Lo común y el sostenimiento de la vida (y la salud mental)
¿Por qué es tan importante, hoy más que nunca, la Psicología Comunitaria y la formación de les psicólogues en esta área? «Las comunidades tienen saberes muy específicos en relación al cuidado de la salud en general y de la salud mental en particular, y al sostenimiento de la vida». En esta nota, la psicóloga y docente de la UNC, Marina Chena, habla de la ausencia de voces comunitarias en la formación académica y en las políticas públicas, el anclaje de los saberes hegemónicos ligados a la forma neoliberal de vivir (traducidos en una forma neoliberal de entender el sufrimiento) y «lo común» como estrategia para vivir mejor.
Por Soledad Sgarella para La tinta
El miércoles pasado, publicamos “Salud mental en territorios o cómo construir entre todes las estrategias de supervivencia”, una nota que reunió las voces de profesionales que trabajan en sectores vulnerados, sus estrategias y sus experiencias. Hoy, con la 9° Marcha por el Derecho a la Salud Mental esta tarde y en continuidad con el tema, hablamos con la psicóloga Marina Chena, docente de la cátedra Estrategias de Intervención Comunitaria de la Facultad de Psicología de la UNC, para saber cómo es el camino de formación en Psicología Comunitaria y el lugar -político- que tiene en la universidad pública.
Marina nos cuenta que la cátedra, hoy llamada Psicología Comunitaria, es una materia electiva que se cursa en los últimos años de la carrera (es decir que solo la cursan quienes están interesades en el campo comunitario) o que, en el tramo de egreso, posibilita hacer sus prácticas pre-profesionales a quienes han hecho un camino y quieren especializarse en el área social comunitaria.
No hay que ser demasiado lúcido para comprender el lugar que tiene, en las políticas académicas, la formación en Psicología Comunitaria, considerando que el plan de estudios de la formación básica no la incluye en su currícula obligatoria. “Esta ausencia en la formación básica de psicólogues tiene una intencionalidad. Y, por lo tanto, tiene un carácter político. La lucha por que este tipo de abordajes, este campo, estos saberes, tengan mayor presencia en la formación es una disputa política”, dice la docente.
¿Y cuáles son esos “saberes”? Chena nos recuerda que la salud mental tiene, en lo comunitario, no solo herramientas para la intervención, sino también dimensiones para pensar los malestares subjetivos. Como ella dice, cuando se piensa la salud en general y, específicamente, la salud mental desde una perspectiva integral, debería poder incluirse el entramado comunitario en el que las personas sostienen su vida: «Entonces, ahí, es muy importante la incorporación de los saberes comunitarios para pensar las problemáticas de la salud y del padecimiento mental, y del malestar subjetivo, y también para pensar las estrategias de abordaje. O sea, para poder pensar por qué se padece, cómo se padece y cómo se enfrenta, porque las comunidades tienen saberes muy específicos en relación al cuidado de la salud en general y de la salud mental en particular«.
“Esos saberes, que son saberes comunitarios o saberes populares, no son tenidos en cuenta ni en el diseño de las políticas públicas ni de los dispositivos de intervención, ni en los modos de pensar el malestar, sobre todo, en contextos en los que las causas que producen el malestar subjetivo se agravan, como las que estamos viviendo. La pandemia es un ejemplo, pero las crisis económicas, las situaciones de mucho malestar social, producen sintomatologías o formas del padecimiento vinculadas a esas causas sociales y también comunitarias”, explica Chena.
Las condiciones adversas (ambientales, sociales, de segregación, de pobreza y violencia estructural, de empleos súper precarizados, etcétera) producen formas de sufrimiento. La psicóloga y docente nos convida la idea del “sufrimiento ético político”: entendiendo que el sufrimiento está mediado por las injusticias sociales, no desvinculando al sujeto de ese contexto en el que se producen sus malestares.
“La psicología comunitaria piensa esas situaciones de manera específica, porque lo que piensa son esas tramas comunitarias en las que sucede la vida, el día a día. Esas tramas donde pueden encontrarse las causas del malestar, pero también donde se producen relaciones de solidaridad, encuentro, fiesta, formas del cuidado comunitario, resolución de necesidades concretas, formas alternativas de la economía que sostienen la vida de los sectores populares porque, si no, si se quedan solamente limitados a la resolución individual de la vida, tienen muchísimas menos posibilidades de reproducirla que las personas que están en mejores condiciones”.
Para ella, en la formación, este tipo de lógicas o de saberes están completamente ausentes, “porque hay una hegemonía de un cierto tipo de saberes y un cierto tipo de abordajes respecto de la salud mental que tienden a pensarla de manera individual e, incluso, cada vez más vinculadas a la forma neoliberal de vivir y que se traduce en una forma neoliberal de entender el sufrimiento y de una forma neoliberal también de pensar los abordajes. Lo que importa es el síntoma y el acallamiento del síntoma, por eso la gran proliferación de las neurociencias o la medicalización del sufrimiento”.
En la facultad, la voz de las comunidades está prácticamente ausente, asegura Chena, y agrega que, desde la Psicología Comunitaria -por su hacer, por su modo de hacer-, lo que buscan es incorporar esas voces comunitarias a pensar no solo el malestar, sino también el cómo se quiere vivir. “Cuando organizamos actividades y las comunidades llegan a la universidad, también lo que nos muestran, lo que nos cuentan y lo que intentamos que quede y que pueda en algún punto ‘afectar’ es a esa formación”, y añade: “Por eso, me parece muy importante incorporar las acciones en Psicología Comunitaria como formas de intervención, pero también como un cierto tipo de saberes que dialogan en condición de igualdad política con los saberes comunitarios. El modo de construcción de saber de la Psicología Comunitaria, por definición, se construye en relación y en diálogo con esos saberes comunitarios”.
Lo que dice Marina es sin reveses y reafirma la importancia de su área de trabajo: “La lógica de la gestión individual de la vida en los sectores populares es muy difícil y se sostiene gracias a toda esa solidaridad y esa trama comunitaria que cuida, que ayuda en la alimentación, que diagrama formas alternativas del trabajo y de la economía, que se rigen por otras lógicas que no son exclusivamente las del mercado. Todo lo que tiene que ver con la construcción de lo común, con la producción de lo común y pensado como estrategias que contribuyen a un mejor vivir”, concluye.
*Por Soledad Sgarella para La tinta / Imagen de portada: Marina Chena.