Baluchistán: la guerra oculta de Pakistán

Baluchistán: la guerra oculta de Pakistán
27 noviembre, 2019 por Tercer Mundo

El pueblo baluche está atrapado entre Pakistán, India e Irán, y atravesado por sus demandas de independencia, la resistencia insurgente y los peligros del integrismo islámico.

Por Guadi Calvo para La tinta

La región pakistaní de Baluchistán, una de las cuatro provincias del país, está ubicada en la parte suroeste y, dada su posición geográfica, es esencial para comprender y articular no solo los grandes trazos de las políticas regionales, particularmente, India e Irán, sino también es fundamental en el equilibrio de las tres grandes potencias mundiales: China, Rusia y Estados Unidos, junto a sus socios menores de la Unión Europea (UE).

Desde la partición de la India, con la proclamación del Estado pakistaní, uno de los principales objetivos fue la conformación de una identidad nacional, cuestión altamente difícil por la presencia de multitud de tribus que responden a etnias cultural y lingüísticamente muy diferentes. A esa construcción artificial de un país compuesto por diferentes comunidades, a las que solo las une el Islam, se refiere el término Pakistán, que significa “País de los puros”. Este proceso identitario fue realizado con los aportes de dos grandes poblaciones: la del Punjab, la mayor del país, y con la llegada de los mohajirs, inmigrantes musulmanes provenientes de todos los rincones de India, en detrimento del resto de pastunes, cachemires y baluches.

Por eso, Baluchistán era esencial para esa conformación dada sus extensas fronteras con Irán y Afganistán, sus 1.000 kilómetros de costas sobre el mar Arábigo, que le da acceso al estratégico estrecho de Ormuz, punto propicio para que China encare la construcción del puerto de la ciudad de Gwadar, un punto clave para la concreción del mega proyecto comercial chino que se conoce como la “Nueva Ruta de la Seda”, lo que ha redundado en importantísima inversión de Beijing; además, Gwadar es una de las perlas del ambicioso plan estratégico chino conocido como el “Collar de Perlas” que, junto a otros enclaves a lo largo de la costa del océano Indico, pretende cercar a India, un importante rival comercial y militar tanto para China como para Pakistán.

Como si todo esto fuera poco, Baluchistán (provincia más extensa del actual Pakistán con 44 por ciento del territorio, lo que, prácticamente, equivale al tamaño de Francia) posee grandes yacimientos de gas, petróleo, cobre, oro y otros minerales, que cubren el 40 por ciento de las necesidades energéticas de todo el país. De ese total, Baluchistán consume un 17 por ciento de la producción y se beneficia con solo el 12 por ciento de lo que genera económicamente, mientras que solo cuatro de los 26 distritos provinciales tienen acceso a la red de gas oficial. Dada su distancia de India, las montañas baluches de Ras Toh fueron elegidas para la instalación de los laboratorios donde se desarrolló el proyecto nuclear pakistaní y donde se probó la bomba atómica el 28 de mayo de 1998.

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En Baluchistán, también se lleva adelante el proyecto de Gwadar, financiado con inversiones procedentes de China. El objetivo final permitirá la creación de una ciudad en pleno desierto, que pasará de 70.000 habitantes a dos millones, en su inmensa mayoría de origen no baluches. Desarrollar estos proyectos en medio de la insurgencia ha llevado a un proceso de creciente militarización.


Los niveles de pobreza de Baluchistán se duplican en comparación al Punjab, la región más rica y poblada. El 56 por ciento de la población carece de acceso al agua potable. Respecto a la educación, el cuadro no es mejor: el gobierno federal impulsa el crecimiento de madrasas (escuelas coránicas) financiadas por grupos integristas, mientras que la red de escuelas públicas laicas es muy pobre. Esta situación obliga a que la mitad de los escolarizados deban ingresar a las madrasas, que sirven como un factor de integración a partir del concepto oficial de que el país se nuclea a partir de la religión.


Entonces, su riqueza hidrocarburífera, su centralidad geoestratégica, su vasta geográfica, sumados a su escaza población (3,6 millones de los casi 190 millones de habitantes que tiene el país), hacen que Islamabad entienda que el control de esta provincia es vital para su propia existencia y su proyección como potencia regional.

Mientras que el fuerte nacionalismo étnico y tribal quizás esté basado en que, durante el siglo XVIII, esa nación fue dividida y su territorio repartido entre Irán, Afganistán y Pakistán, a estas cuestiones históricas hay que sumarles la exclusión económica y política que Islamabad ha ejercido contra la provincia rebelde. Esto hace que se mantenga muy vivo su espíritu secesionista junto con sus reclamos básicos: un mayor control de los recursos de la provincia, menor injerencia del gobierno federal dominado por los punyabíes y la detención de la construcción de bases militares en la región. Mientras tanto, históricamente, Islamabad ha responsabilizado a Nueva Delhi y, ocasionalmente, a Washington, de promover y apoyar a los baluches.

Baluchistán fue incorporada a Pakistán pocos meses después de la partición con India, el 4 de agosto de 1947. Hasta entonces, y durante todo el dominio británico del que formó parte, había sido un Estado autónomo conocido como el Khanato de Kalat.

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Desde esa incorporación forzada al naciente Pakistán, el 1 de abril de 1948, Yar Khan, el gobernante de Kalat, es obligado a firmar el tratado de adhesión sin ningún tipo de consultas al pueblo baluche ni a las autoridades tribales. De esta forma, se cumplió el deseo del ideólogo de la anexión y fundador del Pakistán moderno, Mohammed Ali Jinnah. Luego de esto, se inició un proceso de resistencia que, con diversas intermitencias, se ha mantenido hasta nuestros días, en donde diferentes movimientos separatistas han pugnado por lograr la independencia. A la región hay que agregarle un foco de conflicto más, si tenemos en cuenta la siempre tensa relación entre India y Pakistán que, desde 1947, han protagonizado tres guerras. No hay que dejar de tener en cuenta que ambas naciones son potencias nucleares, mientras Cachemira sigue siendo otro constante foco de conflicto. El inestable Afganistán, que tras la larga guerra antisoviética (1979-1992), se prolongó en una guerra civil, dará espacio a un nuevo jugador, el Talibán, una herramienta fundamental para la irradiación del extremismo musulmán que, con diferentes nombres, Al Qaeda y Daesh son los más representativos. Estos grupos no solo alcanzarían a establecerse prácticamente en todas las naciones del Islam, sino que atacaron en muchas ciudades europeas y de Estados Unidos, siendo, sin duda, el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York no solo su punto más importante, sino el disparador de multitudes de nuevas acciones.


La siempre tensa situación de Irán, amenazada desde la revolución de 1979 por Estados Unidos, Arabia Saudita e Israel, convierten cada uno de los 900 kilómetros entre Baluchistán e Irán en un foco de constante irritabilidad, no solo por la posible filtración de agentes enemigos, sino también por los narcotraficantes que, desde las plantaciones de adormidera en Afganistán, intentan llegar con los cargamentos de opio al Golfo Pérsico, buscando las rutas hacia Europa y Medio Oriente. Desde 2007, Teherán construye un muro de 700 kilómetros y tres metros de altura para evitar fundamentalmente el cruce de terroristas, narcotraficantes y agentes de potencias enemigas.


La primera oleada de insurgencia baluche contra Pakistán comenzó en marzo de 1948; la segunda se produjo entre 1958 a 1959, en respuesta a la implementación de políticas tendientes a afectar la identidad de las tribus baluches, acotando la representación del gobierno regional. La tercera se extendió desde 1963 a 1969, tiempo en que la insurgencia nacionalista concentraría sus esfuerzos en asaltar puestos militares del gobierno central, en áreas claves del territorio baluche. La cuarta ola se ejecutó entre 1973 y 1977, coincidiendo con el avance de ideas liberales y marxista en Afganistán, que terminaría derrocando al rey Mohammed Zahir Shah e instaurando la República en 1973. La insurgencia baluche, en el marco de Guerra Fría, fue denunciada por Islamabad como parte de una operación de la Unión Soviética (URSS), que buscaba expandirse hacia el océano Índico, como ya había sucedido en el proceso histórico que se conoce como el “Gran Juego”, en que el Imperio Británico y la Rusia zarista disputaron su supremacía en la región durante el siglo XIX.

La última avanzada insurgente estalló en la década de 1990 y, prácticamente, no se ha detenido hasta hoy, recrudeciendo a partir de 2003. En esta etapa, los intereses políticos del gobierno central no dejan de confundirse con el accionar de los grupos armados integristas propios de Pakistán, que, durante 2018, asesinaron 537 personas y otras 1.016 resultaron heridas en un total de 366 incidentes. Entre los grupos más importantes, se encuentran el Daesh Khorasan, (Provincia del Daesh), que, en 2018, asesinó a 251, personas; Tehrik-i-Talibán Pakistán (Movimiento de los Talibanes Pakistaníes), que, el año pasado, mató a 151 personas; o el grupo antichiíta Lashkar-e-Jhangvi (Ejército de Jhangvi), que, en 2018, solo realizó dos ataques en los que murieron seis personas. También existe Al Qaeda para el subcontinente Indio (AQIS), que, el 8 de septiembre de 2019, sufrió la baja de su líder Asim Umar, en Afganistán, durante un operativo conjunto entre el ejército afgano y militares norteamericanos.

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La poderosa Inter-Services Intelligence o ISI (Dirección de Inteligencia Inter-Services) es la más importante oficina de inteligencia de Pakistán, junto a la Intelligence Bureau y los diferentes servicios de las Fuerzas Armadas. Estas instituciones siempre han sido sospechadas de dar cobertura, financiación y entrenamiento a los grupos fundamentalistas para beneficio propio y, al mismo tiempo, accionar en la Cachemira India, en territorio indio y en la provincia rebelde de Baluchistán, donde la guerra secreta que libra Pakistán contra su pueblo apenas ocupa, y muy cada tanto, algún lugar en los medios de comunicación occidentales.

En agosto de 2006, elementos de los servicios de inteligencia asesinaron a Akbar Bugti, ex gobernador de la provincia y alto dirigente del movimiento separatista, y, en noviembre del siguiente año, a Mir Balaach Marri, otro importante líder de los secesionistas.


Por estas razones es que el gobierno federal de Pakistán incorporó Baluchistan el 1 de abril de 1948. Tras la firma del acuerdo de anexión, los hermanos menores de Yar, el Khan regente, los príncipes Agha Abdul Karim Baloch y Muhammad Rahim se negaron a abandonar la lucha, por lo que, en los años siguientes, continuaron los ataques guerrilleros contra el ejército pakistaní hasta 1950. El líder del grupo Nawab, “Babu” Nauroz Khan, junto a muchos de sus seguidores, fueron detenidos y acusados de traición; cinco de ellos fueron ahorcados en la cárcel de Hyderabad el 15 de julio de 1960, mientras Babu, que no fue ejecutado dada su edad, murió encarcelado en 1964.


La tensión política y social continuó hasta que Sher Muhammad Bijrani Marri comenzó una nueva guerra de guerrillas en 1963, que finalmente se detendrá en 1969 con la firma de un alto el fuego que obligaría a Islamabad a abolir el plan “Una Unidad”. En la cuarta oleada (1973), el ejército paquistaní perdió cerca de 500 hombres, mientras que los rebeldes tuvieron un gran número bajas, a los que se deben sumar los civiles asesinados por ser sospechados de colaborar con los insurgentes.

Islamabad ha prohibido el acceso a Baluchistán a los medios locales e internacionales, especialmente, a las regiones afectadas del interior provincial como Ballar de Malar, Kolwah, Mechi y Zek, del distrito de Awaran.

Las denuncias por casos de violencia indiscriminada, torturas, ejecuciones ilegales, desaparición forzosa en la provincia han sido repetidas desde los primeros años de la insurgencia y prosiguen en la actualidad. Nadie conoce la verdadera cifra de muertos y desaparecidos, ya que los entes oficiales, al igual que la policía y el ejército, niegan que tal guerra sucia se esté llevando a cabo. Cuántas personas han muerto o desaparecido se desconoce, aunque, según diversas fuentes, puede oscilar entre algunos cientos y cerca de los 7.000. Solo en una de las fosas comunes en el departamento de Panjgur se han hallado más de 100 cuerpos, cifra que, se estima, podría ser igual en otras fosas que se está buscando en las cercanías. A esto, se suman las tres fosas en Tootak, Khuzdar, descubiertas el 17 de enero de 2014.

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Para hacer las denuncias, las familias de las víctimas deben afrontar farragosos tramites que solo pueden realizase en Karachi, a unos 600 kilómetros, o en Islamabad a unos 700 kilómetros, en vez poder acudir a los tribunales de Quetta, la capital baluche, de más de un millón de habitantes, ahora colapsada por el arribo de miles de refugiados pastunes procedentes de Afganistán.

Mientras en Baluchistán sufren todas las consecuencias de la inestabilidad regional, Naciones Unidas (ONU), la Unión Europea (UE) y organizaciones de derechos humanos internacionales mantienen un estruendoso silencio, mientras el ejército pakistaní bombardea aldeas con helicópteros artillados y aviones de combate y drones.

Son tres las organizaciones armadas más importantes que luchan por la independencia baluche: el Ejército de Liberación de Baluchistán (BLA), un grupo etno-nacionalista, principalmente compuesto por hombres de la tribu Marri y Bugti. Fundado en el 2000, inició su actividad con ataques explosivos contra mercados, líneas férreas y puestos policiales. Algunos expertos insisten en que su verdadero origen está en el Movimiento Baluchistán Independiente, que operó entre 1973 y 1977. En mayo de 2003, perpetró una serie de ataques en los que fueron asesinados policías y residentes no baluches, y, al año siguiente, atacó a trabajadores chinos, lo que obligó a Islamabad a enviar una dotación de 20 mil soldados adicionales en Baluchistán. La presencia militar no evitó la continuidad de atentados con coches bombas y numerosos ataques con IED (Artefactos Explosivos Improvisados). En 2005, el grupo atacó con cohetes la base militar de Camp Kohlu, en momentos que se encontraba de visita el entonces presidente paquistaní, Pervez Musharraf. En el ataque, resultaron heridos el general de División Shujaat Zamir Dar y el Brigadier Salim Nawaz.

El 15 de abril de 2009, durante una entrevista televisiva, Brahamdagh Khan Bugti, uno de los líderes del BLA, llamó al pueblo baluche a matar a cualquier no nativo que resida en Baluchistán. Tras la entrevista, estalló una oleada de asesinatos contra punyabíes en Baluchistán, que se estimó en cerca de 500 muertos. En 2013, el BLA se responsabilizó del ataque a la histórica casa de verano de Muhammad Ali Jinnah, el padre de la patria paquistaní. Desde 2018, el BLA concentró sus acciones, dada la fuerte presencia de China en la provincia, en atacar blancos y trabajadores de esa nacionalidad, siendo su última gran acción el 23 de noviembre de 2018 cuando intentó tomar el consulado chino en la capital provincial de la provincia de Sindh, Karachi, en el que murieron siete personas (dos civiles, dos policías y tres insurgentes).

El Frente de Liberación de Baluchistán (BLF), fundado en 1964 por Juma Khan Marri en Damasco, Siria, en 1968, se sumó a la revuelta baluche en Irán contra el régimen del Sha Reza Palevi, apoyados con armas y dinero por el gobierno iraquí. En 1973, el BLF -diezmado tras cinco años de combate- negoció el fin de la lucha con el Sha, por lo que Bagdad les retiró su apoyo.

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Una vez reorganizado, el BLF comenzó con sus acciones en el Baluchistán paquistaní, nuevamente apoyados por Irak, exigiendo la independencia del antiguo Kalat. Entre 1973 y 1977, este grupo adoptaría el nombre de Movimiento Independiente de Baluchistán. El 10 de febrero de 1973, las autoridades paquistaníes allanaron la embajada iraquí en Islamabad, donde encontraron cajas de armas pequeñas y explosivos destinados al BLF. El primer ministro pakistaní Zulfikar Ali Bhutto respondió con la intervención del gobierno provincial de Baluchistán, lo que provocó por parte de la insurgencia el ataque de convoyes de las fuerzas de seguridad paquistaníes. Mientras el conflicto se intensificaba, Islamabad envió a 80 mil hombres a Baluchistán para combatir lo que se calculaba una fuerza cercana a 50 mil insurgentes. Finalmente, la revuelta cedió en 1977, tras la implantación la ley marcial y una amnistía general para los militantes de la región. Recién el grupo volvería a aparecer en 2004, con ataque a instalaciones chinas y a trabajadores extranjeros. En 2012, el BLF mató a un periodista, acusándolo de no informar objetivamente sobre la insurgencia. Desde 2012, tras una serie de ataques explosivos, al BLF se los responsabilizó en mayo de ese año por el asesinato del periodista Razzaq Gul, en la ciudad de Turbat. Posteriormente, la investigación no comprobó absolutamente nada sobre la responsabilidad del BLF.

La tercera organización insurgente de importancia es el Ejército Republicano de Baluchistán (BRA), fue fundado en 2006 y centró sus objetivos contra las fuerzas de seguridad federales, el transporte público e instalaciones civiles y castrenses. Perpetrando una importante cantidad de ataques, se destacan el del 20 de octubre de 2007 contra un ómnibus en Dera Bugti, en el que murieron ocho personas e hirieron a otras 28. El último ataque conocido se produjo el 23 de abril de 2015 contra un convoy de las fuerzas de seguridad paquistaníes en Kech, Baluchistán, en el que murieron ocho militares, dejando un número desconocido de heridos.

Las organizaciones insurgentes de Baluchistán, más allá de ser perseguidas por las fuerzas del ejército, la policía, el Cuerpo de Fronteras (FC) y los servicios de inteligencia, deben enfrentar grupos paramilitares como el Tehreek-e-Nefaz-e-Aman Balochistan (TNAB, Movimiento por el Restablecimiento de la Paz en Baluchistán), brazo armado de Mutahida Mahaz Baluchistán (Frente Unido de Baluchistán), dirigido por Siray Raisani, hermano del primer ministro provincial, y financiado por los servicios secretos, en particular el ISI, para operar contra los movimientos nacionalista baluches que, desde 1948, libran una guerra secreta y asimétrica contra uno de los ejércitos más poderosos del mundo.

*Por Guadi Calvo para La tinta

Palabras claves: Baluchistan, insurgencia, Pakistan

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