Desayunar mate es un lujo
Desayunar mate es un lujo. En medio de una sociedad de la explotación, en la que el tiempo es dinero, el mate se erige no como un objeto en el que se mezcla yerba con agua caliente, sino tiempo productivamente inservible.
No se trata de tomar mate mientras se trabaja, se cocina o se corta el pasto, sino de un desayuno que tiene comienzo, pero no fin. Puede tratarse de unos pocos mates o extenderse varios termos. Como dice un texto por ahí, nadie toma mate porque tenga sed o hambre.
Cuando se elige esa infusión para el desayuno, implica que no tenés que salir corriendo a trabajar, llevar a tu hija al colegio o ponerte a hacer «algo» productivo. Desayunás mate por el placer de perder tiempo mientras tus papilas se inundan del amargo de la yerba o del dulzor del edulcorante o el azúcar.
Desayunar mate es lo más improductivo que podemos hacer, es casi un acto de resistencia a un modelo social que divide la vida en tiempo. Tanto para desayunar, tanto para trabajar, tanto para dormir.
Claro, en medio de una crisis económica en la que aumenta la pobreza, la indigencia y la desocupación, solo será un lujo tomar mate si en tu casa existen otras cosas para desayunar. Desayunar mate porque no podés comprarte un litro de leche o un yogurt es una tragedia.
Pero desayunar mate como elección es perder un tiempo que nunca vuelve. Por eso, en este contexto de la sociedad del cansancio, desayunar mate es dejar que el tiempo transcurra, es alargar la mañana.
Desayunar mate es lo más inservible del mundo, por eso, sea quizás un acto tan importante. Como la poesía, el universo o acaso nuestra propia existencia. ¿Por qué debería servir para algo?
*Por Lucas Crisafulli para La tinta / Imagen de portada: A/D.