La furia roja
El partido de ultraderecha Vox agita la escena política de España. Su capacidad electoral demostrada en Andalucía encendió las alertas en el país ibérico.
Por Lucas Gatica, desde España, para La tinta
Junto a los festejos del aniversario número 40 de la Constitución española, llegaron novedades desde las urnas de Andalucía. Esta comunidad autónoma no es cualquier comunidad: es la más poblada del país -alrededor de ocho millones y medio de ciudadanos- y es la más extensa, luego de Castilla y León. Por eso, los números que sacó Vox -el flamante partido de ultraderecha- en las últimas elecciones comunitarias han sorprendido a todos, preocupado a más de uno y dado dolores de cabeza a muchos otros.
Una forma de entender lo que sucedió en Andalucía es pensar que ganó el que perdió y perdió el que ganó. Es decir, Susana Díaz, la candidata del gobernante Partido Socialista Español (PSOE), obtuvo la mayor cantidad de votos, pero este caudal no le alcanza para liderar ni para formar una coalición que le permita dirigir los destinos de Andalucía por otro mandato. Este resultado, que podría indicar la muerte política de Díaz, rompe con 36 años de hegemonía del PSOE en este bastión del sur. Más aún, fue la peor performance del PSOE en unas elecciones autonómicas andaluzas. Algo habrán hecho mal Díaz y los suyos.
A este duro golpe para Díaz, se le suma la traslación política de una posible derrota del actual presidente español, Pedro Sánchez, del mismo color político y que arribó hace seis meses al gobierno a través de una maniobra parlamentaria para limpiar del medio a Mariano Rajoy.
Más allá del resultado, Díaz no afloja ni se baja de la pelea: se ofrece como dique de contención de la extrema derecha -léase Vox-. La representante del PSOE les pasa la pelota a los candidatos de Ciudadanos y de Podemos para que la acompañen y le den el visto bueno para que siga gobernando, cosa bastante improbable teniendo en cuenta las declaraciones de los candidatos opositores.
En este momento, los partidos están en plena negociación para armar coalición, distribuir concejalías y ver quién asume el gobierno de la junta andaluza. La puja se dará entre el Partido Popular (PP) -que obtuvo el segundo lugar- y Ciudadanos -tercero-, que irán en coalición con un supuesto y necesario apoyo de Vox. De todas maneras, cualquier acuerdo pasará por una alianza tripartita.
Más allá de eso, todos los focos se centraron y se centran en Vox, que consiguió el 11 por ciento de los votos, por lo cual, alrededor de 400 mil personas le dieron el sí a la nueva organización. Lo de Vox es una sorpresa total, nadie se imaginaba este escenario, ninguna encuesta reflejaba lo que, finalmente, sucedió. Lo que pasó en Estados Unidos con Donald Trump, en Argentina con Mauricio Macri y, recientemente, en Brasil con Jair Bolsonaro, sucedió en el sur español: los encuestadores no pueden medir este tipo de voto vergonzante. Es un voto convencido, pero escondido por el pudor que puede despertar el elegir un partido ultra, racista, xenófobo, machista y la lista sigue.
Contra pronóstico, Vox ha tenido un protagonismo inesperado en la campaña hasta convertirse en una de las claves de la noche electoral andaluza. Como escribió Martín Caparros en el New York Times, la bestia, que parecía dormida, se ha despertado.
Spain is not different
Con la irrupción de Vox y los 12 diputados que consiguió en Andalucía, España deja de ser la excepción europea. Hoy, se puede decir que cuenta con un partido nacionalista, antifeminista, antiinmigración y con todos los tics de la extrema derecha, que además parece ser competitivo electoralmente y popular. En ese sentido, la ansiedad ha invadido a los periodistas y analistas políticos por ver qué pasará a nivel nacional. Se especula que esto reverberará a escala federal y ya se ven movimientos al interior de los partidos tradicionales. Por tanto, este desembarco de Vox dibuja un nuevo mapa en la derecha española, donde el PP y Ciudadanos tendrán que pelear por mantener la hegemonía.
De esta manera, España, un país que se creía vacunado contra los males del nacionalismo después de la larga noche franquista, parece retroceder décadas atrás.
Abascal
Sobre Santiago Abascal, jefe de Vox, se puede decir que es vasco, nació en Bilbao, estudió Sociología en la Universidad de Deusto, fue concejal de un pueblo en la provincia de Álava e integró el Parlamento Vasco. Su padre fue dirigente político del PP y él mismo formó parte de las filas del PP. Vive de la política desde hace décadas, aunque critique y defenestre la actividad política tradicional. En los años de plomo, Abascal estuvo amenazado por ETA y, por eso, siempre dice que anda armado con una Smith & Wesson en el cinturón. Además, es aficionado a los deportes de riesgo y se lo suele ver andar a caballo como si fuera un cowboy ibérico.
El corazón discursivo de Abascal está anclado en el rechazo a la inmigración. Es, en definitiva, un discurso antifeminista y copia ciertos tópicos de Trump, Le Pen y Salvini: España para los españoles, España primero. Una de sus banderas es la la unidad de España, una España católica y blanca. Al mismo tiempo, conjuga ataques a la prensa y aboga por la eliminación de instituciones políticas y el rechazo de plano de los separatismos (Catalunya, País Vasco). Esta última cuestión fue fundamental en las elecciones andaluzas. Sin el desafío independentista catalán, tal vez Vox hoy no estaría donde está.
Otros datos
Asimismo, estas elecciones dejaron algunos datos curiosos. Por un lado, la poca participación en las urnas: abajo del 60 por ciento del padrón habilitado fue a votar, una de las participaciones menos concurridas de la historia andaluza. También hay que destacar que, de los cinco partidos que tendrán representación en el Parlamento andaluz, solo Ciudadanos y Vox han podido mejorar sus resultados electorales en comparación con los comicios de 2015.
Por otro lado, es en las ciudades donde hay mayor presencia de inmigrantes donde Vox crece más fuertemente. Por ejemplo, en Almería, la segunda ciudad con mayor porcentaje de inmigrantes de toda España, Vox cosechó un 17 por ciento de los votos. En esa línea, ha sido el partido más votado en El Ejido, donde hasta el 23 por ciento de su población son personas nacidas fuera de la Unión Europea (UE); o en Algeciras, donde hay un 9 por ciento de inmigrantes extracomunitarios y un 20 por ciento de voto para la formación de Abascal.
Es claro que una parte de la población ve a la inmigración como una competencia, visibiliza al colectivo inmigrante como un grupo que viene a sacarle trabajos a “los de casa” y a usar los servicios públicos. Esto explica buena parte del fenómeno de Vox y también deja claro que la cuestión migratoria jugará un papel fundamental en las futuras elecciones españolas.
Algunas voces de la calle
El gigantesco diario El País ha colgado un vídeo en su web en el que interpela a los votantes de Vox y estos esgrimen las razones de sus apoyos al nuevo partido. Uno de ellos dice que es la primera vez que ha votado a Vox y que lo ha hecho por la desilusión que los otros partidos políticos le han dado. Luego, van apareciendo otros ciudadanos que apelan a lo mismo: la decepción que les significa el PP, un PP descafeinado o light, según ellos. Luego, aparecen los otros grandes tópicos movilizadores: pedido de más y mejor trabajo, rechazo a la inmigración, la unidad de España, críticas a las Autonomías, entre otros. En lo que coinciden todos los entrevistados es en el apoyo a Vox en el ámbito nacional. “También daré mi voto en las nacionales”, dice Álvaro.
A esas voces callejeras, se le contraponen las manifestaciones que hubo en las grandes ciudades andaluzas en contra de Vox, al grito de “no es democracia, es fascismo”, y las repercusiones en contra del resultado electoral.
En definitiva, entre el debate interminable de si reformar o no reformar la Constitución nacional pasados cuarenta años, España fue sacudida por el terremoto de Vox. El país dejó de ser la excepción del continente y parece haberle dado la bienvenida a un nuevo partido que llegó para quedarse. La bestia despertó con furia.
*Por Lucas Gatica para La tinta