Milei y su política exterior: y nos metió en las guerras
Por María Teresa Maisy Piñero para La tinta*
Hace pocos días, Argentina fue alertada sobre un posible ataque de Irán y el gobierno nacional reconoció que Israel le advirtió sobre eventuales atentados iraníes y anunció medidas de seguridad. Si Argentina está en peligro hasta ese punto, se debe a que el presidente Javier Milei ha decidido intervenir en los conflictos que hoy conmueven al mundo: tanto el de Israel, Irán, Palestina y el mundo árabe como el de Rusia y Ucrania. Y lo hace tomando decisiones en torno a la geopolítica de la guerra, opta por alguna de las partes intervinientes en el conflicto y a eso lo traslada a la política interna. Por eso, en abril pasado, vimos al embajador israelí, Eyal Selan, sentado en la reunión de gabinete del mandatario.
En la política exterior de Argentina, salvo el caso del expresidente Carlos Menem (con las consecuencias conocidas de los atentados a la embajada de Israel y a la AMIA), ha existido una prudencia decidida cuando las grandes potencias arman el tablero geopolítico en clave de disputa.
Ahora, la política exterior de Milei es de guerras. Construye enemigo y amigos internacionales siguiendo dos axiomas: que el mundo se divide en bloques ―como en la Guerra Fría― y que la política interna debe ser consecuente con la del líder del bloque elegido, en una especie de alineamiento externo e interno.
¿Cuáles son los bloques que hoy define el presidente argentino? Uno formado por Estados que, en su versión, integran el círculo occidental capitalista y otro por quienes integran el otro mundo (puede ser China, Rusia, el mundo árabe y muchos más). A los primeros, los ha llamado democráticos y, a los del segundo bloque, los calificó como no democráticos o comunistas.
El economista serbio-estadounidense, Branko Milanovic, en su artículo «Choque de capitalismos», plantea que el capitalismo ha ganado la batalla en el mundo y que el problema es hoy el enfrentamiento entre dos modelos de gestionarlo. El modelo liberal meritocrático vs. modelo de capitalismo político. Al modo Estados Unidos vs. China. El autor, que parece haber inspirado a Milei, liga los órdenes político-sociales al modo de comando del capitalismo. Así, podemos inferir que Estados Unidos tendría un capitalismo más democrático, porque comparte las decisiones sobre el mismo con actores individuales (de gran porte, claro, como las empresas, bancos, conglomerados financieros, Elon Musk, Bill Gates y otros). China, en esta concepción, no sería democrática, porque tendría un capitalismo político en tanto dirigido por el Estado, ya que comanda los modos de acumulación y distribución del capital de los actores privados y públicos según una planificación centralizada. Una concepción falaz y perniciosa inspira el texto, en tanto desliga la calificación de democrático a un capitalismo orientado según estándares internacionales, de derechos humanos o de protección del institucionalismo republicano.
Las guerras hoy son una oportunidad de Milei para reafirmar claramente su posición frente a los bloques y se alinea con Estados Unidos, en tanto concibe que lidera el bloque neoliberal al cual Argentina debe pertenecer, adoptando su agenda militar, de inteligencia y seguridad. Este tipo de comportamientos en política exterior responde a lo que denomino un gobierno de neoliberalismo periférico.
Este neoliberalismo, excluyente de las mayorías sociales y cruel frente a la pobreza y desigualdades, no funciona del mismo modo que el de los países centrales o poderosos. Estos tienen capacidad de incidencia en la acumulación de capital global, son formadores de precios internacionales, inciden en los rumbos del comercio y del orden internacional. Por ello, deciden el modo de su neoliberalismo interno, al punto tal que pueden ser neoliberales y proteccionistas de sus industrias nacionales al mismo tiempo. Adoptar el neoliberalismo en la periferia, en los países colonizados, implica una subordinación a ese orden fijado por los Estados centrales que condenan a los Estados periféricos a la primarización de su producción, a la desindustrialización nacional, a la deuda externa eterna, a la pobreza extendida, a la demolición de lo público.
Las actitudes internacionales del presidente argentino no son una sobreactuación, son los gestos de solicitud de pertenencia a ese neoliberalismo que redobla la apuesta de las derechas, tanto de los Estados como de las organizaciones internacionales (que actúan como de derechas, pero hablan como de izquierdas) y Milei, desde su discurso en Davos, los emplazó a encolumnarse decididamente o a callar. Y callaron. Porque no hay nada más atractivo para el capitalismo internacional que una derecha local que te asegura libertad y exenciones impositivas para los negocios financieros trasnacionales.
Y pensamos en otra razón por la que nos metió en las guerras: generar distracción. Cuando el presidente vuelve de un viaje internacional acuciado por crear un comité de crisis por el conflicto Israel-Irán, utiliza una herramienta política maquiavélica que diría más o menos así: “Cuando estés asolado por las desgracias en tu gobierno, construye una hipótesis de conflicto interno y, así, desviarás la atención de tus súbditos, pues el miedo a la guerra será mayor que las desgracias presentes”. O retomando a Murray Edelman, se trata de la construcción del espectáculo político por medio de la comunicación política.
*Por María Teresa Maisy Piñero La tinta / Imagen de portada: Louisa Gouliamak, REUTERS.
*Profesora de la UNC. Especialista en Relaciones Internacionales de América Latina en perspectiva centro-periferia.