Crónica de mi Peña Trashumante
Se acerca una nueva edición de esta peña que celebra diez años de encuentros, autogestión, organización popular y alegría genuina. El viernes 11 a partir de las 22 nos reunimos una vez más a celebrar nuestra tierra y nuestra lucha. Cualquiera que haya ido, sabe que la Peña Trashumante es de esas experiencias que se construyen a través de los cinco sentidos y cobijado en la calidez de las verdaderas fiestas populares. Por eso y para ir palpitando lo que se viene, compartimos una crónica de la peña del invierno 2015, que logra retratar el espíritu trashumante.
Voy yendo a la Peña Trashumante, el colectivo me deja a una cuadra o dos. Siempre me gustó este barrio. Se abren las puertas a la hora indicada. Entro a través de un túnel de aplausos, siguiendo a un grupo incontable de sicuris que indican el camino en la oscuridad del salón.
Ya adentro, busco una silla aprovechando que hay poca gente, pero en menos de media hora la cancha de Atenas se empieza a llenar. No entiendo muy bien la estética, hay banderines y foquitos de colores, parece tener el espíritu de las viejas fiestas populares, o de un circo, cuando era chico en el club de mi barrio hacían unos eventos así, mis viejos iban a bailar y yo jugaba en la calle hasta que me daba sueño y me dormía sobre dos sillas enfrentadas.
Veo una chica con la cara pintada y una sonrisa gigante. Luego veo otro que también tiene unas cosas pintadas en la cara, y otro más, parece que todos andan contentos. Arranca la música, el sonido es excelente y las canciones me recuerdan a una novia que tenía cuando iba a la facu, ¿qué habrá sido de su vida? Hay danza también, los cuerpos se mueven entre pañuelos y gestos sutiles. Una parejita se besa debajo de una bandera que dice hijos del cordobazo. Al fondo veo una imagen de Freire, y más allá una imagen de Violeta Parra, y otra del Subcomandante Marcos ¿Dónde estoy?
La música es realmente buena. Me pido unas empanadas porque hoy no comí nada en todo el día. En la barra me cuentan que la comida la hacen unas vecinas de no sé qué barrio que se organizan para no sé qué cosa y que con la plata de las empanadas no le piden nada al Gobierno. Me dejan pensando un par de cosas. Están buenísimas encima, me compro media docena más. Sube una banda que está mejor todavía. El primer fernet para bajar las empanadas. Son canciones de protesta parece, hablan de nosotros y el sur, de la lucha, de la alegría y de que todo va a cambiar para mejor.
Al fondo hay una mesa donde venden libros, remeras y otras cosas. Parecen que son colectivos y gente de varios barrios. De la “eó” me dicen. “Viste que no hay policías acá adentro -me dice otro flaco- es porque no los necesitamos”. Eso también me deja pensando. La música cae desde el cielo como con magia, allá hay una gente haciendo radio, dicen que están transmitiendo esto por internet. Ahí subió el Raly. Una señora le saca una foto con el celular y le pide una zamba con una frase picarona. El Raly se caga de risa. Qué buena fiesta.
La chica de la cara pintada me invita a bailar. Una, dos, cincuenta chacareras. Hace mucho que no me divierto así. No entiendo muy bien lo que pasa acá, no sé qué significa trashumante*, ni dónde estoy, pero si todos están contentos yo también. Dejo mi cuaderno en el bolcito y me voy a bailar, me gustaría seguir escribiendo esta crónica pero la Peña Trashumante me enamoró el corazón.
(*) Cuando me estaba yendo, una de las chicas que organizaba, me dijo que “trashumar” es algo así como “ir en búsqueda de los mejores humus, las mejores tierras y las mejores gentes”.
Por Colectivo Manifiesto
19 de julio de 2015