Insurrecciones sensibles en los cuerpos que danzan: un diálogo con lxs artistas de Transducciones 2022

Insurrecciones sensibles en los cuerpos que danzan: un diálogo con lxs artistas de Transducciones 2022
3 noviembre, 2022 por Redacción La tinta

“Una atmósfera siniestra envuelve el planeta. El aire del ambiente, saturado de las partículas tóxicas del régimen colonial-capitalístico, nos sofoca. Con sucesivas transmutaciones, este régimen viene perdurando y sofisticándose desde finales del siglo XV”. Así empieza el “Inconsciente colonial capitalístico”, el segundo de los ensayos que componen “Esferas de la insurrección. Apuntes para descolonizar el inconsciente”, libro de Suely Rolnik -psicoanalista, crítica cultural y curadora nacida en Brasil- iniciado en 2012, interrumpido por el golpe y retomado entre 2016 y 2018. En torno a este libro, se arrimaron como a un fueguito lxs artistas Ana Pi (Brasil-Francia), Quillen Mut (Arg) y Rodolfo Opazo (Chile-Arg), invitadxs por Marie Bardet y Silvio Lang, acompañante teórica y curador respectivamente del programa de residencia de creación coreográfica Transducciones, que, en su segunda edición, tiene lugar en el Centro Cultural Kirchner.    

Por Lucía Naser para La tinta

Hicimos esta entrevista dos días antes de las elecciones brasileñas y una semana antes del cierre y apertura de esta residencia. ¿Qué gestos son capaces de transformar señales de destrucción en otras distintas? Al preguntarles qué viene sucediendo a partir del encuentro y convergencia de les tres -ya ni Ana ni Quillén ni Rodo, sino alguna otra cosa-, se produce un silencio suave y largo. 

—Quillén: Yo creo que uno de los aspectos es este silencio y un amplio y alto grado de escucha.

—Rodolfo: Tenemos un texto que nos abraza o que nos invita a estar juntxs. Apareció una actitud de escucha con el texto y una escucha hacia lo que brotaba de la intriga y las ganas por conocer los procesos de lxs otrxs. Y los silencios que nombra Quillén, esos agujeros que se abren en el nombrar, están súper multiplicados en nuestro encuentro. Una especie de multiplicación de agujeros por donde hemos ido intentando algunas cositas.

—Ana: Otra capa es la del espacio institucional que viene creando una atmósfera de negociación. Tener a ese gigante enfrente requiere un trabajo de conexión inmediata para que esa tercera cosa pueda vivir la mejor de las vidas. Entonces, hay algo de los desvíos, de la suavidad, que ha sido un modo de trabajar sobre el espacio. Porque, además, es un trabajo situado en un contexto; estamos aquí en octubre de 2022, en Buenos Aires, América del Sur, en un contexto post pandémico. Muchas capas de este espacio, que tiene sus reglas en las que no somos especialistas y con las que tenemos que hacer un jogo de corpo.

—Lucía: Me preguntaba por esta propuesta de Transducciones de invitarlxs a un diálogo con una filósofa y un libro que son muy políticos. ¿Qué tipo de relaciones entre filosofía, política y prácticas corporales o de movimiento emergieron en las experiencias hasta ahora? 

Ana: Ha generado conversación, que no es una obligación de las personas y principalmente personas de danza. Existe un gran cliché de que las personas de danza no conversan. Conversamos mucho para ver cómo resuena el texto en cada persona. Siendo brasilera, para mí, el texto nunca fue inmaterial. Él tiene una dimensión muy concreta, sobre un contexto político que formatea mi experiencia psíquica, de salud física, como si yo estuviera dentro del libro. El libro no me manda para otro tiempo, es un libro que me empuja para un ahora que es muy intenso. Y por más que haya algo del contexto brasilero que active ese texto, él vibra en diferentes lugares y contextos sobre la violencia ejercida sobre la libertad de las personas y lo que es esta insurrección. Luego, hay otra dimensión que es la de la danza que sale y la confianza que podemos tener en ella. Las danzas que salen no vienen siendo uniformes; cohabitan siendo distintas y conversan sin necesariamente pasar por las palabras. Es como si estuviéramos enjuagando un mismo suelo, pero cada uno tuerce el paño de una forma distinta. 

—Quillén: En los primeros días, nos movíamos y, después de movernos y de bailar, íbamos al libro y leíamos alguna parte del libro que sentíamos que hacía sentido con eso que estábamos danzando. Como si la danza nos acercara al libro y no el libro a la danza. No tanto el uso del libro como manual, sino como un factor que le puede llegar a devolver algo a la danza.

—Rodolfo: ¿Se acuerdan del momento que habíamos dejado de movernos y lo primero que hicimos fue ir a conversar, y, de repente, abrimos una hoja del libro y hablaba de lo que estábamos diciendo sobre la sensación que nos dejó el movimiento? Hablamos también de las “pistas”, ir encontrando pistas en el proceso, con el libro, con las conversaciones, que nos van acercando desde distintos planos. Tengo esta sensación de que el libro nos acerca y juntxs nos desvía, y nos aleja y nos propone distintos viajes, recorridos. 

—Lucía: Muchas veces, el dispositivo de residencia pone énfasis en la posibilidad de conocernos, pero, en realidad, es una situación de trabajo con desconocidxs. ¿Cómo ese desconocimiento, esa extrañeza puede ser un acercamiento, una alianza para poder ir juntxs a algún lugar?

—Quillén: En la danza que estamos investigando, es como si el cuerpo de cada una, de alguna manera, se multiplicara y como si cada gesto fuese el gesto de muchxs otrxs. Como si nos divirtiéramos por muchxs otrxs y también nos enojamos por muchxs otrxs o también manifestamos por muchxs otrxs. Mucho acercamiento al propio cuerpo y, a la vez, mucha distancia y conocimiento de la irrupción del gesto. La primera vez que nos juntamos por Zoom antes de vernos, dijimos algo así como: “¿Cuál fue la cabeza que soñó durmiendo que estas tres personas nos encontrábamos en un lugar?”. Algo de la expresión de ese misterio era lo que nos acercaba.

—Ana: Una cosa que ese libro hace -no todos los libros hacen- es invitar a una reflexión colectiva. Desde su propio título, convoca a lo plural; comienza con la palabra esferas, entonces tiene algo que gira, que circula. Y ahí, dentro de eso, hay un lugar que es el de ser quien se es o quien se quiere ser, o quién se consigue ser. Como si fuera un protocolo y cualquier persona pudiera estar en nuestro lugar. En este proceso, siento que yo no soy indispensable. Lo que estamos generando como situación coreográfica hace que muchas más personas podrían estar haciendo lo que estamos haciendo. El lugar de acuerdo que tenemos sobre la insurrección es el hecho de que ella vibra. Estamos lidiando con algo que vibra, que no está estático, que no para. A mí me preocupaba que un libro como este generara únicamente un deseo de un embate violento con algo. Como si el libro nos colocara en una trampa y que pudiéramos solamente reaccionar con violencia a la violencia que el libro enuncia. Pero esos desvíos van convidándonos a pasar por otros lugares. Estar en un trabajo de a 3 es una alquimia. La experiencia de tener que negociar puede ser muy difícil. En nuestro caso o como yo lo he vivido, tiene algo de simple y un simple que yo creo que tiene el poder revolucionario de la insurrección mismo. Cosas que suceden en un plano telepático o que suceden porque ya estaban en nuestras vidas, y entonces ya estaba todo el mundo trabajando en un cierto sentido. El modo en que estamos acordando dialogar con el libro es también una postura.  

—Lucía: Desde esa teoría encarnada en ustedes y que vienen desplegando en la vida y en la creación, ¿qué dispositivos escénicos vienen armándose en este proceso y de cara a compartir con otrxs los materiales al final de la residencia? 

—Rodolfo: La danza que hemos estado practicando y en la que hemos insistido, sentimos que invoca otros cuerpos, otras presencias que se despliegan en todas direcciones y toman forma de divergencia constante o de pequeñas insurrecciones dentro de la danza infinita. Es una confianza sobre lo que esa danza en su múltiple invocación puede hacer tocar a otrxs. Invitar en ese despliegue a una multiplicación de las sensaciones. 

—Quillén: Hay una hipótesis que estamos manejando que tiene que ver con el rol de cómo espectar. Algo que me parece lo más precioso es la pregunta de cómo brindar a los espectadores distintas dimensiones según el punto de vista y cómo esos pasajes, por esos distintos puntos de vista, es algo que les espectadores van a tener que ir descubriendo. No tanto como guía por un recorrido, sino generar esos distintos puntos de vista de modo que se vayan traficando ciertas informaciones en donde el espectador pueda decidir dónde estar, dónde ver, si sentarse, si caminar. Aparece una idea en torno a lo plural, pero a las diferencias también dentro de lo plural y el deseo dentro de lo plural. 

—Lucía: Pensando en el tiempo como una de las materialidades presentes y que organiza el trabajo. ¿Cuál es la relación entre el tiempo de la residencia y la temporalidad de la propia creación?

—Ana: De la misma forma que este trabajo puede ser visto como una apertura y algo que no va a pasar de ese punto, también tiene la capacidad de tener otra dimensión; el trabajo va a resonar en el trabajo individual de cada y alguna cosa de él ya existía en los trabajos previos. Es un trabajo que no tiene pretensión definida, entonces podemos llamarlo trabajo con plena dignidad. Pero no es tipo tuvimos tan poco tiempo que no es posible. Entre la calidad de lo que está siendo presentado y el tiempo, no hay una cosa equivalente porque lo que decidimos trabajar no está colocado en esos niveles. La escrita de danza comienza antes de que el público entre y, de cierta manera, ella continúa hasta después de que el público sale. En el viaje, van sucediendo gestos continuos con varios volúmenes, profundidades, ampliación y reducción. Están las historias de cuerpo, los sueños de cuerpo, la proyección de cuerpos que cada unx está activando o dejándose activar. Entonces, el tiempo está a nuestro favor. Está a nuestro favor de una forma muy loca -y esto es algo que vengo reflexionando hace algún tiempo- porque estamos viviendo una crisis en el mundo, una crisis financiera muy elevada que precisamos no quedarnos pensando mucho, si no, no hacemos nada. 

Cuando hicimos nuestro primer encuentro de Zoom, yo dije: vamos a estar en la semana de las elecciones más cabulosas de Brasil, este libro tiene que ver con la prisión de un presidente, que es Luiz Inácio Lula da Silva; Suely para de escribir el libro cuando la prisión sucede y estamos trabajando en cuanto la elección sucede. El tipo ya fue preso, ya fue soltado, la pandemia ya sucedió y está ahí, transformándose de una forma subterránea. Entonces, nos estamos encontrando en este contexto; es una fiesta, es una fiesta post-apocalíptica. En esta fiesta post-apocalíptica, todo ya explotó, todo ya acabó y ahí, ¿quién es que viene a bailar? ¿Son los destrozados? ¿Son figuras borrachas? ¿Son superhéroes? ¿Son soldados reconvertidos? ¿Son figuras asexuadas? ¿Son insectos? ¿Son árboles frondosos? ¿Es el volcán? Son solo 20 días, algo así, pero no son solo 20 días, son 20 días en un caos en el que entra en juego la propia relatividad del tiempo.

—Lucía: Yendo ahora al viaje más personal de cada une en este proceso, cuál sería el “nudo” que lxs atraviesa y a partir del cual están más interesadxs en estar trabajando.

—Ana: El libro tiene mucho que ver con violencia y, dentro de esa violencia, existe algo que puede atravesar la vida y puede producir muerte y desaparecimiento. Yo soy hija de un padre desaparecido en Brasil. El día que vamos a estrenar, van a ser 4 años y 8 meses desde que mi padre, Julio César de Olivera, fue desaparecido. Hay una dimensión de mi propia vida que yo no me había dado cuenta, que hasta entonces era solo una frase, que es el valor del arte. Hay un aspecto que Suely evoca que es la cuestión racial como un hecho central en la colonialidad porque, a través de ella, algunos tipos de violencia fueron posibles. Entonces, para mí, existe un lugar de presencia que quiero que se expanda para que yo no sea apenas yo y eso ya lo estamos haciendo en nuestra danza. Estamos en Argentina, un país donde sucedió un genocidio de la población negra, y cuando camino en las calles de Buenos Aires, yo siento la falta que algunas poblaciones hacen en esta historia. Y  ahí me siento como si fuera un cuerpo fantasma. Pero la verdad que de fantasma no tengo nada. Una palabra que vino durante el proceso por varias razones es la incapturabilidad y cómo, en muchas situaciones, cuerpos que son disidentes, imaginarios disidentes, son enseguida capturados y, de esa captura, es hecha una imagen. En este trabajo, no hay solo una imagen. Una persona que nunca vio una mujer negra danzando, cuando me vea en este trabajo, va a tener que hacer un ejercicio para imaginar qué fue lo que ella vio. De alguna manera, cada vez que estoy en escena con personas que no se parecen físicamente conmigo me quedo pensando qué tipo de imagen generamos, como si la imagen quisiera encerrarnos en una cajita. Cuando ensayamos, yo no siento que hay cajita y eso me parece muy bueno.

—Quillén: Al menos desde mi experiencia en esta ciudad, siento que la danza viene siendo practicada de una manera muy capturable, al menos en sus formas más “hegemónicas”. El hecho de llamarse “apertura de proceso” habilita una escena que no es la escena cerrada de la obra, que aunque sea una obra con múltiples sentidos, se sostiene y arma en el sistema de la marca, un sistema que prepara a la obra para ser comprada y hace de las subjetividades que la hacen víctimas (de alguna manera) de un mercado que angustia. Entonces, puede la danza ayudarnos a pensar las resistencias de la vida frente al fascismo y el neoliberalismo. ¿Puede la danza volverse algo incapturable?

—Rodolfo: Para mí, es la pregunta sobre lo que tienen de político las prácticas artísticas que inventamos. La creación e investigación de prácticas que nos invitan o nos abren un espectro de sensibilidades y de sensaciones y de flujos de fuerzas distintas, y cómo, a través de eso, se atraviesan experiencias que configuran tu campo relacional-vital. Los materiales a veces se despegan de manera impensada, te conectan y despliegan una cantidad de ramificaciones sorpresiva. En mi caso, conectarme con toda una genealogía. Y esto, a la vez, relanza el pensamiento hacia otra esfera y a otra y a otra. Esas investigaciones, esas prácticas, que también trae el libro, las necesitamos porque, si no, nos morimos en una vida caficheada. Esto convive con la acción. A pesar de la diferencia que han querido hacer entre la práctica política y las prácticas de, por ejemplo, la “danza experimental” en términos estéticos, la experiencia las vuelve a tejer y demuestra que están cerca. La insurrección tiene canales impensados para su emergencia. Junta esto con esto otro y, de ahí, surge un punto vital que despliega su fuerza y remueve todo.  

Como dice Rolnik en Geopolítica del chuleo: “Pensamos/creamos porque algo de nuestras vidas nos fuerza a hacerlo para dar cuenta de aquello que está pidiendo paso en nuestro día a día: nada que ver con la noción de “tendencia” (…)  Mediante esta acción, es el mundo el que está en obra”. En medio de este mundo que vibra, Transducciones es una invitación a acercarnos a través de la danza al epicentro sutil y perceptivo de las insurrecciones sensibles.  

*Colaboración en la transcripción Tobías Leiro. Transducciones sucede en el Centro Cultural Kirchner y cuenta con el apoyo del Instituto Francés, la Embajada de Francia en Argentina y el CCK.

Por Lucía Naser para La tinta / Imagen de portada: Fede Kaplún.

Palabras claves: Suely Rolnik

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