¿Qué hizo el anime conmigo? Archivos cuir de otra época
Si algo define a los dibujos animados de los 90 y los primeros 2000 es su manera de colar rarezas por debajo del radar moral de la época. Todxs tenemos alguno grabado en la memoria. El anime no fue la excepción: en plena era dorada de Tinelli, tejió un archivo cuir tan poderoso como inesperado.
En el anime abundan escenas que cruzan los límites de lo esperado: varones que se transforman en mujeres, compañeros de batallas que dejan entrever un interés romántico, chicas que ponen en su lugar a quienes las hostigan, masculinidades que coquetean con la feminidad, compañeras de secundaria que descubren una atracción mutua, jóvenes estudiantes que se enamoran de sus profesores, docentes que confiesan su deseo y maestros que fantasean con sus discípulos. Todo ese repertorio de vínculos —sexuales, eróticos o sentimentales— tensiona la piel social y despierta emociones de las más variadas: podría incomodar, seducir o abrir la puerta a un anhelo secreto.
La norma hetero puede fallar
El anime de aquellos años dejó un archivo extraño y contradictorio. Aunque la mayoría de las tramas parecían obedecer a la norma heterosexual, lo cuir encontraba siempre un resquicio para aparecer. No era una inclusión deliberada del mundo disidente, sino más bien un goteo inesperado: formas de desear, amar y existir que escapaban al guion dominante.
En un contexto donde Tinelli y otras figuras de la televisión argentina imponían los límites de lo pensable sobre género y sexualidad, el anime ofrecía pequeñas fugas de la norma, tan modestas como poderosas. Para muchxs de nosotrxs, en la infancia, fue un primer contacto con afectos e identidades que desbordaban la cisheterosexualidad obligatoria.

Esos desvíos se deslizaban bajo el radar moral y, aunque breves, dejaban huellas profundas en quienes crecimos con sensibilidades disidentes frente a la pantalla. Claro que muchos de esos animes estaban lejos de ser progresistas: abundaban el machismo, el sexismo y las representaciones estereotipadas de género y sexualidad. No proponían sujetos cuir ejemplares ni buscaban redefinir identidades. Sin embargo, en medio de ese entramado normativo, aparecían gestos, insinuaciones y guiños que abrían la posibilidad de imaginar otra cosa, como promesas escondidas en los pliegues de la animación.
Un archivo cuir y otaku
Uno de esos casos es Sakura Card Captor. En ese anime, Sakura libera accidentalmente unas cartas mágicas que deberá recuperar con la ayuda de Kero y el apoyo incondicional de su amiga Tomoyo, cuyo afecto por ella roza el enamoramiento. Los enredos amorosos atraviesan a casi todos los personajes: Shaoran, rival y aliado de Sakura, comparte con ella el interés por Yukito, mientras que Yukito y el hermano de Sakura, Touya, también se aman.


Bisexualidad, lesbianismo y amores gay van poblando la trama de estos pequeños adolescentes, sin el acostumbrado momento de quiebre que supone una salida del clóset. La obra desordena también las formas clásicas de los roles de género y la sexualidad: madres independientes, padres sensibles, niñas heroínas, varones tímidos y andróginos, amores intergeneracionales e, incluso, vínculos entre humanos y seres mágicos. Nada está fijado de antemano: el género y el deseo se despliegan de manera fluida, transformándose a lo largo de la historia.
Por otro lado, en Los Caballeros del Zodiaco, uno de los protagonistas, Shun de Andrómeda, hacía estallar los moldes de la masculinidad heroica. Su apariencia delicada y sus gestos femeninos contrastaban con el resto del grupo, marcado por la fuerza y la temeridad. Shun era tímido, evitaba pelear y solía ser señalado por su propio hermano como débil o dependiente, aunque esa mirada cambiara con el tiempo. Para quienes veíamos la serie, aparecía como un personaje andrógino, capaz de atraer tanto a compañeras como de insinuar un deseo entre varones. En medio de un relato que ponía a adolescentes a resolverlo todo a golpes, su figura parecía escapar a la masculinidad hegemónica, moviéndose en un territorio ambiguo: entre lo masculino y lo femenino, entre la norma heterosexual y la posibilidad de salir de ella.


Por último, no puedo evitar volver a Ranma ½ y su protagonista Ranma Saotome, quien queda maldito tras caer en un estanque encantado: con el agua fría, se convierte en mujer y vuelve a su forma masculina con el agua caliente. Otros personajes también sufren metamorfosis, lo que convierte la serie en un terreno donde cuerpos y géneros se vuelven inestables. Comprometido por su familia con Akane Tendo, su relación comienza con hostilidad, pero evoluciona hacia el afecto. En medio de enredos amorosos y artes marciales, aparecen deseos que se escapan de la norma: un compañero se enamora tanto de Akane como de la versión femenina de Ranma, Ukyo es percibida indistintamente como varón o mujer, y varias promesas de matrimonio se cruzan en la trama. Gran parte de los momentos más íntimos entre Ranma y Akane ocurren cuando él es mujer, y ahí se revela algo clave: Akane no lo quiere a pesar de sus cambios, sino también por ellos, convirtiendo la metamorfosis en un elemento central de su vínculo y dejando entrever un amor que desborda categorías fijas de género o sexualidad.
En todas estas historias, lxs protagonistas y sus compañerxs exploran la sexualidad y el género a través de la práctica, la experimentación y la posibilidad abierta. Las series muestran feminidades y masculinidades diversas, amores que escapan a la monogamia y vínculos que muchas veces trascienden lo humano. Catalogar estas experiencias sería casi imposible —y no es necesario: lo valioso de estos animes no está en definir identidades específicas, sino en mostrar los espacios intermedios entre ellas, donde las categorías parecen desvanecerse.

Aunque estos animes no buscan romper con la norma heterosexual ni mostrar modelos antinormativos ejemplares, sí critican ese mundo de manera juguetona y sutil. Son espacios donde las reglas cisheterosexuales fracasan, de la misma manera que nosotros fracasamos al intentar seguirlas. Para las infancias y adolescencias disidentes, el anime se volvió un modelo sobre cómo fracasar bien, con frecuencia y cómo fracasar mejor.
Relacionar ciertos animes con culturas disidentes implica prestar atención a lo particular, a las pequeñas señales que requieren un enfoque distinto al habitual: no se trata de arrojar luz sobre todo y encandilar el mundo, sino de acostumbrar la mirada a lo que se revela lentamente en la oscuridad.
De algún modo, hago mío el gesto de dejar que la claridad ceda lugar a la penumbra, como en esos animes donde los afectos, los géneros y los deseos se despliegan en matices y destellos inesperados. Así podemos observar el juego de luces y sombras, la yuxtaposición de elementos y los posibles resultados que se revelan cuando apagamos la lámpara y dejamos que la penumbra nos muestre lo que, de otro modo, permanecería oculto.
*Por Sasha Hilas para La tinta / Imagen de portada: Ranma ½.
