El torbellino Palo
La biografía sobre Palo Pandolfo, escrita por Facu Soto, nos permite caminar junto a un músico que marcó para siempre al rock de nuestro país.
Roberto, el pescador, y Palo, el rocker. El hombre en donde colisionaron los años ochenta y su frenesí narcótico, y el tipo que se escapó de todo para conectarse con la naturaleza en una quinta en Paso del Rey, en la fértil provincia de Buenos Aires. El músico que rechazó convertirse en el hijo pródigo de Charly García, Luis Alberto Spinetta y Fito Páez, al mismo tiempo que se dejaba arrebatar por su ego de líder y poeta. Roberto, el del porteño barrio de Flores, con padre obrero y socialista, y madre amorosa y espiritista. Y Palo, una antena donde los rayos del dadaísmo, el surrealismo, la poesía, el rock, el tango y el folclore se condensaban para explotar hacia el éter. Todo eso y mucho más fue (y es) Roberto “Palo” Pandolfo, un juglar desaforado que dejó marcada su impronta en las bandas Don Cornelio y La Zona, y Los Visitantes.
Recorrer Palo Pandolfo. De la noche a la mañana, biografía escrita por Facu Soto y publicada en 2022 por la editorial Sudestada, es caminar por la vida más íntima de un músico que siempre sorprendió con su arte y que, al mismo tiempo, renegó de la fama. Y, en muchas ocasiones ―como se puede leer en varios testimonios del libro―, apeló al autoboicot para nunca dar el paso que ofrece el mainstream y ubicarse en el Gran Panteón de los Ídolos del Rock. Pero que Palo esquivara ese lugar de una u otra manera no quiere decir que su música y poesía serpentearan por un mundo pequeño y de elite. Si Palo hizo algo durante toda su vida fue mantenerse conectado con la gente, ya sea su público y fans, como también con sus vecinos, amistades y otros referentes del rock y de la política argentina.
Desde la tumultuosa década de 1980 hasta los días de pandemia, Soto relata, de manera personal ―por su amistad con Pandolfo―, íntima y amena, la vida de un músico que escaló hasta la cumbre, observó a su alrededor y se lanzó hacia abajo para volver a empezar. Con proyectos todo el tiempo, pero también buscando una paz interior en la naturaleza, el yoga y el espiritismo legado por su madre, Palo construyó una carrera donde el brillo y la oscuridad se sedujeron todo el tiempo, y en la cual el bien y el mal ―como si el propio Palo fuera un zoroastriano primitivo― convivieron en una lucha eterna.
El libro de Soto se va construyendo ladrillo a ladrillo, desde la infancia hasta los últimos días de Palo. En el medio, los primeros pasos en la música, el rock como expresión de amistad y barrio, los nuevos sonidos que iluminaron los años posdictadura, su militancia en la Juventud Comunista, la literatura como rayo que lo cruzó en su despertar y un devenir como compositor ecléctico, algo de lo que siempre se sintió orgulloso. En la biografía, también aparecen decenas de voces de sus compañeros y compañeras de ruta artística, y un trabajo virtuoso de recuperación de la propia voz de Palo, ya sea en diálogos con el autor o en entrevistas pasadas.
El relato muestra a un Palo siempre en búsqueda, ya sea musical, espiritual o política; o, mejor dicho, en una búsqueda donde esos tres vértices conviven y se balancean. En uno de sus tantos testimonios citados, Palo reflexiona: «Mi objetivo es librarme del mundo material, abrirme más a los sentidos. Es cierto que solo tenemos una pequeña capacidad de nuestra percepción desarrollada. Los agnósticos de la década del 70 decían que se utilizaba solo el 25% de la mente, que, si se usara la capacidad total, se tendría una percepción del universo inimaginable, increíble. Nos falta desarrollar las percepciones de ‘nuestras potencias celestes’. Somos una bestia del espacio. Espíritu versus televisión, inodoro y heladera. No somos una televisión, un inodoro y una heladera, pero ¿qué somos?».
Otra virtud de la biografía escrita por Facu Soto es que permite caminar junto a Palo su vida y, por momentos, nos abre la puerta a su mente para espiar a un músico que buscaba hambriento la vanguardia estética sin perder de vista a los hombres y las mujeres de a pie. El compromiso político de Palo ―desde sus recitales para comedores populares o su relación fraterna con las Abuelas de Plaza de Mayo hasta su diálogo sincero con quienes iban a sus conciertos― es un resplandor que ilumina hasta nuestros tiempos; tiempos que se presentan oscurantistas y negacionistas, por lo cual la obra de Palo Pandolfo, sedimentada por su música, su poética y su propio cuero, es un buen faro al cual seguir.
Reconocido por sus pares y por un público fiel, el último año de Palo fue de saltos de casa en casa y con los problemas económicos que nunca pudo resolver. Así lo cuenta Soto: «El tema de la supervivencia económica atravesó todos los momentos decisivos de su carrera, es un problema que nunca pudo resolver de la manera que le permitiera obtener la tranquilidad que buscaba de manera contradictoria. Es decir, la buscaba, pero, cuando estaba a punto de obtenerla, la despreciaba”. Ante esta situación, Palo siempre reforzó su oficio de músico y cantante, y, solo con su guitarra o con banda detrás, tocó en pequeños bares o grandes festivales. Su orgullo era vivir de su arte, aunque eso implicó navegar en el caos argentino.
Palo se fue caminando a su luz eterna el 22 de julio de 2021, pero los vientos de su torbellino personal y artístico todavía azotan las calles confusas de nuestro maldito rock.
*Por Leandro Albani para La tinta / Imagen de portada: S-Music.