Reverso de los discursos económicos: organizaciones debaten sobre dolarización, impuestos y promesas de campaña
La economía resuena en las consignas de campaña, los debates televisivos y las conversaciones de vereda. Cuatro economistas encienden el debate y explican los impactos reales de los discursos económicos que más resuenan: ¿es viable dolarizar en Argentina? ¿Se pueden eliminar los impuestos?
El martes, se realizó la jornada de formación «El ReVerso de los discursos económicos. Construyendo argumentos y propuestas para el debate», en la que economistas feministas desentramaron cuatro de los aspectos más relevantes del discurso económico de campaña actual: la dolarización, los impuestos, los planes sociales y el rol del Estado. En esta nota, abordamos los dos primeros para comprender qué hay detrás de las consignas que tanto circulan, pero poco se explican: ¿qué impactos tendría una dolarización en Argentina? ¿Cómo funciona el sistema tributario?
La propuesta fue abordar las propuestas económicas que circulan en contexto electoral, aportar argumentos frente al discurso neoliberal y exponer los impactos que suponen en la vida de las mujeres y colectivos en situación de vulnerabilidad. Entre tanto verso repetido hasta el cansancio, un debate nutritivo para comprender el reverso de discursos vacíos y analizar el impacto real sobre nuestras economías cotidianas.
“En el marco del debate electoral, se esgrimen argumentos económicos como la dolarización, el ajuste del Estado, la eliminación de las políticas sociales, entre otros; un grupo de organizaciones feministas convocamos a una jornada de formación económica que aporte herramientas a la militancia popular y al conjunto de la población para el debate sobre los impactos que podrían tener estas propuestas, en particular, sobre las mujeres y colectivos en situación de vulnerabilidad y pobreza”, explicaron sobre la jornada las organizaciones impulsoras: Asociación Lola Mora, Andhes, CELS, Católicas por el Derecho a Decidir, CISCSA Ciudades Feministas, LATFEM, Proyecto Generar y Fondo de Mujeres del Sur.
¿Es viable dolarizar en Argentina?
Dolarizar es la propuesta del candidato libertario Javier Milei que más ha resonado en los últimos meses, pero poco sabemos sobre qué implica en términos reales, si sería beneficiosa su implementación en Argentina y qué impactos tendría en nuestras economías domésticas.
Esgrimida como solución al déficit fiscal (cuando los gastos de un Estado superan a los ingresos) y la volatilidad de la economía (cuando hay alta variación en los precios), y entre supuestos erróneos que el candidato no se molesta en clarificar (si hoy ganamos 80.000 pesos, no es que pasaríamos a ganar 80.000 dólares), la dolarización ha tomado centralidad en su propuesta, en el debate televisivo y en la conversación de vereda.
Florencia Correa Deza -economista, consultora del Banco Interamericano de Desarrollo y directora del Laboratorio de Políticas Públicas para el Desarrollo Equitativo en la Universidad Nacional de Tucumán- y Lucila Martínez Pelizza -economista e investigadora del Centro de Investigaciones de la Economía Nacional- comenzaron por explicar lo básico: dolarizar implica utilizar una moneda diferente para valuar nuestros bienes, intercambiarlos y ahorrar; hoy usamos pesos y pasaríamos a usar dólares.
Para comenzar a desmitificar los discursos deterministas que circulan en tiempos de campaña, las economistas destacan que sí es posible estabilizar la economía sin dolarizar. Si bien es planteada como la única solución posible, países en situaciones más complejas que la de Argentina han logrado estabilizarse manteniendo su moneda nacional.
Lucila propone discutir la dolarización en sus propios términos: asegura que hay argumentos económicos que refuerzan que dolarizar no es para Argentina. Dolarizar, hoy en día, significaría devaluación abrupta, hiperinflación y confiscamiento de los depósitos. Dolarizar no es una alternativa viable para cualquier país, sino que está recomendado en países con características determinadas: países pequeños en población y nivel de producción, altamente conectados con el país productor de dólares (Estados Unidos) y con alto flujo de bienes y trabajadores con ese país. Spoiler alert: ninguna de ellas coincide con Argentina.
Los impactos concretos de dolarizar -comprobables en experiencias de países que han dolarizado sus economías, como Ecuador-, sostienen las expertas, son diversos. En primer lugar, la dolarización es un proceso casi irreversible y con costos sociales gravísimos para quienes difícilmente sostenemos la economía diaria. En el caso específico de Ecuador, los logros iniciales del proceso coincidieron con un boom de commodities -petróleo-, por lo que no se puede aducir a la dolarización de su economía. Sí podemos comprobar que no se pudo contener el déficit fiscal, que es creciente, y en noviembre tuvo que reestructurar su deuda y volver a pedir dinero al FMI. Dolarizar implica más endeudamiento, contrario a lo que se sostiene. Lucila estima que si cambiáramos cada peso por dólar, la relación sería de 1 dólar, 7.000 pesos, y es algo que no está presente en el discurso de La Libertad Avanza.
Otro aspecto a destacar es que dolarizar impacta en la soberanía. La dolarización impide el ejercicio de la política monetaria nacional, ya que el Banco Central no estaría habilitado a mover la tasa de interés ni a emitir dinero. Florencia explica que la política monetaria es un conjunto de herramientas que aplica un Estado para tender a la estabilidad económica y ejemplos son las medidas de desalentamiento a la compra de dólares o políticas como el IFE, el ATP o la Tarjeta Alimentar que ha implementado Argentina en los últimos años para hacer frente a las crisis. Y esto es clave: si no contamos con políticas cambiarias, las adaptaciones a las crisis se hacen por deflación de precios, llevando a los agentes económicos a bajar los precios a costa de la caída de los salarios. Si hay inflación y el Estado no puede regular, porque la moneda es el dólar, la variable que ajusta es el empleo y el salario. Es decir, el país no puede aplicar mecanismos de regulación del mercado de trabajo, lo cual lleva a una profunda flexibilización laboral y a la caída de los salarios. Frente a un proceso de crisis, nada podrá hacer el Estado para que no recaiga en los y las trabajadoras.
En este sentido, el impacto en las economías domésticas sería contundente. Según datos del CEPA, indica Florencia, se estima que la caída de los salarios si dolarizamos sería de entre el 86% y el 93%. También estima que los costos de la canasta básica subirían, con pérdida de capacidad de compra frente a los salarios. «Y hay que considerar que estos datos abarcan solo al sector de trabajo asalariado formal, considerando que entre el 30% y el 40% de les trabajadores no están registrados».
La política pública no es neutral frente a las brechas de género. Por un lado, la experiencia ha demostrado que la única manera de reducir las brechas es aplicar políticas de discriminación positiva: cupos laborales para miembros del colectivo LGBTIQ+, cupos de participación política femenina, cupos para la incorporación de las mujeres en sectores de la economía históricamente masculinizados, como minería y construcción. Sin estas herramientas del Estado, no se reducen las brechas de género, indica Florencia. Por otro lado, la gran mayoría de trabajadoras informales son mujeres y también lo son quienes sostienen las tareas y espacios de cuidados al interior de las casas y en los barrios. A la vez, son las primeras en ser arrojadas al mercado laboral para llevar ingresos a sus hogares y las primeras en ser despedidas cuando hay ajuste. La piedra angular de las brechas de género es el sistema de cuidados y es un tópico que no puede desentenderse del rol del Estado, que es lo que se pretende con propuestas como la de destruir instituciones específicas cuyo objetivo es disminuir las brechas, como el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad.
Hacia el final del panel, ambas coinciden en que es necesario estabilizar la economía en Argentina, pero con un modelo de desarrollo integral, sin pérdida de política monetaria y cambiaria. Hay alternativas de estabilización económica manteniendo la moneda nacional, sostienen, «a las crisis no las pueden seguir pagando quienes menos tienen».
¿Son altos los impuestos en Argentina?
La recaudación del Estado y el destino de los fondos públicos generan consignas pegadizas de escasa base estadística -y nula perspectiva feminista-. ¿Todes pagamos impuestos? ¿Qué sectores son los más beneficiados con las exenciones o beneficios impositivos? ¿A dónde va lo recaudado por medio de impuestos? Para avanzar en estos interrogantes, María Julia Eliosoff -economista, integrante de la Fundación Ebert y la Sociedad de Economía Crítica- y Luci Cavallero -Dra. en Ciencias Sociales e integrante de Ni Una Menos- brindaron algunas pistas desde una perspectiva económica, social y feminista.
En términos generales, el debate sobre lo fiscal tiene que ver con de dónde obtiene sus ingresos el Estado (esto es, recaudación de impuestos del sistema tributario y endeudamiento) y en qué los gasta. Julia abre el debate con una idea de Luiza Nassif: las reglas fiscales en los términos de las políticas neoliberales, no son compatibles con garantizar nuestros derechos, es decir, los derechos tienen costos y requieren recursos. La economista explica que la política tributaria no tiene como único fin recaudar, sino que también puede ser una estrategia para otros fines, como redistribuir. Para ejemplificar, aporta dos casos concretos: los derechos de exportación y el monotributo. Los primeros sirven para estabilizar los precios internos en países sujetos a crisis, como el nuestro. Si no existieran retenciones, los productores tendrían muchísima más ganancia vendiendo a otros países que dentro de Argentina, por lo que se busca equiparar. El monotributo, por su parte, se establece por una cuestión de justicia social y de brindar derechos, para que les trabajadores accedan a obra social y jubilación.
Con relación a la redistribución, Luci enfatiza el contexto complejo en el que nos encontramos, en un marco de economías altamente concentradas y fondos de inversión que tienen más dinero que el PBI de cuatro países juntos, como BlackRock. «Vivimos la rebelión de los propietarios”, sostiene la socióloga, un momento de concentración tan grande de la riqueza en el cual cualquier medida mínimamente redistributiva es vista como ataque a la propiedad y ese, destaca, es el caballo de batalla de las fuerzas de derecha y ultraderecha. “Como decía Dilma Rousseff hace unos días, si regionalmente no empezamos a discutir lo tributario, no hay futuro para el progresismo, no hay de dónde sacar para avanzar en derechos y redistribución”.
¿Son altos los impuestos argentinos? Tomando los datos de AFIP, la presión fiscal (niveles de recaudación en relación al PBI) es baja en Argentina en relación a países desarrollados o países de la OCDE (como Francia, Italia o Alemania), y en relación a Latinoamérica, es más baja que en Brasil y Uruguay. Ahora bien, ¿son justos o equitativos los impuestos argentinos? Esto es, que puedan captar mayormente a quienes más capacidad de pago tienen. La mayor parte de la recaudación nacional proviene del Impuesto al Valor Agregado (IVA) y del Impuesto a las Ganancias y son dos casos interesantes para analizar la equidad: el IVA es un impuesto inequitativo, porque más pagan quienes menos tienen, y el impuesto a las ganancias es más equitativo, porque tiende a que paguen más quienes más tienen, explica Julia.
Por un lado, el IVA es un impuesto al consumo y grava indirectamente la capacidad de pago de las personas, en función de lo que pagan o consumen. Si bien hay algunos productos que tienen una alícuota reducida, como el pan, el problema es que la alícuota general es igual para todas las personas, independientemente de sus ingresos. También es inequitativo en términos de género, puntualiza. Si dividimos a toda la población en 10 partes en función de sus ingresos, vemos que en el decil más bajo, el de las personas con menos ingresos, el 3,5% son varones y 6,5% son mujeres. Recién en el sexto decil se va equiparando la proporción y en los deciles más altos, donde están las personas más ricas de Argentina, la relación se invierte: la mayoría son hombres y la minoría mujeres. A esta brecha se le llama feminización de la pobreza y la masculinización de la riqueza. Por eso, continúa la experta, es necesario trabajar políticas tributarias que contribuyan a reconocer, redistribuir, representar y reducir el trabajo de cuidados no remunerado: esas mujeres cuidadoras pagan impuesto a través del IVA, pero no hay forma de deducir todo el trabajo que ellas hacen y el gran aporte de ese trabajo a la economía. Por otro lado, en cuanto al impuesto a las ganancias, explica que si bien tiene problemas técnicos, es uno de los mejores en términos de justicia social al gravar de manera más equitativa la capacidad de pago. En este sentido, uno de los desafíos más importantes es implementar reformas tributarias progresivas, es decir, que graven a quienes tienen mayor capacidad de pago.
Los desafíos en cuanto a tributación en Argentina son diversos, pero la economista puntualiza algunos como limitar los secretos fiscales, tributarios y bancarios que no permiten que la información fluya, impiden la transparencia y el acceso a la información. En este sentido, Luci añade a la opacidad y el secreto, la vigilancia financiera: desde que el FMI está en nuestro país, impide revelar aspectos que tienen que ver con las ganancias de las corporaciones mientras que establece una vigilancia sobre los planes sociales, como el Potenciar Trabajo. “Hay que cuestionar esta vigilancia financiera y la garantización de la opacidad sobre las ganancias de las corporaciones. Hay que hacer un control popular sobre esto. El reverso de reconocer el trabajo de cuidados es organizar el conflicto con las corporaciones”, soñala la integrante de Ni Una Menos.
Julia menciona otros aspectos de urgente tratamiento, como la necesidad de gravar los nuevos espacios fiscales, por ejemplo, las economías digitales, una problemática en discusión a nivel internacional. Además, reducir el endeudamiento con instituciones financieras internacionales, principalmente el FMI, pero también con agentes privados, ya que con estos niveles de deuda resulta imposible pensar un gasto público sostenible. Por último, atender a los mecanismos de evasión y elusión, como la manipulación de precios de transferencias para evitar el pago de impuestos de ganancias (por ejemplo, empresarios del sector agroexportador que crean empresas offshore en Uruguay -donde hay beneficios fiscales para las empresas que se instalan allí- para evadir los impuestos argentinos). Hoy, estas transacciones escapan a regulaciones.
¿Cómo generar un reverso de los discursos económicos? Luci sostiene que cuando el candidato más votado habla de libertad financiera, condensa una afectividad social acumulada. “La discusión fiscal se anuda en un conservadurismo frente a los feminismos y a la disidencia sexual”, destaca, y el rol de los movimientos sociales será crucial para organizar el conflicto y construir una contrapedagogía. En ese punto, recuerda, los feminismos hicimos un aporte muy importante con el #NosotrasParamos, poniendo en discusión quiénes trabajamos y quiénes producimos riqueza.
Podés acceder a la jornada completa de «El Reverso de los discursos económicos» desde el canal de YouTube de Asociación Lola Mora. Si te interesó el tema, también te recomendamos visitar «Mitos Impuestos: una guía para disputar ideas sobre lo fiscal», una serie de ensayos coordinados por Magdalena Rua y publicados en Anfibia.
*Por Julieta Pollo para La tinta. Fotos gentileza: Juan Montani (Proyecto Generar).