Lo de la desigualdad es una discusión larga
Lo de la desigualdad es una discusión larga, sobre todo, si la evadimos. ¿Podrá ser de otra manera? Compartimos ocho ideas sobre la desigualdad, para no tener la cabeza de Adorni.
Por Sociograma para La tinta
- Iguales, pero pobres.
La desigualdad es también eso que sucede entre potencias militares y países colonizados. “En Cuba, tenés gente que es toda más o menos parecida. En Cuba, no tenés desigualdad y son todos pobres”. Cualquier parecido con “en China son todos iguales” es mera coincidencia. Justo, justo, justo el argumento se basa en el ejemplo de un país con un bloqueo económico impuesto por EE. UU. que lleva décadas. En la última votación de la Asamblea de la ONU, el bloqueo fue apoyado solamente por EE. UU. e Israel (con la relevante abstención de Moldavia). Por cierto, la misma votación resultó en el despido con causa de la excanciller argentina, Diana Mondino.
Como sostiene Leonardo Gasparini, el país en el que nacemos es el primer predictor de nuestra posición social. No sé qué cosa se habrá animado a hacer Elon Musk, pero a nosotros que nos animamos a nacer en Argentina, ¿quién nos premia? Más bien, es al revés. La pobreza en Cuba se explica, en gran parte, por las desigualdades geopolíticas, no por las igualdades ciudadanas. Como decía He-Man: lo que importa no es la diferencia entre los ingresos de un vocero presidencial y los de un superempresario. Lo que importa es el poder.
- La desigualdad entre personas muy ricas y personas algo ricas es menos importante que la desigualdad entre personas ricas y personas pobres.
Efectivamente, no es la desigualdad entre superricos y ricos la que más nos preocupa, Manuelito. El ejemplo es siempre Elon Musk, Bill Gates o algún otro ejemplar. Nuevo caso de respuesta plagiada-guionada: «Ejemplo paradigmático. Veamos el caso de Bill Gates. Su patrimonio actual es de 79.200 millones de dólares, lo cual lo convierte en el hombre más rico del mundo. Pero ¿fue a costa de los pobres que Bill Gates construyó su fortuna? Por supuesto que no. Hay que dejar en claro que la economía no es un juego de suma cero, que uno tenga mucho no quiere decir que esa diferencia es lo que le falta a otro. La riqueza se genera, se crea. Por ejemplo: este astuto magnate creó riqueza en donde antes no la había, cuando fundó Microsoft. Sació, de esta manera, una necesidad en los consumidores antes insatisfecha”.
Y como reza el meme: si a la riqueza la genera el empresario, ¿por qué calculan la riqueza que se pierde cuando hay un paro de trabajadores? ¿Saben por qué todo el mundo conoce el nombre de Elon Musk? Porque es un rico-unicornio. No importa en qué punto de los últimos 300 años se lea esto: la mayor parte de la riqueza se adquiere heredando y explotando, no trabajando y ahorrando. Y mal que les pese, en nacer, no hay ningún mérito.
De las personas que ocupan las posiciones sociales más altas en Argentina, sólo 3 de cada 100 nacieron en hogares de clase baja. Los casos existen, pero son unicornios. La norma es otra (datos ESAyPP/PISAC-COVID-19).
- Riqueza y pobreza se producen en el mismo proceso.
Tiene todo el sentido del mundo que este gobierno se reconozca heredero de la ideología del thatcherismo. La frase que mejor sintetiza el pensamiento de la dama de hierro es la de: “La sociedad no existe”. ¿Cómo podría ser la desigualdad un problema si nos recortan hasta la referencia de un ente colectivo? ¿Cómo podría ser la desigualdad un problema si la otra cara de la negación de la sociedad no es más que el abandono de lo político, el despojamiento del conflicto en las relaciones sociales y el incentivo al individualismo?
Adorni nos dice que “la desigualdad no es un tema que debe preocupar, lo que debe preocupar es la pobreza… para promover un país normal”. Más allá de la mistificación que implica pensar la desigualdad únicamente en términos de ingresos económicos, entender la pobreza y su disminución como fenómeno separado de los procesos de producción de desigualdades es simplemente ingenuo. Como sostiene Leonardo Gasparini, la pobreza y la desigualdad son fenómenos relacionados, que se retroalimentan y se mantienen en tensión constantemente.
La desconexión es funcional. “Los diez hombres más ricos del mundo doblaron sus fortunas durante la pandemia” (adivinen qué dos nombres están en ese top ten). “Al mismo tiempo que ‘se creaba un millonario cada 26 horas’, un 99 % de la humanidad se empobreció y 160 millones de personas más cayeron en la pobreza”. Como diría el superintendente Archundia: “¿Aurora boreal? ¿En esta época del año? ¿A esta hora del día? ¿En esta parte del mundo y ubicada específicamente en su cocina?”. Todo sucediendo al mismo tiempo, en la peor crisis de la que tengamos memoria, pero resulta que nada tienen que ver una (la riqueza) con la otra (la pobreza).
- Igualdad y justicia no son envidia.
De lo anterior, se desprende que hablar de desigualdad es un acto meramente movido por el resentimiento y la envidia. “¿Quién soy yo para…?” es una fórmula de excusa recurrente entre los integrantes del gobierno. Sólo para dejar registro: básicamente, son gobierno para decidir, intervenir, impedir, habilitar. Lo hacen permanentemente. La excusa aparece sólo en casos específicos de intervención. En esta ocasión, es: “¿Acaso yo puedo cuestionar la riqueza de Elon Musk?”.
En Argentina, una persona pobre debería trabajar 174 años para ganar el equivalente a la renta mensual de un multimillonario (datos OXFAM). El 1 % superior se lleva 13 veces más ingresos que el 50 % inferior de la población. Una persona pobre debería nacer, por lo menos, dos veces y trabajar sin parar desde su nacimiento hasta su muerte para juntar lo que los más ricos ganan en un solo mes. Sí, podemos cuestionarla. Sígannos.
- Las sociedades más desiguales son menos seguras y menos sanas.
Ley de Murphy: cuando personas o capitales tienen interés invertido en contaminar para seguir sacando rédito económico (o para sacar más), no lo duden, lo hacen. Sobre todo, si tienen el poder para hacerlo y nadie tiene el poder para impedirlo. Según Tamara Ulla, es el 10 % más rico de la humanidad el que generó el 52 % de las emisiones de GEI acumuladas entre 1990 y 2015, mientras que el 50 % más pobre generó sólo el 7 %: “Dicho de otro modo: se trata de una crisis provocada por ricos, pero que afecta principalmente a pobres«.
De nuevo, como sostiene Leonardo Gasparini, por desigualdades desmedidas, desbocadas y que “tienden al infinito”, las democracias corren peligro, la vida pública es más peligrosa, las sociedades son más inseguras y más violentas, las personas se enferman más y se sienten más infelices.
- Las sociedades más desiguales son menos eficientes.
De los tres minutos de alocución, el instante más auténtico es cuando pronuncia la palabra “acumulado” (hablando de la diferencia de capital entre él y Musk). No exclusivamente, pero en gran parte gracias a la herencia, la desigualdad es acumulativa. Charles Tilly nos enseña que, tanto es así, que el cuerpo se vuelve locus de esa acumulación: “Tomemos el asunto de la altura. Consideremos que, a los catorce años, los ingresantes a la Academia Militar Real de Sandhurst representan la porción más saludable de la aristocracia y la nobleza, y que los jóvenes de la misma edad, reclutados para el servicio naval a través de la Marine Society de Londres, representan la porción más saludable de los pobres y desocupados de la ciudad. A comienzos del siglo XIX, los varones pobres de catorce años sólo medían en promedio un metro treinta centímetros, mientras que los aristócratas e hidalgos de la misma edad llegaban aproximadamente a un metro cincuenta y cinco centímetros”.
Como es acumulativa, la idea de que alguien hace “algo” (más que nacer) para ocupar una posición de privilegio económico es la versión cheta del “elijo creer”. Estadísticamente, no son los mejores ni los más creativos, ni los más innovadores ni los que más se esforzaron. Por causa de la desigualdad, los que llegan son los que, en algún punto, accedieron al poder suficiente. En posiciones de poder, es imaginable que esos mismos que llegaron por fuerza de los mecanismos, mucho más que por mérito, pretendan cerrar las puertas a sus espaldas. Clausurar el acceso. Acaparar oportunidades. Acumular, concentrar, monopolizar. Volar todos los puentes. Desfinanciar las universidades públicas y mancillar su prestigio. Desfinanciar todo el sistema educativo y el de salud también. Hacer de una relación asimétrica (como la laboral) una situación más asimétrica aún, eliminando las “trabas” de la ley. ¿Para quién era traba y para quién protección? ¿Por qué eliminaríamos la traba de la puerta que mantiene afuera al depredador y nos protege?
- La desigualdad tiene género.
Contrario a los argumentos libertarios que le adjudican al feminismo un carácter meramente “cultural”, el machismo es un fenómeno económico preocupante. Según Ecofeminita, en el primer trimestre de 2024, la brecha de ingresos totales entre varones y mujeres fue del 27,8 %. Además, al 68 % de las tareas domésticas (fundamentales para poder vivir, comer, dormir, trabajar, etc.) las realizan mujeres. Si vamos a escala planetaria, Oxfam afirma que, actualmente, 8 varones tienen el mismo capital que la mitad de la población mundial. Que Elon Musk sea un prototipo de varón potente y emprendedor no es casualidad. Nada más digno de devoción para un varón con plata que otro varón con más plata.
- Como dice la sociología, “es más complejo que eso…”.
Podemos, de hecho, cuestionar la riqueza de Elon Musk, Bill Gates, Steve Jobs o Jeff Bezos. Lo que nos puede resultar más difícil es gravarla, limitarla, repartirla. Ninguna política elimina, con un simple movimiento de varita, la desigualdad. Dicho eso, en materia de preferencias, la opción entre la brecha Adorni/Musk y la pobreza en países bloqueados o con fuerzas de ocupación es francamente estúpida.
La desigualdad no está en la pancita del Gini, porque, en el fondo, no se trata de ingresos económicos, sino de poder.
*Por Sociograma para La tinta / Imagen de portada: Télam.