Nueva protesta multitudinaria contra Jair Bolsonaro en todo Brasil
Según los organizadores, las manifestaciones se replicaron en 300 ciudades del país y participaron 600.000 personas, demostrando un rechazo pleno a las políticas oficiales.
Por Darío Pignotti para Página/12
Como en la resistencia contra la dictadura. Una decena de partidos junto a sindicatos y movimientos sociales participaron este sábado en las movilizaciones que tuvieron como consigna dominante “Fuera Bolsonaro”, sumadas a otras sobre la crisis socioeconómica y la corrupción.
Amplio respaldo
Un dato: esta jornada de lucha también logró el respaldo (aunque no participaron en la organización) de agrupaciones conservadoras que habían guardado distancia de las concentraciones realizadas desde fines de mayo por el campo democrático-popular.
Para algunos, lo ocurrido en el centro paulistano y en cerca de 300 ciudades, en las que hubo alrededor de 600.000 personas según la Central de Movimientos Populares (CMP), es comparable a las marchas unitarias, abarcando un amplio espectro político, que, en 1984, exigieron a la dictadura la realización de “Elecciones Directas Ya”.
Hace 37 años, el país estaba bajo la fusta del general Joao Bapitista Figueiredo (presumía de ser buen jinete), un dictador que gustaba más del olor de los caballos que del aroma del pueblo (así lo dijo), por quien Jair Bolsonaro suele expresar sus “saudades”.
“Lindo acto en la Avenida Paulista con más fuerzas políticas, entidades sindicales y sociedad civil. La ampliación de la unidad de estas fuerzas se va construyendo con el objetivo común de sacar a Bolsonaro”, resumió Gleisi Hoffmann, la presidenta del Partido de los Trabajadores (PT).
Según Augusto Bomfim, de la CMP, “quisimos que en estas marchas haya lugar para todas las banderas y además estamos consiguiendo más participación de la población de la periferia”.
A su turno, Djalma Bom, militante del PT que, en 1980, fue preso junto a su compañero y líder metalúrgico Luiz Inácio Lula da Silva, señaló: “Vinimos a llenar de gente la Avenida Paulista para sacar a estos fascistas que están oprimiendo a la gente. En 1984, peleábamos para sacar a los milicos. En 2021, tenemos otra coyuntura: ahora venimos a defender la democracia. Bolsonaro y el ejército tienen ADN golpista, siempre van a querer dar un golpe”.
El 7 de setiembre pasado, día de la independencia, Bolsonaro reunió unas 125.000 personas en San Pablo, lejos del millón que había prometido a lo largo de semanas de agitación y propaganda a favor de un connato de golpe. El intento fracasó. Por ahora.
Este sábado, San Pablo fue escenario de la concentración más concurrida del país, con una caravana de grandes camiones dotados de parlantes, desde donde los dirigentes pronunciaron sus discursos ante decenas de miles de personas.
El público era heterogéneo: militantes de partidos de izquierda y democráticos, activistas del Movimiento de los Sin Techo, agrupaciones ligadas a la causa LGBT+ y trabajadores sindicalizados. Estas tribus, con sus banderas predominantemente rojas, acompañaban los discursos, mientras otros ciudadanos sin filiación partidaria circulaban por la avenida sin detenerse ante los oradores y, a veces, haciendo comentarios jocosos sobre los muñecos dedicados a parodiar al presidente.
Uno de los principales oradores fue Fernando Haddad, candidato presidencial en 2018 por el PT, cuando Lula no pudo presentarse debido a una conjura múltiple: por una lado, la judicial, a través de las condenas forzadas en la causa Lava Jato, a las que se alió la presión del ejército para impedir la libertad del petista mientras se encolumnaba tras la candidatura de Bolsonaro.
“Estamos aquí en la Paulista dando una respuesta al 7 de setiembre, cuando esta avenida fue ocupada por bolsonaristas; ahora nosotros resolvimos doblar la apuesta. Cada vez que Bolsonaro nos amenace, nosotros vamos a doblar la apuesta por la democracia”, prometió Haddad.
En su discurso, el líder del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST), Guilherme Boulos, puso el acento en lo social. “El Brasil real es el que está haciendo cola (en carnicerías y frigoríficos) esperando por un hueso. El Brasil real está sufriendo con el genocidio, el desempleo y el hambre”, dijo Boulos, del Partido Socialismo y Libertad (PSOL).
Un muñeco inflable de diez metros de altura caricaturizaba al presidente de ultraderecha con comillos a lo Drácula, a pocos metros de donde hablaron Haddad y Boulos. En una mano, la parodia de Bolsonaro llevaba una caja de medicamentos marca “Cloropropina”, apócope de hidroxicloroquina, la droga que él recomendó contra el coronavirus sabiendo que no combate esa dolencia, y “propina”, palabra que en el lenguaje popular significa “coima”.
Desde los drones que sobrevolaron la avenida, se veían decenas de globos grandes de la Central Única de los Trabajadores (CUT). Abajo, sobre el asfalto, había jóvenes saltando como en la tribuna de una cancha de fútbol, coreando consignas contra la Policía Militar paulista, en cuyas filas militan elementos bolsonaristas, tal como ocurre en las fuerzas de seguridad de varios estados brasileños.
La concentración paulista comenzó por la tarde cuando finalizaba la de Río de Janeiro, donde miles de personas recorrieron el centro detrás de pasacalles negros con la consigna “Bolsonaro Genocida”. La Federación Única de Petroleros llevó réplicas de garrafas de gas gigantes, anaranjadas (como los mamelucos de los petroleros) con el precio de 15 reales y la frase: “¿Está cara? La culpa es de Bolsonaro”.
“Mi-cheque”
En Brasilia, hubo expresiones de repudio contra Bolsonaro por su política ante el COVID-19, con carteles que lo tildaron de “Genocida” y reclamaron que haya más “vacunas en el brazo y comida en el plato”. La Comisión Parlamentaria de Investigaciones de la pandemia (CPI) confirmó que el mandatario presionó para demorar la compra de vacunas chinas Coronavac y la estadounidense Pfizer, pese que recibió ofertas por decenas de millones de dosis.
En la Explanada de los Ministerios, en el centro de Brasilia, las críticas al capitán retirado se mezclaron con las ironías dirigidas a su esposa, Michelle, envuelta en un escándalo de tráfico de influencias en el banco estatal Caixa Económica, destapado el viernes pasado. A pesar de su marketing sobreactuado de mujer evangélica y sumisa, la señora Bolsonaro, al parecer, mueve hilos dentro de la organización mafiosa que opera al amparo del clan familiar, donde participarían también el papá y sus cuatro hijos varones.
Bajo un cielo nublado, estudiantes de la Universidad de Brasilia recorrieron la avenida con cartulinas dedicadas a la primera dama, con el apodo de “Mi-cheque”. Este sobrenombre que junta las palabras Michelle y cheque viene de otro caso turbio ventilado hace años: según documentos oficiales de un organismo dependiente del Ministerio de Economía, la esposa presidencial recibió cheques de un presunto paramilitar contratado para lavar dinero embolsado ilegalmente por la familia.
Bolsonaro llegó al gobierno tras una campaña en la que prometió ceñirse a una moral intransigente, de la que iba a velar su ministro de Justicia, el ex juez Sergio Moro, el responsable del Lava Jato. Pero con el correr de los meses, las evidencias de corrupción se hicieron incontestables mientras Moro adoptaba medidas para encubrir a su jefe. En las marchas en Brasilia, San Pablo y Río de Janeiro, hubo carteles contra la corrupción del gobierno y dólares con la cara del gobernante ilustrando los billetes.
Dentro de un año
Los miles de brasileños que ocuparon las avenidas de las capitales estaduales dan prueba del tamaño del descontento frente a un gobierno con apenas 1.000 días de gestión. Lo que se vio el sábado se repite en las encuestas. Todas indican que Bolsonaro sería derrotado por diez o más puntos por Lula en la primera vuelta de los comicios del año que viene, y en un balotaje la diferencia superaría los 20 puntos.
Estos sondeos indican además que Lula le ganaría en un balotaje a cualquiera de los posibles candidatos de la derecha no fascista, entre ellos, Joao Doria, el gobernador de San Pablo y aspirante por el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), del ex mandatario Fernando Henrique Cardoso.
No es mera coincidencia que el PT y demás organizadores hayan escogido hacer la protesta contra el gobierno el sábado: exactamente a un año del domingo 2 de octubre de 2022, cuando se disputarán las presidenciales.
Fernando Haddad dijo en el centro de San Pablo: “Las elecciones son dentro de un año, pregúntenle al pueblo de la periferia, pregúntenle al pueblo del campo, a los desocupados, pregúntenle a los estudiantes de las escuelas secundarias (votan a partir 16 años) si es posible esperar un año para acabar con esta pesadilla”.
*Por Darío Pignotti para Página/12 / Foto de portada: Guilherme Gandolfi