Leandro Albani: “América Latina es un gran reservorio de una forma de humanidad que se está perdiendo”

Leandro Albani: “América Latina es un gran reservorio de una forma de humanidad que se está perdiendo”
9 agosto, 2023 por Julieta Pollo

El periodista Leandro Albani -integrante del medio cooperativo La tinta- reúne sus crónicas surgidas de su recorrido por Venezuela, México, Cuba y Ecuador entre 2013 y 2018. “Ni un solo día sin combatir” es un libro de Editorial Mascaró de periodismo narrativo que capta la esencia de los pueblos latinoamericanos, sus gentes, costumbres y revoluciones. 

Su viaje por Latinoamérica comenzó como “una mezcla de fatalidad y casualidad”, al quedarse sin trabajo en 2008. Movilizado por el proceso que encabezaba Hugo Chávez, la Revolución Bolivariana y el socialismo del siglo 21, Leandro Albani partió hacia Venezuela en una aventura que duraría seis años y que lo llevaría a recorrer no solo ese país, sino también Cuba, México y Ecuador. A diez años de su regreso a la Argentina, lanza su sexto libro que reúne crónicas de esos tiempos de tanta potencia político-social en América Latina. 

Entre 2008 y 2013, América Latina atravesó gobiernos progresistas, revueltas populares históricas y hasta golpes de Estado, esa esencia que marca el latir del continente es la que el periodista y autor condensa en Ni un solo día sin combatir: crónicas latinoamericanas, de la Editorial Mascaró. Este libro es también una apuesta a reivindicar el periodismo narrativo, la crónica literaria y el reportaje, con la convicción de que un periodismo centrado en las personas es profundamente necesario para comprender la realidad de los pueblos. Puede conseguirse a precio de preventa hasta el 28 de agosto, en la página web de la editorial.

Por todo el libro hay huellas; detrás de cada frase, hay una historia y, detrás de cada historia, están las personas. Esta obra recoge la memoria viva del pueblo, las experiencias comunitarias, la oralidad intergeneracional y las sensaciones guardadas en el cuerpo. Reúne crónicas latinoamericanas trabajadas a partir de relatos y vivencias que, la mayoría de las veces, quedan por fuera de la historia oficial. El nombre de este libro no es ajeno a su esencia: Ni un solo día sin combatir sintetiza convicción, lucha y deseo.  

“Hay un libro de Ryszard Kapuscinski, un periodista que me gusta mucho, que se llama ‘Un día más con vida’, que es una frase que él saca de una persona que conoció en África que le dijo así: un día más con vida. El título de este libro también es una frase encontrada. Estando en Cuba, pude entrevistar a la madre de Antonio Guerrero, que fue uno de los cinco Héroes cubanos y que estuvo preso en Estados Unidos mucho tiempo, y ella me dijo algo así como que no se puede despertar a la mañana sin saber que va a combatir por la libertad de su hijo. Uno de los textos del libro lleva por nombre la frase que me dijo aquella vez y, de esa frase, apareció el título. Tal vez refiere mucho a cierta cuestión de política militar, pero también lo pensé mucho con respecto a nuestro oficio. Todos los días nos levantamos a hacer periodismo y es un combate ser periodista en Argentina hoy -en América Latina en general-. Es un esfuerzo muy grande decidir ser periodista: estamos precarizados, tenemos cuatro trabajos a la vez para tratar de llegar a fin de mes, nos ahorramos algunas horas de la semana para meter cabeza a algún artículo. Salir todos los días a combatir tiene que ver con el propio oficio y con sacar tiempo de donde no tenemos para hacer el periodismo que nos gusta”, explica el autor. 

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Caminar el pueblo, cronicar revoluciones

Viajando siempre con espíritu de periodista, se pasaba los días en las calles conversando con la gente, conociendo el revés de la historia, registrando lugares, indagando en costumbres y trenzando las revoluciones pasadas y presentes de boca de les pobladores: doñas que salen a hacer la compra, personajes de frontera, vendedoras de cocadas, pescadores y apicultores, madres que se aferran al recuerdo de quienes no volvieron, boxeadores retirados, vecinos que timbean la tarde, jóvenes que se acuerdan de las sensaciones de escuchar vítores, corridas y conversaciones a media voz cuando eran niñas.

En las páginas que introducen el libro, Leandro asienta dos reflexiones que asoman como punta de ovillo: que en el viaje aprendió qué significaba ser latinoamericano y que Hugo Chávez fue su gran educador. “Me parece que el responsable de reconocerme como latinoamericano fue Hugo Chávez. Cuando llegué a Venezuela, llegué con una idea muy diferente a lo que me encontré y fue para bien. Para mí, en Venezuela, había una revolución atada con un moño y perfecta, entonces llegar a Caracas fue un impacto grande porque, en ese momento, esa idea y ese paradigma estaban en plena construcción. Encontré muchas cosas diferentes a los países del sur, pero muchísimos puntos en común, políticas, históricas y también cotidianas. Nunca entré a una casa de una venezolana o un venezolano sin que me recibieran con un abrazo, convidándome café, arepas o un traguito de ron, y eso yo lo vivo acá, en Argentina, sobre todo cuando me alejo un poco de la metrópolis. En México y Cuba, la experiencia fue similar. 

—¿Por qué decís que Chávez fue tu gran educador?

—A pesar de todo lo que se dijo de él, Chávez fue un tipo que me conmovió profundamente. Una persona muy coherente y un educador en la cuestión latinoamericana, fue un gran constructor de América Latina y el que más empujó para concretar esa unidad latinoamericana que hoy está mucho más frágil y dispersa por lo que ha sucedido en estos diez años. Es difícil de explicar quién fue Hugo Chávez si no lo viviste… fue un gran pedagogo, un hombre lúcido porque tenía una visión hacia futuro con características particulares de su concepción del socialismo y que llevaba esa concepción a cuestiones cotidianas y terrenales. No era solo un discurso de bienestar y justicia social, porque recorriendo Venezuela las mismas personas te decían que había hospitales donde antes no había nada, había acceso a la educación. Por supuesto, con todo lo que implica un proceso de ese tipo: con mucho esfuerzo del pueblo, con Estados Unidos que le hizo un golpe de Estado -que duró muy poquito porque el pueblo salió a la calle y Chávez volvió-, con una derecha fascista que mata gente, con una economía híper dependiente del petróleo y lo complejo de reconvertir todo ese sistema económico petrolero de 100 años a la Venezuela agrícola ganadera de antes. Chávez dio la vida por lo que pensaba que era mejor para el pueblo venezolano y eso me genera mucho respeto. 

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—Sos especialista en Medio Oriente y llevás años visibilizando la realidad política, económica, social y cultural de aquellos países del mundo. Has escrito cuatro libros que abordan la temática y, con eso resonando, pienso en que Venezuela comparte con países como Irán, Irak o Libia el ser colonias petroleras a nivel mundial. 

—Sí. Hay un libro de Iraida Vargas Arena que cuenta el proceso de descubrimiento del petróleo en Venezuela y lo que implicó para el país. Son colonias petroleras a nivel mundial y lo que sucede es que, cuando se descubre la primera gota, todo el resto del trabajo se congela y empezás a vivir del petróleo… Y ojalá hubiera sucedido que todo el pueblo venezolano viviera de eso, pero en realidad era una casta muy pequeña de Venezuela -y Estados Unidos, claro-. Con Chávez, se trató de revertir la primarización del petróleo. Por ejemplo, se recuperaron cantidades de tierra por parte del Estado para ponerla en manos de campesinos y campesinas de comunas. Es muy complejo decidir a quién le vendés petróleo porque se mueven intereses enormes. En Medio Oriente, sucedió lo mismo y el ejemplo más cercano que tenemos fue en Libia, con Gadafi, un dirigente que en su momento fue muy importante para el nacionalismo árabe, pero que derivó en un régimen muy autoritario lamentablemente. Cuando Gadafi intentó, después de casi rendirse al neoliberalismo, revertir un poco eso, la OTAN hizo llover bombas en Libia durante meses hasta que no solamente lo derrocaron a él, sino que lo mataron en el medio del desierto. El petróleo en Venezuela es como una bendición, pero también es un gran problema porque, desde que se encontró en la década del 20, todo el resto del trabajo y de la producción que tenía el país se dejó de lado, y no es fácil revertir eso. En Argentina, está pasando hoy con la soja.

—Habiendo recorrido estos cuatro países latinoamericanos en esos años de tanta potencia latinoamericana, ¿cómo dirías que se expresaba la resistencia cultural a nivel de lo cotidiano?

—Hay algo que vi en todos los países en los que estuve, incluso en Argentina, que es la penetración cultural, sobre todo de Estados Unidos. No hablamos de la cultura estadounidense que es excelente en muchísimas cosas, como la música, la literatura, el periodismo, sino que me refiero a la otra cultura estadounidense que es el consumismo, el individualismo, como ha dicho el Indio Solari, “todo ese papel picado”, que es muy grande y es muy difícil de contrarrestar. Son enormes los niveles de daño que ha hecho la cultura estadounidense y contrarrestar esa penetración cultural es difícil, pero lo ves: en México con los pueblos originarios, en Cuba con lo solidarios y hospitalarios que son, en Venezuela lo veías en la cultura del llano o en las marchas masivas que había cuando Chávez hablaba. Y en Argentina, lo ves cuando te alejás de las grandes urbes. La potencia cultural del relato oral, de la música, de la tierra… En esas cosas vi yo la resistencia. Con la solidaridad, la hospitalidad, el abrazo, con no estar desesperado por comprar. Incluso, las dos veces que estuve en Medio Oriente, que me impactó mucho, fue que te abran la puerta de su casa y te conviden de comer, que es lo mismo que vi en Venezuela, en Cuba, en México, en Ecuador y acá en Argentina también”. 

“Es un punto de contacto muy fuerte que tiene que ver con las costumbres, recibir a alguien en tu casa, que se sienta cómodo, brindarle lo que hay, la hospitalidad. América Latina todavía no perdió ese calor… Es un gran reservorio de una forma de humanidad que se está perdiendo”. 

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Bases de apoyo del EZLN en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Imagen: La Jornada / Víctor Camacho

Un periodismo centrado en las personas

En las crónicas de este libro, hay sabores, temperaturas, vegetación, oficios… De una página a otra, pasamos de la calma de un pueblo de pescadores como Sotillo a la ebullición turbia de la frontera colombiana, a la marea roja de banderas al grito de “Chávez volvió”. Leandro cuenta que organizó el libro cronológicamente y que fue un trabajo arduo. Si bien son textos que ya habían sido publicados en la Agencia Venezolana de Noticias y en medios alternativos como Marcha y Resumen Latinoamericano, parecía nunca haber tiempo de rastrearlos, releerlos, corregirlos y editarlos: “Que se publique a diez años de que culmine ese viaje también es un poco casualidad… Yo venía pensando en armar este libro hace muchísimo, pero fue recién en la pandemia, que tuvimos un poco más de tiempo para todo, que me pude poner a rastrear los artículos y darles forma. Cuando estuvo más o menos armado, hablé con la gente de Mascaró, que es la editorial de La Plata que nos va a publicar, y se engancharon para que el libro salga, con todo el esfuerzo que significa publicar un libro hoy en día en Argentina con los precios de imprenta y de papel”, comenta Albani. 

Las puertas abiertas de América, En territorio liberado, Días y noches mexicanas, Profundamente Venezuela y Última estación son los cinco capítulos de este libro que recupera toda la experiencia vivida por el escritor y “procesos más grandes como la Venezuela de Hugo Chávez y todo ese proceso político y social tan fuerte; Cuba con todos sus grandes aciertos y con sus grandes contradicciones; el zapatismo en México que sigue ahí, construyendo otra sociedad; y Ecuador, donde la experiencia fue un poco más acotada por lo que incluí un único artículo que es sobre la guerrilla “Alfaro Vive Carajo”, que fue muy fuerte en la década del 80 y que me llevó mucho tiempo de trabajo, recuperando las entrevistas que había hecho y haciendo mucha investigación en hemeroteca buscando material de archivo”, puntualiza.

Leandro asegura que hay un deseo muy profundo en este libro que va más allá de todo lo relatado y es la búsqueda de “hacer una defensa del periodismo narrativo, de la crónica, del reportaje, de ese periodismo que no está atado a la urgencia, a la coyuntura, al número de caracteres”. 

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“Creo que este tipo de periodismo es sumamente necesario para entender las realidades… No la realidad de la geopolítica, sino la realidad de las personas. Después, le podés poner estadísticas e informes, pero lo más importante es lo que te dicen las personas con las que hablás, que te cuentan cómo viven, con alegrías, con enojos, con tristezas. Humildemente, busco reivindicar ese periodismo que es realmente el periodismo que me interesa hacer. Durante mucho tiempo, fui reportero y trabajé en agencias y en medios escribiendo como si fuera una fábrica de notas, y hoy en día, me interesa leer este tipo de periodismo que hoy, en Argentina, solo se puede hacer en los medios alternativos. Me gustaría que el libro nos permita hablar un poco del periodismo que queremos, de cómo hacemos periodismo, de cómo hacer este periodismo que deseamos, pero nos cuesta tanto hacer. Me pone muy feliz que pueda salir un libro como este que reúne toda una cantidad de crónicas y reportajes extensos y no tan extensos sobre América Latina”, concluye el escritor. 

El libro puede conseguirse a precio de preventa hasta el 28 de agosto, en la página web de Editorial Mascaró.

*Por Julieta Pollo para La tinta.

Palabras claves: cronicas, Latinoamérica, Leandro Albani, Periodismo

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