Desde Rojava hasta Guatemala: diálogo con Tzk’at Red de Sanadoras Ancestrales

Desde Rojava hasta Guatemala: diálogo con Tzk’at Red de Sanadoras Ancestrales
25 octubre, 2022 por Tercer Mundo

Las mujeres de la Red de Sanadoras Ancestrales hablan sobre su realidad en Guatemala y tienden puentes hacia otras luchas, como las que encabezan las mujeres de Kurdistán y Medio Oriente.

Por Alessia Dro para La tinta

La Red de Sanadoras Ancestrales nació en Iximulew, en el año 2013, y salió a luz pública el 12 de octubre de 2015, en el Día de la Resistencia y Dignificación de los pueblos ancestrales y originarios del Abya Yala. Fue creada por mujeres maya originarias, defensoras de la vida que, por luchar, vivieron -y viven- la experiencia de la criminalización, persecución política y riesgo político. Las integrantes activas de la Red unen sus saberes de la sanación para acompañar a otras mujeres que están gravemente amenazadas por defender sus territorios.

Estas acciones “se tratan de un tejido comunitario, que se gestó en la montaña de Xalapán, en la parte nororiente del Guatemala, donde, desde 2004, previo a la Red de Sanadoras, surgieron las consignas ‘Mi cuerpo es mi primer territorio de defensa’ y ‘Defensa del territorio-cuerpo- tierra’”, cuenta Lorena Kab’nal, con voz suave y firme.

Las mujeres de la Red fueron pioneras en levantar resistencias con marchas, caminatas, denuncias, pero también con el acuerpamiento de la sanación como camino cósmico-político. “Cuando este cuerpo se enferma ante tantas injusticias, tantas indignaciones, tantas violencias -expresa Lorena-, cuando estamos afectadas emocional, física y espiritualmente, necesitamos ser sostenidas amorosamente con la sabiduría de nuestras ancestras, la fuerza de la naturaleza y la amorosidad entre mujeres”.

Junto a Lorena, Chahim y las otras compañeras aliadas políticas de la Red en el territorio maya q’eqchi’, nos reunimos en Iximulew durante horas y horas alrededor del fuego, compartiendo un enérgico proceso de sanación. El diálogo que mantuvimos teje la experiencia de la resistencia en Rojava (Kurdistán sirio) con la de las luchadoras territoriales en Guatemala, experiencias que viajan entre la memoria ancestral y la dignidad de la rebeldía amorosa y plural de mujeres que defienden la vida.

—¿Cómo nace la Red de Sanadoras Ancestrales?

—Lorena: Surge en un momento político de quiebres, de rupturas con el feminismo urbano kaxlan (feminismo urbano de ONG), para fortalecer la propuesta del feminismo comunitario territorial, para sanar el territorio-cuerpo-tierra desde una lucha anti-patriarcal, desde dentro de territorios mayas, en espacios cotidianos de vida comunal. Muchas veces se nos acusó, por parte de varias feministas, de revertir nuestra energía política con los hombres mayas. Nosotras estamos en espacios comunales, donde la presencia política corporal manifiesta su pluralidad. Es en los espacios ceremoniales donde conviven niñas, niños, niñes, abuelas, abuelos, abueles, dirigentes, autoridades indígenas y comadronas, entre otras. Fui trayendo a mi conciencia que la comunidad tiene muchas relaciones ancestrales plurales de la vida. Los pueblos ancestrales tenemos otro código de la relación de vida en la comunidad y ahí es donde nos disputamos como feministas comunitarias territoriales: la descodificación del machismo, de las violencias contra las mujeres, de la misoginia desde nuestras cosmogonías, es decir, desde cómo sentimos y pensamos la vida, por lo tanto, desde dónde constatamos la desarmonización de la vida en los cuerpos y la tierra.

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Imagen: Tzk’at Red de Sanadoras Ancestrales

Para nosotras, es importante ver que los tejidos de la comunidad son plurales para la vida y no es que estemos gastando nuestra energía en trasformar la relación con los compañeros. Me enuncio públicamente como feminista y ser feminista en la comunidad, y nombrarte como tal en Iximulew, es complejo, puede ser peligroso, tiene riesgos, porque es una alienación si lo enuncias tal cual. No es lo mismo un cuerpo feminista blanco, académico, kaxlan, que llega a dialogar a la comunidad que no habla castellano. ¿A cuenta de qué la comunidad tiene que integrar conceptos en castellano para develar su realidad, a qué horas explicamos el patriarcado y con categorías teóricas de feminismos occidentales? Eso me ha llevado a ver que hay relaciones de vida comunal que tenemos que ver con claridad: de propiedad, de control de machismo, pero somos las mujeres originarias las que, con autoridad epistémica sobre nuestra vida comunal, planteamos nuestras emancipaciones a partir de nuestras cosmogonías de armonización de la vida. Por eso, hoy por hoy, es innegociable políticamente que vengan a tutelarnos, a decirnos cómo defender nuestros cuerpos y la tierra desde las categorías teóricas, que se interpelan, por ejemplo, cuando hay desalojos y estamos en ausencia. Solo estamos las comunidades, entre comunidades, acuerpándose, luchando, contra la muerte neocolonial de las industrias extractivas.


Cualquier feminismo está puesto en cuestión en territorios originarios si viene para tutelarnos. En este caso, hablamos de feminismos hegemónicos y no queremos más hegemonía en este territorio cuerpo-tierra si nos quieren decir cómo debemos emanciparnos. Muchas, entre las feministas radicales, por ejemplo, han cuestionado la presencia de hermanas trans, las hermanas intersex, entre nosotras. Cualquier feminismo que nos quiera ordenar la vida en comunidad está puesto en cuestión por nosotras.


Nuestra Red promueve encuentros de conciencia sanadora de solo mujeres, pero, al mismo tiempo, vivimos la vida en comunidad y tenemos autoridad epistémica-política y territorial no solo en los espacios de sanación entre mujeres, sino también en los grupos mixtos. Y subrayamos que acá existen cuerpos plurales. Porque acá la vida es plural por principio de cosmogonía. Nuestra temporalidad está caminando en comunidad y no tenemos por qué debatir o imponer. Estamos cansadas de las nebulosas teóricas feministas occidentales, hegemónicas, académicas, onegeístas y de cooperación: la racionalidad feminista occidental es tan naturalizada que nos han despojado del sentir político para la vida. Porque las formas de racionalización teóricas-epistémicas no están resolviendo problemas. Son hermosas, son necesarias. Pero cuestionamos si son vitales, porque todos los días el cuerpo toma agua, come fruta, semilla. Y, ¿cómo se sostiene esto si no es con la relación de vida con la tierra? ¿Y qué estamos haciendo con el bosque y con el agua?

—¿Cuál es el trabajo que realizan como Red?

—Lorena: Comenzamos desde el despertar de la memoria sanadora de las mujeres. Es muy vital compartir saberes entre mujeres, que nos fortalezcan y nos acuerpen, y traer la memoria ancestral de las mujeres con sus maneras de habitar los territorios, porque estas son también resistencias a veces no nombradas con conciencia. Se naturalizan muchas prácticas médicas occidentales, pero se dejan de lado elementos vitales cuando hablamos de saberes que tejieron nuestras abuelas en la resistencia de las mujeres, en el contexto de la guerra contrainsurgente, por ejemplo.

Es tan complejo porque se internaliza mucho la indignación, el miedo y el cuerpo genera un sistema de alertas impresionantes. Porque nos rodean tantas situaciones de riesgo ante la vida que las indignaciones provocadas por el sistema patriarcal, el colonialismo, el racismo, el neoliberalismo y la guerra se albergan en los órganos. Somatizamos. El sistema patriarcal no es abstracto: es tan real y se concreta en nuestros cuerpos. Los cánceres, por ejemplo, tienen mucho que ver con la fuerza patriarcal sobre los territorios altamente contaminados y los cuerpos de las mujeres expuestos permanentemente a la contaminación y las violencias.

La Red plantea que un feminismo que no asuma la autodeterminación de la tierra y de los cuerpos no tiene sostenibilidad política como corriente teórica. No podemos hablar de cuerpos emancipados libres autodeterminados si estos cuerpos están comiendo maíz transgénico o están viviendo en un territorio de monocultivo extendido. La propuesta de la sanación como camino cósmico-político es recuperar los saberes de las mujeres que nos han antecedido en la resistencia en estos territorios o los de mujeres originarias contemporáneas que, desde sus conocimientos con las fases lunares, tiempos calendáricos solares, lunares, hierbas, semillas, ceremonias, palabra, silencios, cantos, humos, inciensos, descansos, meditación, juntanza, danza, flores, infusiones, baños, aceites y medicina ancestral, los hemos juntado y elaborado un tejido de sanación, para chingar con placer al sistema patriarcal y para sanar los cuerpos y la tierra.

Mientras estamos en proceso de encuentros, las hermanas que vienen con nosotras para sanar disfrutan, sueltan y vuelven a recuperar vitalidad y energía: hacemos mucha catarsis y esto puede ser un elemento que colabora mucho. Hay momentos en que las hermanas están pasando una situación personal muy compleja y necesitan ser sostenidas por nosotras. Es muy importante escuchar, acuerpar, porque la palabra es algo sobre la cual el sistema patriarcal ha ejercido mucho poder. Pero la palabra dicha, enunciada con conciencia, también sana el dolor que tenemos. Cuando decimos camino cósmico-político, en conexión con la sabiduría de nuestras abuelas, a ellas las traemos a nuestros espacios. Despertamos la memoria sanadora convocando a las abuelas mayores, se nombren o no se nombren feministas, vengan con los caminos que vengan, a sentir con nuestro corazón. Y tenemos el amor y la paciencia en reciprocidad de escucharlas por muchas horas, y ellas nos cuentan de todo, y de ahí regresan a sus comunidades con nuestros sentires, con nuestros compartires también. Entonces, su paciencia amorosa con otras mujeres se sigue tejiendo para sanar tantas violencias sufridas.

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Imagen: Tzk’at Red de Sanadoras Ancestrales

Esto acá es muy radical, porque las mujeres, en su pluralidad de ser, muchas veces tienen esencialismos indígenas y a veces en las ceremonias no les viene dado tocar el fuego: pero aquí son bienvenidas las energías para sanar la vida, para sanar la presencia corporal y política de todas las mujeres en su pluralidad de existencias, y es ahí donde nos acuerpamos con las abuelas, comadronas mayoras, y cuando abrimos una ceremonia llamamos también a los ancestros, invocamos a los abuelos que nos enseñaron a sembrar el maíz, abuelos que nunca tocaron el cuerpo de una niña, que la cuidaron, respetaron y amaron. Incluso, cuando los hombres nos ven tan fuertes entre nosotras, su dinámica y su energía cambian a otra dimensión de conciencia, y ven entre nosotras mucho acuerpamiento y alegría en intimidad, que a ellos se les negó. Es entonces que sienten y su sentir se hace político, y aprovechamos a reflexionarlo para que asuman sus dimensiones a sanar. Acá, y en otros territorios, la defensa del territorio-cuerpo-tierra es una propuesta que está muy internalizada con la lucha, las caminatas, las marchas.

—Pienso a lo vivido en Rojava (Kurdistán sirio) y lo vital que fue, después de la revolución, ver el territorio liberado tomar vida en sus comunas, entre diferentes comunidades y espiritualidades, fuera de pretensiones homogeneizantes después de años de ley islámica y régimen sirio, con la pluralidad y la diversidad de expresión de cada comunidad puesta a la base de la vida. En esta dimensión, promotoras de salud, como nuestra compañera Alina Sánchez -que eligió el nombre kurdo Lȇgȇrîn, que significa “búsqueda”-, compartían procesos de sanación desde la alegría, por fuera de una medicina positivista, saliendo de una perspectiva solo emergencial. Todo este trabajo de salud comunitaria en Rojava era acompañado también por la práctica de reflexión colectiva y ritual del tekmil: la crítica y la auto-crítica como espacio para expresar necesidades desde una escucha profunda y colectiva, donde, si una se aleja porque no está bien, puede, de todos modos, contar con la cercanía y el apoyo de todas.

—Chahim: Creo que resuena con la importancia que damos a las temporalidades: cómo crear temporalidades políticas. Porque siempre estamos en momentos de emergencia y, por eso, acumulamos cansancio, afectaciones físicas, espirituales y emocionales. Mientras contabas del tekmil, pensaba que, en la resistencia, el punto es también cómo saber respetar las temporalidades personales, comunales. Estas temporalidades políticas requieren de nuestra paciencia política y de respetar nuestras acciones y autodeterminaciones. Mientras el punto importante de la crítica es saber cómo tejerla amorosamente, cuando quizás lo que tenemos que hacer a veces es solo respetar y nada más, y contenernos. Y saber discernir cuándo nosotras somos las que tenemos que tomar este tiempo de estar más al lado o en un trabajo interior, íntimo, profundo, con nuestras conciencias y nuestras acciones personales, que se hacen comunales. Yo creo que ambos movimientos son necesarios, porque lo colectivo a veces es habitado mucho desde el ego. Un desafío como mujeres organizadas es cómo genuinamente no habitar desde el individualismo en el colectivo, sino ir con una temporalidad que nos lleve a sentarnos entre nosotras y con las abuelas, que nos lleve a espacios espirituales, a danzar. No por deber, sino porque lo sentimos necesario, y cómo crear estas posibilidades de temporalidad y poner las intencionalidades y el amor en estos momentos.


Creo que algo que hemos caminado nosotras es que nuestra sanación es un acto personal profundo, que se vuelve comunal, porque habitamos en comunidad, pero que es personal profundo porque depende de la fuerza y de la energía que nosotras ponemos en nuestros procesos plurales. Y cuando vemos que alguien va cayendo, estamos para poner el hombro, acompañando, pero sin invadir. Me he imaginado escenas de lo que hemos vivido acá, con respecto de cómo camina el corazón y la sexualidad de las mujeres. Tengo la sensación de que muchas veces vivimos nuestras co-dependencias emocionales bien lastimadas, anhelando todavía figuras patriarcales en el corazón, en la cama, en los sentimientos. Siempre estamos romantizando la posibilidad de encontrar algo así y, en este sentido, han sido muy lindos nuestros caminos de sanación en este despertar de otra memoria sanadora. Nos da mucha fuerza reconocer la pluralidad sanadora, en temporalidades plurales y en corporalidades plurales, en territorio de Iximulew.


—Lorena: Creo que es histórico encontrarse en un momento como este y en mucha pluralidad. A los pueblos indígenas todavía nos va a costar un tiempo más, porque tenemos construida una interpretación sumamente heteronormada, muy internalizada y muy naturalizada en los usos y costumbres indígenas. Por eso, es tan maravilloso cuando en los otros espacios territoriales nos juntamos desde una fuerza muy grande, porque ahí te vas a encontrar hermanas de todas edades, historias y caminos diferentes, mujeres de corporalidades plurales y de sexualidades plurales, identidades plurales, con una puesta política muy hermosa de la defensa del territorio-cuerpo. Ahí ponemos el sentir de la pluralidad de los cuerpos como un principio de cosmogonía, entonces no se niega, no se debate por la comunidad, se saluda, se abraza y se teje. Los compañeros entran en otra dimensión de conciencia entre hombres en relación con nosotras y nosotres.

Porque sanar también es sanar la mirada entre nosotras y nosotros, en cómo nos sentimos y nos percibimos. Y porque nosotras no comulgamos con las posiciones hegemónicas radicales feministas de no visibilizar a las otras manifestaciones de corporalidad que existen en las comunidades: nuestras comunidades son plurales por principio de cosmogonía.

—Con la Jineolojî, la ciencia social de las mujeres de Kurdistán, hay resignificaciones profundamente anti-normativas frente a los esencialismos. Para entender cómo actúa el heteropatriarcado, se han abierto diálogos, encuentros entre comunidades disidentes, procesos de lucha de diferentes partes del mundo, reflexionando colectivamente, retomando lo que decía Chahim sobre cómo liberamos la vida desde el amor.

—Lorena: Porque las sanaciones son muy plurales. No solo miran al cuerpo, sino sanan el espíritu y el pensamiento naturalizado en cada persona. Nos acercamos así a la “Red de la Vida”, que, en idioma maya k’iché, se nombra con la palabra “K’at”. Pero si a esta palabra se le pone la “tz’”, la glotal, es tzk’at, que significa no solo “Red de la Vida”, sino que “todo tiene relación de vida”. Entonces, para nosotras, las feministas comunitarias territoriales, hay un principio en la cosmogonía maya que es la pluralidad de la vida: nada es igual en la Red de la Vida. No existen dos flores iguales ni iguales son los cuerpos. Todo esto es una representación simbólica espiritual y que tus ojos y tu sentir vengan de esta pluralidad de la vida internalizada nos encanta, porque es un llamado a la reflexión profunda. Miramos los tejidos de nuestros pueblos: los colores de los tejidos no somos uniformados; no somos iguales, entonces hay pluralidad en la Red de la Vida.

En el idioma maya q’eqchi’, hay un enunciado, «Laa’ in ut laa’t, laa’t ut laa’in”: “Tú soy yo, yo soy tú”, y si yo no cumplo este principio de cosmogonía, estoy cayendo en una relación de injusticia. La relación de injusticia se crea si niego la existencia o la presencia vital en la Red de la Vida, si niego la presencia de las hermanas trans, si niego la presencia de las hermanas heterosexuales, porque así es su deseo, su gusto, su placer -existen las heterosexuales emancipadas- y entonces bienvenida sea la presencia de las hermanas de sexualidades plurales que nos gusta transitar amorosamente con las energías afectivas, sentidas y eróticas.

Estos sentires nos acuerpan mucho y caminamos en la comunidad sintiendo la pluralidad. Por esto, no hablamos tanto de sexualidad, sino de la dimensión vital plural de la vida desde nuestra cosmogonía.

—Desde esta pluralidad, ¿cómo ven el acto de sanar y cómo hacen que sus logros, sus procesos, sean garantizados por su autonomía decisional? Pienso en el movimiento confederal de las mujeres de Kurdistán, donde cada una, en el ámbito mixto, siempre va a tener una red de mujeres de sostén que la acompañe como fuerza común.

—Lorena: Siento que sanar es un acto personal político y consciente, que se vuelve comunal. Pero una no sana individualmente, no sana solo para estar bien. Reflexionamos mucho entre nosotras y respetamos y abrazamos a las hermanas con diferentes caminos de auto-cuidado. Los respetamos porque también han sido construidos con las necesidades de un contexto específico. Pero, para nosotras, el auto-cuidado es complejo políticamente de la sanación consciente y política. La sanación es una dimensión muy profunda, política y consciente, que parte de lo personal y que no se deslegitima en esa dimensión personal, porque cuerpos sanados se juntan como fuerza comunal sanada.

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Imagen: Tzk’at Red de Sanadoras Ancestrales

La presencia íntima personal se respeta y luego se trae a lo comunal para sostenerla y abrazarla. El espejismo patriarcal de esto es crear una relación individualista, pero íntimo personal e individualismo esencialista son dos cosas diferentes. Y me refiero a formas radicales de la solidaridad: yo no me solidarizo con las luchas de Kurdistán en base de que el planeta es una misma casa universal y, por este asunto, quiero transgredir las fronteras solo para que todas las banderas se lleven bien entre ellas.

Creo, al revés, que hay una radicalidad cuando nos sentimos parte de una lucha común, que lleva esta palabra, este “tú soy yo y yo soy tú”, porque siento que, donde hay sufrimiento y dolor, hay caminos de emancipación y, donde hay poder hegemónico, hay rebeldía. Y esto va a ser desde siempre en la historia, es un principio fundante de toda transformación.

—Chahim: Y las rebeldías también son plurales, se acompañan y una no deslegitima la otra, en el sentido que hay una rebeldía común en qué tejernos. Lo que escuché por ti sobre la experiencia en Rojava me revitaliza y siento un suspiro rico en saber que, en todos lados, estamos quebrando los sistemas que quieren atentar nuestra existencia y territorialidad. Yo creo que, cuando perdemos la culpa, tomamos la responsabilidad y la llenamos de colores y alegrías, y esto nos hace comprender nuestros ritmos, los ritmos de otras y dejar de poner un esquema emancipatorio único y válido para todas. Mientras más lejos estemos de la comodidad de los esencialismos, más cerca estamos de una libertad genuina y profunda como parte de este tejido. Y en este ser profundamente nosotras mismas, todo el tejido se va emancipando también. La sanación debe ser integral en todas nuestras dimensiones. Es importante entender cuál es nuestra creatividad política, más allá de lo heredado, de lo adquirido, percibiéndolo desde mi propia corporalidad, porque es una batalla constante.

Cuando Lorena hablaba del acuerpamiento, esto significa más que poner el cuerpo a la par de tu hermana. Se trata de poner tu tiempo en momentos de emergencia y tienes que estar, no por deber, sino por la conciencia de saber que ese estar ahí es vital para la sostenibilidad del tejido que se está tejiendo y para ayudarnos a sanar todas. Desde la escucha, es importante generar espacios de confianza y no hacer salir de los espacios separados lo que las compañeras soltamos entre nosotras, porque se trata de un espacio íntimo. Y esto me recuerda que, en esta intimidad, también tenemos que saber identificar los vacíos y los nudos de tejidos, para que no se pierda fuerza por un sistema de opresión o de cuerpos opresores que hablan de rivalidad histórica entre mujeres, mientras lo que es histórico es la complicidad entre mujeres. Este acuerpamiento lleva siempre una responsabilidad mutua. Las complicidades entre compañeras, en la pluralidad de la existencia, tienen una responsabilidad recíproca. Yo siento que, incluso, este diálogo, que como puente has enlazado entre culturas y pueblos desde Abya Yala hasta Kurdistán, ya fue anteriormente con las abuelas de diferentes pueblos, en la recíproca sostenibilidad amorosa del tejido entre nosotras.

*Por Alessia Dro para La tinta / Foto de portada: Tzk’at Red de Sanadoras Ancestrales.

Palabras claves: Guatemala, Red de Sanadoras Ancestrales, Rojava

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