¿Cómo no emputecerse?

¿Cómo no emputecerse?
11 febrero, 2025 por Noe Gall

¿Quiénes están devorando culturas, estigmatizando pueblos, devastando todo a su alrededor hoy? ¿Qué pueblos siguen huyendo hoy para sobrevivir? ¿Quiénes son los desterrados de este tiempo? Así como los mapuche no son los responsables de los incendios en la Patagonia, el colectivo LGTBIQ+ no es responsable del déficit fiscal.

Hace unas semanas, pude irme de vacaciones junto a una amiga a eso que los del centro del país denominamos “sur”, cuando creo que, más bien, ellos son el centro, nosotros somos el norte y el sur es insondable. La Patagonia es un territorio extenso, complejo, con una historia de luchas y resistencias que tuvieron otra relación con la conquista española. En un mismo territorio, conviven varias naciones que huyeron de sus tierras en busca de un horizonte habitable, otras que no sobrevivieron a nosotros, es decir, al Estado argentino en su sed de conquista. 

En Bariloche, en el Museo de la Patagonia, me sorprendió un cartel grande que sentenciaba: “La conquista del desierto fue una guerra económica”. Es sabido que los ingleses necesitaban el territorio libre para la explotación ganadera y sus benditos trenes. A la masacre no la llevaron a cabo los españoles, fuimos nosotros: el Estado argentino persiguió, secuestró, torturó a tehuelche, mapuche, ranqueles.

patagonia-trevelin-leleque-lago-puelo
Imagen: Noe Gall

Seguimos por la Ruta 40 hacia el sur y llegamos a El Bolsón, vimos el incendio de Epuyén, viajamos hasta Trevelin, donde conocimos una señora que vive en el museo Cartref Taid. Es nieta del jinete del famoso caballo Mala Cara, que resultó ser un héroe nacional, con más gallardía que el propio Perito Moreno, quien, como ya sabemos, es un traidor. Esta señora venía de la comunidad galesa que, huyendo de los ingleses, se refugió en la Patagonia, la que considera también su patria (merecería una nota aparte). Cuenta la historia de cómo la comarca andina quedó en el trazado argentino y no el chileno, porque, el día del plebiscito, los chilenos llevaron a un perito inglés y los galeses no dudaron por quién votar. 

patagonia-trevelin-leleque-lago-puelo
Imagen: Noe Gall

En Lago Puelo, conocimos un Club de Gaiteres, donde Pamela Schweblin enseña a tocar la gaita irlandesa a cualquier persona que se acerque. En una casa de madera, con un gran parque, tres lesbianas sostienen el club, ofreciendo comidas, como helado artesanal de frambuesa, y cervezas artesanales. Asistimos a un recital y, entre melodías, Pamela nos contó la importancia de la transmisión oral de esas melodías, del trabajo de restauración de la memoria de un pueblo que también fue perseguido por los ingleses, quienes destruyeron gran parte de las tradiciones del pueblo irlandés. 

patagonia-trevelin-leleque-lago-puelo
Imagen: Noe Gall

Los ingleses siguen cerca

Estábamos de viaje cuando el presidente dio el discurso horrendo en Davos, lleno de odio, mentiras, desinformaciones. La comunidad LGTBIQ+ se organizó y, el 1° de febrero, realizó la primera marcha antifascista y antirracista a este gobierno. Las calles de muchas ciudades se colmaron de personas en todo el territorio, con un mensaje contundente: ni un paso atrás en los derechos ganados. ¿Por qué este gobierno eligió como contrincante directo a los feminismos, los colectivos de derechos humanos y la comunidad LGTBIQ+? ¿Dónde radica esa pasión por entrelazar el déficit cero y la quita de derechos? No me alcanza con pensar que simplemente son conservadores u odiadores seriales, son liberales, realmente no les importa lo que hacemos de nuestras vidas. En gran medida, nos atacan porque sabemos defendernos de los ataques, sabemos organizarnos, poner el cuerpo, poner en agenda nuestras demandas. Quedó demostrado que, con mucha organización y convicción, logramos cambiar paradigmas que estaban muy enquistados en nuestra cultura hasta no hace mucho tiempo. 

marcha-orgullo-antifascista-antirracista-cba
Imagen: Fer Bordón para La tinta

¿Qué queda después de arrojarnos masivamente a las calles? 

En el Bolsón, el 1° de febrero, estaban combatiendo incendios contenidos, resistiendo al fuego, ¿se habrán sentido convocadxs a una marcha federal antifa? ¿Cómo se trazan las agendas federales? Una amiga lesbiana activista vive en Puelo, hablamos mucho del 1F antes de volverme y de las formas de la federalización. El lunes pos marcha, ya en Córdoba, le escribo, me manda un audio tosiendo, su voz está débil, no duerme hace días acompañando a brigadistas. Ella tiene una radio y los ayuda a conectarse. 

Aún tengo en el cuerpo la algarabía de la marcha del sábado y el fresco del lago donde estuvimos hace unos días, y el tiempo se detiene, ¿qué hago con esa pequeña sensación de triunfo que nos dio la marcha ante la atrocidad que está viviendo ella en su territorio? ¿Cómo acompañamos? ¿Cómo ponemos en agenda la vida que desborda más allá de los límites del género, el sexo, la identidad? 

En medio de la angustia y la desazón, le escribí a Susy Shock, madrina del primer festival LGTBIQ+ que se realiza hace más de 15 años en El Bolsón, sabía que esa incomodidad tambien recorría su cuerpo. Les comparto su respuesta:

“Me grita la Noe desde Córdoba, ¿cómo animarnos a no ser usadxs como distracción en medio de esta rifa del país que están haciendo? Este ecocidio atroz que habilitan, ese hacernos creer que, como comunidad GLTTBIQ+, nuestra agenda es una pequeñita y tan básica que no nos importa, por ejemplo, nuestro sur incendiado. Hace años que muchxs de nosotrxs, como travas, trans, maricas, tortas, no binaries, etc., hemos aprendido, en aquellas tierras del sur, en El Bolsón, en Puelo, en Bari, a ser, poco a poco, comunidad. Existió un Festival de la Diversidad que nos fue uniendo año a año, con la excusa de compartirnos canciones, teatro, danza, cine, baile y pensamientos, muchxs aprendimos a ser parte de otrxs, esa nostredad que pregona la Wayar, y, en el medio, ser parte de ese cosmos, la tierra y su memoria, sumar nuestras voces mariconas contra Lewis y sus negociados, y soñar que hay una sudakía que nos engloba. Ese sur es el signo de ese SUR, total y anhelante.

Por eso, esa pregunta es un punto fundamental de ese manifiesto de lo que viene, lo que vamos siendo, lo que tenemos que darle como respuesta a esta época violenta, que pretende que andemos tan distraídxs que no nos sintamos esos bosques, que no nos sintamos esa pacha, que no nos sintamos esa memoria originaria. Porque, además, puntualmente, las travas no somos ese invento posmoderno que pregonan, nosotras somos milenarias, ya estábamos antes de que ese conquistador hetero, huinca y patriarcal llegara por estos lares a fundar un continente que, junto a la cruz y la espada, solo se ocupó de ignorarnos, perseguirnos y disciplinarnos. Y también, sépanlo, marcharemos, ardientes y llenas de aurora, para reconstruirlo todo”.

Su fuerza vital me llena de esperanza, leí que la esperanza es buena contra la ansiedad. ¿Cómo articulamos las existencias, las luchas? ¿Cómo hacemos de la defensa del territorio, es decir, este país, este árbol, este río, nuestra identidad? ¿Cómo instalamos el paradigma de que somos más que un nombre, un género, un sexo, un color de piel, una ideología, que este cuerpo, esta carne es con el territorio, con la montaña, con los valles, los ríos? Por más que vivas en la ciudad y que todos los días abras la ventana y veas una pared o un techo o un edificio, somos por ese pulmón verde que permanece y resiste, a pesar de nosotros mismos.

patagonia-trevelin-leleque-lago-puelo
Imagen: Noe Gall

En el km 1440 de la ruta 40, se presenta un cartel invitando al museo Leleque, ubicado en la localidad que le da nombre, provincia de Chubut. Fuimos. Una puerta de madera con vidrio espejado se abre a un cuadrado de 2 x 2, de madera, pisos cuadriculados blancos y negros, una ventanilla a la derecha, y un señor nos da la bienvenida. Nos cobra la entrada y nos entrega una folletería, cuya impresión no se lograba financiar con la módica suma de 3.000 pesos que costó ingresar. ¿Quién auspicia esto? Técnicamente, no es un museo porque no tiene ninguna institución científica que lo acredite. Ya adentro, se enciende una música que pretende ser el viento, un olor extraño empieza a aparecer, es una muestra inmersiva. Lo primero que vemos es un cartel gigante de Lewis (CARLO BENETTON) abrazado al señor que “donó” todas las cosas que “encontró” para el museo, con la siguiente leyenda: “Se la doy a usted porque la suya es una familia seria. Si me dice que va a construir un museo, yo le creeré”.

Me sentí en un trampa, lo recorrí bastante rápido, solo me detuve en dos registros sonoros pertenecientes a la comunidad tehuelche; una carta que alguien leía como un canto y un canto que hacían para llamar a la lluvia. Las salas eran con piso de madera, paredes rojas, verdes y azules, los colores de Benetton, las cortinas eran de terciopelo. La angustia me empezaba a tomar en cada paso que crujía esa madera, hasta que me vino a la cabeza David Lynch. Y miré al museo como una gran puesta en escena, un montaje de estos gringos, la ficción que se quieren contar para poder dormir de noche. Al atravesar la última sala, había una puerta que te permitía salir, el sol me encandiló, lo primero que vi fue un pehuén (araucaria) enorme y sonreí. No podrán. No pasarán.


En todo el recorrido que hicimos por esa pequeña parte de la Patagonia, estaba instalado el relato del indio bueno y el indio malo. La señora de Trevelin, en su narración, aportaba miradas muy particulares sobre los mapuche, ponderando aquellos que habían podido “integrarse” conduciendo ambulancias o siendo policías. Al fin de cuentas, cuando su abuelo llegó a nuestras tierras, no tenían nada y los mapuche ya habitaban aquí. Hoy, ella es dueña de muchas tierras y los mapuche están siendo perseguidos. El indio bueno es el indio que se integra en tanto y en cuanto empleado del capital. El gay bueno es ese que nos hace reír, que está a la moda, que porta cierta frivolidad, al cual pareciera no importarle nada. La lesbiana buena es la que disimula; la que vive visiblemente es castigada, como la familia de lesbianas de Cañuelas, cuyo vecino prendió fuego su casa luego del discurso de Milei en Davos. El colectivo trans, travesti, no tiene un traje de frivolidad o disimulo que ponerse cuando la cosa se pone espesa. La respuesta del gobierno a la masiva movilización del 1F fue atacar directamente a la Ley de Identidad de Género. Es claro en dónde tenemos que estar hoy.


Hay muchas formas de terminar en un museo, de terminar en un relato, pero hay ciertas cosas que podemos hacer para no quedar en el museo de ningún huinca. Leí por ahí, en un muro de Facebook de alguien heterosexual, conmovido por la gran movilización antifascista: “¿Cómo no emputecerse?”. Así como los mapuche no son los responsables de los incendios en la Patagonia, el colectivo LGTBIQ+ no es responsable del déficit fiscal. Decirlo parece una obviedad, pero no se imaginan la cantidad de veces que tuve que repetir eso en vacaciones a mozos, guías turísticos, turistas y gente presta al odio. Como también hay gente que habita y resiste al capitalismo salvaje en esas tierras, guardianes del bosque, a ellas, toda mi admiración. Entonces, queridxs compañerxs, pienso en el agotamiento y el desgaste que tenemos, de andar corriendo tras la agenda de estos fascistas, defendiéndonos de cada ataque. Recuerdo el dicho popular de Sun Tzu: «La mejor defensa es un buen ataque». ¿Cómo desmontamos la puesta en escena de Milei con el colectivo LGTIB+ y los mapuches? ¿Cómo mostramos al pueblo que lo votó, los artificios que está usando para mantenerlos entretenidos comiendo odio con hambre y sin derechos humanos básicos? No lo sé, pero pasar de la depresión al enojo es un buen indicio.

*Por Noe Gall para La tinta / Imagen de portada: Eloísa Molina.

Suscribite-a-La-tinta

Palabras claves: antifascismo, antirracismo, LGBTTIQ+, mapuche

Compartir: