Jamal Khashoggi: crónica de una muerte anunciada
El asesinato del periodista saudita en el consulado de su país en Estambul desató un escándalo internacional que todavía no se sabe en qué terminará.
Por Guadi Calvo para Línea Internacional
El mundo ya sabe el final del periodista saudita, Jamal Khashoggi, algo que para los que conocen mínimamente el manejo del reino wahabita, era una crónica de una muerte anunciada. Desde el 2 octubre, cuando Khashoggi entró al consulado de su país en Estambul para retirar documentación personal, era improbable que el periodista en la mira del príncipe heredero Mohammed Bin Salem (MBS), pudiera salir de allí con vida.
Su novia lo esperó diez horas en proximidades del consulado por lo que, tras esa espera, dio la alarma, poniendo en marcha un escándalo internacional de consecuencias imprevisibles. Pocos tuvieron dudas del destino de Khashoggi, quien cometió un acto de absoluta ingenuidad al creer que iba a librarse del destino que les espera a los opositores que no se cuidan de caer en manos de la inteligencia saudita.
Era absurdo considerar que quien había abandonado las filas del régimen poco antes de la campaña de 2017, en la cual MBS encarceló a miles de funcionarios y empresarios en una supuesta campaña anticorrupción -que no fue otra cosa que una cacería de posibles enemigos políticos-, pudiera hacerlo sin consecuencias.
Khashoggi, que a pesar de ser un enfant terrible del periodismo saudita, trabajó décadas en los más importantes medios del país. Tras su huida a los Estados Unidos, desde sus columnas en el Washington Post desnudaría, con más acidez, las atrocidades que disimuló por años cometidas por el régimen. Incluido el genocidio al que el tenebroso MBS está sometiendo al pueblo yemení desde hace tres años y siete meses.
Cuando ya no había dudas que el periodista había sido asesinado, e incluso la prensa tenía datos tan precisos como truculentos de su muerte y el descarte de su cuerpo, el presidente norteamericano Donald Trump seguía sosteniendo la inocencia del reino y enviando emisarios a Riad, para presionar al rey Salman y a su hijo, para que presenten evidencia acerca de su inocencia. Aunque tras el reconocimiento del hecho por los sauditas, Trump dijo que los arrestos realizados entre jueves y viernes fueron un “gran primer paso”, de todos modos quería entrevistarse con las autoridades saudíes para comprobar la certeza de la investigación. Mientras que el Congreso norteamericano pretende generar sanciones, sin afectar, obviamente, la venta de armas, ya que Riad es el mayor comprador de armamento norteamericano.
Si la prensa internacional en vez de ocultar la información, intentara descubrir la verdad, los titulares estarían hablando del memorable papelón de Trump por confiar en la secta delincuencial de los Saud, que desde sus orígenes es responsable, en gran parte, de la tragedia de Medio Oriente.
Riad se vio obligado a reconocer que Khashoggi murió en el consulado, aunque no reconocen que fue torturado, como lo confirman todas las fuentes, sino que su muerte se produjo a raíz de una gresca de cantina en el propio edificio consular. El último viernes, un tweet del Ministerio de Relaciones Exteriores del reino anunciaba que la investigación del fiscal general concluía con que “Khashoggi se encontraba conversando con algunas personas en el interior del consulado cuando se desató una pelea, que provocó su muerte”.
La versión oficial también informa que tras la investigación el gobierno saudita despidió a cinco altos funcionarios y arrestó a otras 18 personas, posiblemente los agentes que viajaron a Estambul para “resolver” el caso Khashoggi. Entre los despedidos figuran dos personajes muy cercanos al príncipe MBS: Saoud Al Qahtani, también conocido como “Míster Hashtag”, un joven de apenas treinta años, que desde que se convirtió en asesor y operador de prensa del príncipe, se transformó en un hombre clave del gobierno. En agosto del año pasado Al Qahtani, en medio de la crisis con el emirato de Qatar, vía Twitter se comprometió a “seguir a través de las redes sociales a quien conspire contra Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Bahréin, por lo que no podrán escapar del juicio”. Al Qahtani, también conocido despectivamente como “Dalim” -en referencia al pretencioso siervo de una leyenda popular saudita, estuvo también muy cerca del futuro rey en los días en que éste dio el golpe palaciego contra el verdadero sucesor del Rey Salman, su sobrino y primo de MBS, el príncipe Mohammed Bin Nayef. Muchos sospechan que Al Qahtani es un miembro de la inteligencia. El rápido ascenso de Al Qahtani en la estructura de control de medios, desde la coronación de Salman, ha convertido su nombre en una amenaza para la ya mínima libertad de prensa del reino. En nombre de MBS se permite enviar mensajes intimidatorios a periodistas, editores y productores de diferentes medios del país.
El choque definitivo que tuvo Jamal Khashoggi con Saoud Al Qahtani se produjo por un artículo del periodista asesinado, titulado “Al Qahtani, amigo de periodistas”, publicado en el diario Al Hayat, crítico de muchas monarquías árabes y que se edita en Londres.
La otra figura prominente dentro del diagrama de poder del príncipe MBS, que ha sido desplazado y quizás corra con la máxima responsabilidad del crimen de Khashoggi, es el mayor general Ahmed Al Assiri, el segundo jefe del servicio de inteligencia saudita. Al Assiri fue quien manejó los aportes sauditas a la campaña electoral de Trump y es portavoz de la coalición en la actual guerra de Yemen.
El reino después de Khashoggi
El asesinato de Jamal Khashoggi ha puesto al rojo las relaciones del reino saudita con la Unión Europea, Reino Unido y los Estados Unidos, ya que si bien el periodista era un hombre del sistema, tenía algunas posiciones críticas a ciertas políticas de los Saud. Por ejemplo, en 2003 se convirtió en editor en jefe de Al Watan, uno de los periódicos más importantes de Arabia Saudita, en el que la familia real, como en todos los negocios del reino, tiene intereses. En poco más de dos meses, Khashoggi debió renunciar por sus críticas al fundamentalismo wahabita, la interpretación oficial del Islam que sigue el reino saudita, y que da basamento filosófico a organizaciones como Al Qaeda y Daesh. Fue por un artículo que el periodista escribió tras una atentando suicida en Riad que causó 39 muertos. Khashoggi, a pesar de que había sido afiliado a los Hermanos Musulmanes -una organización ultramontana, que ha formado a muchos líderes de Al Qaeda y Daesh, como por ejemplo a Ayman Al Zawahirí, el actual jefe de la organización fundada por Osama bin Laden-, volvería a trabajar en Al Watan en 2007, pero en mayo de 2010 fue despedido luego de otra columna critica al wahabismo. Aunque un mes después ya estaba dirigiendo Al Arab, un nuevo multimedio de comunicación del influyente príncipe Alwaleed Bin Talal.
Jamal Khashoggi nunca mantuvo posiciones extremadamente críticas aunque entró y salió del sistema en varias oportunidades. Su apoyo a la “Primavera Árabe” en 2011 implicó un nuevo alejamiento de Khashoggi de los círculos del poder, hasta que finalmente en 2017 debió establecerse en Estados Unidos, donde comenzó a escribir en el Washington Post. En respuesta a las razias de 2017, en que por orden de MBS se encarcelaron a cientos de empresarios y funcionarios cercanos al régimen, acusados de corrupción, en un artículo Khashoggi se preguntó si MSB “se parecía más al presidente ruso Vladimir Putin o a Mikhail Gorbachov”. Algo que, al parecer, molestó al príncipe heredero.
La impunidad con que hasta ahora se movió Mohamed Bin Salman lo hizo subestimar la posible repuesta de sus aliados occidentales, que consideran mucho más importante la vida de un periodista que la de las miles de personas que MBS asesinó en Yemen.
Esta semana comenzarán a conocerse algunas sanciones contra el reino saudita. Para comenzar Alemania, bloqueó la venta de armamento al reino. De incrementarse las críticas quizás el rey Salman se vea obligado a quitar a MSB de la línea de sucesión. Si esto ocurre, se le abrirá una nueva oportunidad al otrora príncipe heredero, Mohammed bin Nayef, lo que va a ocasionar un importante remesón en la familia reinante, donde no sólo rodarán coronas sino alguna cabeza oportuna para calmar la indignación de Occidente, así puede seguir comprando a los saudíes petróleo barato y vendiéndoles armas caras.
*Por Guadi Calvo para Línea Internacional