Estados Unidos: entre la desesperanza y la falta de respuesta
Mientras Estados Unidos afronta la mayor ola de protestas desde el asesinato de Martin Luther King, Trump inflama el conflicto y califica los actos de “terrorismo nacional”.
Por Raúl Antonio Capote para Granma
Los helicópteros militares vuelan sobre Washington DC a tan baja altura que es posible ver a los soldados asomados a las puertas de los aparatos, narran en las redes sociales algunos manifestantes, quienes también describen la presencia de blindados en varias bocacalles y cruces de avenidas.
La capital estadounidense es el único territorio donde el presidente puede utilizar al Ejército sin consultar antes con el gobernador. Donald Trump ha ordenado el despliegue de un batallón de la policía militar, según el Departamento de Defensa. Se trata de una unidad de entre 200 y 500 soldados, procedentes de Fort Bragg, en Carolina del Norte.
Para que un mandatario pueda movilizar tropas dentro de los Estados Unidos, debe invocar la Ley de Insurrección, firmada por Thomas Jefferson en 1807.
Según The Washington Post: “Cuando un presidente considere que se producen obstrucciones ilegales (…) o rebelión contra la autoridad de los Estados Unidos y se hace impracticable el cumplimiento de la ley, puede llamar al servicio federal de la milicia de cada estado o de las fuerzas armadas si lo considera necesario, para hacer cumplir esas leyes o para suprimir la rebelión”.
En 1992, cuando los disturbios en Los Ángeles, desatados a partir de la absolución de los policías que golpearon salvajemente a Rodney King, el entonces presidente George W. Bush ordenó la intervención de las tropas federales, pero, en este caso, medió la solicitud del gobernador de California.
El ex secretario de Defensa de los Estados Unidos, James Mattis, y Donald Trump, refiere Russia Today, se han enzarzado en un fuerte intercambio en el contexto de los disturbios que enfrenta el país tras la muerte de George Floyd.
En un artículo publicado el miércoles en The Atlantic, Mattis acusó al mandatario de abusar de su poder como jefe del Estado y tratar de dividir a la nación. El ex secretario de Defensa subrayó que “militarizar nuestra respuesta, como vimos en Washington DC, crea un conflicto, un falso conflicto entre la sociedad militar y la civil… Erosiona la base moral que garantiza un vínculo de confianza entre hombres y mujeres en uniforme y la sociedad a la que han jurado proteger, y de la cual ellos mismos son parte”.
El actual secretario de Defensa, Mark Esper, también criticó las acciones de Trump: “No apoyo la invocación de la Ley de Insurrección. Estas medidas solo deberían utilizarse como último recurso y en las situaciones más urgentes y extremas. No estamos en una de esas situaciones ahora”.
Mientras Estados Unidos afronta la mayor ola de protestas desde el asesinato de Martin Luther King, Trump inflama el conflicto y califica los actos de “terrorismo nacional”.
Miles de manifestantes se concentran en las grandes ciudades estadounidenses, ignorando el toque de queda decretado; las Fuerzas Armadas patrullan las calles de Washington; se producen duros enfrentamientos entre manifestantes y policías; los saqueos de Los Ángeles llegan al centro de Hollywood; en el exterior de la Casa Blanca, la policía militar, protegida detrás de escudos antidisturbios, carga contra centenares de personas congregadas pacíficamente; usan gases lacrimógenos y caballos para abrir una vía en la plaza de Lafayette.
¿Son raciales las protestas? El detonante fue el asesinato de George Floyd a manos de la policía racista. Pero la razón es mucho más profunda. Negros, latinos y blancos pobres se mezclan en la multitud como uno solo. Es el pueblo cansado de años de abuso y segregación de clase y de razas, de pobreza y falta de derechos.
Es la clásica copa rebosada: es el peso de los más de 100.000 muertos por la COVID-19, la mayoría negros, latinos y blancos pobres; son los millones de desempleados, los millones sin seguro ni atención médica.
Es lo mejor del pueblo estadounidense que se solidariza con sus hermanos ante la barbarie de un gobierno de corte fascista, caótico y falto de respuestas.
Lo que ha explotado es la desesperanza, el dolor callado durante años.
Supremacistas blancos, los paramilitares de Trump, han disparado contra la multitud, incluso, desde helicópteros particulares. El mandatario, en lugar de intentar solucionar la situación, llama a la violencia, inflama la rabia. Muchos se han percatado y se preguntan ¿por qué?
Es un país dividido, fragmentado, algunos militares han mostrado su indignación y no quieren participar en la represión; la Guardia Nacional, integrada en gran parte por latinos y afrodescendientes, tampoco está conforme.
Es el país de la libertad, proclama Trump, y los manifestantes le responden ¿libertad para quién?
*Por Raúl Antonio Capote para Granma / Foto de portada: AFP