2015, establece los derechos de las personas gestantes, les recién nacides y sus familias al momento del trabajo de parto, parto y post parto. Se especifica que deben respetarse, en este proceso vital, las particularidades culturales de cada familia, acompañando su toma de decisiones de forma segura e informada, recibiendo atención y cuidados sin discriminación. Un parto respetado implica generar un espacio en el que la persona gestante y le recién nacide sean les protagonistas, y el nacimiento se desarrolle respetando los tiempos biológicos y fisiológicos.
La normativa es contundente, pero sus interpretaciones son variadas y de escasa aplicación, agravándose, según relatos de personas gestantes, en sectores más empobrecidos. No existe un organismo que realice monitoreo ni indicadores claros para medir su cumplimiento.
Según el Registro Civil de la provincia de Córdoba, en el año 2021, nacieron 43.577 niñes. El Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA) analizó los datos y señaló que la cantidad de nacimientos disminuye un 50% los fines de semana y feriados. En números absolutos, esos días de la semana nacieron en promedio 72 bebés por día, contra los 143 diarios reportados de lunes a viernes. El lunes fue el día de la semana con mayor cantidad de partos, con un promedio de 151 nacimientos por día. Además, el informe indica que la gran mayoría de los nacimientos se producen de lunes a viernes y en horario “de oficina”, es decir, de las 8 y las 12, con un pico significativo a las 9 de la mañana. Estas diferencias pueden atribuirse a una excesiva cantidad de partos inducidos y cesáreas, impulsadas por el sistema médico. Mientras que la Organización Mundial de la Salud recomienda que la proporción de cesárea sea entre el 10% y el 15%, se estima, sin datos oficiales, que, para Argentina, ese valor estaría en niveles cercanos al 45%.
Escuchamos cientos de relatos que demuestran que el espíritu de la Ley está lejos de garantizarse, fracasando en el resguardo de los derechos de las personas gestantes, niñes y sus familias, salvo contadas excepciones. La institución médica sigue ostentando un fuerte protagonismo sobre las decisiones del nacimiento, accionando sin consentimiento ni brindando la suficiente información sobre intervenciones médicas. En numerosos espacios de salud se violan puntos específicos de la normativa, como el acompañamiento durante el proceso de preparto, parto y post parto, la posibilidad de elegir la posición más cómoda para parir o decisiones sobre la lactancia. Invisibilizada, pero no invisible para quienes la sufren, la violencia obstétrica es una práctica habitual.
“El proceso parto-nacimiento-puerperio en respeto y compañía no deberían ser una excepción en el sistema de salud, sino un realidad no excluyente en función de la accesibilidad económica de cada mujer”, refiere Inés Domínguez Cuaglia, mamá de Carmela -de seis años- y redactora en La tinta. Desde su experiencia, explica que cursar un embarazo y los posteriores procesos fisiológicos y emocionales “nos pone en una posición de desigualdad, que podremos navegar de manera más o menos airosa o traumática según los recursos con los que contemos”, agrega.
Es fundamental el rol de mujeres preparadas para garantizar derechos durante el parto en instituciones donde, en general, se vulneran, dispuestas a poner un oído atento, brindar información y acompañar. “En mi experiencia personal, fue fundamental la presencia de otras mujeres que, además de facilitar información y cuidados médicos, facilitaron sostén emocional y compañía -sigue Inés-. La imagen de una mujer acompañando a otra se vuelve vital e irremplazable, y después, en los vaivenes y oscuridades y soledades profundas y puérperas, de nuevo la doula está ahí presente en las sutilezas casi indecibles”.
Doulas: acompañar partos amorosos
Las doulas acompañan afectivamente en el proceso de maternidad a otra mujer. Desde 2009, Josefina se dedica a esta tarea que “implica una pasión desmesurada por los nacimientos amorosos, sagrados y únicos. Somos guardianas del nacimiento”, expresa.
—¿Cuáles son las tareas de una doula?
—Trabajamos para que las madres puedan vivir la experiencia de traer unx hijx al mundo de la manera más respetuosa posible. Cuidamos su intimidad, sus necesidades, sus deseos, sus temores, su cuerpo desnudo ante tanta frialdad y apuro. Buscamos que parir vuelva a tener el espacio que siempre tuvo: cuidado, íntimo, mamífero, femenino, ancestral”.
Ser doula es ser una mujer-camaleón. Nos adaptamos a cualquier circunstancia sin perder el eje jamás. El parto es de la mujer que acompañamos, estamos ahí para apoyarla, animarla, calmarla, darle calor, intimidad, seguridad, confianza, ánimos, empatía. Sostenemos la mirada, la mano, la presencia. No soltamos. Estamos ahí, presentes, incondicionalmente. Sin importar si es feriado, de noche, si llueve, si hace frío. Si es una cesárea o un parto. Si el plan cambió. Si las circunstancias se ponen difíciles. Estamos ahí. Invisibles, pero presentes. Acompañamos el proceso físico y emocional de la mujer, y de sus acompañantes, cuando hay pareja e hijxs.
—¿Cuál creés que es la importancia de parir de una forma diferente a la institucional?
—En Argentina, lamentablemente, las mujeres no tenemos grandes opciones. Existe el parto domiciliario o el parto institucional. No hay espacios intermedios (maternidades, casa de partos). Ni tampoco cobertura social y económica para el parto domiciliario. Lo cual es un real inconveniente porque no es accesible para todas las personas y porque eso implica que a veces se opte por el parto domiciliario sin planificación ni profesionales. Hay muchas familias que no sienten seguridad en un parto institucional, por la cantidad de intervenciones innecesarias que se realizan, que no dejan de ser otra cosa que violencia obstétrica. Que casi nadie se atreve a nombrar así porque suena “fuerte”. Pero sí, cualquier intervención realizada a la mujer sin su consentimiento ni razón médica es violencia obstétrica. Por estos motivos principalmente, o por profundo deseo, muchas familias eligen parir fuera del sistema. Con asistencia profesional en el hogar o sin ella. Las doulas acompañamos la decisión/deseo de la familia, pero capaz podemos ofrecer ese canal que une el hogar con la institución. Conocemos los protocolos, los espacios, las opciones. Somos, junto a la pareja, ese pedacito de hogar que trasladamos al hospital o la clínica. Ofrecemos ese acompañamiento continuo que hace que no se interrumpa tanto el proceso en el traslado en pleno trabajo de parto. Intentamos transformar la sala de parto en un lugar cálido y amigable para dar a luz.
—¿Qué opinión te merece que exista una Ley de Parto Respetado? ¿Se experimentaron cambios desde que existe la normativa?
—Desde el momento que se tuvo que hacer una ley para que se respete un proceso natural, significa que las cosas andaban muy mal. No tendría que haber una ley, tendría que ser una obviedad. Una manera de trabajar unificada por los agentes de salud. De todas maneras, ni los profesionales ni los protocolos institucionales se han adecuado a las nuevas normativas. No se toman en serio la ley. Los ofende si la nombramos, si pedimos que se respeten nuestros derechos. No reciben ni firman nuestros planes de nacimiento. No ofrecen garantías de cumplimiento. No se termina de entender qué necesitan las mujeres a la hora de parir y los bebés al nacer. Es mucho más simple lo que necesitamos.
Antes que intentar aplicar una ley que no se comprende, deberíamos exigir que los profesionales se actualicen. Que lean. Que estudien lo que la universidad no les enseñó. Que se dediquen a aprender lo que la parturienta puede mostrarles que es un parto sin interferir. Que aprendan de fisiología y la emocionalidad de las personas gestantes y sus bebés. Si se comprendiera profundamente cómo es el proceso natural, que es simple, solo implica tiempo personal y único, si se diera real magnitud de lo que implica hacer una intervención innecesaria, si se entendiera que una intervención innecesaria conlleva gastos médicos, tecnológicos, farmacéuticos e implica una cascada de intervenciones por ya haber intervenido, y además un impacto físico y emocional para quien lo recibe. Si tan solo se entendiera lo simple, no nos complejizaríamos tanto. Los nacimientos serían más personales, familiares, únicos. No existiría una ley que lo solicitara. No significa que no deban existir maniobras, medicamentos, cirugías, intervenciones médicas. Sino que solo deberían estar relegadas a lo patológico, a la real necesidad.
—La pandemia atravesó los cuerpos y la salud de forma radical. ¿Cómo viviste esto en el proceso de acompañamiento de embarazo y parto?
—La pandemia hizo que los nacimientos se transformen aún más en eventos médicos. Las salas de partos se convirtieron en laboratorios estériles. Las doulas no pudimos seguir participando aportando una luz cálida. Las parejas se tuvieron que mantener al margen de su propio rol, temerosas de no poder participar de un evento único. No se permitieron los ingresos al quirófano en casos de cesáreas. Se apartaron los afectos. Respirar se hizo complejo entre tanto barbijo. ¡Ver la cara de quien asiste se transformó en un privilegio y un riesgo! Más soledades. Más miedos. Más distancias. Menos contacto. Menos humanidad.
La pandemia dejó muchos vacíos. Muchas conquistas de tierras anheladas se transformaron en tierras sin interés, desiertas y sin valor. Será un duro trabajo volver a conquistar las salas de parto, con amor y humanidad.
*Por Nadya Scherbovsky y Anabella Antonelli para La tinta / Imagen de portada: Natalia Roca.