Sara Astiazarán: la monja que encendió la lucha colectiva

Un homenaje audiovisual rescata la vida de Sara Astiazarán, la monja carmelita que dejó el convento para organizar a las trabajadoras del hogar, acompañar las luchas obreras y contribuir al estallido del Cordobazo. Su legado, atravesado por la fe y la política, sigue vigente en los derechos conquistados y en las batallas que aún persisten. El documental se estrenará mañana, a las 18 horas, en el Museo de Antropologías de Córdoba. Conversamos con Ana Altamirano, del Sindicato del Personal de Casas de Familia, y Luján Farfán, de Católicas por el Derecho a Decidir, para conocer cómo ha sido rememorar esta historia.
Por Iñaki Rubio Mendoza para La tinta
Mañana, 30 de mayo, se estrena el documental Sara Astiazarán: la monja que encendió la lucha colectiva, una producción que recupera la historia poco conocida de una mujer que, desde su fe y su compromiso con las clases populares, se convirtió en una figura clave del sindicalismo y en un exponente de la apertura que la Iglesia católica atravesó en su época. El audiovisual fue producto de la colaboración de las organizaciones Católicas por el Derecho a Decidir Argentina (CDD) y el Sindicato de Personal de Casas de Familia (SinPeCaF) de Córdoba, en el marco del ciclo “Santas Desobedientes”. La cita tendrá lugar en el Museo de Antropologías de Córdoba, a las 18 horas, y la entrada será libre y gratuita.
El evento contará con la participación de Flavia Dezzutto, decana de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC; Mariana Espinosa, investigadora del CONICET; Ana Altamirano, secretaria general del SinPeCaF; y Leticia Medina, secretaria general de ADIUC. El coloquio será moderado, además, por Natalia Rodríguez y Luján Farfán Ramos, del Área de Diálogo Ecuménico e Interreligioso de CDD.

Una monja con pantalones
Aunque nació en Corrientes, Sara Astiazarán siempre estuvo ligada a Córdoba; su vocación religiosa la llevó a formarse como enfermera y a desempeñarse en la localidad de Malagueño, donde, como monja Carmelita, empezó a tomar contacto directo con la realidad de los obreros de la cal, que estaban muy precarizados. “Fue ahí cuando su fe se convirtió para ella en una herramienta de compromiso político”, cuenta Lujan Farfán.
Su implicación fue cada vez mayor, hasta que su trabajo como monja y la labor por la defensa de los derechos de los trabajadores resultó ser incompatible. Astiazarán desobedeció las normas impuestas por la institución en una época donde el rol de la mujer dentro de la Iglesia era severamente limitado: usaba pantalones, se desplazaba sola y mantenía una relación directa y cotidiana con obreros y familias humildes. Su determinación por acompañar en moto a un trabajador para asistir a su hermano enfermo, de noche, le valió una sanción del Arzobispado de Córdoba. “Entró en un dilema moral, pero decidió dejar la congregación, asesorada por el entonces obispo auxiliar, Enrique Angelelli; Sara fue una santa desobediente”, dice Farfán.
Sin embargo, no renunció a su fe: “Fue una mujer muy coherente con su compromiso hacia el evangelio, y esa fue la razón por la que dejó el convento y se puso a ayudar a los trabajadores; es la historia de muchas mujeres”. Era la década del 60, un tiempo en el que hubo un intento de renovación dentro de la Iglesia católica, después del segundo Concilio del Vaticano. “Hubo un esfuerzo por acercarse al pueblo, una corriente de la teología de la liberación, y eso inspiró a Sara, de alguna manera, a comprometerse con esa conciencia política”, relata la activista.
Sindicalista y precursora del Cordobazo
Tras dejar los hábitos, se instaló en el barrio Bella Vista, de Córdoba, y comenzó a trabajar en casas de familia en Parque Vélez Sarsfield. “El sector de las trabajadoras de hogares particulares sufría mucha violencia —también a día de hoy—. Eran mujeres trabajadoras y no tenían derechos básicos establecidos”, sostiene Farfán. No obstante, el compromiso político de Sara la llevó a crear, junto a otras mujeres del gremio, el primer sindicato de trabajadoras de casas particulares de Córdoba. Desde allí, acompañó la formación política y sindical de cientos de compañeras, en un contexto de gran movimiento estudiantil y obrero.


Astiazarán tuvo cada vez más relevancia y capacidad de decisión dentro las acciones sociales. Según cuentan varios testimonios de la época, tenía un vínculo cercano con el dirigente sindical Agustín Tosco, y fue él quien la invitó a formar parte de la asamblea que dio luz verde al paro que desencadenó el Cordobazo. “Lo que cuentan es que su voto fue decisivo en la asamblea donde se decidió realizar el paro; la votación estaba igualada, y fue ella quien desempató la situación con su voto favorable de salir a las calles, lo que provocó una revuelta popular”, explica la militante católica.
“Su legado sigue vivo”
La vida de la religiosa siempre estuvo marcada por la defensa de los derechos laborales de sus compañeras y continuó así hasta el final de sus días. Luchó fervientemente por una ley que reconociera a las trabajadoras del hogar como tal, lo que dio como resultado la sanción de la Ley 26844 en 2013, que estableció el Régimen Especial de Contrato de Trabajo para el Personal de Casas Particulares en Argentina. Desafortunadamente, Astiazarán no pudo ver el fruto de su lucha, pues falleció en 2007.
“Gracias a Sara, las empleadas domésticas de entonces se convirtieron en trabajadoras de casas particulares, garantizando el acceso a derechos como vacaciones, aguinaldos, etc.”, recalca Ana Altamirano. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. La situación mejoró mucho desde entonces, pero no lo suficiente, según la sindicalista: “Seguimos siendo un sector precarizado y menospreciado. Discutimos paritarias en la comisión nacional y, por más que insistimos para que nos llamen todos los meses, tenemos un salario de quinta categoría de 350.000 pesos. Tampoco tenemos posibilidades de tener obra social, porque el descuento que hacen para ello es tan mínimo que ninguna te acepta”.

Altamirano denuncia que, con el Gobierno de Javier Milei, la situación no ha hecho más que empeorar: “La Ley Bases derogó el artículo 50 de la ley 26844, eliminando así la indemnización agravada por falta de registración en el ámbito del trabajo doméstico”. Pero, sobre todo, complicó la situación de las trabajadoras migrantes: “Tenemos muchas compañeras migrantes y tienen miedo de no cumplir con los requisitos migratorios que impone el Gobierno”. La eliminación del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad también causó incertidumbre en torno al programa Registradas, creado en 2021 para promover la formalización del empleo doméstico de mujeres mediante subsidios estatales. “El programa había logrado el registro de 45.000 mujeres; ya no hay políticas públicas, ni en educación ni en salud y mucho menos en la visibilización de nuestro sector”, asegura Altamirano.
El documental
“Precisamente, el objetivo del documental es que las compañeras del sindicato conozcan quién fue su fundadora y que la lucha que hoy tienen ellas es la misma que inició Sara Astiazarán”, dice Farfán. Aunque la idea de producir el audiovisual fue fruto de una casualidad: “El papa Francisco canonizó el año pasado a Mama Antula, la primera santa argentina; nos pareció una persona muy interesante debido a la implicación política que tuvo, y decidimos crear el ciclo Mujeres Desobedientes, empezando con la vida de esta carismática persona. Decidimos continuar con el ciclo y ahí es cuando Natalia y yo conocimos a Ana Altamirano; nos contó la historia de Sara y nos cautivó inmediatamente”.


Así decidieron hacer un episodio nuevo de Mujeres Desobedientes, esta vez, sobre Sara Astiazarán. “Comenzamos a juntarnos con las compañeras del sindicato, y nos dimos cuenta de que muchas de ellas no conocían su historia”, dice Farfán. “Sentí la necesidad de que mis compañeras se apropiasen de ese relato, y decidimos hacer el documental para que no cayera en el olvido”, continua su compañera Altamirano.
Las representantes de ambas organizaciones coinciden en que la producción de la pieza fue un trabajo arduo de investigación: “Hemos leído y escuchado muchas entrevistas de ella, y ha sido difícil poder recuperar la historia en ciertas ocasiones; las mujeres siempre están más invisibilizadas y no suele haber tanta información sobre ellas; indagamos mucho en el archivo del sindicato, también hablamos con personas coetáneas de Sara, como la socióloga Dinora Gebennini o Flora Qinteros, entre otros miembros y fundadoras del sindicato; el documental es un diálogo intergeneracional, un paseo entre el pasado y el presente”.
Gracias a este proceso, ambas organizaciones crearon un vínculo que supo unir a la perfección los dos mundos que conformaron el ser de la sindicalista eclesiástica. “Hemos integrado un gran grupo de aliadas para nuestro trabajo de acá a futuro; ha sido súper emocionante poder colaborar juntas en este proceso”, concluyen ambas.


*Por Iñaki Rubio Mendoza para La tinta / Imagen de portada: captura del documental.
