El desgaste de la confianza pública: ¿un apoyo que se desvanece?

El desgaste de la confianza pública: ¿un apoyo que se desvanece?
29 abril, 2025 por Redacción La tinta

La consultora Zuban Córdoba y Asociados, en sus últimos estudios de opinión realizados en marzo y abril de 2025, analiza una nueva tendencia en la opinión pública argentina, relacionada con un progresivo incremento en la imagen negativa del gobierno de Javier Milei. La aprobación está en un 41,4% y la desaprobación en un 57,4%. 

Por Rocío Daghero para La tinta

La semana pasada, se cumplieron 500 días de gestión y la narrativa de culpar al gobierno anterior pareciera perder algo de fuerza. Varias mediciones acerca de la imagen del presidente Javier Milei concuerdan en que hubo una baja en la imagen positiva del gobierno libertario a partir de febrero, cuando el escándalo de la criptomoneda $LIBRA estalló en medios y redes. ¿Pero esto es realmente así? La consultora política Zuban Córdoba y Asociados publicó el domingo el Informe Nacional Abril 2025, en el cual presentan los resultados de la última medición en torno a la aprobación de la gestión, la credibilidad de Milei en materia de política económica y acerca de las próximas elecciones legislativas. 

Según los datos arrojados, la aprobación de la gestión del presidente Javier Milei está en un 41,4% y la desaprobación está en un 57,4%. Ante la pregunta «¿Qué tanta confianza tiene Milei para sacar a la Argentina de la crisis económica?», el 56,2% respondió que no cree que Javier Milei pueda sacar al país de la crisis económica actual, frente a un 43,2% que sí confía en él. Desde la consultora cordobesa, se pregunta si la inflación está subiendo: un 62,8% está de acuerdo y el desacuerdo cierra en 36,3%.

En diálogo con Santino Córdoba, politólogo y consultor en Zuban Córdoba y Asociados, ahondamos en más detalles sobre el último informe.

¿Qué tan pronunciada ha sido esta caída en la imagen positiva de Javier Milei desde que asumió? 

―Las encuestas son una fotografía de un momento determinado. Desde que asumió Javier Milei, en comparación con el principio de gobierno, se han dado altibajos y la variación más pronunciada se dio entre agosto y octubre del año pasado, con una caída de hasta tres puntos, casi cuatro en su imagen, siendo el momento más tenso de su primer año de mandato. Esto se relacionó con las movilizaciones en defensa de la universidad pública y también con el debate sobre la cuestión previsional y de los jubilados.

No ha sido una caída pronunciada, dramática, como quizás se podría esperar ante las sucesivas políticas y ajustes que ha tomado el gobierno en su primer año. Lo que sí vemos es una tendencia, una especie de sedimentación de la confianza en la palabra del presidente. En estos últimos tres meses, empezó a decaer esta aprobación, mucho más ligada a cuestiones recientes como el Criptogate y todo el escándalo que hubo alrededor de mismo.  

¿La caída de la imagen de Milei se puede explicar por algo más que los factores económicos? ¿Qué otros elementos de riesgo inciden en esta baja? 

―Si bien hubo variaciones en su aprobación, en los diferentes análisis que fuimos haciendo, no han sido tan pronunciadas en base a las medidas que se tomaron y en parte tiene que ver con el voto de confianza: «Está bien, te bancamos este primer año, hacemos la vista gorda». Si bien quizás la gente no está de acuerdo con varias de las medidas que se han tomado el año pasado, aún hay una espera y expectativa de mejora de economía.

El dato más importante con el que arrancó el año el presidente y que nosotros decimos que era su ancla más relevante para encarar las elecciones de este año fue la estabilización de la inflación. Si bien en otras cuestiones que medimos no había tantos apoyos, la estabilización de inflación hizo que esa aprobación no cayera o no variara tan dramáticamente, porque, en un punto, fue parte de lo prometido en campaña y eso impacta de manera positiva. Hubo un anclaje en base a esa variable económica. 

Cuando te preguntaba sobre estos otros factores que pueden incidir en la baja, tenía una hipótesis de acuerdo a, por ejemplo, su discurso en Davos o el escándalo de la cripto, las inundaciones de Bahía Blanca, el video en torno al 24 de marzo, el problema con los jubilados, el nuevo pedido de deuda al Fondo Monetario Internacional. ¿Son parte de estas causas que influyen a la sedimentación y la credibilidad del presidente?

―Diferenciaría la batalla cultural del Criptogate, que para nosotros fue un desencadenante muy importante. Lo analizamos desde el punto de vista de lo que se llama en la comunicación pública como «crisis de sombra alargada», que es una crisis que se abre y se ponen en duda los fundamentos y valores básicos de una institución, de una situación.

¿Qué pasó con el Criptogate a diferencia de los otros discursos? 

―El discurso en Davos tuvo su movilización y su respuesta. No necesariamente la gente acompaña las formas del presidente, es algo de lo que la gente se queja en los focus group, se cansa de que tenga demasiada participación en las redes sociales o que se maneje como si fuese una persona privada más. Esto caló mucho más profundo a partir del Criptogate, porque se puso en duda, por un lado, el hecho de haber generado actos de corrupción y, por el otro, la autenticidad y la confianza que tiene la palabra del presidente. Porque su respuesta como presidente fue: «Era mi cuenta privada, en realidad, a mí me lo mandaron, yo no chequeé muy bien la información». 

Javier Milei asumió como un presidente que es economista y eso le otorga muchísima credibilidad a su análisis económico y a las posibles soluciones y proyecto de país que él proponía. Por un lado, pierde la credibilidad como economista, siendo que compartió algo que es de su expertise, entonces, ¿confiamos o no en que está diciendo la verdad o no? Por el otro lado, el hecho de haber generado un esquema de coimas en el cual estaría incluida la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei. Lo medimos en un informe especial sobre el Criptogate. Más de un 60% creía que había conflictos relacionados a la corrupción. Por ejemplo, preguntamos si el Criptogate es la mayor crisis del gobierno desde que asumió y un 66% dijo que sí. También preguntamos si había que controlar más las cosas que hace Milei con el gobierno del país y un 70% nos dijo que sí. Esto fue en febrero.

En el informe presentado este mes, preguntamos si confían o no en que el gobierno de Javier Milei va a lograr resolver la crisis económica y un 53% dijo que desconfía de que logre resolver la crisis económica. También preguntamos si el plan económico de Milei ha fracasado: 55,4% de acuerdo y un 43% en desacuerdo. Esto está bastante acompañado también con sus niveles de aprobación y de rechazo de gobierno. 

¿Qué nos dice esto? Por un lado, que empieza a tambalear un poco la palabra del presidente en cuanto a su credibilidad, a su expertise, si va a actuar de la misma forma con las medidas económicas como actuó con el Criptogate. El hecho de volver al Fondo Monetario Internacional es algo que evaluamos en el informe de marzo. Más de un 60% tiene una imagen negativa del FMI. Nunca hemos tenido buenos resultados luego de acudir al Fondo, es algo presente en la memoria del argentino.

¿Y de qué manera dirías que impactan en lo cotidiano estas estadísticas, puede ser algo más a largo plazo que se traslade a las urnas?

En Argentina, en un mes, pueden pasar tantas cosas que, de cara a las elecciones, no podemos afirmar nada, es el día a día. Hoy, Milei no mide mal ni La Libertad Avanza de cara a las elecciones de octubre. Son alertas que se van prendiendo de a poco y quizás subestiman el poder de lo simbólico en cuanto al relato. Ellos tienen mucho de hablarle a su propia tribuna o hablarle a su núcleo duro de un 30% que es bastante firme, fiel y está muchísimo más ideologizado que el 44% de su apoyo en general (compuesto por votantes del PRO, acompañantes de Patricia y demás).

Le hablan al núcleo duro y no a la sociedad argentina para dar explicación respecto a las medidas que se toman para generar más credibilidad de la palabra del presidente. De hecho, no hubo una reconstrucción de esto luego del Criptogate. Y por supuesto que eso genera situaciones de un equilibrio muy frágil, con un mapa económico mundial con un cambio de paradigma político muy grande, el impacto de la guerra comercial de Estados Unidos y China que todavía no sabemos cómo va a resultar.

Estos días, circuló un video de una entrevista en el programa radial Verdades Afiladas, en Radio El destape, con el director de Zuban, Gustavo Córdoba. Dijo que el 30% de los encuestados creía que la estafa de la cripto era culpa del kirchnerismo. ¿Responde justamente este 30% a este núcleo duro del que vos me hablás?

―Sí, totalmente. Lo vemos en distintas preguntas y en distintos cruces que hacemos. A veces, es un 26, 28 o 30%. Está claro que Javier Milei ha generado un cambio político. No solamente por haber desplazado a la otra derecha o centroderecha, y haberle quitado el mayor caudal de votos, sino por plantear una derecha popular, logró articular un relato en el que hoy la gente cree y tiene un poco de esperanza. Este núcleo duro se agarró profundo de esta solución y el tono también de la bronca vino muy bien. Y, bueno, es el núcleo que acompaña. 

Pero la sociedad argentina es un poco más que ese 30%. Otro dato que surge del informe y que está relacionado a su relato y la forma de sostenerlo y generar coherencia: un 65,8% está de acuerdo en que la devaluación del peso hizo subir los precios. La gente se da cuenta del aumento de los precios, porque lo ve y vive, el impacto en la vida cotidiana en más de la mitad de la población lo está afirmando. Quienes están en desacuerdo son ese 30% mismo. Hablar tanto para la tribuna, para ese 30% y generar esta batalla cultural para vanagloriarse en redes porque tiene interacciones con Elon Musk o con Trump o lo que sea es lo que le gusta y divierte al núcleo duro.  

Considerando entonces el amplio abanico político que existe en Argentina, ¿podrías decir que hay una fragmentación del espacio político o, por el contrario, que la oposición se encuentra consolidada?

El escenario es de total fragmentación en este año electoral y no tiene precedentes. Realmente, el hecho de haber sacado el mecanismo de las PASO para implementar boleta única por primera vez en muchos lugares en Argentina genera un montón de confusiones, pero, sobre todo, genera también desorganización. Más allá de una oposición que acaba de ser derrotada, simbólicamente todo lo que recuerde al kirchnerismo o al expresidente Alberto Fernández todavía tiene una carga negativa importante, entonces, es difícil reflotar de eso.

Pero sí es verdad que cuando preguntamos si cree que debería construirse una oposición que enfrente a Milei o si cree que deberían unirse todas las fuerzas para hacer un frente en contra de él, más de un 50% está de acuerdo en eso, pero no lo vemos reflejado cuando vemos la intención de voto por el sector político. No hay ningún sector político que aúne toda esa convergencia de oposiciones. 

―¿Hay algún dirigente o partido que esté capitalizando esta caída? 

No hay alguien que hoy lo esté capitalizando en su totalidad. Es un año electoral legislativo muy importante, donde los distintos signos políticos están buscando cómo sobrevivir y cómo seguir manteniendo vigente su discurso. Esto genera constantemente negociaciones políticas en donde no estaría primando tanto la idea de construir una unidad. Hay algo que tenemos claro los politólogos: que las reglas del juego determinan un poco cómo se termina construyendo el campo político. Y hoy estamos con las reglas cambiadas, jugando un juego nuevo en donde la fragmentación es lo principal en el escenario político.

No podemos hablar de una caída brutal y dramática de la imagen de Milei y su gestión, sino que han sido distintos los eventos que han ido quizás sedimentando una desconfianza. Es difícil entonces articular algo distinto. Formular explicaciones distintas sobre dónde estamos y qué hay que hacer con eso cuando, hasta hace un año, estas explicaciones no dieron resultado. Si bien hubo acompañamiento por sectores diferentes en cada provincia al proyecto de Milei, no se ha armado algo así estructural de signo político y el mismo Milei lo dice, ellos arreglan por privado, uno con uno, dirigente por dirigente y no por espacio. Entonces, bueno, siendo el presidente quien tiene un poder de organización del escenario político tan fuerte en países presidencialistas como la Argentina, un poco te marca la cancha de qué cosas se pueden hacer y qué cosas no. Por supuesto que eso tiene impacto y es un poco la explicación de la fragmentación que estamos viviendo hoy.

De acuerdo, entonces, a los datos del informe de Zuban y el análisis de Santino Córdoba, podemos ver que la imagen de Javier Milei muestra signos claros de desgaste, relacionados más a una sedimentación de la confianza que a caídas abruptas. La combinación de su gestión controversial, escándalos como el Criptogate y una relación estrecha con su núcleo duro han generado un clima de creciente escepticismo social. Aunque su base más ideologizada se mantiene firme, el deterioro de la confianza en su palabra, los resultados económicos y los últimos escándalos en los que ha estado involucrado comienzan a abrir grietas en su sostenibilidad política. En un año de elecciones legislativas y frente a un clima de fragmentación y volatilidad política, Milei tiene el desafío de reconstruir credibilidad ante una ciudadanía cada vez más atenta a los resultados y menos a las promesas.

*Por Rocío Daghero para La tinta.

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Palabras claves: Javier Milei, opinión pública

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