Comedores comunitarios contra las marcas del hambre

Comedores comunitarios contra las marcas del hambre
7 diciembre, 2022 por Inés Domínguez Cuaglia

Se presentó en Córdoba el informe de resultados del proyecto desarrollado por investigadorxs del CIECS. Abordaron tres dimensiones: población sociosegregada, calidad de vida y espacio urbano. Realizaron un trabajo de campo en comedores comunitarios de la ciudad en los que, a pesar de las dificultades para el acceso a los alimentos, cubren esta demanda básica para miles de personas. Una alimentación variada, nutritiva y accesible es la batalla diaria para una mejor calidad de vida.

Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta

La semana pasada, en nuestra ciudad, se presentaron los resultados e informes cualitativo y cuantitativo de la investigación “Población sociosegregada, calidad de vida y espacio urbano 2017-2023”, diseñada por investigadorxs del CONICET que trabajan en el Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS). 

Este proyecto busca producir conocimiento sobre la población de Córdoba, enfocándose en temáticas que afectan sobre todo a la población sociosegregada. Elaboran información básica, confiable y accesible sobre temas de importancia para una mejor calidad de vida; material que pueda servir como orientación en el accionar de gobiernos, organizaciones, instituciones y actores sociales de distinto tipo. 

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(Imagen: CIECS)

Realizaron un conjunto de relevamientos con diversas metodologías y un enfoque interdisciplinar para la construcción de datos. También diversas acciones como el taller artístico “Mujer, cuerpo y experiencias”, que abordó la violencia de género y tuvo de destinatarixs a adolescentes de los sectores donde trabajaron.

La investigación comenzó hace 5 años, pero la pandemia vino a reorganizar todo el trabajo. La irrupción del COVID-19 implicó otras miradas y nuevos tratamientos sobre los procesos sociales, lo que dio lugar a una encuesta que no estaba prevista en los inicios: “Prácticas de salud y creencias”, con resultados disponibles para 2023.


A la fecha, esta investigación cuenta con dos patas: por un lado, una encuesta realizada a principios de 2021, que arroja datos cuantitativos, y, por otro, la parte cualitativa que buscó profundizar los resultados de la encuesta a través de entrevistas y un trabajo de campo desarrollado en comedores comunitarios de nuestra ciudad.


La encuesta realizada en abril de 2021 relevó datos de una muestra de 680 hogares y 2.323 personas, abarcó características sociodemográficas de los hogares y las dimensiones de hábitat, trabajo, salud, tramas domésticas y redes sociocomunitarias. Obtuvieron resultados tanto de la población sociosegregada como del total poblacional de la capital cordobesa.

Desde el equipo de investigación, informan que “la inseguridad fue el principal problema detectado tanto en los hogares sociosegregados (S) (70,8%) como no sociosegregados (NS) (75%). Un 11% de la población en espacios NS considera que los alrededores de la vivienda son peligrosos para la salud, mientras que, en los espacios S, este indicador alcanza al 30%”.

En relación a salud y alimentación, más de la mitad de lxs encuestadxs indicó que al menos un integrante del núcleo familiar tiene alguna enfermedad crónica y que el 11,5% del total de la muestra recibe algún tipo de asistencia/programa alimentario. A esto, agrega el equipo que “se puede observar que casi un cuarto de la muestra de hogares S recibe algún tipo de asistencia alimentaria, mientras que, en los hogares NS, esta proporción es del 5,4%”.

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(Imagen: CIECS)

También los datos relevados arrojan que la reducción de ingresos y de trabajo tuvo su repercusión en las prácticas alimentarias de los hogares, ya que muchos de ellos debieron modificar el consumo; en particular, las carnes y huevos (disminuyó en un 45%), lácteos (29%), fruta (27%), verduras (19%).

Observaron que, durante la pandemia, el trabajo y, por consiguiente, los ingresos se vieron afectados, sobre todo en los hogares sociosegregados, y que “el trabajo doméstico se incrementó en un 30% de los hogares durante el aislamiento. La actividad con mayor sobrecarga fueron las tareas domésticas, seguido del cuidado de niños/as y la ayuda en las tareas escolares, siendo estas últimas levemente superiores en los hogares S”.

En una segunda etapa, lxs investigadorxs realizaron un trabajo de campo en comedores comunitarios de sectores sociosegregados, barrios que fueron encuestados en la primera etapa.

A través de entrevistas individuales y colectivas, indagaron sobre la experiencia de las personas que participan en los comedores. Apuntaron a la alimentación y las tramas de cuidado.


“La elección de la temática estuvo fundada en la necesidad de analizar los efectos de la pandemia en los sectores populares de la ciudad de Córdoba; en especial, el modo en que los comedores comunitarios se adaptaron a las demandas que la emergencia sanitaria generó”, explican desde el equipo de investigación.


En esta ciudad, los comedores comunitarios y merenderos se triplicaron desde la pandemia que impactó fuertemente en nuestra sociedad y en todas sus dimensiones. “En el marco del recrudecimiento de la crisis social y económica, personas de diferentes edades que, hasta ese momento, no habían resuelto sus necesidades alimentarias en comedores y merenderos comunitarios comenzaron a demandar su atención. Esto derivó no solo en un aumento de asistentes, sino también en la emergencia de nuevos espacios”, afirman desde la investigación.

En este sentido, la Dra. María José Magliano, una de las investigadoras a cargo del relevamiento cualitativo, dice que “si bien, originariamente, estos espacios estaban orientados hacia la población infantil de los barrios, con el contexto de la pandemia, abarcaron a distintas edades en el marco de esta mayor demanda, producto de todo el descalabro socioeconómico que se profundizó con la pandemia”.

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(Imagen: CIECS)

Observan también que es notoria la transformación de las dinámicas de funcionamiento de los comedores: debieron realizar cambios en las formas de atención para asegurar el distanciamiento social, se produjo un aumento sostenido de asistentes y los recursos escasearon más que nunca. Y si bien desde Nación, Provincia o municipio tienen presencia en estos espacios, es sabido que los programas o recursos siempre son escasos ante tanta crisis y que nunca llegan de igual manera a todos los comedores o merenderos.

Las formas de subsistencia de los comedores son muy diversas: “Algunos comedores se sostienen solamente con donaciones de particulares, lo cual vuelve muy inestable la posibilidad de sostenimiento en el tiempo. Mientras que otros tienen una estructura un poco más aceitada en relación a programas y políticas sociales. Los comedores que tienen más vínculos con organizaciones sociales de base territorial tienen más acceso a programas y políticas sociales, ya sea de la Nación, Provincia o municipio”, detalla Magliano en comunicación con La tinta.


La escasez de recursos es parte del cotidiano de estos espacios. Aquellos que reciben algún financiamiento como los que resuelven la diaria solo con donaciones vivencian la falta de productos frescos: lácteos, carnes, frutas y verduras. La realidad es la misma: fondos más que mínimos y necesidades infinitas. Ante esta problemática, la organización colectiva es lo que nos salva. La fortaleza de estos espacios está justamente en las redes que se tejen de manera experta por sus referentes, en su mayoría, mujeres.


El equipo nos comparte que un aspecto clave que visualizaron en el trabajo de campo tiene que ver con la continuidad generacional de la población que pulsa, impulsa y asiste a los comedores. En este sentido, Magliano explica que «son varias las generaciones de familias alimentadas en comedores comunitarios. Esto aparecía en prácticamente todos los espacios donde hicimos el trabajo de campo. Esta idea de que incluso las mismas personas referentes de los comedores y merenderos se criaron de alguna forma en estos espacios. Vienen los hijos, pero antes eran los padres», dice y, a la vez, nos invita a reflexionar sobre la escasa posibilidad de movilidad social en estos sectores afirmando con claridad que: «Son barreras que tienen que ver con que la gran parte de lxs hijxs de las familias que viven en barrios sociosegredados no pueden salir de esos barrios, producto de trayectorias laborales informales y precarias».

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(Imagen: CIECS)

Otro de los puntos analizados en el informe tiene que ver con las cuestiones alimentarias en sí mismas. Es decir, indagaron sobre el tipo de alimentos a los que se accede, quedando a la vista la falta de productos frescos indispensables para una alimentación equilibrada, balanceada y nutritiva. Productos apreciados por su importancia nutricional, pero prácticamente imposibles de obtener en contextos de reducción de recursos y aumento de demanda. De aquí las notorias deficiencias nutricionales que encontraron.

Hacemos con lo que tenemos, dicen las mujeres que, por años, han parado la olla, alimentando a lxs hijxs, nietxs y todo aquel que lo necesitara.


«Hacen malabares con los escasos recursos con los que cuentan para mantener una alimentación lo más completa posible en un contexto de mucha escasez. Hay productos que prácticamente ya no se pueden consumir porque la inflación es muy alta. Esto hace que, con los fondos que reciben, puedan comprar cada vez menos cosas”, señala la investigadora.


En síntesis, el proyecto tuvo como ejes de análisis aquellas tramas comunitarias y de cuidados, y la cuestión de la alimentación ante la escasez de recursos en estos territorios vulnerados. Así, el problema del hambre apareció entre las palabras recurrentes dichas por las personas entrevistadas. “Hay marcas del hambre en el cuerpo en estos espacios. El hambre no es un fenómeno estrictamente nuevo, pero se hizo más extendido a partir de los últimos años y en el contexto de la pandemia. Es una problemática reconocible y visible en las poblaciones sociosegregadas”, reflexiona Magliano, que agrega que otras recurrencias tuvieron que ver con actualizar o revivir un pasado reciente en referencia a la crisis del 2001 y los imperativos morales que desenlazan en tareas de cuidados alimentarios.

*Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta / Imagen de portada: CIECS.

Palabras claves: comedores, Emergencia alimentaria

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