Ello: proyecto de indumentario bigénero

Ello: proyecto de indumentario bigénero
Anabella Antonelli
16 enero, 2023 por Anabella Antonelli

Ello nos invita a ser parte del vestir, a intervenir las prendas, a ser conscientes del uso y el consumo en otras temporalidades. Conversamos con Elio Domínguez, diseñador y creador del proyecto, sobre los desafíos de una propuesta textil, bigénero, autogestiva, local y de producción en red.

Por Anabella Antonelli para La tinta

Son las 11 de la mañana de un diciembre que no termina. Pactamos la entrevista en Yecto, un espacio de trabajo donde el atelier de Ello convive con otros proyectos autogestivos. En el mesón, al lado de una máquina de coser, hay dos pantalones pinzados en proceso, negros, con líneas verticales más claras. Un perchero exhibe las prendas que no fueron a la última feria donde participó el proyecto.

“Mi usuario es Lupe y mi nombre es Elio, soy diseñador de indumentaria textil, docente de la materia Indumentaria masculina con perspectiva de género en la tecnicatura de La Metro y soy parte de Territorio Colaborativo, un proyecto de extensión de la Universidad Provincial de Córdoba donde trabajamos, con un grupo de colegas, el textil como medio y enseñamos el oficio”.

Ello es un proyecto de indumentario, que busca no encasillarse. “Indumentario como un material textil portable donde yo propongo cápsulas con una pequeña cantidad de prendas y una forma de llevarlo o de utilizarlo, y cada quien después las interviene. No me interesa esta idea de la prenda con un instructivo”, explica el diseñador. El lenguaje y su capacidad performativa aparecen frecuentemente en la charla. “La idea es empezar a desestructurar desde la palabra y llevarlo a la prenda que usamos a diario y que utilizamos como una forma de identificarnos”, agrega.

El proyecto nace en la ciudad de Córdoba en el año 2014, como la derivación de uno anterior, Bonaparte, de indumentaria masculina: “Después, me di cuenta que las etiquetas decían indumentaria masculina, pero la mayoría también era consumida por feminidades, entonces empecé a pensar otra forma de desarrollar el proyecto”, explica. Cuestiones legales hicieron que Bonaparte debiera cambiar su nombre y, aunque todavía no lo hacía consciente, las ideas que empezaba a elaborar sobre el proyecto se iban concretando en esa nueva forma de nombrarlo. “Pensé en Ello como pronombre neutro, empecé a hablar sobre bigénero a partir de teóricas feministas con la idea de empezar a traccionar a través de la palabra y llevarlo a la indumentaria -explica Elio-. Hace poco, escuchaba que no se puede hablar de sin género o de neutralidad, porque no es que no hay nada. No somos neutros, somos algo, nos identificamos con algo, no podemos proponernos borrar rastros, sino pensar cómo, con lo que somos o lo que hay, podemos generar nuevas formas”.

El desarrollo de la moldería no es estanco. En cada cápsula, Elio retoma molderías anteriores y juega con las formas imaginando cómo pueden quedar en una silueta partiendo de su propio cuerpo, el primero que viste y porta su prenda. “Me guío por las formas anteriores, pero porque voy visualizando una prenda desde lo que ya desarrollé, veo cómo quedaría de este modo. Tiene algo de lo acampanado o japonés, que me encanta, pero sin serlo, porque nada se termina de encasillar, eso es algo que me identifica”, sigue.

Los textiles que utiliza no son convencionales, muchos quedaron fuera del circuito de la moda, son de colores que no se vendieron en la temporada, ya no son rentables y fueron archivados. “Busco los que me valgan a mi proyecto, los inserto con mi moldería y vuelven a tener un nuevo trato, incluso, textiles que tienen manchas, óxido o líneas, porque la idea es ver los textiles como son, no como deberían ser, se corren de la norma y a eso lo habla una prenda cuando está terminada”, expresa.

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(Imagen: Elio Domínguez)

Ello es un proyecto y no una marca porque está en constante movimiento, nada está fijo ni encasillado. No es un movimiento forzado, los cambios son orgánicos a la mutabilidad de lo que sucede alrededor, parecen guardar una fidelidad a cómo Elio transita las experiencias. “Es mi alter ego, me es todo, me encanta hacerlo y hay muchas cosas para mejorar, pero, dentro de las posibilidades que tengo, lo doy todo -dice-. Me cansa y me encanta. Tengo un tiempo muerto, vuelvo a casa temprano y pienso que podría estar en el taller, estoy todo el tiempo pensando posibilidades, tirando líneas de cosas para hacer, pequeñas colaboraciones con otres”.

Hasta el año pasado, Elio tenía un trabajo fijo por fuera de Ello. Terminaba esa jornada laboral y se metía en el proyecto, “pero esto me necesitaba, si yo no le daba tiempo, esto seguía igual. Por un lado, fue como un estado de locura, porque no sabía qué iba a pasar. Si apostaba a Ello, me tenía que dar para vivir, para pagar su taller, mi casa y para seguir produciendo. Y funcionó, un poco por ese constante movimiento, pero también por la permanencia. Fue mejorando, pero también con mis tiempos y mis posibilidades”.

El atelier recupera el hilo de las abuelas que nos cosían y registraban en una libretita las medidas y ajustes. “Pensé que lo que hacía mi abuela con nosotres yo lo puedo hacer con otra gente, pero el tiempo ahí se pone en tensión porque es muy difícil manejar la ansiedad. Es generar una nueva conciencia sobre el uso y sobre el consumo”.

Aunque desarrolle una moldería, la idea del atelier le permite adaptar la prenda a siluetas y cuerpos diversos. Pensar una curva de talles en todos los modelos implica una inversión difícil para un proyecto local y autogestionado. Pero desarrollar una prenda a pedido exige una relación otra con la espera: “Esa prenda se está haciendo y confeccionando para vos, entonces no solamente es mi tiempo, también es el tiempo de la costurera, el del cadete, pasa por el taller, tengo que coordinar con la persona que la busca y la trae; cuando está acá, yo le hago los ojales, le pongo las etiquetas a mano, después, se prueba y, si hay algún ajuste, se vuelve al taller”.

Elio trabaja con pequeños talleres y cooperativas textiles estableciendo conexiones personales. “Las personas que intervienen en la prenda o en la cadena de trabajo no son recursos, son aliades y podemos tener complicaciones que hay que respetar porque, justamente, la industria textil es muy hostil en el trato”, explica.

Cuando comenzó Ello, mucha gente sufría cierto desconcierto al interactuar con las cápsulas. “En el 2015, no se hablaba de bigénero o unisex, y, en las ferias donde se presentaba, la gente preguntaba qué eran esas prendas, si eran para gente grande o para quién, se enojaban”. Hoy, es bien recibido en Córdoba, en los mercados de diseño o en las muestras reconocen el proyecto y lo buscan. El contexto cambió, “la gente ya lo tiene más incorporado porque es una cuestión cultural que ya está instalada, aunque falta todavía en Córdoba”, señala el diseñador.

Conversamos más de una hora. El ventanal deja entrar la luz de verano en el atelier. Lupe, Elio, Ello se confunden en la narración y todo tiene que ver con todo. “Vestirse es el medio para identificarte -dice como justificando su pasión-, lo que nos ponemos comunica, el vestir es cómo uno se siente y cómo quiere representarse, es una forma de estar, el vestirse es un acto político, una manifestación”.

Encontrás a Ello en Instagram @ello.arg y en elloarg.mitiendanube.com. En Buenos Aires, en Perchero Federal, en Paseo Liceo.

*Por Anabella Antonelli para La tinta / Imagen de portada: Romina Martino. 

Palabras claves: autogestión, Indumentaria, Taller Textil

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