Guardaparques: el oficio de proteger la tierra y todo lo que la habita

Guardaparques: el oficio de proteger la tierra y todo lo que la habita
13 febrero, 2023 por Julieta Pollo

Una guardaparque cordobesa cuenta de qué se trata su oficio, cómo se preserva la biodiversidad en áreas protegidas y por qué elige trabajar con especies en peligro de extinción como el macá tobiano de Santa Cruz, el gato andino de Uspallata y el yaguareté de los Esteros del Iberá.

Por Julieta Pollo para La tinta

Luego de la creación, en 2022, del Parque Nacional Islote Lobos en Río Negro y el Parque Nacional Ansenuza en Córdoba, en Argentina, hay 39 parques nacionales, pero las áreas protegidas ascienden a 533, que cubren el 14,45% del territorio nacional. Las áreas protegidas son esenciales para la conservación a largo plazo de la diversidad biológica y cultural de los ecosistemas. Esto contribuye a proteger las cuencas hidrográficas y los suelos, colaborar con la regulación del clima, proveer recursos y materias primas, alimentos y medicinas, contribuir al control biológico de plagas y enfermedades, entre otras.

En estos espacios, trabajan guardaparques y equipos interdisciplinarios que desarrollan una gran variedad de tareas de preservación: ¿cómo es el trabajo de lxs guardianxs de la biodiversidad?  

Gisela Bruhn es guardaparque y asegura que el campo de acción de su profesión es muy amplio: “A grandes rasgos, es la persona que está encargada de cuidar y conservar los pocos reductos de naturaleza que quedan. Es un mito que es una persona que está en medio de la nada en una casita y que le dice a las personas qué se puede hacer y qué no. También es mito esto del guardaparque rambo que va contra cazadores furtivos. Es mucho más amplio que eso. Lxs guardaparques son actores principales del área protegida y pueden trabajar en un ente público, privado o del tercer sector: planifican y administran el área, intervienen en la interpretación, la educación ambiental, la zonificación de las áreas, la promoción de la participación ciudadana o en investigación, que es lo que hago yo, tomando datos como técnica de campo”. 

Gisela es egresada de la primera camada de la Tecnicatura Provincial de Guardaparque en la Universidad Provincial de Córdoba. Confiesa que no sabía lo que era ser guardaparque ni había estado en un área protegida antes de elegir estudiar esto, pero que la preocupación ante la crisis climática y ecosistémica la impulsaron a dejar lo que estaba estudiando y cambiar de rumbo. “Después, lxs profesorxs de la carrera me contagiaron el amor por la conservación. Si bien cualquier persona que haya terminado la secundaria puede ser guardaparque, hay una confusión común entre ser guardaparque y ser guardaparque en Parques Nacionales. Con la tecnicatura, vos podés trabajar en cualquier área protegida, menos en Parques Nacionales. Para esos espacios, cuando hay cupos, la Administración de Parques Nacionales abre convocatorias para guardaparques, biólogos, ecólogos y otras profesiones relacionadas a la conservación”. 

Si bien continúa siendo una profesión mayoritariamente ocupada por varones cis, la cordobesa asegura que las mujeres y disidencias están marcando presencia cada vez más: “En muchas convocatorias de laburo, especifican que buscan personas de sexo masculino, sobre todo, para el trabajo en territorio. También hay mucho machismo naturalizado, de norte a sur”. 

Entre los aspectos más motivantes de su trabajo, Gisela destaca trabajar con especies que están en peligro de extinción y trabajar en lugares a los que no puede acceder cualquier persona. En cuanto a los aspectos más desafiantes, menciona “convivir con un montón de personas por periodos prolongados de tiempo, estar lejos del lugar donde elijo vivir y soportar las condiciones climáticas de la región. Además, es un trabajo de 24 horas porque puede aparecer cualquier emergencia”. 

Macá tobiano, gato andino, yaguareté: proteger a especies en peligro de extinción

El avance del agronegocio, el mercado inmobiliario, la sobreexplotación de recursos, la contaminación y el cambio climático consecuente producen un desequilibrio ecológico que lleva, entre otras, a la extinción de la fauna autóctona. ¿Cómo es trabajar en el estudio, readaptación y preservación de estas especies? 

Uno de los primeros proyectos en los que participó Gisela fue en Santa Cruz, como guardiana de colonia del macá tobiano. Se trata de un ave endémica -solo habitan en un lugar determinado- que, en verano, migra de los estuarios del mar a las lagunas de las mesetas en altura para reproducirse. En estas lagunas, crece una planta acuática llamada vinagrilla que es la plataforma sobre la cual estas aves se aparean, nidifican y tienen a sus crías. Como si todos estos factores fueran poco, su principal depredador acecha: el visón americano puede matar a una colonia entera. El visón es un animal exótico que fue introducido al país por la industria peletera para comercializar su piel y, luego, cuando ya no fue negocio, fue liberado a sus anchas, creando un desequilibrio.

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(Imagen: A/D)

“En este proyecto, a través de Programa Patagonia, nuestro trabajo consistía en rastrear colonias de macá tobiano y, cuando detectábamos una, armar un campamento fijo para chequear que esté en condiciones y prospere. Todos los días, hacíamos conteo de individuos con telescopio y binoculares, anotando cantidad, presencia de huevos, cuántos, si las aves estaban empollando, si tenían alimento, durante cuánto tiempos se zambullían en su búsqueda. También hacíamos guardias nocturnas para detectar visones en la zona y poníamos huelleros, alisando la arena, para detectar sus huellas en la zona”, explica la guardaparque.

Entre 2021 y 2022, su trabajo la llevó a Uspallata, Mendoza, en la búsqueda del gato andino, una especie en peligro de extinción sumamente escurridiza, que vive a 3.000 m sobre el nivel del mar: por su pelaje similar a la roca y su destreza felina, muy pocas personas llegan a avistarlo. Este proyecto, desarrollado desde Natura Argentina, tuvo como objetivo localizar la presencia de gatos andinos en la zona para contribuir al pedido de declaración de la Reserva Natural de la Defensa Uspallata como parque nacional: “El pedido de que Uspallata sea parque nacional tiene que ver con proteger las cuencas de todos los arroyos de la zona que brindan agua a esas localidades. Comprobar que este, además, es el hábitat de especies en extinción sumaba mucho para presentar el requerimiento. Contactamos a la Alianza Gato Andino, una organización que hace muchos años estudia específicamente a este animal y que nos enseñó las características de dónde habitan, qué comen, cómo identificarlos para no confundirlos con otras especies. Después fuimos a territorio y, junto a los militares baqueanos que administran la zona, estuvimos días localizando lugares con estas características donde instalar 25 cámaras trampa”, recuerda Gisela. 

Una cámara trampa, explica, es un dispositivo a pilas y tarjeta de memoria, que tiene un revestimiento camuflado para que no se vea y que saca fotos o filma ante movimiento o diferencia de temperatura. Son utilizadas para hacer relevamiento de animales, detectar especies, abundancia, ocupación del hábitat, entre otras. El muestreo del gato andino se desarrolló durante seis meses y, a los cinco meses y medio de haber instalado las cámaras, aún no se había detectado ningún ejemplar. “Cuando llegó el momento de viajar a retirar las cámaras, distintas cuestiones llevaron a que nos retrasáramos quince días en la fecha pautada. Si no hubiésemos tardado esos 15 días más en retirar las cámaras, el gato no salía. En la penúltima cámara que vimos, en una de las últimas capturas de foto, se confirmó la presencia de esta especie de felino, uno de los cinco más amenazados del mundo”, sostiene.

La experiencia de Iberá

El yaguareté es el felino más grande del continente americano y el tercero a nivel global, luego del león y el tigre. En el Parque Nacional Iberá, en Corrientes, la Fundación Rewilding junto a Proyecto Yaguareté trabajan rescatándolos de entornos como zoológicos y acompañando su proceso de reintroducción a su hábitat natural. “En la isla, hay una infraestructura muy grande y se desarrolla un enriquecimiento ambiental para que el animal se recupere, se readapte y se libere a la isla, en función de si está sano, si puede cazar solo, entre otros factores. Después de ponerles un collar para monitorear su localización -que es la primera vez que se hace en Argentina-, se los libera: en 2021, se largaron un macho, una hembra y dos crías, y hoy ya se estima que ya hay entre 12 o 13 yaguaretés en libertad, de los cuales cinco tienen collar. Se los ha visto en cámaras trampa y se los diferencia por patrones de mancha”, cuenta Gisela.

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Sobre su trabajo diario, la guardaparque cuenta que todas las mañanas, a las cinco de la madrugada, ensilla un caballo y sale a relevar los cluster: los collares de los yaguaretés en libertad arrojan una señal de GPS satelital cada tres horas, que va marcando un punto en una app. Cuando hay una agrupación de localizaciones, dos o más puntos aparecen en el mismo lugar, se forma un cluster “y significa que algo pasó ahí. Si el animal estuvo más de seis horas en un mismo lugar, bueno, tal vez comió, durmió, lo que sea, y hay que ir a relevar el lugar”. Cerca del mediodía, cuando el calor se pone muy intenso, Gisela vuelve a la estancia hasta la tarde, cuando cae el sol y puede volver a salir a relevar.

“En la isla, hay tres caminos principales y después todo es pastizal, monte, esteros… Cuando el calor se pone muy fuerte, volvés a la casa, por vos y por el caballo. Aprovecho el mediodía para etiquetar material de cámaras trampa; en una tarjeta de memoria, puede haber unas 5.000 fotos de las que tenés que anotar qué se ve: nada, venado, carpincho, etc. Una de las investigadoras -que es becaria de CONICET- lleva adelante un proyecto de investigación sobre monitoreo y uso del hábitat del yaguareté según el alimento disponible. Para esto, se analiza presencia de mesodepredadores -como zorros y carroñeros- a través de cámaras trampa, cluster y drone, para conocer cómo es su uso del hábitat, comportamiento y abundancia. Se ponen 40 cámaras trampa en la isla durante un mes, siempre en la misma época del año, en invierno y verano, ubicadas en zonas donde hay yaguaretés y zonas donde no. Luego, se retira, se etiqueta y se analiza”, explica Gisela y agrega que también hay un investigador estudiando el yetapá de collar, un ave muy particular que hace sus nidos en el pastizal, y que posiblemente comience a colaborar en la toma de datos de este proyecto también.

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(Imagen: Gisela Bruhn)

Uno de los aspectos más desafiantes para la reinserción de los yaguaretés a sus hábitats tiene que ver con el temor de los lugareños que viven de la ganadería. En este sentido, la guardaparque cuenta que, desde la fundación, se recorre el territorio conversando con los habitantes para conocer su percepción sobre este animal y trabajar juntxs en una reinserción armónica. “Un felino enseña a atacar a sus crías, busca alimentarse y, si no tiene especies a disposición como carpincho, ciervo, venado, va a buscar cabras, caballos o vacas. Casi no hay registros de ataques a personas, salvo cazadores furtivos o situaciones de amenazas directas”. 

Gisela agrega que, hoy, los yaguaretés se encuentran en la isla en buenas condiciones de hábitat, pero que, en épocas de verano, “los esteros se secan y el animal se va alejando en busca de comida. Se los ve en cluster que están muy apartados y, al alejarse, se exponen a cazadores, comerciantes de pieles, gente que los mata por miedo o porque les comen el ganado”. 

Gisela tiene una mirada optimista sobre el movimiento de conservación en Argentina. Dice que la investigación, la educación y las acciones de preservación cada vez son más y lo atribuye principalmente a que la población cada vez toma más conciencia sobre la importancia de preservar el medioambiente y la biodiversidad: “Hay mucha presión del movimiento social, hoy la gente está mucho más conectada con las luchas medioambientales”. 

Es urgente desarrollar otra relación con nuestra tierra y todo lo que la habita, menos extractivista y mucho más sustentable y respetuosa. Frenar el avance del agronegocio y de los megaemprendimientos ecocidas, y destinar recursos y fondos públicos que acompañen las acciones de preservación son acciones clave para avanzar en este sentido. También es necesario promover un involucramiento social cada vez mayor, una participación real de lxs pobladorxs en la gestión de los territorios y un apoyo integral a los equipos interdisciplinarios abocados en la preservación de la biodiversidad.

*Por Julieta Pollo para La tinta / Imagen de portada: cortesía Gisela Bruhn.

Palabras claves: Corrientes, Guardaparques

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