Perú: La mochila pesada de los “trabajadores” por aplicación
Empresas como Uber, Rappi y Glovo se expanden por América Latina bajo la premisa de explotar a sus trabajadores y trabajadoras.
Por Alejandra Dinegro Martínez para Nodal
En pleno siglo XXI, en la época de grandes avances tecnológicos, se abren nuevas relaciones laborales y nuevas interrogantes. Y quizá estemos llegando un poco tarde a este escenario. Estas nuevas formas, con las cuales la Cuarta Revolución es más que una realidad, vienen produciendo cambios en las relaciones laborales básicas que conocemos.
Por ejemplo, ahora ya no son las tradicionales fábricas las que comandan y dirigen a cientos de trabajadores; ahora lo hace un aplicativo móvil y dirige a millones de personas en el mundo. ¿Qué tipo de relación mantienen, estas personas, con estas plataformas digitales?
¿Qué tienen en común Uber, Glovo, Rappi y otras plataformas digitales? Para empezar, son empresas transnacionales que ofertan una plataforma de múltiples servicios o productos. Convocan a miles de personas y los llaman colaboradores o asociados independientes. No se presentan como las clásicas empresas con patrones y trabajadores. Según ellos, son parte del innovador concepto de la economía colaborativa, donde las empresas solo son mediadoras para conectar colaboradores, usuarios y comercio.
Por esa “conexión”, la empresa se queda -de manera inmediata y libre de impuesto- con una comisión del 25 por ciento, pero a sus colaboradores les depositan después. La independencia que ofertan a sus colaboradores es engañosa. Los tiempos, sanciones y calificaciones son algunos de los aspectos que son controlados por la empresa. El seguro del supuesto trabajador independiente, así como el carro, bicicleta, licencias y más, no son cubiertos; pues no existe ningún tipo de vínculo legal o laboral.
La desocupación y precariedad de cientos de miles de jóvenes es una tendencia mundial sobre la que estas empresas se han montado para obtener millonarias ganancias. En el Perú hay 420 mil jóvenes, entre 15 y 29 años, desempleados. Lo que representa el 8,4 por ciento de la población económicamente activa. Y el 72 por ciento de jóvenes trabaja en situaciones de informalidad laboral: sin CTS, sin seguridad social, sin contratos ni nada. Un nuevo terreno para el capitalismo financiero que esconde un gigantesco negocio de distribución en base a la explotación de cientos de miles de jóvenes.
Esta nueva variable de la economía tiene como motor fundamental la masificación del uso de celulares, internet y las plataformas socio-digitales. En el Perú, cuatro de cada 10 peruanos usa teléfonos inteligentes, y siete de cada 10 acceden a internet. Combinando estos avances tecnológicos con el creciente peso de los servicios en la vida de las grandes ciudades y la existencia de cientos de millones de jóvenes desocupados y precarizados en el mundo, llegamos a una situación de explosión.
Tanto Glovo como Rappi están valorizadas en mil millones de dólares cada una. La española Glovo, en el 2017, facturó 17 millones de euros, y está asociada a más de 4.000 mil establecimientos y posee 10.000 “glovers” activos a nivel mundial. La colombiana Rappi facturó cinco millones de dólares mensuales en el 2017 tan solo en Argentina y está asociada a más de 3.000 mil establecimientos y posee 10.000 mil “rapitenderos” sólo en Argentina.
En el año 2015, este tipo de economía (de plataforma o colaborativa) ganó 4.000 millones de euros en la Unión Europea (UE), según un estudio encargado por el Parlamento Europeo. El trabajador europeo afirma que sus ingresos están entre un 62 y un 43 por ciento por debajo de lo que cobran el resto de trabajadores. Sumado a ello, el 70 por ciento no posee ningún tipo de seguro social. La relación entre plataformas y colaboradores independientes es una mentira tras de la cual las empresas esconden uno de los fraudes laborales más grandes que se conozcan: negarle a los trabajadores su condición de trabajadores y, por ende, sus derechos.
Trabajadores de plataformas como Uber y Amazon han realizado las primeras huelgas en España y Alemania, coordinando acciones comunes en distintos países. En Argentina, también han empezado a manifestarse, llegando a la formación de un sindicato que agrupa a trabajadores de varias plataformas. La organización surge ante las disconformidades o reclamos que las empresas no responden o evaden. La forma de sanción hacia los trabajadores que se organizan no es la clásica amonestación que solemos conocer. Simplemente son bloqueados de la red y se pone fin a su “colaboración”.
En el Perú no tenemos regulaciones básicas ni claras para responder ante la Revolución Digital, ni mucho menos herramientas legales para proteger al trabajador. En la medida en que se asegure una distribución equitativa de los beneficios, podremos hablar de un incremento de la productividad que permita una mejora para toda la sociedad.
El desarrollo y las innovaciones tecnológicas deberían ser la base para alivianar y reducir la jornada de trabajo de todos, pero en manos de malos empresarios se transforman en más explotación. Para terminar con la desocupación laboral es importante dividir el trabajo entre todas las manos disponibles, estableciendo una jornada de trabajo que permita tener tiempo para descansar, estudiar o capacitarse. Con salarios equivalentes al costo de una canasta básica familiar.
El mercado de trabajo actual requiere poder saber cuántos peruanos y peruanas trabajan bajo esta modalidad, cuánto tiempo vienen haciéndolo y qué servicios básicos pueden cubrir. El mundo del trabajo y su evolución merece una atención especial, pues se trata de personas intercambiando su libertad por un pago correspondiente, y su protección no debe quedar relegada a la posibilidad que cada uno de ellos pueda cubrir.
*Por Alejandra Dinegro Martínez para Nodal