Sí, queremos a Lizy: una década de fama trava

Sí, queremos a Lizy: una década de fama trava
6 marzo, 2025 por Redacción La tinta

Tras un fin de semana extralargo y carnavalesco, bajaron los telones de Carlos Paz hasta el próximo verano. Lizy, una estrella trava que nos alumbra hace 10 años, volvió a la Villa a contarnos otra vez su historia de vida llena de estampas atravesadas para hacernos reír. Con sus cuentos populares, atraviesa géneros y clases en los escenarios, y ofrece imaginarios o granitos de arena, como dice ella, que nos acompañan en las vidas. ¿Qué travesías trans vivimos esta última década en la Villa y qué espectros movilizaron?

Por Jimena Inés Garrido para La tinta

El domingo, asistí al show de Lizy Tagliani, “Sí, quiero”, en el Teatro Bar, el más viejo de la ciudad. La obra estuvo entre las cinco más vistas y con mayor recaudación de la temporada. Este año la actriz llegó de la mano de Gustavo Yankelevich, legendario empresario del mundo del espectáculo que, en el 86, hizo “Mesa de noticia” y, en el 88, “Un cuete en la Villa”, en el mismo teatro. Según bromea Lizy, al ser su productor, “terminó con la jubilación mínima”. No tan mínima: la obra estuvo en el podio con las entradas más onerosas del verano (la más barata salía 27.000 pesos). 

En el 2015, Lizy hizo temporada por primera vez en Villa Carlos Paz como parte del elenco de “Casa Fantasma”, producido por Dabope (sociedad entre productores de “Show Match”). Cada lunes, en su día de descanso, Lizy presentaba su unipersonal «Mamá quiero ser» que, en el 2014, estuvo en calle Corrientes. En 2016, arribó a la Villa con “El show de Lizy Tagliani. La revolución del humor”, dirigido por el humorista Bicho Gómez y producido por Dabope. Este año, regresó. En esta nota, retomo escritos que trazamos con Ana Laura Reches luego de ver la obra del 2016 y renuevo reflexiones a partir de su último espectáculo, casi una década después.

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Imagen: Hoy Día Córdoba.

Lizy se cuelga de una estrella

Lizy creció en Androgué, Buenos Aires. La crió su mamá que, como dice en su show, además de trabajar de “mucama”, se encargaba de colgar a lxs vecinxs de la luz o curarlos con un sapo y “palabras chaqueñas”. Una mujer “tremenda”. Contaba en la obra del 2016: “Yo nací en el Chaco en los 70, en una época donde ser madre soltera era muy difícil, te hacían abortar o, cuando nacía la criatura, la regalaban. Para que eso no suceda, mi mamá, valientemente, con la ayuda de las enfermeras, fue a Resistencia y se tomó un bondi para empezar una nueva vida en Buenos Aires, teniendo que olvidarse de su familia, su historia”.

En su infancia, pasaron cosas horribles donde “el hambre fue lo de menos”. Su mamá no sabía leer ni escribir. Hoy, Lizy es estudiante de abogacía en la Universidad Pública de Lomas de Zamora. Cuando iban en el 306 con su mamá, en el fondo del bondi, veía a los chicos con carpetas inmensas y le decía: “Ma, ¿a dónde van?”, “A la facultad”, “¿Y yo voy a ir a la Facultad?», “Sí, todos van a la facultad”, contaba Lizy en el programa de radio que conduce de 6 a 9 de la mañana, Arriba bebé. Entre teatro y radio, el verano de Lizy fue de poco sueño.

En los shows, Lizy se ríe de la pobreza que vivieron, de sus rasgos masculinizados y de su supuesta fealdad: “Sin tacos, de atrás, soy un Fiat 1”; “Fui siempre difícil para enamorarme, a mí la cara me cuidó el culo, igual no soy fea, tengo una cara incómoda de ver, dice una amiga. Un día, le digo a mi mamá si me lleva al zoológico y me dice: ‘Si quieren verte, que te busquen ellos’. Tampoco mi mamá era Valeria Masa, de generación en generación, va mejorando la raza. Si yo soy fea, imaginate mi vieja. Creo que vengo yo, ella, el mandril y, después, mi abuela”.


Su experiencia escénica comenzó en un bar al que iba a ver shows de mujeres trans, siempre participaba opinando, gritando, aplaudiendo y rematando chistes. La protagonista del espectáculo un día le dijo: “Si sos más graciosa, por qué no subís y hablás vos”, y Lizy agarró el micrófono. Los boliches donde realizaba sus presentaciones fueron el terreno en los que aprendió el arte de los escenarios y el humor desde 2005.


Lizy era estilista y, en sus shows, hay varios relatos sobre sus clientas paquetas “de larga duración”. Dice que quiere ser mala como ellas y nada de morir tranquila. Lizy trabajaba en una peluquería en Lomas de Zamora y, “castigada por quilombera”, la mandaron a una sucursal de Capital. Allí conoció a Alicia Paselli, que la llevó al programa de su marido, el actor Roberto Galán. Si bien se introdujo en la farándula como peluquera, empezó a participar con “su lengua ácida” en programas de radio y televisión. Viviana Canosa y Santiago del Moro la invitaron a sus programas. En el 2013, Lizy infló un escándalo como estilista de “la Canosa”: supuestamente, la conductora la acusó de robarle una cucharita de plata. Lizy “se cuelga de su fama” y logra entrar al mundo del espectáculo.

Su presencia pública se potenció en el concurso “Bailando por un sueño” de Show Match, en el 2014. Ese mismo año, Tagliani contó: “El otro día, me dijeron algo muy lindo los productores, me explicaron que, en la obra, voy a poder ser yo y que no estoy ahí para que el resto se ría de mi condición, no voy a ser el blanco para jugar con mi persona. Estará en mí si quiero abrir ese frente y jugar o no”.


Cuando Lizy logró hablar en escena y no ser objeto de habla (burlesca), cambió su personaje en el teatro y la vida. Decía Lizy: “Jamás aceptaría ser la travesti que entra para que el capocómico bromee sobre mí y yo me vaya sin decir una palabra. ¡Al menos tengo que contestarle tres veces!”.  La coronación fue ser protagonista de su obra y llegar a ser “millo”. Los pasajes de clase y género estaban siempre atravesados, decía Tagliani en el 2016: “Yo soy una mujer trans, blanca [se da un beso en el hombro] con voz de negra, negra, negra, viste esa negra que entra y decís: guardá todo, por favor”. Las actuaciones de Lizy superponen con desenfado gestos distantes, ella juega como linda y fea, varón, travesti y mujer, rica y pobre, blanca y negra, espectadora de novelas y artista, ella es graciosa.


Con los huevos inflados

Lizy se suma a diversas y abundantes actuaciones de varones transformados en mujeres que, desde los años 70, hacen reír en la Villa. Ahora recupero algunas escenas de la última década, desde que Lizy es estrella. Florencia de la V, que actuó de mucama gauchita, hermana rica, diva, escritora enamorada y dueña de una clínica, no se refería a su transformación. Su genitalidad masculinizada era señalada por personajes que cuestionaban la identidad que asumía: “Mujer, casada y con hijxs”. Ricardo Fort, multimillonario de actuación bisexual que también alumbró aquellos veranos, decía sobre el cambio de nombre en el DNI de Florencia: “No sos mujer ni señora. Sos un hombre con pito y silicona”. Flor, una década después, enarbola banderas por las diversidades y no se asume mujer, sino travesti. Fort está muerto.

Delfina Bianco, actriz trans, en el 2011, eligió VCP como destino para sus vacaciones y aprovechó para hacer shows en boliches, eventos, desfiles. Allí consiguió puesto de primera vedete: “Me armaron un espaldar de plumas, conchero era la primera vez que usaba, ahora no me lo saco más”. Estas mujeres de plumas y cocheros se presentaban sin rastros masculinos, aunque, a diferencia de las señoras o reinas como Flor, no portaban maridos e hijxs. Otra forma de atravesar el género en estos escenarios era con estilo grotesco. En 2013, un grupo de actores se travestían con desalineadas pelucas y vestidos, se reían de “las sorpresas” que traían, refiriendo sus genitales. Con la parodia, reafirmaban su masculinidad. En la comedia “Complicados”, en el Teatro Bar, Miguel del Sel se disfrazó de la Tota y se hizo pasar por una “suegra”. En el engaño, aprovechó para tocar a su nuera que estaba en el sillón de la casa, “casualmente” en cuatro patas y ropa interior. En el acto, la Tota mostraba al público su falo “duro”.

Lizy atravesaba esas tres formas de actuaciones trans: la señora, la vedete y la Tota. La actriz, que a veces se presentaba desalineada y otras maquillada, peinada, con tacones y vestidos brillantes, exponía atributos feminizados o masculinizados en sus performances. En las redes sociales, compartía fotos de sus cotidianas intervenciones pasándose cera depilatoria, limpiándose la cara antes de maquillarla y, en sus discursos, bromeaba con una voz gruesa “de varón”. 

En la temporada 2015, Lizy realizó su primera sesión de fotos en malla de dos piezas y dijo: “Es claro, no es que tengo ahí un parlante o un televisor. Tengo lo que tengo que tener. Y punto. La gente no va a encontrar nada que no tenga otra persona”. “Los huevos” fueron objeto de permanente referencia durante el espectáculo del 2016: “Casi se me escapa uno”. En su obra de este año, cuenta las penurias de un viaje largo que tuvo que hacer con la trucadora: “Una lencería que usamos las chicas como yo, una bombachita que usamos las chicas que tenemos capacidades diferentes, está hecha de lona de camión reforzada con doble costura, te la tenés que comprar cinco talles menos para que te sostenga y más de seis horas no la podés usar porque te agarra gangrena”.

Tagliani anunciaba lo que ocultaba, produciendo un escondite público que causaba fascinación. Se pagaba grandes sumas por esta revelación colectiva. Aunque no se quisiera mostrar (“prefiero verme desnucada antes que se me vea uno”), “los huevos” amenazaban con escaparse en cualquier momento. En el show del 2016, luego de dar vueltas por el suelo con las piernas hacia arriba, haciendo referencia a un niño en la sala, dijo respecto a sus poses disparatadas: “Qué horror, la pobre criatura traumada”. 

Cuando Flor de la V la bloqueó en las redes en 2017, ella dijo que era “de tanto que le infló los huevos”, lo cual fue leído como una acusación de masculinidad. Lizy respondió: “Es un dicho, mirá si entre gitanas nos vamos a pisar la pollera”. Los huevos entre trucadoras siguen inflando diversos cuentos populares en escena.

Sí, quiero un lazo indestructible

En el 2016, hacia el final de la función, la actriz, con voz suave, dijo: «Yo sé de qué se trata la verdadera discriminación, por eso, les agradezco a todos ustedes que hayan venido, fuerte el aplauso de ustedes para ustedes mismos (…) Antes de irnos, le quiero dedicar este show a mis padres, al hombre más maravilloso de mi vida, un hombre que, sin ser mi padre biológico, se hizo cargo de mí y de mi mamá, nos enseñó qué significa una familia, nos enseñó lo que significa el amor de un padre. Y a mi mamá, a la mujer más maravillosa de mi vida, como seguramente la de ustedes lo es para ustedes, una madre que ha hecho muchísimos sacrificios por mí”.

El final de la obra del 2025, también con luz tenue y voz suave, invita al público a ser felices y habla de su mamá. Acá el padre desaparece, pero hay un nuevo protagonista: su hijo Tati, que recientemente adoptaron con su marido. “El amor tan grande de una madre lo entiendo, porque parió mi corazón (el público aplaude). No sé cómo hace Nicole, yo no parí, adopté y estoy destrozada (risas)”. En la última escena del 2025, pone el tema preferido de su mamá: “El día que me quieras”, y habla con ella. Le dice que es abuela y que no tenga miedo, le pide perdón por haber sentido vergüenza de que sea mucama, para avisarle que una vida hermosa las espera y le pide fortaleza y valentía para cuidar a Tati.

Los finales son usados para ponerse “sensibles”. Lizy pedía respeto por “la familia” y “la diferencia”. La actriz, antes que enbanderarse por las diferencias, prefería contar historias que le sirvieran a alguien y, así, aportar “un grano de arena”. En el 2014, se distanciaba de las luchas por ganar derechos de “las trans” y decía: “Si puedo ser útil, lo haré, pero no llevo la bandera de un sector. Yo no quiero victimizarme por ser travesti, querer ponerme tetitas o pintarme las uñas no me convierte en víctima. Víctima es alguien que le pegan un tiro cuando quiere entrar a su casa o no tiene para darle de comer a sus hijos”. La canción final de “El show de Lizy” en el 2016 era “Resistiré”, himno de muchas travestis. Al final del show de este año, sale con un vestido largo con los colores de la bandera de la diversidad. 

Este verano, en la obra, contó su deseo de tener con el Tati una relación desopilante y ordinaria, como la que ella tuvo con su mamá, entre las penurias más grandes, no dejaban de reír. “Cuando yo le escriba: ‘¿Saliste de Water Polo? (guiño con el público que se ríe porque presume su ascenso social, antes contó su juego en el gusano loco hecho con tachos de aceite o la silla voladora donde casi pierde la vida) Mamá está preocupada’, ojalá me conteste: ‘Dejá de joder, viejo trava’, y yo: ‘Y vos, adoptado’”. Lizy pide: ojalá palabras como travesti o adoptado sean motivo de orgullo.


Queremos a Lizy porque, entre risas, mueve grietas, atraviesa géneros y clases. Ella apeló a lo trava, a lo atravesado, superpone penurias con millones, tacones y barbas. A las travesías las hizo con viejas imaginaciones que reconfirmó: la familia y, en especial, de la madre. ¿Qué otras travesuras podemos actuar? El tiempo pasa, la forma de marcar los números de teléfono, las bromas y las estrellas pasan. Algunas quedan cosas quedan, como el teatro inflando y trucando la vida.


*Por Jimena Inés Garrido para La tinta / Imagen de portada: La Voz.

*Becaria posdoctoral de Conicet, IDH, UNC. Investiga desde la antropología las temporadas de teatro de verano en Argentina.

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Palabras claves: Carlos Paz, Lizy Tagliani, Teatro

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