Europa por asalto
El domingo, se celebran elecciones para elegir a los representantes del parlamento europeo. Los partidos de extrema derecha avanzan con pasos cada vez más firmes.
Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta
A nadie escapa que la mayor preocupación respecto de las elecciones parlamentarias europeas del próximo domingo es el auge de la extrema derecha. Una serie de partidos heterogéneos, pero que tienen en común el componente euroescéptico, anti-inmigración, en la mayoría de los casos, abiertamente xenófobos, islamofóbicos y en contra de las diversidades sexuales. Al mismo tiempo, se encuentran a favor de un fuerte intervencionismo en la economía, dicen atacar “al capital” y a “los grandes banqueros”. Despotrican contra lo que consideran “las élites liberales” con sede en Bruselas y también dicen defender al trabajador “que la izquierda ha olvidado”. Lo cierto es que, a diferencia de la clásica derecha conservadora europea, los extremistas son capaces de atraer en forma masiva tanto a las juventudes como a los trabajadores. El “Movimiento” -que tiene al ex asesor de Donald Trump, el estadounidense Steve Bannon, a uno de sus principales ideólogos- goza de una potencia impensada para la derecha hace tan solo algunos años.
Sus grandes líderes son el italiano Matteo Salvini y la francesa Marine Le Pen. La Lega, el partido de Salvini, seguramente, arrasará el domingo. Sus políticas anti-inmigración junto a sus declaraciones altisonantes y siempre polémicas, lejos de hacer mella en su imagen, la han agigantado a niveles que Italia no veía, por lo menos, desde Silvio Berlusconi. El mes pasado, se negó a celebrar el 25 de abril, la fecha de la liberación de Italia del fascismo, por considerarla “una fecha comunista”. En los últimos tiempos, además, se mostró en una particular sintonía con Viktor Orbán, primer ministro de Hungría. Orbán cuenta con una aprobación histórica dentro de sus fronteras, que asegura defender de manera férrea ante lo que considera el “avance anti-europeo”. En las parlamentarias húngaras del año pasado, su partido fue el más votado. Seguramente, también lo será en los comicios europeos del domingo. No son pocos quienes aseguran que Orbán se encuentra en una deriva autoritaria y que su gobierno se parece cada vez más a una autocracia. Esto no parece hacerle perder apoyo popular en Hungría, a quien es el hombre central de la política nacional desde hace ya treinta años.
Muchos analistas han querido ver en el ruso Vladimir Putin y en el presidente de Turquía Recep Tayyip Erdogan a una especie de padres espirituales de los líderes que conforman la extrema derecha europea. Comparten muchas características, especialmente, las tendencias tanto de la autocracia como del autoritarismo. También en sus intentos de mantener un cierto control por sobre los medios de comunicación. No obstante, esto puede responder más a cierto zeitgeist político que a influencias conscientes. Ese tipo de características no son muy diferentes al mismo Donald Trump o al presidente filipino Rodrigo Duterte. Y a pesar de distintas denuncias de sectores progresistas, no se ha podido comprobar nada respecto de que el Kremlin los maneja desde las sombras. Por ejemplo, el denominado “Russiagate” en Estados Unidos, que se refería a una supuesta injerencia rusa en las elecciones norteamericanas y amenazaba con hacer tambalear la presidencia de Trump, ya fue desestimado. Por supuesto que es cierto que Putin se siente más cómodo con mandatarios euroescépticos. A Rusia le conviene que la Unión Europea (UE) como bloque pierda influencia. Por lo pronto, Putin es menos culpable del auge del extremismo europeo que los políticos tradicionales que, hasta ahora, se han visto incapaces de dar soluciones concretas.
En Austria, durante los últimos días, se produjo la caída del líder del partido de extrema derecha FPÖ. Se filtró un video en el que se ve al vicecanciller Heinz-Christian Strache manteniendo una charla con quien, supuestamente, sería la sobrina de un oligarca ruso. En las imágenes, el político se comprometió a otorgarle las licitaciones sobre contratos públicos a cambio de aportes económicos para la campaña electoral del partido. En la conversación, también se lo ve participando al actual jefe de la bancada del FPÖ en el parlamento austriaco, Johan Gudenus. A pesar de que no se conoce la identidad real de la joven, muchos aprovecharon para volver a denunciar los supuestos lazos del Kremlin con los partidos de extrema derecha europeos. El FPÖ firmó un acuerdo político de cooperación con Rusia Unida, el partido de Putin, antes de la llegada de los austriacos al poder. Esto ha provocado también un escándalo diplomático, ya que los alemanes han declarado que se niegan a trabajar con el gobierno austriaco debido a supuestas filtraciones de información hacia Rusia.
Esto podría llegar a repercutir sobre el actual canciller austriaco, el joven de tan solo 31 años, Sebastián Kurz. Conocido por sus políticas conservadoras, especialmente en materia de inmigración, es apodado por algunos como “el Macron de la extrema derecha”. El hombre fuerte del gobierno podría ser removido del cargo el próximo lunes gracias a una moción de censura presentada por la oposición. Todo dependerá de los apoyos que la iniciativa coseche y, también, de más está decirlo, del clima político posterior a conocerse los resultados de las elecciones europeas en Austria.
Antes del escándalo del video, la formación de Kurz encabezaba las encuestas. Es importante hacer notar que, en Austria, no existió un proceso de “desnazificación” como sí lo hubo en Alemania. Y que no fueron pocos los dirigentes políticos posteriores a la Segunda Guerra Mundial que provenían de las antiguas filas del nacional socialismo en su juventud o que se negaban a condenarlo en su totalidad. Ejemplo de ello fue el caso de Kurt Waldheim, quien, luego de haber sido un activo militante nazi en su juventud, llegó a ser secretario general de las Naciones Unidas en la década de 1970 y presidente de Austria a finales de 1980.
Si se dan los resultados esperados, los partidos extremistas podrían llegar a lograr su mayor golpe electoral desde finales de 1930, convirtiéndose, así, en la cuarta fuerza en el parlamento común, tras los socialdemócratas, los conservadores y los verdes. No habría que descartar, en el futuro, una probable alianza con los conservadores, quienes deberán correrse cada vez más a la derecha para no perder sus bases electorales.
Más allá de lo que termine sucediendo el domingo, no hay que dejar de notar que ideas políticas que, hasta hace pocos años, fueron marginales, en la actualidad, han logrado ponerse en la centralidad del tablero político. Algunos, incluso, ya gobiernan varios países importantes del continente, como Italia, Hungría o Austria. Y no parecieran encontrarse tan lejos como parece de hacerlo en Francia. Un ejemplo de ello es el caso alemán: el año pasado, los ultranacionalistas Alternative Für Deutchsland (AFD) se convirtieron en el primer partido de extrema derecha desde 1933 en conseguir asientos en el Bundestag. Para los comicios del domingo, AFD encabeza las encuestas en el este del país. Las elecciones europeas podrían ser el primer paso para que, en el mediano plazo, la extrema derecha esté más cerca de tomar Europa por asalto.
*Por Gonzalo Fiori Viani para La tinta