España: Inclinados a la izquierda
El PSOE fue la fuerza más votada. Deberá pactar con otros partidos si quiere gobernar. Vox, la novedad de ultra derecha, ingresó al Parlamento.
Por Lucas Gatica, desde España, para La tinta
Pedro Sánchez es el gran ganador de la noche del 28A español. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) cosechó una buena cantidad de votos para ganar las elecciones generales. Por eso, Sánchez tiene ahora una posición muy cómoda en las negociaciones del pacto que lo dejará cuatro años más en La Moncloa. El PSOE quedó a un solo escaño de sumar la mayoría absoluta, sin tener que acudir a las fuerzas independentistas. Por su parte, la oposición quedó muy debilitada por la debacle del Partido Popular (PP), que sacó casi la mitad de los escaños que Sánchez.
Alrededor de la medianoche del domingo, y con el 99 por ciento de los votos escrutados, el PSOE obtenía 123 escaños (28,7 por ciento) y 42 escaños Podemos (14,3 por ciento), por el lado del bloque de izquierdas. En cambio, desde la derecha, el PP cosechaba un triste 16,7 por ciento -que le dio unos 66 escaños, 69 menos de los que sacó en 2016-; Ciudadanos (Cs) subió a 57 diputados (15,8), y Vox cerraba con 24 bancas (10,3 por ciento).
Ahora todo está en manos del PSOE, quien es el único capaz, matemáticamente, de formar gobierno. Los partidos tendrán que aprender a tejer alianzas, cosa inédita en la historia española.
La otra cara de las elecciones es el éxito del partido de Albert Rivera, Ciudadanos, que casi le arrebató el liderazgo al PP, como mariscal de la derecha. A Ciudadanos le dan los números para formar un gobierno mano a mano con el PSOE, pero ni Rivera ni Sánchez ven esa posibilidad, lo que dejaría a Rivera a la cabeza de la oposición. “¡Con Rivera no! ¡Con Rivera no!”, le gritaban los partidarios del PSOE a Sánchez el domingo en Madrid. A lo que el actual presidente les contestaba: “Los españoles quieren claramente que el PSOE gobierne y lidere el país”, cerrando la puerta al pacto con Ciudadanos. La única certeza es que el gobierno será de coalición. No hay otra posibilidad.
Las elecciones se inclinaron a un gobierno progresista, dejando pocas posibilidades al giro radical hacia la derecha. Bloqueando el fantasma ultra y quebrando el bipartidismo hegemónico que se arrastraba desde 1977, dando como saldo un Congreso con cinco grandes partidos de ámbito nacional, a los que habría que sumar las formaciones nacionalistas del País Vasco y Cataluña.
176, el número mágico
En esta batalla electoral, donde hubo dos bloques claros, la izquierda y la derecha, fue la primera la que ganó con claridad: el PSOE y Podemos suman 18 escaños más que las tres derechas -PP, Cs y Vox-. Ahora bien, la suma de PSOE y Podemos no llega al mágico número de 176, que es el que otorga mayoría absoluta y habilita para gobernar.
Los resultados del escrutinio ratificaron dos ideas que arrojaban las encuestas. Una, que el PSOE sería la fuerza más votada, pero que no le alcanzaría para formar gobierno sin antes acudir a las formaciones independentistas, ya que la suma entre el PSOE y Podemos quedaba siempre por debajo de los 176 diputados que otorgan la mayoría absoluta. Sin esos partidos independistas, en España no se gobierna.
La otra idea era que tampoco el bloque de la derecha lograría el caudal de votos suficientes para llegar a La Moncloa. Sumando las tres derechas, tampoco se llega al a los 176 escaños.
Capítulo aparte es la debacle en la que entró el PP, que de los 137 escaños que obtuvo en 2016, hoy sólo retiene 65. Pablo Casado, su líder, es el que peor parado sale de la contienda y seguramente sufrirá embates internos que complicarán su dirección partidista. Esta caída libre es fruto de la estrategia de derechización que llevó a cabo el PP, perdiendo votos desde distintos frentes: desde la derecha a manos de Vox, y desde el centro a cargo de Ciudadanos.
Este 28A se vivió una fiesta de la democracia. A las 18 horas, la participación del electorado superaba el 60 por ciento, casi diez puntos más que en las elecciones de 2016. Al cierre de los comicios, la participación superó el 75 por ciento del electorado, la segunda afluencia más alta desde la vuelta de la democracia. Un dato saludable.
Este porcentaje de participación es producto de los discursos que avivaron los candidatos en la campaña electoral: la izquierda motivando a sus bases para que no se confíen en las encuestas y vayan a las urnas; y la derecha, agitando consignas en torno al miedo de que Sánchez “rompa España” o la “venda a los independentistas”.
La socialdemocracia y Vox
España pasaría a agrandar a la familia socialdemócrata. Se ha convertido en uno de los países “grandes” de la Unión Europea (UE), donde el socialismo gana elecciones generales, coincidiendo con las victorias, de los últimos meses, en Suecia, Finlandia y, la muy probable, victoria en Dinamarca. Sin embargo, todavía no se puede hablar de un cambio en el rumbo político del bloque.
Más bien a lo que asistimos es a una efervescencia de la extrema derecha, que gobierna una buena cantidad de países y siempre está al acecho.
Como producto del quiebre al bipartidismo, hay que hablar del surgimiento de la vedette de la política española, Vox, que por primera vez tras la recuperación de la democracia consiguió entrar al Parlamento con un discurso de extrema derecha sin tapujos, alcanzando una presencia nada despreciable (24 escaños).
Finalmente, Vox, en vez de impulsar a la derecha y darle la llave para gobernar el país, la atomizó de tal manera que dejó al bloque de la derecha sin chances de poner un presidente. Esa era una de las incógnitas previas: si Vox podía tener un efecto destructor sobre la derecha o si la llevaría hacia La Moncloa.
La aparición de este partido ultra está vinculada directamente con el intento independentista en Cataluña, que radicalizó a una porción importante de los antiguos votantes del PP y de Ciudadanos. Estos dos últimos partidos se vieron obligados a abrazar consignas de Vox para detener la hemorragia en su intención de voto.
Teniendo en cuenta que son sus primeras elecciones generales, los resultados no son desdeñable, aunque también nos señalan que la fiera no era tan fiera como se creía, ya que algunos colocaban a Vox como la primera fuerza de la derecha y el propio partido tenía expectativas más altas. Así, Vox no será decisivo para formar gobierno y se han quedado lejos de sus mejores previsiones. Quedaron quintos, con poca influencia.
Sin embargo, España posee ahora la normalidad europea: cuenta con la presencia de un partido fuerte de extrema derecha en su Parlamento.
Estas elecciones tendrán una “segunda vuelta” en menos de un mes, el 26 de mayo, cuando se celebren los comicios locales en todos los municipios del país, los autonómicos en más de la mitad de las Comunidades Autónomas y las elecciones europeas.
Estas generales del 28A serán recordadas como una de las más trascendentes desde el fin del franquismo. Si se cierra un pacto que consolide al PSOE, será una interesante contribución desde España para la causa socialista de la UE, acechada por la derecha extrema y el populismo desde varios frentes. Es muy probable que Sánchez se siente en La Moncloa los próximos cuatro años, porque las elecciones en España no van tanto de ganar sino de sumar.
*Por Lucas Gatica para La tinta