The Last of Us: ¿mala fama, realidad o no hablemos de esto, por favor?

The Last of Us: ¿mala fama, realidad o no hablemos de esto, por favor?
14 marzo, 2023 por Soledad Sgarella

Terminó la primera temporada de la serie del año y estamos todes hablando de eso. Sí, de las actuaciones geniales también. Pero, sobre todo, de lo creíble que puede resultar un futuro distópico con otra pandemia como escenario, pero esta vez causada por el hongo Cordyceps, que encuentra en el cambio climático y la alimentación el caldo de cultivo ideal para destrozar el mundo que tenemos. ¿Les suena? Bueno, un horror, pero hablamos con el joven biólogo Juan Finello y nos ilustramos para no llorar.

Por Soledad Sgarella para La tinta

¿Ustedes sabían que The Last of Us es una serie basada en un videojuego del 2013? Sí, ya tiene 10 años y mejor no hablar de lo fuerte que resulta eso habiendo pasado hace poco la COVID-19. Acá podría ir, tranquilamente, o el emoji del llanto o el emoji de los dos ojos mirando al costado.

Juan Finello es un joven biólogo cordobés, que actualmente trabaja como técnico en una base de datos que se dedica a la vigilancia genómica de virus con potencial epidémico y pandémico. Además, es cultivador de hongos, aficionado a la micología y ha dado varios talleres sobre esta práctica que se viene popularizando (como contamos el año pasado en El fascinante mundo de la Funga).

Le hago a Juan la pregunta que muches ya le hicieron: ¿es posible que ocurra una pandemia con Cordyceps? Para empezar, me dice -con una calma perfecta, a pesar de caracterizar a la serie como impactante-, tenemos que hablar un poco de qué son los hongos, de su forma de vida.

“Normalmente, nosotros lo que conocemos de los hongos son sus cuerpos de fructificación, que es la parte visible que aparece en el momento de la reproducción. Pero, en realidad, la parte vegetativa -o la que lleva a cabo las funciones vitales como alimentarse, crecer y reproducirse- es el micelio, formado por células tubulares llamadas hifas, que están muy ramificadas y súper conectadas. El micelio es algo común en los hongos y es difícil verlo, porque normalmente se encuentra inmerso en el alimento del hongo. A diferencia de nosotros, los animales, que para alimentarnos ponemos alimento dentro de nuestro cuerpo, los hongos ponen su cuerpo sobre el alimento. Es decir, este micelio crece sobre el alimento y, a medida que se va desplazando, se va nutriendo por secreción de jugos digestivos y por absorción. El micelio interactúa con el mundo que lo rodea, percibiendo señales químicas y respondiendo también con una variedad enorme de moléculas, donde cada especie tiene su propio set, y que les sirven para defenderse de predadores, conseguir alimento o comunicarse con otros organismos y establecer relaciones”.


Los Cordyceps son un grupo formado por especies de hongos patógenos que están relacionadas entre sí a nivel de parentesco, explica Juan. Es decir, que son cercanas filogenéticamente y tienen la característica de ser patógenos de artrópodos, como los insectos, de los cuales se alimentan. “Particularmente, los Ophiocordyceps unilateralis, que son los que aparecen en la serie, es un caso que llama muchísimo la atención, porque utiliza el cuerpo de su hospedador (que son hormigas -y no cualquier hormiga, sino un grupo específico de los bosques tropicales de Asia-) para desplazarse a un lugar que tenga las condiciones óptimas de crecimiento para él y a esto lo hace a través de una forma de zombificación”, cuenta el biólogo.


Y explica cómo funciona el hongo: una espora cae sobre el cuerpo de una hormiga y, entonces, el micelio penetra el cuerpo y empieza a crecer y a ramificarse por dentro. “Se ha demostrado que esas ramificaciones se conectan con los músculos de la hormiga, por lo que, básicamente, el Ophiocordyceps funciona como un titiritero que acciona los mecanismos musculares de la hormiga para hacer que se mueva hacia donde el hongo necesita, un lugar con las condiciones óptimas de temperatura, de humedad y distancia al suelo. Hace que el insecto se enganche con sus mandíbulas a la nervadura de una hoja y, cuando esto ocurre, el hongo finalmente termina matando al individuo y se alimenta de su cuerpo para producir las estructuras de reproducción, que emergen desde la cabeza, desde donde se producen y son liberadas al aire las esporas que van a dar origen a la siguiente generación cuando entren en contacto con nuevos hospedadores. Básicamente, el hongo utiliza a la hormiga como una prótesis, como si el micelio fuese un segundo sistema nervioso que acciona sus músculos y extremidades. Se cree que, muy posiblemente, durante todo este proceso, la hormiga esté consciente y esté atrapada en su propio cuerpo, incapaz de accionar a voluntad”.

Pero no desesperemos. Este comportamiento no es usual y es un caso muy puntual. Hoy, se sabe que esta relación entre el patógeno y su hospedador es muy antigua (hay evidencias de Cordyceps infectando artrópodos desde hace 50 millones de años) y es un proceso muy específico de adaptación. “Si bien la serie plantea un escenario que no es tan alejado de la realidad (de hecho, hemos vivido una pandemia hace muy poquito), sí es ficcional el hecho de que este hongo pueda pegar un salto de hospedador tan brusco, porque es un vínculo tan estrecho y tan especializado que sería muy difícil que pase a un organismo completamente diferente, como somos los mamíferos, con diferencias abismales a nivel anatomía y fisiología. Las probabilidades de que haya una pandemia por Ophiocordyceps son prácticamente nulas, pero lo que sí está interesante de la serie, y que está bueno remarcar, es que plantea un escenario en donde, por causa del calentamiento global, este hongo se adapta de repente una nueva especie”, asegura el especialista.

El caldo de cultivo

Vamos con el temita cambio climático, tan pertinente en esta ola de calor número mil que estamos viviendo. El biólogo nos dice que existen otras especies de hongos que sí son patógenas de los seres humanos y que, “por efectos del cambio en las condiciones ambientales por el calentamiento global de efecto antrópico, podrían llegar a mutar hacia nuevas variantes, muchísimo más peligrosas para nosotrxs y que pueden llevar, tranquilamente, a que ocurran nuevas epidemias”.

“Entonces, es bastante probable que, si no revertimos el curso del clima, las infecciones por nuevas variantes de hongos sean cada vez más comunes”, agrega. Al alterar el clima, se modifican los patrones de distribución de las especies y ciertas especies que estaban confinadas en áreas específicas, de repente, amplían sus rangos de distribución y se desplazan, a veces volviéndose más virulentas o capaces de infectar nuevos hospedadores. Además, con el calentamiento global no solo aumenta la temperatura, sino también se eleva la humedad. Estas son condiciones de crecimiento que favorecen mucho a los hongos, sumado a lo que ocurre en nuestro sistema inmune, muchas veces afectado con estas circunstancias.

La mala fama que no suma

De todas maneras, según el egresado de la UNC, las pandemias causadas por hongos no son comunes como las causadas por virus o bacterias. Pero, a partir de la serie, y como muchxs micólogxs han expresado, los hongos, que ya vienen teniendo mala reputación, no mejoraron su imagen negativa.

“Históricamente, los hongos han sido menospreciados por la ciencia y por algunas sociedades. Son un grupo del que todavía desconocemos muchísimo de su diversidad. Se estima que, al día de hoy, solo tenemos reconocidas el 10% de las especies totales de hongos que habitan nuestro planeta. Así como la flora y como la fauna, la funga es un grupo enorme de organismos que, entre sí, son extremadamente diversos. Si bien existen dentro de este grupo algunos que son patógenos nuestros y que tienen un potencial epidemiológico grande, también hay un sinfín de especies que cumplen roles a nivel ecosistémico fundamentales para mantener las condiciones de existencia de la tierra, o sea, la nuestra y la de otros organismos”, aclara Juan.

Una forma de luchar contra el cambio climático es, básicamente, apelar a la conservación de los ambientes y de nuestros espacios naturales, dentro de los cuales existen muchísimas especies de hongos con roles fundamentales. Como nos enseña el joven biólogo, este grupo no solo cumple roles en el ecosistema, vinculándose con las plantas -ayudan a la nutrición y a la comunicación entre ellas-, sino que mantienen la salud de los bosques y de la humanidad, ya que son los encargados de descomponer los cadáveres. “Sin la existencia de los hongos, hoy en día, estaríamos tapados de basura biológica”, asegura y agrega que es esta visión negativa que se tiene sobre la Funga lo que traba a generar deseos de conservación o interés en conocerlos.

Los hongos y sus potencias

Desde fermentos y bebidas, pasando por la producción de pinturas y hasta los imprescindibles antibióticos, dependemos de los hongos y, dice el biólogo, nos valemos de sus tecnologías para lidiar con nuestra existencia. “La biotecnología actual es un área súper atravesada por ellos. Verdaderamente, los hongos son maestros en el arte del metabolismo que es, básicamente, el arte y la transformación química. Esta capacidad es un verdadero potencial para usar en diversos planos: desde recuperar ambientes naturales contaminados hasta producir sustancias psicoactivas muy utilizadas de forma recreacional y que son grandes promesas en el tratamiento de afecciones de la salud mental”.

Para terminar, el técnico abre la puerta para seguir hablando de esto en otra nota: el tremendo potencial de los hongos para la biofabricación. “Los hongos son un recurso natural no sólo valioso por sus capacidades químicas, sino que el mismo micelio puede ser aprovechado y se está usando en el desarrollo de materiales alternativos que performan de manera competitiva contra aquellos derivados del petróleo. A partir de esto, se están produciendo cueros, reemplazos para el telgopor y hasta bloques para construcción. La micofabricación es un área que está creciendo muchísimo y que tiene un potencial enorme”.

Juan parafrasea a la reconocida micóloga chilena, Giuliana Furci, a la que también consultaron respecto a la serie. “Lo que ella contesta es lo necesario: la pregunta es cómo pensar en un futuro saludable junto a los hongos. Primero que nada, sabiendo que es vital pensar en tenerlos en cuenta para la conservación de los ecosistemas y planificando políticas de conservación y sus legislaciones. Necesitamos continuar y, sobre todo, aumentar las investigaciones en micología (que tiene muy poca inversión comparada con otras áreas). Invertir e incluir a los hongos en nuestras currículas a nivel educativo, y empezar a realmente darles el lugar que ocupan en la naturaleza, imaginando un futuro de la mano con ellos”.

*Por Soledad Sgarella para La tinta / Portada: fotograma Serie The Last of Us.

Palabras claves: Hongos, pandemia, The Last of Us

Compartir: