Los inmigrantes como solución al envejecimiento
Cerrar las fronteras de la Unión Europea sería un disparo en el pie del propio bloque y una total ignorancia de la propia historia de los países que lo integran.
Por Lucas Gatica, desde España, para La tinta
Los avances en la salud pública, junto al aumento en la calidad de vida y la mejora en distintas variables de nuestras sociedades, ha llevado a que, tanto en Europa como en el resto del mundo, la población goce de vidas más longevas. La gente vive más, se muere menos y tiene los hijos que quieren tener.
Esto, además de ser una buena noticia para nuestra esperanza de vida, trae aparejado una serie de cuestiones a repensar. Entre ellas, sobre todo, las políticas económicas y sociales, con el fin de brindar y garantizar bienestar a la totalidad de los ciudadanos. En otras palabras, el envejecimiento poblacional es un gran logro de la humanidad, pero ahora el desafío es gestionarlo.
En esa línea, estos cambios sociodemográficos impactan y tienen su correlato en la población económicamente activa, es decir: el tamaño de la fuerza laboral disminuye y la capacidad de la economía tiende a limitarse, retocándose aristas sensibles como la edad de jubilación o disminuyendo prestaciones sociales relevantes.
¿Viejo Continente o un continente viejo?
Hace décadas que Europa es un continente envejecido, con pocos niños y millones de hogares solitarios. Y esa tendencia parece que no va a cambiar con facilidad. Para pintar el cuadro, pueden servir de muestra dos datos: los menores de 15 años han pasado de representar el 20 por ciento de la población en 1986 a solo el 15 por ciento en el 2016; la población mundial mayor de 65 años es del 8 por ciento; en cambio, en España, esa cifra sube al 19 por ciento.
Así, para el Viejo Continente, los datos demográficos son más preocupantes que para otras regiones. En esta parte del mundo, una de cada cinco personas es mayor de 65 años. Lo llamativo es que el único aumento poblacional viene de la mano de la inmigración, a pesar de la demonización en la que se ve envuelta por buena parte de los gobiernos y ciudadanos de la Unión Europea (UE).
De 1975 hasta finales de 2017, Europa amplió su número de habitantes en 60 millones, superando los 511 millones de pobladores. Según datos de distintos estudios, ese aumento poblacional se debe a la inmigración y no a los nuevos nacimientos.
Según Eurostat, la oficina de estadísticas de la UE, en 2016, el crecimiento natural del continente fue negativo. Es decir, murieron más personas de las que nacieron. Al mismo tiempo, solo la inmigración supera el crecimiento natural. En definitiva, es gracias al empuje de la población inmigrante de países por fuera de la UE que la demografía intenta estar en pie y sobrevivir.
La inmigración como solución
Los gobiernos e instituciones se preocupan y debaten en torno a la crisis demográfica. ¿Hasta qué edad deben trabajar las personas? ¿Cómo estimular el aumento en los nacimientos? ¿De qué manera comenzar a revertir el negativo crecimiento natural? ¿Cómo brindar servicios universales y de calidad sin que el porcentaje del PBI se descontrole? -según previsiones, los porcentajes del PBI destinados a salud y educación se doblarán en pocas décadas-. Las respuestas a estos interrogantes parecen estar en los inmigrantes. Para paliar la crisis en los dos frentes -el demográfico y el laboral-, la inmigración es el talón de Aquiles de Europa.
En ese sentido, una de las estrategias que las autoridades ven con buenos ojos para afrontar este doble problema podría ser recurrir a la migración predeterminada, esto es, seleccionando perfiles específicos de migrantes a la hora de conceder permisos de trabajo de manera más rápida y accesible, copiando la exitosa experiencia canadiense.
Por su parte, instituciones internacionales dan una serie de consejos: apuntan a profundizar la inserción en el mercado de trabajo de las mujeres y adultos mayores en actividades de alta productividad, teniendo en cuenta la caída del porcentaje poblacional en edad activa. Aunque esta posible solución pareciera quedar ineficiente en poco tiempo.
Por tanto, la falta de mano de obra es otra de las importantes preocupaciones de los empresarios y políticos. En el contexto alemán, por ejemplo, en un país con una fortaleza económica líder y con un desempleo de menos del 6 por ciento, se están observando desequilibrios en el mercado laboral. Según algunos cálculos, cada año, disminuye el número de trabajadores en 300.000, que se han ido compensando parcialmente con la incorporación de mujeres y jubilados. Pero, de ese saco, ya no podrán echar mano el Estado alemán y sus empresarios, porque el margen de crecimiento de esos grupos es mínimo. Por ello, ahora, desde el gobierno, señalan a la inmigración, aunque esta tendría efectos limitados y no resolvería el problema laboral por sí sola, advierten¹.
Tiro en el pie
La magnitud de la problemática hace que la simple llegada de extranjeros no sea capaz de dar la vuelta a la pirámide poblacional inversa, explican analistas. Se ha observado que los migrantes que llegan a un país suelen acercarse a los patrones de natalidad del país de acogida, es decir: la inmigración afgana en Alemania, por ejemplo, tenderá a exhibir las tasas de natalidad alemanas y no las de su país de origen.
Por eso, si no hay políticas que alienten los nacimientos y den ventajas a proyectos familiares, y si a esa ausencia de políticas se le suma el rechazo y dificultad de entrada de inmigrantes, Europa se encamina al fracaso económico y demográfico. El cerrar las fronteras sería un disparo en el pie del propio bloque y una total ignorancia de la propia historia de los países que integran la Unión.
¹Véase Alemania busca trabajadores fuera de la UE para ayudar a cubrir 1,2 millones de empleos vacantes. Disponible en https://elpais.com/internacional/2018/12/19/actualidad/1545233313_157398.html